DOMINGO -III- DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA  

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Hch 2, 14. 22-33
        EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
            «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.
            A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
            “Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile.
            Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
            Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”.
            Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
            Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN          

CRISTO HA VENCIDO LA MUERTE   
S. Pedro, como el resto de los apóstoles que no fueron capaces de afrontar el miedo ante el problema del ataque a Jesús y lo abandonaron en el momento crítico, ahora parecen hombres nuevos que hacen frente al mismo poder y dan testimonio abiertamente de Jesús, denunciando al mismo tiempo el crimen que han hecho despreciándolo y llevándolo a la cruz, pero se han equivocado, su obstinación los ha cegado y no han querido ver la salvación que Dios les traía en Cristo. Pero Dios lo ha resucitado y lo ha hecho vencedor de la muerte y de toda ignominia.
Pedro pone su sello de autenticidad a todo lo que está diciendo: él es testigo de todo lo que dice, pues lo ha vivido y da testimonio, de lo cual, nadie lo podrá apartar.
Esta experiencia hará que todo sea distinto; Pentecostés ha sido el final de una etapa marcada por el miedo y la sumisión y el principio de otra completamente nueva marcada por la alegría y la libertad que llevan consigo la liberación.
El nuevo grupo que nace de hombres nuevos que han experimentado la resurrección de Jesús, la iglesia, está llamado a comunicar al mundo la gran noticia de la salvación que nos ha venido por Cristo
           Cristo, con su resurrección, ha derramado su Espíritu sobre todos los que creen en Él y lo siguen, dándoles la fuerza para ser testigos de su resurrección en Israel y en todos los rincones de la tierra. 

Salmo responsorial

Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11 (R/.: 11a)

R/.   Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

            Protégeme dios mío, que me refugio en ti
                Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
                El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
                mi suerte está en tu mano.   R/.
R/.   Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 

        V/.   Bendeciré al Señor, que me aconseja,
                hasta de noche me instruye internamente.
                Tengo siempre presente al Señor,
                con él a mi derecha no vacilaré.   R/.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
 
        V/.   Por eso se me alegra el corazón,
                se gozan mis entrañas,
                y mi carne descansa esperanzada.
                Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
                ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.   R/.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. 

        V/.   Me enseñarás el sendero de la vida,
                me saciarás de gozo en tu presencia,
                de alegría perpetua a tu derecha.   R/.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro. 1 Pe 1, 17-21
QUERIDOS hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.

Palabra de Dios 

REFLEXIÓN          

TRANSFORMADOS POR LA RESURRECCIÓN   

Pedro hace una introducción de su carta recordando a los creyentes la nueva realidad que viven, conseguida a través de la muerte y la resurrección de Jesús.
Esta nueva realidad lleva consigo una nueva forma de existencia, iluminada por la fe que les va a ayudar a mirar al mundo de una forma distinta y a interpretar la historia  y las tradiciones, cosa que hará que la vida del creyente sufra una transformación que lo hará un reflejo de Jesucristo. Por tanto, no se pueden dejar intimidar ni se pueden venir abajo, aunque se les presenten situaciones adversas, pues Dios se lo ha jugado todo y hará que en la comunidad se dé un nuevo éxodo, liberándonos de una sociedad que se sostiene con leyes inhumanas e injustas, hechas por y para los poderosos.
Esta forma de existencia fue la que asumió Jesús, confiando plenamente en Dios, por la que no dudó en entregar su propia vida; esto no se reduce a unas prácticas rituales, sino a una transformación del interior de la persona que lo hace un ser nuevo.
El bautismo es el culmen del proceso y el momento clave en el que nos convertimos en hijos de Dios al aceptar todo lo que Cristo ha hecho y toda la propuesta que nos hace de una nueva vida.

Aleluya

Cf. Lc 24, 32
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Señor Jesús, explícanos las Escrituras;
        haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas.   
R/.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 24, 13-35
AQUEL mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
    «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
    «Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
    «¿Qué?».
Ellos le contestaron:
    «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
    «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
    «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
    «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
    «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor 

REFLEXIÓN
       
LA EQUIVOCACIÓN FATAL    

El evangelio de hoy nos presenta la escena de dos discípulos que han llegado a entusiasmarse con el mensaje de Jesús, que lo han escuchado y llegó a calarles, pero ante las dificultades, ellos esperaban que Él hubiera reaccionado de otra manera, quizás con la violencia y el ojo por ojo, pero han visto que no ofreció resistencia a nadie, simplemente presentó el regalo de salvación que Él traía y los hombres no lo entendieron. Esto los decepcionó y los echó para atrás.

Me suenan en estos momentos las palabras de un amigo que me decía comentando el problema de las cofradías: él veía que eran un espacio lindo para vivir la fe y dar un testimonio de Jesucristo, pero al experimentar los “tejemanejes internos, la hipocresía y la falta de fe, me ha hecho retirarme de la iglesia”. Es el gran problema de identificar la iglesia con un sector de ella.
Esta pareja de discípulos probablemente se habían entusiasmado con todas las posibilidades que podía implicar el movimiento de Jesús y, ante la incoherencia, se desanimaron y se volvieron a su casa.
Jesús se les acerca en el camino de retorno, pero la decepción no les hace reconocer a la fuente de la alegría y de la esperanza; han llegado a la conclusión quede que no vale la pena soñar, es mejor no volver a entusiasmarse con “nada”, ni fiarse de nadie, pero Jesús quiere hacerles descubrir al “alguien” que aún no han descubierto; están ciegos con el mesianismo político y con toda la ideología política que los tiene ciegos: Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel” Jesús tendrá que abrirles los ojos con el colirio de las escrituras: “Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura
Como podemos ver, es un relato precioso que retrata la situación de un montón de gente que ante la desilusión de ver que no se cumplen nuestras expectativas, nos venimos abajo y abandonamos el camino. Es el problema constante de la iglesia en todos los sectores que buscan otros intereses distintos a los de Jesús y no dejan que nazca, crezca ni se desarrolle la semilla del reino que constantemente hay que ir sembrando.

 

 

 

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA

Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Hch 2, 42-47
        LOS hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.
            Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.
            Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN

VIVIR DE ACUERDO A LA RESURRECCIÓN  
                  Todos aquellos que habían vivido la experiencia de intimidad y cercanía con Jesús, entienden que la vida, a partir de esta experiencia, no tiene sentido vivirla de otra manera, e instintivamente vuelven a vivir lo que han aprendido: “vivían unidos fraternalmente, en la fracción del pan, en la oración, en la enseñanza de los apóstoles… todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común…”
                  Esta nueva forma de vida es parte de la Buena Noticia que Cristo ha traído: vivir en la unidad y la fraternidad es la gran experiencia que se ofrece al mundo; vivir en comunión, en fraternidad, en solidaridad, apoyados y fortalecidos por el espíritu que ha resucitado a Jesús y que es la fuerzas mantiene viva la esperanza y que lo transforma todo, puesto que ha destruido la muerte y ha restablecido la vida.

Salmo responsorial Sal 117, 2‑4. 13‑15. 22‑24


Salmo responsorial
Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24 (R/.: 1)
R/.   Dad gracias al Señor porque es bueno,
        porque es eterna su misericordia.

O bien:

R/.   Aleluya.

        V/.   Diga la casa de Israel:
                eterna es su misericordia.
                Diga la casa de Aarón:
                eterna es su misericordia.
                Digan los fieles del Señor:
                eterna es su misericordia.   R/.
R/.   Dad gracias al Señor porque es bueno,
        porque es eterna su misericordia.


        V/.   Empujaban y empujaban para derribarme,
                pero el Señor me ayudó;
                el Señor es mi fuerza y mi energía,
                él es mi salvación.
                Escuchad: hay cantos de victoria
                en las tiendas de los justos.   R/.
R/.   Dad gracias al Señor porque es bueno,
        porque es eterna su misericordia.


        V/.   La piedra que desecharon los arquitectos
                es ahora la piedra angular.
                Es el Señor quien lo ha hecho,
                ha sido un milagro patente.
                Éste es el día que hizo el Señor:
                sea nuestra alegría y nuestro gozo.   R/.
R/.   Dad gracias al Señor porque es bueno,
        porque es eterna su misericordia.

SEGUNDA LECTURA
Mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro. 1 Pe 1, 3-9 
            BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.
Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un Poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

LA PURIFICACIÓN DE LA FE   
                  La carta de S. Pedro, después de hacer una introducción, pasa a hacer una especie de himno de exaltación y acción de gracias por la obra de salvación que Dios ha realizado en Cristo con el Espíritu Santo.
                  Pedro quiere hacer caer en la cuenta a los creyentes que un nuevo orden se ha establecido y hemos entrado en una esfera sagrada de la realidad, a la que hemos sido llamados e incorporados por el bautismo.
                  Por medio de Jesús, Dios Padre ha realizado una nueva creación; al restaurar la naturaleza humana y hacernos hijos suyos.
                  Desde este momento, las perspectivas del hombre han cambiado radicalmente: ya no es el castigo y la muerte lo que aparece en el horizonte, sino la resurrección y la vida.
                  Pedro escribe esta carta a cristianos que están sufriendo la persecución, por eso, les pide que el dolor y el sufrimiento no los desanime ni van a ser motivo para que se vengan abajo, sino que eso es la prueba de purificación con la que han de demostrar la verdad de su fe al mundo.

Aleluya Jn. 20, 29
Aleluya, aleluya.
Porque me has visto, Tomás, has creído
-dice el Señor.
Paz a vosotros.
Dichosos los que creen sin haber visto.
Aleluya.


SECUENCIA (opcional)

Ofrezcan los cristianos
   ofrendas de alabanza
   a gloria de la Víctima
   propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
   que a las ovejas salva,
   a Dios y a los culpables
   unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
   en singular batalla,
   y, muerto el que es la Vida,
   triunfante se levanta. 

«¿Qué has visto de camino,
   María, en la mañana?»
   «A mi Señor glorioso,
   la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
   sudarios y mortaja.
   ¡Resucitó de veras
   mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
   allí el Señor aguarda;
   allí veréis los suyos
   la gloria de la Pascua».

Primicia de los muertos,
   sabemos por tu gracia
   que estás resucitado;
   la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
   de la miseria humana
   y da a tus fieles parte
   en tu victoria santa.

Aleluya
Jn 20, 29
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Porque me has visto, Tomás, has creído, —dice el Señor—;
        bienaventurados los que crean sin haber visto.   
R/.

EVANGELIO
A los ocho días, llegó Jesús
Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 20, 19-31
AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
    «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
    «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
    «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
    «Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
    «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
    «Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
    «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
    «Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
    «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor
  
REFLEXIÓN

CRISTO, EL UNICO MOTOR DE CAMBIO 

S. Juan describe la situación con unos símbolos muy elocuentes: “están encerrados” “el miedo los tiene paralizados” “están todos juntos, pero les falta Jesús y el desconcierto es tremendo”, “es de noche y las tinieblas el el signo del reinado del enemigo: la oscuridad invade también sus vidas”… Todas estas condiciones les impide ver a Cristo. No saben qué hacer ni qué camino topmar. ¿La opción será volverse a su tierra defraudados, admitiendo el fracaso y sintiendo la decepción?
A nadie se le ocurre pensar lo que les había dicho Jesús: “Id y anunciad todo lo que habéis visto, vivido y oído” ¿A quién podrán animar en estas condiciones?
S. Juan expresa de forma genial la situación que se crea cuando falta Jesús, pero también expresa de forma extraordinaria el contrapunto: “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—Paz a vosotros.”
La presencia de Cristo en medio del grupo hace que se transforme todo: desaparece el miedo, la indecisión, la sensación de fracaso y esto hace que se abran las puertas y se pongan en camino.
Cristo entra en el grupo y les da LA PAZ que era lo primero que habían perdido y se habían llenado de un miedo paralizante y junto con la paz los llena de alegría que les hace recuperar la ilusión el optimismo y las ganas de vivir.
Un cristiano no puede vivir ni ser testigo de nada en este mundo sin estas características que nacen espontaneamente del corazón cuando es Cristo quien llena la vida.
Cuando miramos a la iglesia, en el momento que vivimos, en donde parece que todo se viene abajo y cada uno busca su seguridad echando mano a lo que más cerca tiene, estamos viendo que el miedo nos paraliza y lo estamos enmascarando con una falsa “prudencia”, pues tenemos miedo a proclamar la verdad, a ser testigos de la alegría y la paz que nos da Jesucristo que consiste en vivir en la verdad, en la justicia, en el amor que son las consecuencias inmediatas que se dan cuando Cristo es el que guía nuestras vidas.
Por eso, todas las reformas pueden ser inútiles dentro de la iglesia, si es que no nacen de una experiencia de encuentro con Jesús resucitado que es el único que puede impulsar un cambio, la fraternidad, la alegría y la paz… que hace tanto tiempo se perdieron y hemos dado lugar a una serie de cristianos que al estilo de Tomás no creen, si es que no tienen la evidencia de lo inmediato, cosa que solo la da el dinero.







DOMINGO I DE PASCUA MISA DEL DÍA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA 

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37‑43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
—Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

EL ODIO CIEGA EL CORAZÓN  

            S. Pedro hace un resumen de la experiencia que ha vivido al lado de una persona que le ha cambiado su vida y su forma de mirar las cosas y el mundo; les va recordando todo lo que ellos mismos han visto, puesto que ha vivido entre ellos y, muchos de los que lo escuchan han experimentado la alegría del bien que les ha hecho; sin embargo, no han sido capaces de valorar el bien que han recibido y, no solo no lo han reconocido, sino que lo han despreciado, lo han negado y lo han asesinado.
            De esto son todos testigos, pues lo han visto, pero su cerrazón, lo mismo que les ha impedido ver el bien que han recibido, les está impidiendo ahora ver cómo Dios le ha dado la razón y lo ha resucitado.
            Pedro siente que no se puede callar y que está llamado a dar testimonio de lo que ha vivido.
            Hoy vuelve a repetirse la misma situación y, estamos viendo cómo la cerrazón en la que están metidos muchos de los que odian, se han estancado de tal forma que no ven la luz de la verdad en la vida y siguen obstinados en el odio y el resentimiento, porque ven que la verdad de la vida los desestabilizó y se revuelven con el mismo odio que lo hicieron los mismos de aquel tiempo, que estaban de la misma manera impedidos para ver la luz de la verdad. 

Salmo responsorial Sal 117, 1‑ 2. 16ab‑17. 22‑23


R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V/. La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. 

V/. La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
 

SEGUNDA LECTURA 


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 1‑4.

Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. 
Palabra De Dios 

REFLEXION

INVALIDAR LA MUERTE DE CRISTO    

                  S. Pablo parte de un hecho fundamental: Cristo ha muerto y ha resucitado para instaurar un orden nuevo; ellos lo han asumido y lo han aceptado con el bautismo; no tiene sentido, pues, seguir enmarcados en una actitud de vida como si no hubieran hecho nada, como si Cristo no hiciera ni sirviera para nada en sus vidas.
                  Un cristiano no puede seguir instalado en esquemas ruines, como si no hubiera otro horizonte que el que nos presenta la carne, los instintos, los intereses mundanos que están llamados a la muerte.
                  Es inconcebible que un cristiano no tenga otras miras que el dinero o el goce de la satisfacción de los instintos, como el sistema actual nos quiere imponer como ideal de vida, despreciando la solidaridad, la verdad, la justicia el amor y la paz y sosteniendo que la verdadera libertad es la ausencia de trabas para realizar lo que piden los sentidos en todo momento.

Secuencia 


Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua. 

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza. 

Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,
triunfante se levanta. 

¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
—A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada, 

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza! 

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua. 

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda. 

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Amén. Aleluya.

 
Aleluya 1 Cor 5, 7b‑
Aleluya Aleluya.
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebremos la Pascua. Aleluya.

EVANGELIO 


U Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 1‑9.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:
—Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor
 

REFLEXIÓN 

EL TRIUNFO DE LA VIDA    

Los Hechos de los Apóstoles, que es uno de los escritos más cercanos al origen, nos cuenta que los apóstoles, cuando les preguntan por lo ocurrido, hay una cosa que todos tienen muy clara y no pueden evitar el proclamar la experiencia que han tenido: ellos han vivido al lado de Jesús, lo han escuchado, han visto que no ha hecho otra cosa que hacer el bien a todo el que se le ha acercado, ha ido proclamando la paz y la fraternidad por todas partes, pero esto no ha gustado a los poderosos de Israel que veían como se les venía abajo su situación y lo mataron creyendo que de esa manera todo vendría de nuevo a ponerse en paz sin alteraciones de ningún tipo. Esta es la experiencia que tienen los apóstoles y que han vivido a su lado.

Cuando les preguntan qué ha ocurrido, ellos no hacen otra cosa que responder con la verdad: “Vosotros lo habéis matado, pero Dios lo ha resucitado y nosogtros somos testigos”; sí, son testigos de lo vivido anterior a la muerte y de lo posterior a ella.

Ellos confiesan que Dios le ha dado la razón, que todo lo que dijo es la verdad y que ellos, estaban equivocados y esto nadie lo podrá desdecir: esta será la gran noticia que no se pueden callar, porque los ha superado a ellos mismos y eso que han vivido nadie se lo puede quitar.

Todo lo que había dicho Jesús y que ellos quisieron callar y contestar ha quedado ratificado: nadie ni nada lo puede contradecir ni borrar aunque moleste,. Y nadie puede hacer que esa verdad que ha resucitado la mate ni se borre: que ningún grito que produce la injusticia quedará en el silencio, que cada niño inocente que es asesinado o atropellado quedará sin un juicio donde se establezca la justicia; que no quedará impune el ultraje que se hace a una mujer por el simple hecho de ser mujer, o a un ser humano por considerarársele inferior a otro; que no ha de triunfar la muerte sobre la vida por más que se intente apagar e impedir. Este es el triunfo de Jesucristo con su resurrección.

La resurrección ha vencido a la muerte y es la gran señal y fuerza de nuestra esperanza. Nadie ni nada podrá ya cambiar esta realidad. Por eso hoy es la gran fiesta de la humanidad: de los que se sienten solos y perdidos, de los enfermos incurables, de los que están agonizando, de los que han perdido la ilusión y la alegría de vivir…

 

 

 

 

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR


CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN


EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 21, 1-11

CUANTO se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de Los Olivos, envió a dos discípulos diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, los desatáis y me los traéis. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto».
Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta:
«Decid a la hija de Sion:
“Mira a tu rey, que viene a ti,
humilde, montado en una borrica,
en un pollino, hijo de acémila”».
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús:
trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
«¡“Hosanna” al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡“Hosanna” en las alturas!».
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando:
«¿Quién es este?».
La multitud contestaba:
«Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea».
Palabra del Señor.
 

MISA 

PRIMERA LECTURA

No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
(Tercer cántico del Siervo del Señor) 

Lectura del libro de Isaías.  Is 50, 4-7 
EL Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. 
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. 
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. 
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba;  no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. 
El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, abiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios. 

EN ÉL SE CUMPLE LO DICHO POR LOS PROFETAS    
            Jesús ha venido proclamando el reino que el Padre le ha encomendado; ha llegado el momento en que hay que pasar de las palabras a las obras, del dicho al hecho; es el momento de demostrar que creemos en lo que predicamos.
            Jesús da el paso con decisión y no se echa atrás ante las consecuencias que lleva consigo todo lo que ha dicho y hecho: “No me he resistido ni me he echado atrás…no volví la cara ante los insultos y salivazos…”
 

Salmo responsorial

Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2ab)

R/.   Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

        V/.   Al verme, se burlan de mí, 
                hacen visajes, menean la cabeza: 
                «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; 
                que lo libre si tanto lo quiere».   R/.
R/.   Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

        V/.   Me acorrala una jauría de mastines, 
                me cerca una banda de malhechores; 
                me taladran las manos y los pies, 
                puedo contar mis huesos.   R/.
R/.   Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

        V/.   Se reparten mi ropa, 
                echan a suerte mi túnica. 
                Pero tú, Señor, no te quedes lejos; 
                fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.   R/.
R/.   Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

        V/.   Contaré tu fama a mis hermanos, 
                en medio de la asamblea te alabaré.
                «Los que teméis al Señor, alabadlo; 
                linaje de Jacob, glorificadlo; 
                temedlo, linaje de Israel».   R/.
R/.   Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

 

 

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses. Flp 2,6-11
Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo

CRISTO Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. 
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;  de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor,  para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios. 

ACTITUD DE JESÚS FRENTA A SU CAUSA     

            Jesús ha venido presentando a favor de los hombres la grandeza de Dios y el amor que nos tiene a todos. Pero esa grandeza y ese amor, del que Él es portador, en ningún momento los utiliza a favor suyo.
            Para S. Pablo, éste es un signo inapelable de la condición divina de Jesús que lo pone al lado del hombre y le hace sentir que para Dios es único.
            La decisión de Jesús de entregarse por la causa del reino es la prueba infalible de lo que el hombre es ante Dios y esto nos tiene que llevar a que nosotros tomemos conciencia de lo que le costamos a Dios como para que nosotros respondamos degradando al hombre y colocándolo a niveles más bajos que el resto de animales. 

Versículo antes del Evangelio
Cf. Flp 2,8-9 

Puede emplearse alguna de las aclamaciones propuestas, y se dice antes y después del siguiente versículo 

Cristo se ha hecho por nosotros obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre. 

EVANGELIO (forma larga)
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Mt 26, 14— 27,66

¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?

Corista:
EN aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
C. El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:
“El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
C. Ellos muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro
S. «¿Soy yo acaso, Señor?».
C. Él respondió:
+ «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?».
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho».

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre
C. Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».
C. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo:
+ «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre».
C. Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos.

Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche os vais a escandalizar todos por mi causa, por- que está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces».
C. Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.

Empezó a sentir tristeza y angustia
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».
C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dijo:
+ «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».
C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
C. Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».
C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras.
Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

Se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ese es: prendedlo».
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!».
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?».
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; que todos los que empuñan espada, a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?».
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas».
C. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder
C. Los que prendieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:
S. «Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?».
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo».
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?».
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte».
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».

Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador
C. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.

No es lícito echarlas en el arco de las ofrendas, porque son precio de sangre
C. Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos diciendo:
S. «He pecado entregando sangre inocente».
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!».
C. Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre».
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
«Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor».

¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices».
C. Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia, Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato les preguntó:
S. ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».
C. Contestaron todos:
S. «Sea crucificado».
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?».
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Sea crucificado!».
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S. «¡Soy inocente de esta sangre. Allá vosotros!».
C. Todo el pueblo contestó:
S. «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

Crucificaron con él a dos bandidos
C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos».
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Si eres hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
S. «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: «Soy Hijo de Dios”».
C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

«¿Elí, Elí, lamá sabaqtani?»
C. Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:
+ «Elí, Elí, lemá sabaqtaní?».
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
S. «Está llamando a Elías».
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.
Los demás decían:
S. «Déjadlo, a ver si viene Elías a salvarlo».
C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Verdaderamente este era Hijo de Dios».

Ahí tenéis la guardia: Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis
C. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acu- dieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: «A los tres días resucitaré”. Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo:
“Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera».
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis».
C. Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.
Palabra del Señor.

 

EVANGELIO (forma breve)

Pasión de nuestro Señor Jesucristo

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Lc 23, 1-49
¿Eres tú el rey de los judíos?

Cronista:
En aquel tiempo, Jesús fue llevado ante el gobernador Poncio Pilato, y este le preguntó:
S. «Eres tú el rey de los judíos?».
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices».
C. Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».
C. Contestaron todos:
S. «Sea crucificado».
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?».
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Sea crucificado!».
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».
C. Todo el pueblo contestó:
S. «Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S. «Salve, rey de los judíos!».
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

Crucificaron con él a dos bandidos
C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
S. «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».
C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

«Elí, Elí, lemá sabaqtaní?»
C. Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:
+ «Elí, Elí, lemá sabaqtaní?».
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
S. «Está llamando a Elías».
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.
Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».
C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Verdaderamente este era Hijo de Dios».
Palabra del Señor. 

REFLEXIÓN 

CRISTO ABRE UN NUEVO CAMINO     

            Comenzábamos la cuaresma con la lectura del libro del Génesis donde se narraba cómo el hombre quiso hacerle frente a Dios y rompió su amistad con Él enfrentándose a todo el orden natural establecido por Dios.
            Pero Dios persiste en su decisión de felicidad para el hombre que ha creado a su imagen y semejanza.
            Dios aparece de nuevo y trompe la dinámica de muerte que el hombre ha impuesto; la ruptura de esta dinámica le cuesta la muerte de su Hijo; podría haberlo hecho de mil formas distintas, pero prefiere seguir manteniendo intacta la libertad del hombre que es la cualidad que más lo identifica con su ser.
            Dios rompe esa dinámica de muerte sometiéndose a la muerte y saliendo victorioso de ella con la resurrección.
            Éste será el camino que nos abre a todos: hemos de ponernos en su mismo camino, tenemos que definirnos por su causa y, desde ahí, atravesar la muerte para poder resucitar.