DOMINGO TERCERO DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA 

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22‑28
No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio 

El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:
Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice:
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

VIVIR CON LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO  

En el relato de los Hechos que nos presenta hoy la liturgia nos encontramos con el primer discurso de Pedro después de recibir el Espíritu Santo; cuando leemos esto y comparamos con el Pedro que se asusta ante la pregunta de una criada del sumo sacerdote, nos da la impresión de no estar escuchando a la misma persona.

            En su discurso, Pedro no hace sino dar testimonio de lo que ha vivido, ha visto y ha escuchado:

1º-Él ha conocido a Jesús que pasó haciendo el bien a todo el que se encontró en su camino; hizo obras maravillosas dando vida a los enfermos y levantando a los caídos de la vida, quedando evidenciado que Dios estaba con Él y aprobaba lo que hacía… “esto lo hemos visto todos”, es decir: da testimonio del Jesús histórico que nadie puede negar, pues es una evidencia constatada por todos.

2º-Este Jesús que todos han conocido, ha sido apresado por las autoridades judías que le han dado muerte por envidia.

3º- Pero Dios les ha quitado la razón y se la ha dado a Jesús resucitándolo de entre los muertos; de todo esto,  él es testigo que lo ha vivido en primer plano de la existencia; eso que él ha vivido nadie se  lo puede contradecir ni discutir.

Creer en Jesús resucitado es aceptarlo como Mesías salvador, como el Mesías esperado por el pueblo y anunciado por los profetas.

Esta experiencia de vida les cambia por entero la visión: el Espíritu les abre el horizonte y les indica que todo es nuevo, que todo empieza ahora, que la iglesia acaba de nacer y que tiene una misión que ha de cumplir, misión que va mucho más allá del tiempo y del espacio: se trata de empeñarse en la construcción de un orden nuevo, teniendo como base y referente para todo el amor, la justicia, la verdad y la paz.

La iglesia comienza su andadura cambiando los esquemas: el miedo por la alegría y la fuerza; por el entusiasmo y el compromiso de construir un mundo nuevo, cada día mejor, en el que reine el amor, la verdad, la justicia y la paz.

La vida de la comunidad que los hechos nos presenta no es sino el modelo de vida propuesto para este cambio de existencia, de un mundo nuevo en el que se pueden mostrar los efectos de la resurrección. Por eso, se convierte también en referente para nuestra práctica de vida comunitaria, para la iglesia de todos los tiempos.
 

Salmo responsorial Sal 15, 1‑2a y 5. 7‑8. 9‑10. 11 


V/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.  

V/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 

V/. Bendeciré al Señor que me aconseja;
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.  

V/. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 

V/. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 

SEGUNDA LECTURA 


Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 17‑21
Habéis sido redimidos con la sangre de Cristo, el cordero sin defecto

 Queridos hermanos:
Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida.
Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien.
Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.
Palabra de Dios
 

REFLEXIÓN 

RESPONDER CON LA MISMA MONEDA  

Vivir en la onda del Espíritu Santo resulta fascinante como teoría, pero lo mismo resulta de problemático cuando hay que llevarlo a la práctica y supone mantenerse en constante tensión, pues significa caminar contra corriente. Y cuando nos decidimos a emprender el camino, el mantenerse fieles a la voz del Espíritu va a traernos situaciones de dolor, dificultad y hasta sentirnos excluidos

Vivir en consonancia con Dios, va a suponer un verdadero éxodo, teniendo que salir de un sistema que nos somete a leyes injustas y hasta inhumanas, ya que al dios que se sirve es al dinero que impone un culto a la muerte; a Jesús le costó la misma vida.

La respuesta a Dios, es una opción por el amor y el precio que hemos de pagar a un amor como el que Dios nos ha tenido, es con una disponibilidad absoluta y total, para luchar por establecer su reino, puestos al lado de aquellos que sufren el atropello de la injusticia; eso sería responder “con la misma moneda”: Dios nos ha amado sin condiciones y sin límites.

El día que entendamos esto y lo llevemos a la práctica; el día que la iglesia asuma con todas las consecuencias la misión que le ha dejado Jesús, se convertirá en un signo luminoso ante el que las tinieblas se estrellarán.
 

Aleluya Lc 24, 32 

Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluya. 

EVANGELIO 


 Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13‑35
Le reconocieron al partir el pan
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo:
-¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
-¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
El les preguntó:
-¿Qué?
Ellos le contestaron:
-Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
-¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo:
-Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
-¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
 

REFLEXIÓN 

AL ENCUENTRO CON JESÚS RESUCITADO  

El gran problema que siempre nos encontramos, tanto en el nacimiento de Jesús como en la resurrección, es ser capaces de reconocerlo presente entre nosotros: 33 años no bastaron para reconocer a Jesús, ni aun viendo lo que hacía; después de  resucitar seguirá la misma dificultad para reconocerlo.

            Los relatos pascuales que nos muestra el evangelio no son sino los distintos momentos y situaciones en las que nos vamos encontrando todos nosotros, en los que Jesús  nos sale al encuentro y pasamos de largo sin reconocerlo, hasta que un acontecimiento especial nos hace caer en la cuenta.

            En el relato de hoy partimos de una base: los discípulos han conocido a Jesús, conocen las escrituras, han recorrido con Él todos los pueblos y caminos de Galilea y Judea, lo han escuchado, pueden repetir el mensaje al pie de la letra, han comido con Él, lo han visto hacer milagros… es decir: tienen un perfecto conocimiento y todos los elementos necesarios para creer, ¿qué más necesitan?

            Ahora tienen un elemento nuevo: las mujeres les han comunicado que “está vivo”… Sin embargo, nada de esto les sirve: “Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel”, esas eran sus expectativas y, por tanto, no coincidían con el mensaje y la propuesta de Jesús, de forma que la propuesta de salvación se convierte para ellos en motivo de decepción.

           No obstante, a pesar de su decepción y desaliento, los discípulos siguen pensando en Él, recordando cosas que ha hecho, el bien que fue haciendo durante el tiempo que estuvo con ellos… todo esto fue como el rescoldo que quedaba y que fue haciendo su mella en sus corazones y el evangelista S. Lucas aprovecha este pequeño rescoldo que existe para que les ayude a reconocer a Jesús cuando se les muestre y propone dos caminos para ese encuentro:

1º Escuchar la Palabra: allí donde hay gente que se pregunta por el mensaje de Jesús, su palabra viene a esclarecer las respuestas, aunque no sean capaces de entender ni de descubrir su presencia… pero en ese ambiente, es posible sentir cómo nuestro corazón se mueve: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”

2º Al partir el pan: Los discípulos se han sentido bien escuchándolo hablar y le invitan a quedarse con ellos y, cuando se sienta en la mesa y parte el pan, ahí lo reconocen: “Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron”.

            No puedo olvidar el testimonio de un amigo que me decía: “Hice la primera comunión y me perdí; la compañía de los amigos me llevaron por otros caminos y veía a mi madre cómo sufría de ver la deriva que tomé: me casé, me divorcié, me volví a reunir con otra mujer con la que tuve un hijo y me prohibieron que lo vea; hace 7 años que no veo a mi hijo… Ahora me duele todo el daño que he hecho a mi familia y a mí mismo, pues me doy cuenta que soy un animal peligroso, no he hecho otra cosa más que producir dolor por donde quiera que he pasado… Recuerdo que mi catequista me decía que Dios es un Padre que siempre nos espera, yo tengo la sensación que a mí no me espera ya nadie en la vida, pero yo siento necesidad de volver y quiero que me indiques el camino: ¿Qué tengo que hacer? ¿Por dónde empiezo?...”

            Con el corazón abierto a escuchar a Dios, dándose cuenta que sus “saberes” son expresiones de auténtica ignorancia, va disponiendo su corazón a escuchar la Palabra de Dios y, en el momento que menos espere, sentirá de nuevo “arder su corazón”.

            Cada uno de nosotros somos el protagonista de una historia de “encuentro” con Jesús  resucitado.

 

 

 

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA 

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 42‑47
Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN 

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO  

La resurrección de Jesús no es un asunto particular entre Dios Padre y Jesús, sino que significa la transformación de todo el orden, es la “re creación” del  ser humano, al que se le ha abierto a la transcendencia.

            Esta nueva dimensión y este horizonte que se han abierto, no quitan la debilidad  humana, que sigue sometida a sus fallos y a sus caídas constantes, la resurrección  no hace otra cosa que demostrarnos que el proyecto de la construcción del reino no es una utopía, pero tampoco quita la gran dificultad que entraña, pues no es cosa fácil y sin importancia, sino algo duro y difícil que puede costar hasta la misma vida; la muerte de Jesús ya nos está diciendo estas dos cualidades: que no es algo imposible, a pesar de toda la dificultad que entraña, pues Él lo ha hecho primero, e invita a seguirlo, pues  con su resurrección  nos atestigua que no es la muerte el final, sino la resurrección.

           El hecho de la resurrección no es un símbolo, ni una idea abstracta que queda para la liturgia. El Espíritu de Cristo resucitado vivifica y anima una vida completamente nueva, que hace romper el miedo, el respeto humano, el rencor, el individualismo y establece la fraternidad que lleva a compartir la vida en todos los niveles.

           El gran don de la resurrección es el Espíritu Santo, que nos lleva a organizar la vida de una forma distinta y, no solo nos hace ver y comprender las cosas de forma distinta, sino que nos da la fuerza que necesitamos para vivirlo.

           Mientras el sistema establece una forma de vida vivida en soledad, y en  egoísmo,  el Espíritu de Jesús resucitado orienta a una práctica de vida distinta: 1) sentir la necesidad de crecer en el conocimiento de Dios; 2) vivir en comunión de vida y de bienes; 3) Vivir en un clima de oración, de alegría y de sencillez. 

Salmo responsorial Sal 117, 2‑4. 13‑15. 22‑24 


V/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. (o, Aleluya)
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. 

V/. Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. 

V/. Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.  

V/. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día en que actuó el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

SEGUNDA LECTURA 

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 3‑9
Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva 

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo.
La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.
Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo nuestro Señor.
No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Palabra de Dios
 

REFLEXIÓN 

EL DON DE LA RESURRECCIÓN    

           Pedro hace una reflexión a la comunidad sobre la grandeza del regalo que Dios nos ha hecho a su iglesia, como una gran bendición que nos invita a reconocerlo y a sentirnos seguros del amor que Dios nos tiene.

           La muerte que nos tenía oprimidos y no nos permitía mirar al horizonte, ha sido destruida y hemos sido restablecidos a la libertad de los hijos de Dios que Cristo nos ha dejado en herencia, junto con el triunfo de la resurrección.

           A partir de ahora, se han cambiado los planos: el hombre vive y al mirar hacia adelante, no ve en el horizonte la muerte, sino la resurrección; y para que tengamos la seguridad de la promesa, tenemos ya el anticipo de la resurrección que es como la gran señal de la autenticidad de la promesa; esto será la fuerza más grande que da la seguridad en la lucha diaria, con la que los sufrimientos serán, para el que los inflige, su peor denuncia y motivo de vergüenza.

           Esta fe y esta confianza son como la luz que ilumina un nuevo camino y como la fuerza que nos anima a seguir caminando, hasta conseguir la meta esperada. 

Aleluya Jn. 20, 29 

Aleluya, aleluya.
Porque me has visto, Tomás, has creído
-dice el Señor.
Paz a vosotros.
Dichosos los que creen sin haber visto.
Aleluya. 

EVANGELIO 


Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19‑31
A los ocho días llegó Jesús
 
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado El Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-Hemos visto al Señor.
Pero él los contesto:
Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
-Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
-¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.
Palabra del Señor
 

REFLEXIÓN
 

SER   “PERSONA DE FE”    

            Si fue duro el encajar la muerte de Jesús, no lo fue menos el aceptar que había resucitado y que vivía su Espíritu en ellos.

            El pasaje del evangelio de hoy nos muestra con claridad cómo la resurrección y sus efectos, no fue algo que se asumiera fácilmente: han escuchado a las mujeres que les han dicho que Jesús ha resucitado y que han hablado con Él; para cerciorarse de  la noticia, van a constatar sobre el terreno lo que han oído y ambos discípulos han comprobado que Jesús no se halla en el sepulcro; sin embargo, siguen cerrados en su idea y encerrados por el miedo: “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa”.

            A pesar de haber constatado el hecho y tener la certeza de que Jesús ha resucitado, sin embargo, el acontecimiento no ha calado todavía en su corazón y siguen dependientes de los prejuicios, las amenazas y el miedo, cosa que nos indica que la fe no es asunto de un momento ni de un convencimiento intelectual.

La verdadera fe consiste en un proceso de maduración en el que Jesús se va haciendo presente y con paciencia se hace sentir cercano, presente, animando y ayudando a madurar la fe en el camino, hasta que cabeza y corazón entran en conjunción

Es necesario que tomemos conciencia de estos detalles que nos pueden orientar mucho en nuestra percepción de los hechos que a cada momento estamos viendo y viviendo: constantemente estamos contemplando cómo se confiesa la creencia en Dios y en Jesús y en todo lo que haya que creer, pero luego existen una serie de condicionantes que impiden que la vida se adecúe con esos criterios y se vive una creencia que no pasa de la superficie, pues el corazón sigue actuando y sintiendo otra cosa, otros impulsos, muy lejanos a los de Cristo que no le llegan a tocar en nada la vida; y es que, para que se dé esa adecuación, es necesario haber vaciado el corazón de todos los intereses que lo tienen amordazado, para que pueda llenarse de la presencia del Señor; cuando esto ocurre, el hombre  se siente renovado de raíz y aparece como un hombre nuevo, entonces podemos llamar a la persona “hombre o mujer de fe”, mientras tanto no pasa de ser un simple  “creyente”.

 

 

DOMINGO -I- DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA 

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37‑43
Nosotros hemos comido y bebido con él, después de su resurrección 

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
-Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN 

CRISTO RESUCITADO REFERENTE DE SALVACION 

Pedro aparece dando testimonio de lo que ha vivido al lado de Jesús, no tiene otra argumentación; él ha vivido a su lado, ha visto lo que ha hecho, ha escuchado lo que ha dicho y ha visto, por fin lo que han hecho los judíos con Él: lo han crucificado como pago por todo el bien que ha hecho, pero como llevaba razón, Dios lo ha resucitado y vive  entre nosotros.

            Con su resurrección se ha dado cumplimiento a todo lo que anunciaron los profetas. Esto es en resumen todo lo que predican los apóstoles, no tienen más argumentos, esa es la verdad que han vivido y constatado con sus propias vidas y este es el único acceso que existe para judíos y no judíos a la gran familia que ha empezado a formarse de creyentes en Jesús: él es la salvación, el Enviado de Dios, el Salvador universal.

            Jesús resucitado se ha convertido en el referente para el mundo: una sociedad, un sistema, una institución, un pueblo, una cultura… que da lugar o mantiene la exclusión y la justifica es por naturaleza diabólica y lleva a la muerte. 

Salmo responsorial  Sal 117, 1‑ 2. 16ab‑17. 22‑23


V/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. (o, Aleluya)
R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. 

V/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. 

V/. La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. 

V/. La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. 

SEGUNDA LECTURA 


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 1‑4.
Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo 

Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. 
Palabra De Dios 

REFLEXION 

¿CON QUIÉN ANDAMOS ALINEADOS?  

Para S. Pablo hay un hecho fundamental a partir del cual  ya todo es distinto, nada puede seguir igual: “Si hemos resucitado con Cristo” nuestra vida, nuestras aspiraciones, nuestras motivaciones, nuestros ideales… no pueden seguir siendo los de antes.

Esta idea es central en Pablo e intenta recalcarla a cada momento a la comunidad de los colosenses, a la de los romanos y a todas las demás.

Ser cristiano no es una cuestión ideológica y de práctica de unos ritos concretos, sino una forma completamente nueva de existencia marcada por la fuerza del Espíritu Santo que nos vivifica y si es el Espíritu el que nos vivifica, es imposible que actuemos de otra manera.

Esta realidad de hombres resucitados con Cristo comienza el momento de nuestro bautismo en el que el Espíritu habita en nosotros y en ese momento nos convertimos en expresión viva y visible de la presencia de Cristo en la tierra  y, por otro lado, nuestra vida se convierte en la expresión de la acción de Cristo que se continúa a través de cada uno de nosotros.

A partir de aquí Pablo se dedicará a dar toda una serie de pistas de actuación y principios morales para los que son creyentes y seguidores de Jesús, pues sus vidas no pueden alinearse con las de los que han rechazado a Jesús.

Sin lugar a duda, esto nos pone en situación de alerta ante nuestra existencia para preguntarnos con quién andamos alineados, pues lo que nos tiene explicación es que hayamos celebrado un acontecimiento del que andamos muy lejanos y en el que no creemos ni nos adherimos.

Secuencia 


Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua. 

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza. 

Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,
triunfante se levanta. 

¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
-A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada, 

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza! 

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua. 

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda. 

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Amén. Aleluya. 

Aleluya 1 Cor 5, 7b‑8ª   ( Si no se canta, puede omitirse)
Aleluya Aleluya.
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual:
Cristo. Así pues, celebremos la Pascua. Aleluya. 

EVANGELIO 


Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 1‑9.
El había de resucitar de entre los muertos 

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:
-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra de Dios 

REFLEXIÓN 

“CRISTO RESUCITADO LOS RENUEVA” 

Al leer el pasaje del evangelio es conveniente tener en cuenta los elementos que usa S. Juan para expresar lo que desea a base de símbolos que contrastan: luz-tinieblas; verdad-mentira; muerte vida…

            Dice que Mª. Magdalena va al sepulcro cuando todavía no es de día, es decir: todavía anda desconcertada, no ha experimentado la realidad de la resurrección; Un detalle curioso es que llega, se encuentra la losa del sepulcro removida y no entra, sino que va a anunciárselo a los hombres; ella no se siente con capacidad para tomar decisiones. La misma cosa ocurre entre los apóstoles: se cede la espontaneidad a la idea de jerarquía que existe: entra primero Pedro a pesar de que el otro llegó antes.

El encuentro con Jesús le dará toda la claridad y la luz que necesita para ver las cosas de otra manera, recuperar la alegría y la esperanza.

Cuando llegan al sepulcro y constatan que Jesús no está, que allí solo quedan las vendas y el sudario en el que había estado envuelto, creyeron y entendieron todo lo que se había dicho de Él y se volvieron para comunicar la noticia a los demás apóstoles.

El signo más claro y palpable de la resurrección de Jesús fue la transformación que se fue dando en todos los creyentes que de ser gente egoísta, interesada, atemorizada, llenos de prejuicios y divisiones…

Cuando Jesús muere, todos quedan heridos, decepcionados, se sienten burlados, pues ellos esperaban otra cosa y ven que Jesús les ha defraudado no respondiendo a sus expectativas; de hecho al final llegaron todos dolidos: nadie había entendido a Jesús y, por eso, unos lo traicionaron, otros lo negaron y el resto lo dejaron abandonado a su suerte.

Todos estaban dolidos, pero al mismo tiempo, todos tenían cosas de qué avergonzarse y necesitaban sanarse con el perdón. Volver a recuperar la confianza, la ilusión, la esperanza; recuperar de nuevo el cariño y la solidaridad… esto era algo humanamente imposible. Solo la presencia de Jesús resucitado hizo posible la integración y la recuperación de todo lo que habían perdido, pero ahora desde otro nivel mucho más profundo que lo que antes los había tenido unidos.

Cristo resucitado les hace convertirse en gente abierta, solidaria, atenta, comprensiva dispuesta a romper esquemas y a dar la vida si es que es necesario. De hecho, la comunidad que se había dispersado, se volvió a reunir y se hizo fuerte.

Estos efectos visibles de la resurrección son para nosotros un gran referente que nos puede servir para que veamos qué efectos está produciendo esta resurrección que celebramos en el momento actual.

 

DOMINGO DE RAMOS -A-

EVANGELIO    Para la procesión de las palmas. 

+  Lectura del santo Evangelio según San Marcos 11, 1‑10.

Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
—Id a la aldea de enfrente, y en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto.
Fueron y encontraron el borrico en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
—¿Por qué tenéis que desatar el borrico?
Ellos le contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban: —Viva, bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.
¡Viva el Altísimo!

 MISA

PRIMERA LECTURA 

Lectura del Profeta Isaías 50, 4‑7.

       En aquellos días dijo Isaías:
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,  para saber decir al abatido una
palabra de  aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para  que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he  rebelado ni me he echado
atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,  la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido;  por eso ofrecí el rostro
como pedernal, y sé que no  quedaré avergonzado.
Palabra de Dios

ABRIR LOS OÍDOS A LA VERDAD    

       El  profeta Isaías expresa su postura frente a la llamada que Dios le hace para salir
al frente de la situación en la que se encuentra su pueblo: no se trata de sacar
adelante intereses particulares, proyectos personales, ideas particulares… sino que
lo que está en juego es la salvación del pueblo y el proyecto de libertad que Dios
ha puesto para él: “El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he  rebelado ni
me he echado atrás”. Es la actitud del que honradamente se enfrenta a la VERDAD y
a la JUSTICIA y entiende que por encima de sus intereses, sus ideas y sus proyectos,
la verdad y LA JUSTICIA  son únicas y son las que han de marcar la dirección del
pueblo.
       El profeta lo ha entendido y es lo que traerá la paz, la alegría, la unidad y, en
consecuencia, la salvación del pueblo; él lo ha entendido, ha prestado atención y ha
puesto su vida a disposición, incluso a costa de que le cueste insultos y salivazos.
       Escuchar esto hoy, cuando nos encontramos que cada político y dirigente de
nuestra sociedad lleva adelante su proyecto, por encima, incluso en contra, del pueblo
que “teóricamente” lo ha elegido, uno siente un deseo profundo de entregarles el texto
y que lo lean, pero ya que no lo van a hacer, pues sus intereses distan mucho de la
VERDAD y la JUSTICIA y mucho más del bien común, el pueblo, que es el que sufre
las consecuencias de este atropello, sí que debería escuchar y aguzar el oído, como
dice el profeta, para escuchar la voz de la verdad y ponerla como referente para su
actuación

 
Salmo responsorial     Sal  21,  8-9.  17-18a.  19-20.  23-24

V/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

 V/. Al verme se burlan de mí,
hacen  visajes, menean la cabeza:
 «Acudió al Señor, que lo ponga a  salvo;
que lo libre si tanto lo  quiere.»
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

V/. Me acorrala una jauría de mastines,
me  cerca una banda de malhechores:
me taladran las manos y los pies, 
puedo contar mis huesos.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

 V/. Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

V/. Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo,
linaje de Jacob, glorificadlo,
 temedlo, linaje de Israel.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

 SEGUNDA LECTURA 


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6‑11.

       Hermanos:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una
muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió el «Nombre‑sobre‑todo‑nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
—en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—,
y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
 

“SE DESPOJÓ DE SU RANGO Y FUE UNO DE NOSOTROS”    

       Algo que cautivó y dejó fuera de juego a la comunidad primera, fue el constatar y
tener la certeza de la grandeza de Jesús:  y ver que Cristo, a pesar de su condición
divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y
tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.
       Jesús jamás utilizó su poder en beneficio propio y jamás presentó su rango para
sentirse superior a nadie. Esto quedará como el gran referente para todos, que lo
convierte en la palabra definitiva que orienta la actuación de todo creyente.
       Sin embargo, esto que quedó tan claro en todos los cristianos, aunque no dejara de
ser duro de asumir, de aceptar y de entender, sigue sin entenderse en la iglesia y
siendo duro de aceptar para  mucha gente cuando mira la actitud de Jesús frente al
compromiso que afronta, no dejan de justificar su flojera diciendo que Jesús lo hizo
porque era Dios y tenía fuerzas para eso y para más, con lo que descalifican a Jesús
como guía y referente a quien mirar en nuestro camino. Es que lo que entonces se
presenta no es a un Dios que se ha hecho hombre, sino a un Dios que rompe su
proyecto y exige a los hombres lo que Él no ha sido capaz de afrontar. 

 

Versículo antes del Evangelio
Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, 
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió  el «Nombre‑sobre‑todo‑nombre».

EVANGELIO 


Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos 14,  1-15, 47

[Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos  sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y  darle muerte. Pero decían:
S. —No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso,  sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy  caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza.  Algunos comentaban indignados:
S. —¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber  vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
+ —Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está  bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis  socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha  hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para  la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se  proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos  sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le  prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para  entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero  pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: 
S. —¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua ?
C. —El envió a dos discípulos diciéndoles:
+ —Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús :
+ —Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. —Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro :
S. ¿Seré yo?
C. Respondió :
 +—Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
+ —Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
+—Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
 +—Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.»
Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó :
S. Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
+—Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos  veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo.
C. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus  discípulos :
 +—Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y  angustia, y les dijo:
+—Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si  era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
+‑¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero  no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
+‑Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y  orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la  carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras.  Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos  cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
+‑Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad  que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los  pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los  doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos  sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una  contraseña, diciéndoles:
S. ‑Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —¡Maestro !
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de  los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja  al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo
+ —¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza  de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me  detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le  echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron  todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo  fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote;  y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un  testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo  encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él,  los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie,  daban testimonio contra él diciendo:
S. —Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo,  edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado  por hombres.»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que  levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo  interrogó de nuevo preguntándole:
S. —¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
+ —Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la  derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S. —¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia.
¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron
a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas. 
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del  sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente  y dijo:
S. —También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C. El lo negó diciendo:
S. —Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. —Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —No conozco a ese hombre que decís.
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se  acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que  cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a  llorar.]
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos,  los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y,  atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. —¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
+ —Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. —¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C.  Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba  en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían  cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a  pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S. —¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado  por envidia.  Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que  pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. —Pues ¿Qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y  a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio —y  reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron  una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle  el saludo:
S. —¡Salve, rey de los judíos !
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y,  doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa.  Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del  campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rulo, lo  forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La  Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo  crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver  lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la  acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron  con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se  cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un  malhechor.»
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres  días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo: 
S. —A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el  Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y  creamos.
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la  media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
+ ‑Eloí Eloí, lamá sabactani. (Que significa: Dios mío, Dios mío,  ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la  sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. —Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —Realmente este hombre era Hijo de Dios.
[C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre  ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de  José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para  atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del  sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también  aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le  pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al  centurión, le preguntó si hacia mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este  compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo  puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la  entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde  lo ponían.] 
Palabra del Señor

 

REFLEXION 

CONDENA DE JESÚS   

Nos cuenta el evangelio que anduvieron detrás de Jesús desde la resurrección de Lázaro; los sumos sacerdotes, los senadores, los letrados… todos los dirigentes políticos y religiosos se pusieron de acuerdo para detener lo que se les venía encima a pesar de que no tenían pruebas concluyentes que justificaran una condena.

            Cogieron a Jesús en Getsemaní y lo llevaron a casa de Caifás, que era sumo sacerdote ese año: Allí en su casa reunió al consejo de noche, pues tenían miedo que durante el día la gente se amotinara defendiendo a Jesús.

Empezaron a buscar testigos que llevaran algunas pruebas en contra de Jesús, pero no encontraban y Caifás buscaba el más mínimo resquicio que le justificara lo que había hecho; utilizó lo que le dijeron unos que Jesús había dicho que iba a destruir el templo y eso lo interpretó como un atentado y cuando pregunto a Jesús y no quiso responderle, se sintió despreciado: “)No tienes nada que responder? )Qué son estos cargos que levantan contra ti? Pero Jesús callaba” pues sabía que la sentencia ya estaba dictada: querían matarlo y buscaban la más mínima excusa.

            Caifás lo acusó de blasfemo, de acuerdo a lo que sentencia la ley en Dt.17,12 donde se dice: “El que por arrogancia no escuche al sacerdote, puesto allí para servir al Señor, tu Dios, o al juez, ese hombre morirá…”

Pero sobre esto no estaban de acuerdo entre los miembros del Sanedrín, no había unidad de criterios, por tanto, era muy difícil condenar a una persona por “apostasía”, por aparecer como “seudo-maestro” o por no escuchar al juez o al sacerdote. Esto hizo que muchos del tribunal se marcharan de Jerusalén antes de entrar en conflictos internos.

A Jesús lo sentenció Caifás, pues se sintió despreciado al entender que Jesús no se dignó dirigirle la palabra ante el sanedrín, sintiendo su autoridad menospreciada y, entonces echó mano a esta ley.

Caifás sabía muy bien lo que hacía: habían logrado llegar a un consenso con los romanos: unos y otros se guardaban los límites y procuraban no molestarse de tal manera que la situación política  les iba bien a los saduceos, que eran la clase alta, a los colaboradores con el imperio con el que mantenían fuerte sus negocios, sobre todo el del templo y los de la alta jerarquía de los sacerdotes.

En esta situación de “compadreo político” Jesús era un estorbo: andaba diciendo que el templo no es el lugar del encuentro con Dios, con lo que echa por tierra todo el negocio, pues los sacrificios, el comercio que hay montado en el templo con la banca, los diezmos y primicia, los animales…

Ahora viene diciendo que el verdadero culto que agrada a Dios es dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, cuidad de los enfermos, de las viudas y los pobres.

Lo último que se puede escuchar es decir que los publicanos, las prostitutas, las mujeres, los samaritanos… son tan importantes como el mismo sumo sacerdote y que todos somos hijos de Dios… ¡hasta ahí podíamos llegar!

Caifás lo tiene muy claro: si se deja que esto prosiga y llega a coger fuerza en el pueblo se va al garete todo el tinglado: “Es mejor que muera un hombre y no todo el pueblo” Pero Caifás hace como suelen hacer todos los políticos: identifica sus intereses con los del pueblo: justifica la muerte de Jesús porque de lo contrario va a morir el pueblo, por no decir su estatus de privilegio que es el que está en peligro.

Por seguridad nacional hay que matar a Jesús; identifica la “Seguridad nacional” con su seguridad y la de todos los suyos. Es la estrategia de todos los políticos de todos los tiempos.

Proclama en el sanedrín que conviene que muera Jesús… Pero ¿A quién es al que le conviene? No es a los pobres, a los enfermos, a las viudas, a los marginados leprosos, ciegos, cojos, a los que mueren de hambre… A los únicos que les conviene matarlo es al poder religioso, al económico y al político que son los mismos que en todos los tiempos y en todas partes se oponen a que el reino de Dios se establezca, pues el momento en que esto ocurra se viene abajo el de ellos.

Sin embargo, en nombre de la defensa del pueblo tienen la cara dura de seguir  matando y obstaculizando la justicia, la verdad, la libertad y la paz y se proclaman portadores de la voluntad popular abrogándose la potestad, en nombre del pueblo, de hacer leyes que vayan en contra del mismo pueblo y en beneficio propio.

Da tristeza ver lo poco que hemos avanzado, a pesar de que Cristo nos dejara el modelo del justo que muere por esta contradicción que seguimos apoyando y aplaudiendo.