PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los
Hechos de los apóstoles 5, 12‑16
Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se
adherían al Señor
Los
apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Los
fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se
atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún,
crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al
Señor.
La
gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para
que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.
Mucha
gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de
espíritu inmundo, y todos se curaban.
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
LO
POLÍTICAMENTE CORRECTO
La narración que nos trae el libro de los Hechos
de los Apóstoles, es algo que, precisamente hoy tiene un reflejo exacto en
nuestra realidad: nos dice textualmente: “Los
fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se
atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos” y a
continuación dice que el pueblo los tenía en gran estima, pues estaba viendo
que hacían mucho bien a todo el mundo, pues eran gente buena, gente de paz,
educada, respetuosa, solidaria, colaboradora, honrada… es decir: no había razón
alguna para hacerles la vida imposible, ni para prohibirles llevar su vida, pero resulta que no era
políticamente correcto pensar y vivir como ellos, seguir el camino que ellos seguían…
Hoy
estamos en la misma tesitura: vemos como los cristianos siguen siendo solidarios,
siguen saliendo al frente de los necesitados, en defensa de la vida, en defensa
de la justicia, de los derechos de los más débiles, socorren al más pobre,
preocupándose de los que se encuentran marginados y desahuciados, siendo el
único apoyo que encuentran los que están hundidos…
Todos
están viendo cómo la única voz discordante que sigue gritando en favor de la
justicia, de la verdad, de la solidaridad, de la dignidad de la persona y de sus
derechos… bástenos un ejemplo como botón de muestra: mientras los políticos en Europa
no se ponen de acuerdo en acoger a los refugiados de la guerra, que los “gordos”
tienen montada y se están repartiendo refugiados a cambio de dinero, la iglesia
en España atiende a 150.000 inmigrantes, desechados, marginados… sin levantar
la voz, sin reivindicar ninguna retribución, pero en cambio, no es
políticamente correcto declararnos creyentes ni hablar a favor de ella y
preferimos estar en la onda y atacándola, aunque veamos lo que está haciendo.
Salmo responsorial Sal 117, 2‑4. 22‑24. 25‑27a (R.: 1)
R.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su
misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su
misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su
misericordia. R.
R.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
R.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
R. Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R.
R.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del
Apocalipsis 1, 9‑11a. 12‑13. 17‑19
Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos
Yo,
Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la
constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber
predicado la palabra de Dios, y haber dado testimonio de Jesús.
Un
domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía:
-“Lo
que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.”
Me
volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en
medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de
oro a la altura del pecho.
Al
verlo, caí a sus pies como muerto.
Él
puso la mano derecha sobre mí y dijo:
-“No
temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya
ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del
abismo.
Escribe,
pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.”
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
UN
CAMBIO DE RELACIÓN
S.
Juan está desterrado en la isla de Patmos por dar testimonio de Jesucristo
resucitado y allí recibe la llamada de Jesús que le dice que no dé marcha
atrás, que continúe dando testimonio de lo que ha visto y vivido, para que los
hermanos se sientan fortalecidos.
Él
mismo tiene que volverse sobre sí mismo y contrastar su vida con lo que ha
visto y vivido. Siente, como Moisés en el Sinaí, que Dios le pide no volver a
su situación de postración y que ha de levantarse.
Juan
siente ahora que no puede callarse, que ha sido llamado a dar testimonio, a
transformarlo todo, incluso el culto que se venía dando a Dios en el templo,
pues ya ha cambiado todo: Dios se ha bajado y vive entre nosotros, no es el
Dios distante e inasequible, por tanto, ya no podemos relacionarnos con Él a
base de ritos y sacrificios, como se venía haciendo hasta ahora, sino que se ha
establecido la cercanía del amor. Esto lo cambia absolutamente todo.
Aleluya
Jn 20, 29
Porque me has visto, Tomás, has creído,
—dice el Señor—.Dichosos los que crean sin haber visto.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Juan 20, 19‑31
A los ocho días, llegó Jesús
Al anochecer de aquel día, el primero de
la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por
miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—«Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y
el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús
repitió:
—«Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre
ellos y les dijo:
—«Recibid el Espíritu Santo; a quienes
les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis,
les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el
Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le
decían:
—«Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
—«Si no veo en sus manos la señal de los
clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su
costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro
los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se
puso en medio y dijo:
—«Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
— «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos;
trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
—«¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
—«¿Porque me has visto has creído?
Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos
en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito
para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo,
tengáis vida en su nombre.
Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
LA BARRERA DE LOS PREJUICIOS
Hay dos detalles que es interesante tener en cuenta:
María Magdalena y las mujeres han ido al sepulcro y se ha encontrado que está
abierto y allí no está el Señor; se van corriendo a anunciar a los apóstoles lo
que han visto: que Cristo ha resucitado y
y les ha dicho que vayan y se lo comuniquen a los hermanos, para que
vuelvan a Galilea… Ellas van, comunican lo indicado por Jesús, pero nadie las
cree: como son mujeres no se les puede tomar en cuenta lo que dicen, eso son
visiones de mujeres. Los prejuicios tienen más fuerza que el testimonio de sus
vidas.
El
segundo detalle es la figura de Tomás, el materialista acérrimo: «Si
no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de
los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» no acepta sino aquello que haya pasado
por su medida de las cosas. Ahí nos encontramos con otra estampa de prejuicios
y con esquemas hechos que nos impiden acercarnos a la novedad del Espíritu
Santo.
Es
la misma excusa de un montón de gente, con la que se justifican, no solo para
no creer, sino para no actuar, o para no ser solidarios: “Si yo no constato
directamente dónde va mi ayuda, o si no la hago yo directamente, no muevo un
dedo”.
El
espíritu Santo que Jesús infunde a los discípulos les hace perder el miedo y
los prejuicios; les afianza en sus convicciones y les fortalece en su voluntad
para ser coherentes y responder a esa nueva realidad que ha surgido en sus
vidas.
La
expresión de Tomás: “Señor mío y Dios mío” es el reconocimiento y aceptación de
Jesús como la gran verdad inapelable, como el reconocimiento de su error y de
la falsedad de sus planteamientos frente a la verdad.