De andar por casa:
Estoy seguro que conoces o
has tenido experiencia de alguien que se empecinó en el error y no hubo forma
de hacerle convencerse de que por ese camino no llegaba a ningún sitio hasta
que se perdió. Hoy lo ves en la cuneta de la vida completamente perdido.
✠ Lectura del santo Evangelio según san Marcos. Mc 10,
2-12
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre
EN aquel tiempo,
acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba:
«¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?».
Él les replicó:
«¿Qué os ha mandado Moisés?».
Contestaron:
«Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».
Jesús les dijo:
«Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este
precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por
eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los
dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que
Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo:
«Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio
contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Palabra del Señor.
Dios los pensó y los hizo el uno
para el otro, en absoluta igualdad, para que fueran felices y fueran la
expresión más hermosa de la grandeza de Dios y del amor que Él tiene a la
creación, el hombre, en cambio pensó las cosas a su manera: se cierra al
diálogo, piensa solo en sí, utiliza al otro/a para sus intereses, no tiene en
cuenta los sentimientos ni las aspiraciones del otro/a y cada uno se erige como
poseedor exclusivo de la verdad, porque no hay otra verdad que la suya
particular, despreciando al otro/a.
Lógicamente, eso no puede llegar a
ningún buen fin, únicamente al odio, a la envidia, a la destrucción y a la
muerte.
Y hemos llegado en nuestra terquedad
a pensar que la persona es una cosa con la que se puede experimentar
desechándola cuando el experimento no sale a mi gusto y no queremos admitir que
una persona quemada es una vida destruida, por eso, de antemano despreciamos y
destruimos el valor de la vida.