IV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

 

     Alegraos y recocijaos porque vuestra recompensa será grande en el cielo
Lectura del Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 
Bienaventurados los que trabajan por la paz, 
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo». Palabra del Señor.
   Nos encontramos en el cuarto domingo del tiempo ordinario, y si escuchamos y contemplamos la Palabra, descubrimos que nos invita a ser felices. Y nos podemos preguntar, ¿quién no quiere ser feliz?. A esta pregunta le sigue otra, ¿dónde encontrar la felicidad o dónde está?. Quizás y si somos sinceros, no seamos capaces de responder, a ambas preguntas. La felicidad que nos ofrece el mundo, como bien sabemos es transitoria y no nos plenifica. Es externa y no nace del corazón, la felicidad humana es una felicidad que está sedienta de ser eterna. Quiero ser feliz pero no lo consigo.
        Hoy Jesús nos descubre donde está y que es la felicidad, nos dice que la podemos encontrar en el camino que Él nos ofrece seguir, en esas puertas de entrada a la vida en comunión con Dios. Un camino que a los ojos del mundo son un sin sentido, los que lloran y pasan hambre, los tristes, los que trabajan por la paz y no la obtienen, los perseguidos por causa de la justicia. Ciertamente ahí no se halla la felicidad, pero aquellos que trabajan para erradicar estas situaciones si pueden encontrarla en estos ámbitos.
    Quien las atraviesa con la esperanza y confianza en Él, sus deficiencias se convertirán en caminos que llevan a la felicidad, puesto que serán instrumentos para alcanzar la plenitud en Dios, ya que la segunda parte de cada una de las bienaventuranzas vienen de Dios. y ese gozo en Él, como nos dice Jesús, no nos será arrebatado nunca.
    Vivamos con gozo los caminos que nos ofrecen hoy la Escritura, para que podamos encontrar la felicidad que nos trae Jesucristo por medio de las Bienaventuranzas, para que podamos experimentar y vivir la bienaventuranza eterna: alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
          

    

III DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

 


  Se estableció en Cafarnaún, para que se cumpliera lo dicho por Isaías.


Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Palabra del Señor.
    Caminamos por este tiempo litúrgico en el tercer domingo del tiempo ordinario, llamado también Domingo de la Palabra. Cristo comienza a predicar y a llamar a aquellos que les quieren seguir porque han oído su Palabra, los ha llamado para ir detrás de Él.
    Podemos pensar que ya lo sabemos, llamó a los apóstoles y le siguieron, pero no solamente a ellos, también nos llama a nosotros, los que hemos nacido del Bautismo, los que le buscan y aún no lo han encontrado. Mas aún, a aquellos que lo rechazan también Él sale en su busca. Y a todos nos llama por nuestro nombre.
    Esta Palabra no es como la que utilizamos nosotros para comunicarnos, sino que es Él mismo. El valor de su Palabra no es como la nuestra que a veces no cumple con lo prometido, es efímera y tampoco no es veraz pues está llena de limitaciones, la Palabra de Cristo es sanadora, acogedora, vivificante, esperanzadora, así podríamos decir mucho mas. En definitiva, es manifestación de Dios en nuestro mundo por Jesucristo.
    Escuchemos su Palabra para que podamos seguirle como los apóstoles y así ser trasformados interiormente como Hijos de Dios y exteriormente para que seamos cauce e instrumentos para que otros lleguen a escucharla y vivirla en plenitud.
    

II DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

 

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo". Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo". Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios». Palabra del Señor.
    Después de la Solemnidad del Bautismo del Señor, el domingo pasado, nos sale al encuentro este evangelio muy parecido al domingo anterior. Pero podemos decir también que bien podría ser la experiencia que tuvo el Bautista ante el bautismo de Cristo.
    A Juan se le manifestó el Mesías en el Jordán, "Este es el cordero de Dios", es más lo señaló en medio de ellos. La experiencia del encuentro le lleva a la pequeñez, ya que quien encuentra a Cristo en la vida descubre esa misma pequeñez. Un segundo paso ante el encuentro también lo encontramos en este pasaje bíblico, el testimonio. La concordancia con lo que se le ha dicho y lo ocurrido le lleva a Juan a dar testimonio. No podría ser de otra manera, quien se encuentra con Jesús, ha de dar testimonio de él, ya que el mismo encuentro posibilita el ser testigo de lo ocurrido.
      Este domingo nos invita a llevar a cabo el encuentro con Cristo y a darlo a conocer a los de nuestro entorno, así podremos decir lo mismo que Juan el Bautista, "Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".

SOLEMNIDAD, BAUTISMO DEL SEÑOR


      «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco»

Lectura evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».
Jesús le contestó:
«Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia».
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía:
«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».
Palabra del Señor.
    Una vez terminado el tiempo de Navidad, aunque esta solemnidad también está incluida en este tiempo, celebramos el Bautismo de Jesús. Este bautismo no es como el nuestro, es decir , Jesús no se bautiza para ser hijo de Dios, pues ya lo es; no es para perdonarle los pecados, puesto que Él no tiene pecado; no es para entrar a formar parte de la familia de los bautizados que es la Iglesia, puesto que no estaba fundada todavía. ¿Entonces por y para que se bautiza Jesús por manos de Juan el Bautista en el Jordán?.
    Se bautiza para mostrarnos el amor y la misericordia del Padre hacia nosotros, ya que se puso en la fila de los pecadores. Se deja bautizar por Juan para que el Padre nos hablara de Él, nos muestra quien es el Hijo, el amado, donde pone toda su complacencia.
    El bautismo de Jesús, por lo tanto, es manifestación por parte del Padre en quien tenemos que poner la esperanza y confianza; en el Hijo, aquel en que el Padre se complace; por eso, desde ese momento, tendremos que seguir sus  pasos y escuchar su voz para que también nosotros podamos llegar a ser como Él, hijos de Dios sin tacha. 
    Nuestro bautismo es un Bautismo sacramental, nos configura con Cristo para siempre, nos hace hijos en el Hijo, nos une a Dios por medio del perdón de los pecados y entramos a formar parte de este nuevo pueblo constituido por el Espíritu que es la Iglesia.
    Al celebrar el bautismo de Jesús, recordemos nuestro propio Bautismo y vivámoslo como Él desde la acogida, la misericordia y la esperanza. Y como dice el salmista, ojala escuchemos hoy su voz y no endurezcamos nuestro corazón.