SOLEMNIDAD, BAUTISMO DEL SEÑOR


      «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco»

Lectura evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».
Jesús le contestó:
«Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia».
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía:
«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».
Palabra del Señor.
    Una vez terminado el tiempo de Navidad, aunque esta solemnidad también está incluida en este tiempo, celebramos el Bautismo de Jesús. Este bautismo no es como el nuestro, es decir , Jesús no se bautiza para ser hijo de Dios, pues ya lo es; no es para perdonarle los pecados, puesto que Él no tiene pecado; no es para entrar a formar parte de la familia de los bautizados que es la Iglesia, puesto que no estaba fundada todavía. ¿Entonces por y para que se bautiza Jesús por manos de Juan el Bautista en el Jordán?.
    Se bautiza para mostrarnos el amor y la misericordia del Padre hacia nosotros, ya que se puso en la fila de los pecadores. Se deja bautizar por Juan para que el Padre nos hablara de Él, nos muestra quien es el Hijo, el amado, donde pone toda su complacencia.
    El bautismo de Jesús, por lo tanto, es manifestación por parte del Padre en quien tenemos que poner la esperanza y confianza; en el Hijo, aquel en que el Padre se complace; por eso, desde ese momento, tendremos que seguir sus  pasos y escuchar su voz para que también nosotros podamos llegar a ser como Él, hijos de Dios sin tacha. 
    Nuestro bautismo es un Bautismo sacramental, nos configura con Cristo para siempre, nos hace hijos en el Hijo, nos une a Dios por medio del perdón de los pecados y entramos a formar parte de este nuevo pueblo constituido por el Espíritu que es la Iglesia.
    Al celebrar el bautismo de Jesús, recordemos nuestro propio Bautismo y vivámoslo como Él desde la acogida, la misericordia y la esperanza. Y como dice el salmista, ojala escuchemos hoy su voz y no endurezcamos nuestro corazón.