De andar por casa
Cuenta la historia que después de la
guerra vino un tiempo de hambruna impresionante y en esos días en los que la
gente se moría, llegó un soldado a la aldea, sacó de su mochila una piedra y
empezó a decirle a la gente que aquella piedra tenía poderes mágicos y que
podía hacer unas comidas impresionantemente ricas en alimento y en sabor.
Para hacer la prueba pidió que alguien
le prestara una olla y después de encender un fuego en medio de la plaza puso
la olla y pidió que alguien la llenara de agua; cuando el agua estaba a punto
de hervir cogió su piedra, la limpió bien y la echó en el agua; después se
acercó, con una cuchara, probó y haciendo un gesto de placer dijo: le falta un
poquitín de sal, si alguien quiere traer un poco y si alguien tuviera unos ajos
y un par de cebollas con un tomate el sabor sería ya insuperable; rápidamente
fueron una cuantas mujeres a sus casas y cada una trajo alguna cosa de las que
había pedido que fue metiendo en la olla. Después de remover todo dio a probar
a alguna de las mujeres y varios hombres y les preguntó: ¿Creen que le faltaría
alguna cosa para completar el sabor? Y cada uno fue a su casa y se trajo un
trozo de lo que consideró que faltaba: unos trajeron arroz, otros guisantes,
otro trajo un trozo de morcilla…
Cuando llegó el medio día la olla
estaba llena de cosas, sabrosa y enriquecida con todo lo que habían metido.
Cada uno se trajo su plato y comió toda
la aldea y se llevaron en “tapes” todo lo que sobró.
El soldado sacó su piedra, la lavó
bien, la escondió en su mochila y se marchó a otra aldea.
✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
Mt 14, 13-21
“Dadles vosotros de comer”
Al enterarse Jesús de la muerte de
Juan Bautista se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto.
Cuando la gente lo supo, lo siguió
por tierra desde los poblados.
Al desembarcar vio Jesús una
multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como se hizo tarde, se acercaron los
discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la
multitud para que vayan a las aldeas y se compren comida”.
Jesús les replicó: “No hace falta
que se vayan, dadles vosotros de comer”.
Ellos le replicaros: “Si aquí no
tenemos más que cinco panes y dos peces”.
Les dijo: “Traédmelos”.
Mandó a la gente que se recostara en
la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al
cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos;
los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y
recogieron doce cestos llenos de sobras.
Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Es interesante detenerse en un
detalle que acentúa el evangelio de una forma especial: Jesús se ha enterado de
la muerte de Juan Bautista que de alguna manera representa la situación que
están viviendo todos y se retira solo para orar.
Cuando regresa se encuentra con ese
realidad de injusticia, y opresión que está produciendo esa situación y que ha
producido la muerte de Juan: automáticamente se detiene en los más débiles:
enfermos y hambrientos; los cura y les da de comer.
La actitud de Jesús contrasta con la
respuesta de los discípulos que de alguna manera es la que da el pueblo en
general: “Que cada uno vaya y se las arregle como pueda” y de los enfermos ni
les toman en cuenta.
La pregunta va hoy para nosotros:
¿En qué tenemos puesta la atención? ¿Cómo respondemos ante la situación que
estamos viviendo?