DOMINGO III DE CUARESMA -C-


 

Lectura del libro del Éxodo 3, 1‑8a 13‑15f
«Yo soy» me envía a vosotros 

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. 
El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. 
Moisés se dijo: 
-“Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.” 
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
“Moisés, Moisés.”
Respondió él: 
-“Aquí estoy.” 
Dijo Dios: 
-“No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.” 
Y añadió: 
-“Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.” 
Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios. 
El Señor le dijo: 
-“«He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.” 
Moisés replicó a Dios: 
-“Mira, yo iré a los israelitas y les diré:  
"El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros." 
Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?”
Dios dijo a Moisés: 
-“´Soy el que soy´; esto dirás a los israelitas: "'Yo‑soy' me envía a vosotros".” 
Dios añadió: 
-“Esto dirás a los israelitas: "Yahvé (El‑es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación".” 
Palabra de Dios.  
 

REFLEXIÓN   
 

“YO SOY EL DIOS QUE ESTÁ CON SU PUEBLO”    

El texto del libro del Éxodo que nos presenta hoy la liturgia nos narra la llamada de Moisés y al mismo tiempo Dios hace una autopresentación.
            El relato sigue el esquema de todos los relatos de llamada: momento de encuentro, en el que Dios promete la salvación, hace un encargo, el que lo recibe se opone, éste pide un signo, Dios se lo da, vuelve a objetar y termina dando una respuesta positiva.
            En este relato hay algo interesante: el motivo de la llamada: Dios ha escuchado el grito de dolor de su pueblo que desde la sangre de Abel lo tiene inquieto y toma posición: Dios se pone al lado de los que sufren el atropello y lo dice abiertamente: “No dejaré de oír su clamor”
Dios toma cartas en el asunto  y decide mandar a Moisés. Cuando le pregunta su nombre para que le pueda decir a los egipcios y a su pueblo quién es el que lo envía. Dios dice su nombre que, en definitiva, lo que hace es decir lo que va a significar su presencia en medio del pueblo: “Yo soy el que soy”, es decir: “yo soy el que está presente y lleva esto adelante”. Dios garantiza su presencia e indica que está dispuesto a enfrentarse a los que tienen atormentado a su pueblo, es su defensor, pues ha hecho suyos los sufrimientos del pueblo. El Dios que se revela, pues, a Moisés es el Dios de la misericordia.
Es la autodefinición de Dios: El que ESTÁ  al lado de su pueblo que sufre, es, por tanto, el Dios MISERICORDIOSO que no se hace el sordo ante el atropello de sus hijos, que está dispuesto a dar la cara contra el opresor, que no va a dejar sin justicia a los oprimidos.
Pasarán muchos años después y los profetas volverán a centrar su atención en esta definición que Dios hace de si mismo y de su posición al lado del que sufre para, desde ahí, proclamar su defensa de los oprimidos y, después, el mismo Jesús partirá de la misma posición.
Es imposible sustraerse a pensar que Dios sigue teniendo en cuenta el clamor por la situación de todos los pobres y oprimidos de la tierra, que están sufriendo el atropello de todos los “grandes”, que están convirtiendo este mundo en un infierno. ¿Cómo lo hará? Yo no lo sé, pero estoy seguro que SU JUSTICIA ha de triunfar.
 

Salmo responsorial Sal 102, 1‑2. 3‑4. 6‑7. 8 y 11 (R.: 8a)

 R. El Señor es compasivo y misericordioso. 

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mia, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R
R. El Señor es compasivo y misericordioso.. 

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.   

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.   

El Señor es compasivo y misericordioso,
 lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R. 
 R. El Señor es compasivo y misericordioso.
 

SEGUNDA LECTURA 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 1‑6.  10‑12
La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro 

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. 
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquellos. 
No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. 
Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.
Palabra de Dios. 
 

REFLEXIÓN   
 

“NO HAGÁIS COMO ELLOS”    

S. Pablo se dirige a los Corintios y les recuerda la historia a la que deben tener como referente, no para repetir los mismos errores, sino para encontrar el apoyo que necesitan: los antepasados fueron siguiendo a Moisés en el desierto y se fueron guiando por signos que les indicaban la presencia de Dios, pero aquello no era más que signos, ahora tenemos la realidad que Dios ha cumplido, lo que en un momento de la historia vino haciendo como promesas.
Caminamos ahora con la fuerza de una evidencia, por tanto, ya no podemos cometer los mismos errores que se dieron en el pasado.
            Todo aquello que ocurrió en el desierto, no fue más que un ejemplo de lo que no debemos repetir, por eso les dice: “No hagáis como hicieron ellos” pues terminarán como terminaron ellos.
            En el desierto los israelitas le dieron la espalda a Dios e hicieron un becerro de oro y lo adoraron, ellos tienen el peligro de dejarse llevar de otras cosas actuales, que las pueden poner suplantando a Dios; de la misma manera que nosotros hoy, tenemos el peligro de hacer lo mismo y adorar como “dioses” al dinero, al poder, al placer… que son los verdadero ídolos que hoy se nos presentan y nos fascinan y a los que se invita a dar culto.
            El fondo del mensaje de Pablo a los Corintios, que hoy cobra plena actualidad, es justamente el peligro de la idolatría que sustituye a Dios y en su puesto pone otros ídolos que llevan al hombre a la muerte.
            Hoy nos quejamos y estamos observando esta realidad que denominamos con otro nombre: “La pérdida de valores”, pero en el fondo es la misma situación: hemos quitado a Dios del horizonte y de la trama de la vida y nos hemos quedado en el vacío existencial a la deriva.
 

Versículo antes del evangelio Mt 4, 17

Convertíos
—dice el Señor—,
porque está cerca el reino de los cielos.
 

EVANGELIO 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1‑9
Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera 

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: 
-“¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.” 
Y les dijo esta parábola: 
-“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. 
Dijo entonces al viñador: 
"Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córta1a. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" 
Pero el viñador contestó: 
"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".” 
Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN   
 

“…SI NO OS CONVERTÍS…”    

Ante el espectáculo que nos vienen manteniendo los políticos, en donde nos están presentando una especie de tela de araña que se engancha en un montón de puntos, de los que TODOS van colgando sus pillerías y chupando al pobre pueblo que, desde abajo, intenta arreglárselas como puede y como le dejan y, sin poder evitar el imitar a sus dirigentes…
Ante ese espectáculo, cabe hacer la misma pregunta que los apóstoles le hacen a Jesús: ¿quién tiene la culpa de que haya ocurrido lo que estamos viendo?
            La respuesta que dio Jesús: -“¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”. La respuesta nos viene a todos como anillo al dedo y, cada uno debemos aplicárnosla en la medida que nos toca.
            Nadie puede colocarse en fuera de juego diciendo: “yo no tengo que ver nada con esto” pues todos, de una forma u otra, hemos construido esta situación, todos hemos dado lugar y hemos consentido este sistema de muerte que ahora nos asfixia, porque hemos quitado a Dios del horizonte y de la trama de la vida, porque hemos adulterado todos los valores: el AMOR lo hemos convertido en placer, la JUSTICIA en legalismo, la VERDAD en apariencia, la PAZ en consumo-bienestar-avaricia-lujo… y cambiamos la fraternidad por la competitividad y todos nos sentimos felices, porque eso significaba un gran progreso y ahora no nos queda más remedio que aguantar lo que hemos montado.
Esto es lo que tenemos y –como hoy nos dice el Señor- “Si es que no os convertís”, si es que no estamos dispuestos a cambiar…  estamos llamados a la destrucción.
            ¿Qué suena a catastrofismo? ¡Es posible! ¿Pero no es más catastrófico vivir en un sistema que adora la muerte, que vive en la corrupción, y desprecia a la persona que no cabe en sus moldes?
            Constantemente estamos oyendo y, me imagino que muchos lo dicen: “que paren esto, que yo me quiero bajar”, porque no quiero seguir manteniendo el engaño, que no quiero seguir sosteniendo el atropello, que no quiero seguir viendo el cinismo de unos señores que viven descaradamente riéndose del pueblo…
            No se puede vivir manteniendo el espectáculo, de ver cómo unos dirigentes andan denunciándose y animando al pueblo a crear bandos, para que se asocien y compitan como en la liga del futbol, mientras los ladrones dejan a medio país en la calle y sin trabajo, ni medios para subsistir y ellos, andan libremente sin devolver un céntimo y obligando a que el pueblo entregue todo lo que tiene.
            “Si no cambiáis, vais a perecer todos” son las palabras que hoy nos lanza el Señor y no podemos darles de lado y dulcificar lo que es de una amargura tremenda.
            Aunque a algunos todo esto les suene a lenguaje apocalíptico y quieran ver luz en espejismos, no nos queda más remedio que aceptar que nos equivocamos, que hemos llamado “progreso” a un retroceso brutal, pues ha aumentado el hambre en el mundo, las guerras, la avaricia, el atropello, la injusticia, el crimen organizado, la delincuencia, la pobreza y la esclavitud, pero lo curioso es que mientras ha aumentado todo esto,  se han engordado las grandes fortunas, que se han hecho más poderosos.
Nos hemos equivocado de camino y de proyecto: entró en crisis la política, la religión, se ha destruido la moral, la ética. Se corrompió la cabeza y se desarmó todo el cuerpo social.
Hay que dejar actitudes y presupuestos que dábamos como verdades absolutas e intocables, pues estamos viendo que nos han abocado a un callejón sin salida y no queda más remedio que establecer otras formas que hagan posible una convivencia pacífica y en JUSTICIA, no en legalidad, porque estamos viendo cómo funcionan las leyes.  
            Nos hemos equivocado y no nos queda más remedio que aprender de nuevo a tratarnos como personas, como amigos y como hermanos, pues las reglas de juego que hemos establecido no nos sirven para vivir y ser felices.
            La salvación no nos va a venir por el dinero y el poder que adquiramos, sino por la SOLIDARIDAD que seamos capaces de construir, por la JUSTICIA  que seamos capaces  de establecer, por la VERDAD que seamos capaces de expresar.
La salvación no nos viene saliendo todos a la calle, a reivindicar nuestros derechos, porque los otros nos los han confiscado, sino por la asumpción de nuestra obligación de ser justos, honrados, solidarios, auténticos, honestos… Nada se consigue quitando a uno y poniendo a otro igual.
No nos va a salvar, ni nos va a hacer más felices, el que vayamos gritando los slogans de moda, sino que escuchemos las invitaciones que nos hace Jesús: “Trata como te gustaría que te traten” “La medida que uses con los demás, es la que se va a usar contigo” “Perdona setenta veces siete=siempre”…

 

DOMINGO II DE CUARESMA -C-


 

PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro del Génesis 15, 5‑12. 17‑18
Dios hace alianza con Abrahán, el creyente 

En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: 
“Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.” 
Y añadió: 
-“Así será tu descendencia.” 
Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber. 
El Señor le dijo: 
-“Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.” 
Él replicó: 
-“Señor Dios,¿cómo sabré yo que voy a poseerla?” 
Respondió el Señor: 
-“Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.” 
Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. 
Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. 
El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. 
Aquel día el Señor hizo alianza con Abrán en estos términos: 
-“A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Éufrates.” 
Palabra de Dios. 

 
REFLEXIÓN    
 

“UNA ALIANZA DE AMOR”  

El texto nos muestra a Abrahán que ha decidido fiarse de Dios, que le ha prometido dar una descendencia, cuando humanamente tiene agotadas todas las posibilidades; cuando aún no se le ha cumplido el más mínimo detalle de la primera promesa, Dios se la renueva y se la amplía: no solo le va a dar una descendencia, sino que le va a dar en posesión la tierra que pisa, hasta el gran río Éufrates. Abrahán se queda confundido, pero al final, se fía de la Palabra de Dios y acepta la propuesta que le hace: Abrahán hace un voto a Dios y establece una alianza que, en definitiva, no consiste en otra cosa, sino en dejar que Dios actúe.
Es interesante que nos detengamos en un detalle de la composición del texto: la tierra que ha dejado Abrahán es “Ur de los Caldeos”, es decir Babilonia, y ahora se le promete una tierra nueva. Podemos ver cómo el pasaje está construido en paralelo con la salida de Egipto a la tierra de promisión, con lo que  se pone en paralelo la promesa de liberación que se realiza en el Sinaí, con la alianza que Dios hace con  Abrahán: En el Sinaí Yahvé hace una alianza con Moisés: parte un becerro  en dos y debería pasar entre las dos partes, pero como el pueblo no ha sido fiel al pacto, por eso solo pasa Yahvé, como no se puede ver, se hace en la tiniebla, con el fuego, y el humo… ofreciéndose Dios como el único garante de aquello que promete al  pueblo, ya que éste no es fiel a su palabra; ahora se hace lo mismo: parten los animales y es solo Dios quien pasa entre los animales partidos. La alianza, aunque es un contrato entre dos, en realidad no es, sino la propuesta de Dios que se compromete a estar al lado de Abrahán, de Moisés, de Jacob... y hoy sigue haciendo lo mismo, cada día, sin pedir nada a cambio con todos nosotros.

 
Salmo responsorial Sal 26, 1. 7‑8a. 8b‑9abc. 13‑14 (R.: la)
 

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R. 
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.» R.
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio. R. 
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R. 
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

 

 SEGUNDA LECTURA
 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 17—4, 1
Cristo nos transformará, según el modelo de su cuerpo glorioso

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. 
Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. 
Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. 
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. 
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos. 
Palabra de Dios. 
 

O bien más breve:   

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 20—4, 1

Hermanos: 
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. 
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos. 
Palabra de Dios. 

 
REFLEXIÓN   
 

 “ESTAMOS DE PASO”   

El pasaje que nos presenta la liturgia de hoy es fortísimo: S. Pablo se lanza contra toda una corriente que hay de unos que, diciendo que son cristianos, son gente que no es de fiar, pues viven con doble  cara; al final andan creando discordia y viviendo a costillas de los demás, son falsos circuncisos que quieren obligar a entrar por el aro que ellos establecen y, lo que viven, debería darles vergüenza, sin embargo es de lo que se enorgullecen; lo que ellos sostienen como su gloria y su dios, no es más que sus intereses, su bolsillo, su vientre.
Los expertos no acaban de ponerse de acuerdo en su identificación, pero parece muy probable que fueran aquellos que vienen del judaísmo y a los que se han convertido de fuera quieren imponerles sus normas, obligándoles a hacerse primero judíos, pues si no lo hacen, son considerados paganos y Pablo tiene que salirles al paso y pararles los pies, pues para ellos la ley está a la misma altura que Jesucristo, esta es una de las grandes dificultades con las que se encuentra el cristianismo primitivo, es lo mismo que seguimos encontrando entre nosotros: dar el paso de la “religión” a la FE.
      Pablo invita, entonces a los cristianos que lo imiten, él es un rabino y los rabinos no solo enseñan contenido doctrinal, sino un modo de vida y, el camino que él está presentando, es el que él mismo ha asumido y él ha encarnado para si la cruz de Cristo, que es lo único que nos trae la salvación y la gloria. Él no tiene miedo a lanzarles la invitación a imitarlo, pues no está siguiendo un camino de placeres, de seguridades… sino de entrega, de dejarse en manos de Dios, para que desde su debilidad, el Señor realice toda su fuerza.
Su confianza no está puesta en la ley, en estar circuncidado, en pertenecer a un pueblo, en el templo… todo eso son tonterías, aquí estamos de paso, somos ciudadanos del cielo y lo único que va a contar a la hora de la verdad, es que hayamos pasado por aquí haciendo lo mismo que hizo Cristo.

 
Versículo antes del evangelio
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre:
“Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo.”

 
EVANGELIO
 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 28b‑36
Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió 

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. 
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. 
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: 
-“Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” 
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: 
-“Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.” 
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. 
Palabra del Señor

 
REFLEXIÓN   

 
“…A NADIE MÁS QUE A ÉL”   

La escena que nos presenta el evangelio es interesante; no tenemos una idea clara de lo que pudo ocurrir en la realidad, pero sí tenemos constancia de que algo muy fuerte tuvo que ocurrir, que le hizo poner las cosas claras a los apóstoles: S. Lucas, a la hora de narrar dice que “mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos…” y a su lado aparecieron dos hombres que resultaron ser Moisés y Elías que hablaban con Él de su muerte. Sin embargo, el único de los tres que resplandecía es Jesús. Los otros dos, que son los pilares de la tradición israelita aparecen opacos.
Pedro que no tiene todavía las cosas claras y dice: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Es decir: quiere mucho a Jesús, pero en su valoración, como mucho, lo pone a la misma altura de los grandes personajes de la tradición y, “una voz” le hizo caer en la cuenta de que había llegado el momento de poner las cosas en su sitio: hay que dejar la tradición judía, hay que descolgarse de las leyes de Moisés, hay que dejar de mirar a Elías como el profeta de Israel y, hay que mirar a Jesús, que es el único que manifiesta la presencia de Dios dentro de su pueblo.
Su rostro está transfigurado, para que se distinga bien de todos los demás:  “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.” Él es la única Palabra autorizada y definitiva, Él es el único a quien hay que escuchar y todo lo que se diga, ha de confluir en Él, o de lo contrario, no tiene valor.
            Este acontecimiento que dejó marcados a los apóstoles, es necesario que sea retomado por la Iglesia en el momento que vivimos: decimos que estamos en crisis y eso es muy bueno, porque podemos estar como Pedro, poniendo al mismo nivel de Jesús, muchas cosas que no solo son secundarias, sino que pueden estar hasta molestando, porque están fuera de contexto, no responden al momento, no dicen nada ni representan nada y, sin embargo, se convierten en obstáculo para que podamos entendernos.
            Jesús se convierte en el centro de todo, en el eje que le da consistencia a todo, en la luz que lo ilumina todo.
            El relato de hoy, en el momento actual que vivimos de cuaresma, se convierte en una invitación extraordinaria a volvernos a Cristo y a dejar que sea Él quien ilumine nuestro camino y no “Moisés” ni “Elías

DOMINGO I DE CUARESMA -C-


 

PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro del Deuteronomio 26, 4‑10
Profesión de fe del pueblo escogido
 

Dijo Moisés al pueblo: 
-“ El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. 
Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios: 
"Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. 
Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. 
Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. 
Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. 
El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. 
Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. 
Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado." 
Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.” 
Palabra de Dios.  
 

REFLEXIÓN    
 

 “MARCADOS POR DIOS” 
 

El texto de Deuteronomio 26 nos presenta lo que es la raíz y el fundamento de Israel, su credo, lo que le da consistencia frente a todos los pueblos: Dios prometió al padre del pueblo, a Abrahán una tierra y al final ha sido fiel a su promesa, el pueblo, y cada israelita en particular, siente el agradecimiento al Dios verdadero que no lo ha dejado en la estacada. La postración con los frutos de la tierra en sus manos es la proclamación de la fe en Dios frente a la esterilidad y la falsedad de la idolatría. Esa tierra y esos frutos son el argumento decisivo de la verdad de Dios sobre el resto de dioses.
El camino ha sido duro y el sufrimiento muy fuerte, cosa que les ha hecho curtir su fe y su confianza, ya que en muchos momentos han llegado a sentir que Dios lo había abandonado, pero esta situación de posesión y disfrute de una tierra que “mana leche y miel” es el argumento supremo de que Dios no falla, que todo lo que han sufrido y luchado tiene sentido y esto debe quedar bien grabado en la memoria del pueblo.
La fiesta de la cosecha que el pueblo celebra cada año, recuerda la entrada en la tierra, pues con la recogida de la cosecha se indica la posesión de la tierra que Dios prometió y que ya la ha regalado.
  De la misma manera que el hombre entra en la tierra y se siente como acogido por Dios, ahora entra en el santuario con la ofrenda para ponerse en su presencia y adorarlo.
El sentido de elegido, custodiado, protegido, guiado y mimado por Dios es algo que hace que el israelita se sienta un individuo diferente al resto de hombres de la tierra. Esto le marcará su identidad.
Con Jesús, todo esto que el pueblo de Israel como un signo, se convierte en una realidad palpitante hasta el punto de invitarnos a sentir a Dios como un “Abba” y a tratarlo como a tal, y si nos lo dice, es porque lo somos y nuestra realidad ha cambiado radicalmente. Nuestra patria definitiva es el Reino, es algo que tenemos asegurado y es cuestión de empezar a actualizarlo… El problema es que no llegamos a creerlo y menos aún sentirlo.
 

Salmo responsorial Sal 90, 1‑2. 10‑11.  12‑13. 14‑15  (R.: 15b)

 R. Está conmigo, Señor, en la tribulación. 

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti.» R.
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación. 

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos. R.
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación. 

Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
 caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones. R.
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación. 

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
 lo defenderé, lo glorificaré.» R. 
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación.  
 

SEGUNDA LECTURA 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 10, 8‑13
Profesión de fe del que cree en Jesucristo 

Hermanos: 
La Escritura dice: 
“La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón.” 
Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. 
Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. 
Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. 
Dice la Escritura: 
“Nadie que cree en él quedará defraudado.” 
Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. 
Pues “todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.” 
Palabra de Dios. 
 

REFLEXIÓN   
 

“LA SALVACIÓN SOLO VIENE DE DIOS    

S. Pablo quiere hacer tomar conciencia a los cristianos de Roma de que  Cristo ha cambiado radicalmente todo el orden de las cosas: hasta entonces, el pueblo de Israel era un símbolo de lo que Dios tenía pensado hacer con toda la humanidad, ahora ha venido, la salvación, la ha traído para todos, empezando por aquellos que Él había elegido desde el principio, para que fueran el signo de lo que pensaba hacer ante los hombres, pero ahora ha resultado que éstos no quieren reconocer el cumplimiento de todo lo que tenían como una promesa.
Sin embargo, S. Pablo ve en esta negación del pueblo a aceptar la hora de Dios, como una oportunidad para el resto de pueblos y espera que, más adelante, tal vez movido por los celos, su pueblo se dé cuenta que es estúpida su postura que ha tomado y acepte la salvación de Dios como sus antepasados aceptaron el regalo de la tierra.
Pero el pueblo se ha cerrado en pensar que la salvación es obra de él, que la puede conseguir con su esfuerzo y el cumplimiento de las leyes y no acepta que, así como la tierra fue un regalo, la salvación ahora es otro regalo mucho mayor.
Pablo siente que su pueblo está dividido: entre su boca y su corazón no hay coherencia: proclama una cosa y está sintiendo otra y no quiere que caiga la comunidad en el mismo error: proclamar que “Jesús es Señor” porque “Dios lo ha resucitad”, es sentir y vivir bajo la nueva realidad que Dios ha realizado con Él.
El pueblo de Israel ha cambiado las cosas y ha puesto su confianza en el Templo, en la Ley como fundamentos de su identidad y signos de salvación y nosotros podemos ponerla en cosas parecidas cayendo en el peligro de creer que podemos manipular a Dios, de forma que, en su nombre, nos atrevemos a hacer aquello que, incluso, repulsa a Dios: podemos quedarnos en la norma, en el gesto, en el símbolo… en el cargo, en el puesto y terminamos adorando esas cosas por encima del mismo Dios. Y la salvación, la verdad, la alegría, la paz no reside en nada de eso, sino en Dios, en Jesucristo que es lo que debe ser creído y proclamado.
 

Versículo antes del evangelio Mt 4, 4b
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.  
 

EVANGELIO
 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 1‑13
El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado 

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. 
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. 
Entonces el diablo le dijo: 
-“Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.” Jesús le contestó: 
-“Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".” 
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
-“Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.” 
Jesús le contestó: 
-“Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".” Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: -“Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".” 
Jesús le contestó: 
-“Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".” 
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Palabra del Señor. 
 

REFLEXIÓN 
 

“LAS TENTACIONES DE LA VIDA”   

Jesús toma la decisión de dejar su aldea, Nazaret, y emplearse a fondo en el anuncio de la Buena Nueva, el proyecto de salvación que le Padre le ha encomendado, es el cambio radical de existencia que el evangelista S. Lucas quiere presentar a la comunidad en paralelo con la misma historia del pueblo de Israel que sale de la esclavitud de Egipto y se adentra en el desierto preparándose para una nueva existencia en libertad.
Jesús siente en su vida, durante su ministerio, las mismas tenciones que tuvo su pueblo durante la travesía del desierto: la tentación de volverse atrás y no complicarse la existencia, desconfiar del Dios que lo había sacado de la esclavitud,  creer que lo ha dejado en la estacada… sin embargo, Jesús responde como el verdadero hijo que se fía de la Palabra y siente que su Padre no lo defrauda. La tentación que se le presenta es: “Si soy hijo de Dios, si tengo todo el poder en mis manos, ¿Por qué no hacer el milagro que necesito?... Pero vemos en todo el evangelio que Jesús jamás utiliza el poder que tiene para si, siempre lo hace en beneficio de los demás.
La segunda tentación es la del poder: no es justo aguantarse con lo que está ocurriendo, está justificado cualquier cosa que se haga para sacar al pueblo de la situación de injusticia que vive, el sistema que se ha impuesto es perverso, diabólico… idólatra, hacerse con el poder estaría perfectamente justificado y bien visto. Es curioso: Satanás utiliza las palabras del salmo 2 para decirle a Jesús que pierda el miedo y se lance, a lo que Jesús le contesta también con otra frase de la escritura: “Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.”(Dt. 6,13). Con lo que podemos ver que la Sagrada Escritura mal utilizada o sacada de contexto puede ser un arma mortal. Jesús le deja muy claro al tentador que su ministerio es para ayudar a otros y no para salvarse Él: lo veremos en la cruz cuando le dicen: “Si eres Hijo de Dios… sálvate a ti mismo”.
Queda claro que aquel que usa su ministerio para engrandecerse y levantarse es un falso seguidor de Jesucristo, pues se sirve de su ministerio para su provecho personal, peor todavía reclamarle a Dios que haga milagros cuando Dios no necesita  hacer nada extraordinario para que se realice su plan. Jesús nos muestra el camino, la actitud que hay que tener con al Padre, el resto  son ya cosas secundarias.