PRIMERA LECTURA
Aquí estoy, mándame
El
año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y
excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Y vi
serafines en pie junto a é1. Y se gritaban uno a otro, diciendo: -“¡Santo,
santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!”
Y
temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba
lleno de humo.
Yo dije: -“¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de
labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto
con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.”
Y
voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido
del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: -“Mira; esto ha
tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.”
Entonces,
escuché la voz del Señor, que decía: -“¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?”
Contesté:
-“Aquí estoy, mándame.”
Palabra de
Dios.
REFLEXIÓN
“¿A QUIÉN ENVIARÉ…?”
El pasaje nos
narra el momento en que Isaías tiene la fuerte experiencia de su encuentro con
Dios que la ubica en el templo, con una visión de apoteosis de la gloria de
Dios en la que se siente llamado a exponer al pueblo lo que Dios está pidiendo.
Se encuentra por el año 740 a. C. La situación por la que está atravesando el
pueblo es de prosperidad y autonomía; ha muerto el rey Ozias, e Isaías le pide al pueblo que no se olvide de su
identidad: es un pueblo elegido para ser santo y manifestar la gloria de Dios
al mundo.
Cuando
Isaías siente que el Señor le llama, expresa sus sentimientos de indignidad
para hacer lo que se le pide, incluso reconoce su propio pecado que le
incapacita para ser signo y presencia de la santidad de Dios, por eso narra
cómo el mismo Dios ha tenido que purificar sus labios, para que su boca pueda
ser instrumento que proclame la Palabra de Dios.
La
disposición del profeta queda manifiesta en el gesto que realiza cuando Dios
pregunta por el pueblo y dice:” ¿a quién enviaré?” Isaías, sin titubear
responde: “Aquí estoy yo, envíame”.
La
pregunta de Dios sigue resonando hoy: “¿A quién enviaré para que establezca la
justicia, el respeto, el derecho, la sensatez, el orden, la moral, los valores
fundamentales de la dignidad humana…? Y el gran problema de hoy es que la gente
buena se calla, se encoge, y se esconde, mientras que los corrompidos están al
acecho para aprovechar la más mínima oportunidad para apoderarse del poder y
seguir corrompiendo.
Salmo responsorial 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5.
7c-8 (R.: 1c)
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R.
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu
lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R.
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores
conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la
obra de tus manos. R.
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los Corintios 15, 1‑11
Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis
creído
Porque
lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y
que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y
más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos,
la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le
apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció
también a mi.
Porque
yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he
perseguido a la Iglesia
de Dios.
Pero
por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí.
Antes bien. he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la
gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que
predicamos; esto es lo que habéis creído.
Palabra de
Dios.
O bien más breve:
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los Corintios 15, 3‑8. 11
Hermanos: Lo primero que yo os transmití, tal como lo
había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; que se le apareció a Cefas y mas tarde a los Doce; después se
apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven
todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos
los apóstoles; por último, se me apareció también a mí.
Pues
bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis
creído.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO, OBJETO DE LA FE
Ya en el pasaje anterior que nos presentaba la liturgia del
domingo pasado, veíamos a S. Pablo preocupado con la comunidad de Corinto, por
el peligro que le acechaba constantemente y en el que debía vivir inmersa,
expuesta siempre a confundir las cosas e interpretar la fe como una ideología y,
la práctica cristiana, como una simple actitud filantrópica, por eso les deja
bien claro cuál es el corazón del mansaje de Cristo: EL AMOR.
Hoy nos presenta la liturgia el
pasaje en el que se plantea justamente lo que Pablo estaba temiendo: están
surgiendo dudas sobre la resurrección de Cristo dentro de la comunidad, con lo
que se está poniendo en peligro la integridad de la fe, el sentido de toda
esperanza y la unidad de toda la iglesia.
Pablo enfrenta el problema echando mano a lo que
ha venido siendo la base de toda la iglesia y el principio de la unidad:
EL CREDO, que es lo que han venido manteniendo todos los cristianos desde el
principio y lo que se ha predicado desde el mismo comienzo.
La resurrección de Cristo es el
objeto de la fe de todos los que han dado testimonio con sus vidas, de todo lo
que han vivido y constatado personalmente: que el sepulcro lo hallaron vacío y
han sentido a Jesús resucitado en sus vidas, dándoles la fuerza para
enfrentarse a todo, dándoles sentido y fuerza a sus vidas.
La fe en la resurrección es el elemento clave en el que se
fundamenta todo. Lo que le da consistencia a la Buena Noticia que trajo Cristo:
si la resurrección es mentira, la Buena Noticia que trae Jesús es un cuento de
ilusos
Si Cristo no ha resucitado, nuestra
fe no tiene sentido y nuestra vida no tiene ningunas perspectivas, pues carece
de sentido el luchar, el sufrir y el tener esperanza de algo.
Venid y seguidme —dice el
Señor—,
y os haré pescadores de
hombres.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1‑11
Dejándolo todo, lo siguieron
En
aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de
Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban
junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las
redes.
Subió
a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando
acabó de hablar, dijo a Simón: - “Rema
mar adentro, y echad las redes para pescar.”
Simón
contestó: -“Maestro, nos hemos pasado la
noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”
Y,
puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la
red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles
una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al
ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: -“Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”
Y es
que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con el, al ver la
redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos
de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús
dijo a Simón: -“No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”
Ellos
sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del
Señor.
REFLEXIÓN
“REMAD MAR ADENTRO”
Jesús ha estado hablando a la gente y ha hecho unos milagros con
los que ha hecho ver la evidencia de la presencia del reino de Dios que viene
predicando, aparece evidente que ya no podemos seguir en los esquemas en los que se venía caminando.
Vivir esta nueva dimensión del reino
lleva consigo: vivir en libertad, dejarnos en las manos de Dios y trabajar con
absoluta confianza, ya que Él se ha metido en nuestra historia y la lleva
adelante, incluso con nuestras equivocaciones.
En medio de esas actitudes, hay otra
nota fuerte, que es la seguridad que Cristo da en la misión que entrega:
“Seréis pescadores de hombres” y para muestra de que el proyecto que Él inicia
no está en nuestras manos, les invita a hacer una prueba: “Remad
mar adentro, y echad las redes para pescar.” Es una hora inadecuada, no es el
momento propicio, está en contra de todas las normas del oficio, humanamente
resulta inútil y una pérdida de tiempo y esfuerzo… Sin embargo, contrariamente
a todos los cálculos humanos que hacen los entendidos, las redes se llenaron
hasta reventar.
La situación la podríamos hacer nuestra en el momento en que
vivimos, en este “mar” en el que las aguas andan terriblemente revueltas y con
movimientos extrañísimos. Los expertos hoy en sociología, en pastoral, en
pedagogía y sicología no se ponen de acuerdo ni encuentran el método y forma de
recuperar la atención y las perspectivas de una sociedad que, durante mucho
tiempo se la ha dirigido por un camino que no llevaba a ningún sitio. Ahora,
cuando se quiere rectificar, no se sabe cómo volver a retomar el camino.
Pedro, experto
en la pesca, sabía perfectamente que en la noche y con aguas tranquilas era la
forma segura de pescar, hacerlo en otras condiciones era perder el tiempo.
Pedro podría haber contestado que era absurdo lo que Jesús le
pedía y, hubiera perdido la gran oportunidad de su vida, de ver y experimentar
lo que Jesús es capaz de hacer; lo único que hace es reconocer el fracaso que
han experimentado desde su “saber”, pero se limita a hacer lo que Jesús le ha
pedido, sin otra razón, y se queda absolutamente sorprendido, pues lo que
constata no es posible ubicarlo ni
medirlo en moldes humanos.
El verdadero milagro no
está en que se llenen las redes, sino en confiar y esperar, incluso en lo que
está en contra de toda lógica humana, pues Dios es capaz de suscitar la
presencia del reino, incluso donde parecía todo lo contrario y los mismos
hombres se oponen.
Una nota interesante del pasaje es ver la invitación que hace
Jesús: cuando ya no hay posibilidad de sacar algo, porque se ha agotado la vida
y los recursos humanos, invita a irse a la otra orilla: salir de la seguridad
de la fe, de la religiosidad, del ambiente cercano, acomodado… y abrirse a la
otra orilla, a la de la increencia, a la del ambiente adverso, a la del
rechazo… donde el reino se desconoce y no se cree posible, podíamos decir: les
pide apostar por la “utopía”
Los apóstoles, ante lo que han vivido y contemplado… “Ellos
sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”. Cristo invita a
gente a unirse a Él para llevar la noticia del Reino de Dios a todos los
hombres y mujeres del mundo, pero antes de invitar ya ha dado las pruebas de su
fidelidad.