DOMINGO V DE CUARESMA –A-

PRIMERA LECTURA 

Lectura de la profecía de Ezequiel. Ez 37, 12-14
Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis

ESTO dice el Señor Dios: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros,  y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel.
Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, pueblo mío, comprenderéis que soy el Señor.
Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestra tierra y comprenderéis que yo, el Señor, lo digo y lo hago   —oráculo del Señor—».
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN 

RECONOCER LA NECESIDAD DE DIOS     

El profeta Ezequiel ve la situación en la que ha caído el pueblo y lo percibe muerto, se ha metido en una tumba, ha optado por la muerte al apartarse de Dios y ha quedado reducido a un montón de huesos sin vida.
            A veces es necesario tocar fondo en la vida para darse cuenta que Dios es la VIDA y renunciar a Él, es renunciar a vivir y optar por la destrucción y la muerte
            El momento en que el pueblo llega a tomar conciencia de esto, Dios toma cartas en el asunto y empieza a actuar, abriendo la tumba en la que se ha metido, pues antes no lo hace ya que deja siempre al hombre intacta su libertad.
El pueblo está tomando conciencia del disparate que ha cometido: llevan deportados y reducidos a la esclavitud en Babilonia desde el año 586 a.C. y han llegado a tocar fondo: el desaliento, la desconfianza y la desesperación los ha invadido. La experiencia de Dios les hará volver a recuperar la confianza y la ilusión; para Israel, ese momento será como una nueva creación: los huesos será recubiertos con una nueva carne

Salmo responsorial

Sal 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8

R/.   Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. 

        V/.   Desde lo hondo a ti grito, Señor;
                Señor, escucha mi voz,
                estén tus oídos atentos
                a la voz de mi súplica.   
R/.
R/.   Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. 

        V/.   Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
                ¿quién podrá resistir?
                Pero de ti procede el perdón,
                y así infundes respeto.   
R/.
R/.   Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. 

        V/.   Mi alma espera en el Señor,
                espera en su palabra;
                mi alma aguarda al Señor,
                más que el centinela la aurora.
                Aguarde Israel al Señor,
                como el centinela la aurora.   
R/.
R/.   Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

        V/.   Porque del Señor viene la misericordia,
                la redención copiosa;
                y él redimirá a Israel
                de todos sus delitos.   
R/.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. Rom 8, 8-11
El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita entre vosotros

HERMANOS:
Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN: 

JESÚS, ALTERNATIVA DE SALVACIÓN    
S. Pablo hace un análisis de la realidad que se está viviendo en Roma, donde los instintos naturales se han impuesto como principios fundamentales de libertad y de actuación. Son el referente que se ha puesto como norma moral y de realización humana. Algo muy parecido a lo que está ocurriendo en nuestra actualidad, donde la norma moral es el relativismo y el subjetivismo es el motor que lo guía todo y convierte al hombre en referente moral y ético de toda actuación, con lo que se da rienda suelta a todos los instintos naturales que convierten la vida en una auténtica jauría y se establece la ley de la selva.
S. Pablo, ante esta realidad, invita a la comunidad a tomar una posición: o nos ponemos al lado de esta corriente renunciando a lo que somos, o aceptamos ponernos en la onda de Jesús, en consonancia con el bautismo que hemos recibido en el que se nos ha dado el Espíritu de Cristo.
La llamada que hace a los romanos nos viene a nosotros como anillo al dedo, pues vivimos una realidad muy semejante, en donde hemos perdido todos los referentes morales y sociales y se nos invita a burlarnos y despreciar todo aquello que nos supone un esfuerzo, una disciplina y un mirar al espíritu, cosa que se considera un atraso y nos deja a la deriva, pendientes siempre del último impulso de los instintos, con un orden corrompido.
En esta situación, vuelve a salirnos al paso Jesús como única alternativa de felicidad y salvación.

 

EVANGELIO (forma larga)
Yo soy la resurrección y la vida

Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 11, 1-45
EN aquel tiempo, aquel tiempo, había caído enfermo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas le mandaron recado a Jesús diciendo:
    «Señor, el que tú amas está enfermo».
Jesús, al oírlo, dijo:
    «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
    «Vamos otra vez a Judea».
Los discípulos le replicaron:
    «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver de nuevo allí?».
Jesús contestó:
    «¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche tropieza, porque la luz no está en él».
Dicho esto, añadió:
    «Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo».
Entonces le dijeron sus discípulos:
    «Señor, si duerme, se salvará».
Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.
Entonces Jesús les replicó claramente:
    «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su encuentro».
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
    «Vamos también nosotros y muramos con él».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
    «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
    «Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
    «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo:
    «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
    «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
    «El Maestro está ahí y te llama».
Apenas lo oyó se levantó y salió adonde estaba él, porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
    «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano».
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
    «¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
    «Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
    «¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
    «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
    «Quitad la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
    «Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días».
Jesús le replicó:
    «No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios ?».
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
    «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
    «Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
    «Desatadlo y dejadlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor.

EVANGELIO (forma breve)

Yo soy la resurrección y la vida

Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 11, 3-7. 17. 20-27. 33-45

EN aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo:
    «Señor, el que tú amas está enfermo».
Jesús, al oírlo, dijo:
    «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
    «Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
    «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
    «Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
    «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo:
    «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
    «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
    «¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
    «Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
    «¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
    «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
    «Quitad la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
    «Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días».
Jesús le replicó:
    «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
    «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
    «Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
    «Desatadlo y dejadlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra de Dios 

REFLEXIÓN 

LA AMISTAD CON CRISTO TRASCIENDE FRONTERAS       

El encuentro de Jesús con Lázaro, sus hermanas y todos los que se encontraban dando el pésame, es el momento cumbre en donde se expresa de forma clara y contundente la presencia de Jesús como el enviado de Dios para el establecimiento del reino de Dios. El retorno a la vida de Lázaro es un símbolo del final glorioso de todos los que han mantenido una amistad con Jesús; de hecho, el evangelio dice expresamente: “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”, hasta el punto que la pérdida de su amigo lo conmovió; ese amor es el que ha hecho que se fortalezca una amistad que trasciende los esquemas de este mundo y asegura un final glorioso no de volver a la vida, sino de resucitar con Cristo.
A partir de este momento, nos cuenta el evangelio que decidieron dar muerte a Jesús, pues lo que acababa de suceder sería la prueba definitiva de la autenticidad de todo lo que había venido diciendo.
El pasaje de hoy nos puede llevar a una equivocación, pues cuando pensamos en nuestra resurrección, imaginamos una cosa igual a lo que ocurrió con Lázaro y eso es falso: Lázaro no resucitó, sino que se le dio una especie de tregua en la vida: “revivió” para después volver a morir, pues “resucitar” es algo muy distinto.
La resurrección para nosotros es un misterio, pues no alcanzamos ni a entender ni a explicar el encuentro con Dios y nuestra transformación en seres resucitados con Cristo.
No se trata, como siempre se pensaba, que la resurrección es una especie de ascender al segundo piso de la realidad –como nos diría Platón- y desde ese segundo piso ver las cosas de otra manera, de forma que los que están en ese segundo piso puedan bajar al primero y ponerse en contacto con los que viven en él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DOMINGO IV DE CUARESMA –A-

PRIMERA LECTURA 

Lectura del primer libro de Samuel. 1 Sam 16, 1b. 6-7. 10-13ª
David es ungido rey de Israel 

EN aquellos días, el Señor dijo a Samuel:
    «Llena tu cuerno de aceite y ponte en camino. Te envío a casa de Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí».
Cuando llegó, vio a Eliab y se dijo:
    «Seguro que está su ungido ante el Señor».
Pero el Señor dijo a Samuel:
    «No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, más el Señor mira el corazón».
Jesé presentó a sus siete hijos ante Samuel. Pero Samuel dijo a Jesé:
    «El Señor no ha elegido a estos».
Entonces Samuel preguntó a Jesé:
    «¿No hay más muchachos?».
Y le respondió:
    «Todavía queda el menor, que está pastoreando el rebaño».
Samuel le dijo:
    «Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa mientras no venga».
Jesé mandó a por él y lo hizo venir. Era rubio, de hermosos ojos y buena presencia. El Señor dijo a Samuel:
    «Levántate y úngelo de parte del Señor, pues es este».
Samuel cogió el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del Señor vino sobre David desde aquel día en adelante.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

CÓMO RECONOCER AL BUEN LIDER     

            Como ocurre siempre, también se dio en el pueblo de Israel: en un momento en que la situación era realmente complicada, pues había una crisis interna dentro de las tribus y aquello amenazaba con la descomposición, (algo parecido a lo que ocurre actualmente dentro de nuestro territorio); por otro lado estaba la amenaza externa de los filisteos que constantemente estaban molestando y poniendo en aprietos al pueblo.
            Se estaba necesitando un líder que se pusiera al frente del pueblo, lo uniera y arremetieran el camino juntos.
            Ahí fueron apareciendo muchos, haciendo alarde de ser los salvadores de toda la corrupción que había y los que tenían la llave para todas las soluciones… pero cada vez se veía con menos claridad quién sentía verdadero amor y preocupación por el pueblo y, en cambio, se estaba constatando que el deseo del poder era la nota predominante.
            En esta situación aparece Saúl, con un discurso bastante coherente, hijo de buena familia, con una imagen física de fortaleza grande… es decir: aparentemente daba la talla y los jefes de las tribus lo apoyaron, pensando que sería el líder que estaban necesitando; en poco tiempo empezó a destaparse y a mostrar su verdadero rostro, resultando ser un tirano, un soberbio y un orgulloso empedernido, con lo que la gente cayó en una decepción enorme y perdió por completo la confianza en sus líderes.
            La pregunta estaba siempre en el aire: ¿Quién será el que reúna las condiciones de honradez, fuerza y sabiduría para guiar el pueblo de Dios según sus caminos?
            Éste fue un gran problema dentro del pueblo durante mucho tiempo, hasta que se dieron cuenta que no se trataba de cambiar de persona, pues al final todos venían a hacer lo mismo, sino que se necesitaba establecer un sistema social completamente nuevo, en el que se respetaran los ideales tribales y el orden y respeto entre todos, eso que después se llamó el “derecho divino” al que se atuvieran todos, desde el líder hasta el último ciudadano. Y con este principio, se aceptó que la unción de los dirigentes del pueblo fuera hecha por los profetas, pues eso le daba más fuerza a su compromiso con Dios. 

Salmo responsorial

Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R/.: 1)

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta. 

        V/.   El Señor es mi pastor, nada me falta:
                en verdes praderas me hace recostar,
                me conduce hacia fuentes tranquilas
                y repara mis fuerzas.   
R/.

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta. 

        V/.   Me guía por el sendero justo,
                por el honor de su nombre.
                Aunque camine por cañadas oscuras,
                nada temo, porque tú vas conmigo:
                tu vara y tu cayado me sosiegan.   
R/.

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta. 

        V/.   Preparas una mesa ante mi,
                enfrente de mis enemigos;
                me unges la cabeza con perfume,
                y mi copa rebosa.   
R/.

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta.

        V/.   Tu bondad y tu misericordia me acompañan
                todos los días de mi vida,
                y habitaré en la casa del Señor
                por los años sin término.   
R/.
R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta. 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.   Ef 5, 8-14
Levántate de entre los muertos, y Cristo será lo luz
HERMANOS:
Antes erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor.
Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas.
Pues da vergüenza decir las cosas que ellos hacen a Pero, al denunciarlas, la luz las pone al descubierto, descubierto es luz.
Por eso dice:
«Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará».
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

SOMOS HOMBRES NUEVOS   

           Pablo escribe a la comunidad de Éfeso y les recuerda su naturaleza como personas regeneradas en el bautismo: son personas iluminadas por la luz del Espíritu, son hijos de la luz y no de las tinieblas, por tanto, no tiene sentido que vivan y se expresen como hijos de las tinieblas.
           El hombre iluminado por el Espíritu de Dios, vive en consonancia con la verdad, con la justicia, con el amor y con la paz y, es desde ahí, desde donde mira y juzga; jamás se va a dejar guiar por otros valores, ni va a mirar desde otro ángulo, movido por otros intereses.
           El hombre iluminado y lleno del Espíritu Santo, busca siempre lo que agrada a Dios y no toma parte en las obras de corrupción, de la mentira y la injusticia.
           El hombre iluminado por el Espíritu de Dios, no puede participar en obras de las tinieblas ni se puede callar, haciéndose cómplice de ellas, antes al contrario, las denuncia y las desenmascara, pues no puede aceptar que se haga daño al mundo. 

Versículo antes del Evangelio

Cf. Jn 8, 12b

Yo soy la luz del mundo —dice el Señor—;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.
 

EVANGELIO (forma larga)

Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 9, 1-41
Él fue, se lavó, y volvió con vista

EN aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
    «Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?».
Jesús contestó:
    «Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
    «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
    «¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
    «El mismo».
Otros decían:
    «No es él, pero se le parece».
El respondía:
    «Soy yo».
Y le preguntaban:
    «¿Y cómo se te han abierto los ojos?».
Él contestó:
    «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver».
Le preguntaron:
    «¿Dónde está él?».
Contestó:
    «No lo sé».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
    «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de los fariseos comentaban:
    «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros replicaban:
    «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
    «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
    «Que es un profeta».
Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
    «¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?».
Sus padres contestaron:
    «Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse».
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él».
Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron:
    «Da gloria a Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador».
Contestó él:
    «Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo».
Le preguntan de nuevo:
    «¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?».
Les contestó:
    «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?».
Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
    «Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene».
Replicó él:
    «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder».
Le replicaron:
    «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
    «¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
    «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dijo:
    «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es».
Él dijo:
    «Creo, Señor».
Y se postró ante él.
Dijo Jesús:
    «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
    «¿También nosotros estamos ciegos?».
Jesús les contestó:
    «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece».
Palabra del Señor.

EVANGELIO (forma breve)
Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 9, 1.6-9. 13-17. 34-38
Él fue, se lavó, y volvió con vista
EN aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
Entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
    «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
    «¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
    «El mismo».
Otros decían:
    «No es él, pero se le parece».
El respondía:
    «Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
    «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de Los fariseos comentaban:
    «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros replicaban:
    «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
    «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
    «Que es un profeta».
Le replicaron:
    «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
    «¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
    «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dijo:
    «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es».
Él dijo:
    «Creo, Señor».
Y se postró ante él.
Palabra del Señor. 

REFLEXIÓN 

EL ENCUENTRO CON JESÚS TRANSFORMA              

            El evangelio nos presenta hoy un momento muy interesante en el que Jesús se encuentra con una persona que está teniendo que aguantar todo el peso del desprecio de la gente y de la ley que ya tiene enmarcada a la persona, por el hecho de que la naturaleza la haya golpeado con una enfermedad.
            El ciego vive en su aldea, donde lo conocen desde que nació y es un “maldito de Dios” que ha nacido enfermo. Sus vecinos son judíos piadosos que cumplen y respetan las tradiciones y las leyes, incluso sus padres que también son conocidos por todos.
            S. Juan quiere dar una lección, para romper una tradición y una mentalidad errónea que existe.
            Para Juan, el centro de todo es el ciego que siéndolo de nacimiento, ahora ve y no le encuentran explicación. Todos concuerdan en que algo extraordinario ha ocurrido, ya que eso no es normal. Sin embargo, les cuesta aceptar que haya sido Jesús el autor del hecho extraordinario, pues un simple hombre no puede hacer eso y Jesús no le dan más categoría que eso: “un simple hombre de pueblo”; pero peor todavía, resulta que lo ha hecho en sábado, cuando lo prohíbe la ley.
            ¿Qué ha pasado? Todos le preguntan al ciego, incluso a sus padres y, cuando le escuchan decir que Jesús lo ha curado, lo expulsan de la sinagoga.
            Ahí le sale Jesús al encuentro de nuevo, y el ciego recupera la visión plenamente: no solo física, sino espiritual: ahora ve, no solo la luz, sino la gloria de Dios.
            Este es el gran mensaje que Juan quiere dar a la comunidad: Jesús ha venido a cambiarlo todo: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».
            Y lo único y verdadero que hay que ver en este mundo es a Jesús y la construcción de su proyecto que tiene dimensiones eternas y transcienden los esquemas de este mundo. No merece la pena otra cosa. Para el ciego, todo es nuevo, lo mismo que lo es para aquel que se ha encontrado con Jesús.

 

 

1Samuel 16,1b.6-7.10-13a

David es ungido rey de Israel

En aquellos días, el Señor le dijo a Samuel: "Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey." Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: "Seguro, el Señor tiene delante a su ungido." Pero el Señor le dijo: "No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón." Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: "Tampoco a éstos los ha elegido el Señor." Luego preguntó a Jesé: "¿Se acabaron los muchachos?" Jesé respondió: "Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas." Samuel dijo: "Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue." Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Anda, úngelo, porque es éste." Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.

Salmo responsorial: 22

El señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar, / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos loa días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por los años sin término. R.

Efesios 5,8-14

Levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz

Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo descubierto es luz. Pero eso dice: "Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz."

Juan 9,1-41

Fue, se lavó, y volvió con vista

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo."

Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado." Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo."

[Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé."]

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado." Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta."

[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él."

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder."]

Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él.

[Jesús añadió: "Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste."]

 

 

DOMINGO III DE CUARESMA -A-


PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo. Éx 17, 3-7
Danos agua que beber 
EN aquellos días, el pueblo, sediento, murmuró contra Moisés, diciendo:
    «¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?».
Clamó Moisés al Señor y dijo:
    «¿Qué puedo hacer con este pueblo? Por poco me apedrean».
Respondió el Señor a Moisés:
    «Pasa al frente del pueblo y toma contigo algunos de los ancianos de Israel; empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y marcha. Yo estaré allí ante ti, junto a la roca de Horeb. Golpea la roca, y saldrá agua para que beba el pueblo».
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y llamó a aquel lugar Masá y Meribá, a causa de la querella de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
    «¿Está el Señor entre nosotros o no?».
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

PERDIMOS LOS REFERENTES    
El proyecto de liberación del pueblo es algo que supera cualquier previsión y expectativa humana y, si no es la fe la que sostiene el ánimo para la lucha, no hay otro elemento en qué apoyarse.
En el camino del desierto salen al paso el hambre y la sed que atacan directamente a la persona, pues son necesidades esenciales; el momento que nos narra el pasaje del Éxodo, cuando el pueblo se rebela ante la tentación del hambre (Masá) y se pone a criticar y a desanimarse (Meribá) es clave, pues el pueblo está preparándose.
           Están justamente al comienzo del camino y a la primera dificultad se vienen abajo y empiezan a protestar y a desconfiar de dios y a dudar de que Moisés sea el líder que Dios les ha puesto de guía para el proyecto: “Está o no está Dios en medio de nosotros?” ¡Malos augurios de camino! Si ya al mismo comienzo se empieza así, ¿Qué se puede esperar con gente en estas condiciones?
           Ante esta situación, Moisés se dirige a Dios para interceder por el pueblo, a lo que Dios responderá inmediatamente: “Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”
           Este episodio se unirá a otros muchos que se convertirán en referente a los que el pueblo podrá mirar en otros momentos, cuando duda de la presencia de Dios en medio de él.
           El gran problema que hoy tenemos es haber olvidado nuestra historia, haber quitado y desprestigiado los referentes que teníamos, como pueden ser los santos, los testigos que han sido capaces de entregar su vida para conseguir el respeto, el reconocimiento de la dignidad de la persona que nos dio Jesús, el reconocimiento de los grandes valores que han hecho que se reconozcan los derechos humanos, la dignidad y la grandeza de la mujer…Nos hemos olvidado quien fue el que consiguió todo esto que tenemos y, más bien, hemos llegado a pensar que el que lo consiguió es el culpable de que existieran, pues han llegado a considerarse limitaciones y degradaciones.

Salmo responsorial
Sal 94, 1-2. 6-7c. 7d-9 (R/.: cf. 7d-8a)
R/.   Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
        «No endurezcáis vuestro corazón».

        V/.   Venid, aclamemos al Señor,
                demos vítores a la Roca que nos salva;
                entremos a su presencia dándole gracias,
                aclamándolo con cantos.   
R/.
R/.   Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
        «No endurezcáis vuestro corazón».

        V/.   Entrad, postrémonos por tierra,
                bendiciendo al Señor, creador nuestro.
                Porque él es nuestro Dios,
                y nosotros su pueblo,
                el rebaño que él guía.   
R/.
R/.   Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
        «No endurezcáis vuestro corazón».

        V/.   Ojalá escuchéis hoy su voz:
                «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
                como el día de Masá en el desierto;
                cuando vuestros padres me pusieron a prueba
                y me tentaron, aunque habían visto mis obras».   
R/.
R/.   Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
        «No endurezcáis vuestro corazón».
SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. Rom 5, 1-2. 5-8
El amor ha sido derramado en nosotros por el Espíritu que se nos ha dado
HERMANOS:
Habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

LA OPCIÓN INQUEBRANTABLE DE DIOS     
                  Pablo reconoce lo que Cristo ha hecho por nosotros, sacándonos de la condición en la que nos encontrábamos y poniéndonos en la nueva situación conforme al proyecto de Dios.
                  Por otro lado, S. Pablo reconoce el gran bien que Dios nos ha hecho con darnos a Jesucristo como nuestro mediador: Él es quien avala nuestra persona y, por tanto,  quien da la cara por nosotros, con lo que nuestra esperanza se afianza sin límites y los problemas y sufrimientos que la vida nos presenta pierden su fuerza, ya que el Espíritu es el que da testimonio por nosotros y, por tanto, nadie podrá conseguir que Él rompa su actitud de misericordia hacia nosotros, únicamente nosotros seremos capaces de invalidar en nuestras vidas su acción redentora para con nosotros.


Versículo antes del Evangelio
Cf. Jn 4, 42. 15
Señor, tú eres de verdad el Salvador del mundo;
dame agua viva, así no tendré más sed.


EVANGELIO (forma larga)
Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 4, 5-42
Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna
EN aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:
    «Dame de beber».
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:
    «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó:
    «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva».
La mujer le dice:
    «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».
Jesús le contestó:
    «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dice:
    «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla».
Él le dice:
    «Anda, llama a tu marido y vuelve».
La mujer le contesta:
    «No tengo marido».
Jesús le dice:
    «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad».
La mujer le dice:
    «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».
Jesús le dice:
    «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad».
La mujer le dice:
    «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».
Jesús le dice:
    «Soy yo, el que habla contigo».
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?».
La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
    «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?».
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían:
    «Maestro, come».
Él les dijo:
    «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis».
Los discípulos comentaban entre ellos:
    «¿Le habrá traído alguien de comer?».
Jesús les dice:
    «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador.
Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos».
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho».
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
    «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».

Palabra del Señor.
EVANGELIO (forma breve)
✠   Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 4, 5-15. 19b-26. 39a. 40-42
Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna

EN aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:
    «Dame de beber».
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:
    «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó:
    «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva».
La mujer le dice:
    «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».
Jesús le contestó:
    «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dice:
    «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».
Jesús le dice:
    «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad».
La mujer le dice:
    «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».
Jesús le dice:
    «Soy yo, el que habla contigo».
En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos.
Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
    «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».
Palabra del Señor

REFLEXIÓN

SUPERAR LA RELIGIÓN   

Éxodo 17,3-7
Danos agua de beber
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: "¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?" Clamó Moisés al Señor y dijo: "¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen." Respondió el Señor a Moisés: "Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo." Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: "¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?"
Salmo responsorial: 94
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."
Venid, aclamemos al Señor, / demos vítores a la Roca que nos salva; / entremos a su presencia dándole gracias, / aclamándolo con cantos. R.
Entrad, postrémonos por tierra, / bendiciendo al Señor, creador nuestro. / Porque él es nuestro Dios, / y nosotros su pueblo, / el rebaño que él guía. R.
Ojalá escuchéis hoy su voz: / "No endurezcáis el corazón como en Meribá, / como el día de Masá en el desierto; / cuando vuestros padres me pusieron a prueba / y me tentaron, aunque habían visto mis obras." R.
Romanos 5, 1-2.5-8
El amor ha sido derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado
Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atreviera uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Juan 4,5-42
Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla."
[Él le dice: "Anda, llama a tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido." Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad."
La mujer le dice: "Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad." La mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo."
[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?" Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían: "Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban entre ellos: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores."]
En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho."] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo."




Algo que nos parece importante siempre que se comenta un texto del evangelio de Juan, es la apelación a su carácter simbólico peculiar. Juan no es un cronista. No podemos olvidar que el evangelio no es sinóptico, es decir: no es un texto narrativo, sino que es simbólico, hasta el punto que en muchos momentos los símbolos desplazan a la realidad: Juan afirma: «Yo soy la vid verdadera», por tanto, las demás vides de la realidad que conocemos no son vides verdaderas. De la misma manera afirma: “Yo soy el Pan verdadero”, el único que calma el hambre y de la misma manera se proclama “El agua viva” que calma la sed para siempre… todo lo demás que tiene este mundo es secundario. Por tanto, a la hora de coger en nuestras manos un texto de Juan hemos de tener bien presente este estilo, para no confundir los términos y decir lo que nunca se dijo.
Por eso, teniendo en cuenta esta realidad, nos vamos a detener en un aspecto que el texto pone de relieve, aparte de otros muchos:
Jesús se detiene en una conversación con la mujer que hoy tiene una actualidad enorme: los judíos consideran a los samaritanos impuros y herejes y ambos pueblos se hacen competencia religiosa; la mujer le pregunta a Jesús dónde está la verdad, quién tiene la razón: “Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.” A lo que Jesús sale al frente y le hace ver que no es posible seguir enzarzados y divididos por las religiones: “se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adoraran al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad”.
Durante miles de años los hombres han permanecido encasillados en diferentes religiones condenándose unos a otros. Cristo rompe esta mentalidad.   Ante la pregunta de la mujer, Jesús tiene una respuesta revolucionaria: los verdaderos adoradores no necesitan de religión, lo hacen desde el Espíritu y la verdad, en el corazón, que es la única religión verdadera
La estructura religiosa ya estamos viendo cómo se arma y se sostiene: aunque parte de unos principios válidos, rápidamente se centra en cosas secundarias que responden muchas veces a otros intereses particulares, sociales, culturales y hasta políticos que van haciendo que la gente se pierda y no sea a Dios a quien adore, sino que sirva a algunos de esos intereses.