DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO-B-

 De andar por casa

         Estoy seguro que has escuchado la frase: “Nadie es profeta en su tierra”, incluso la puedes ver hecha realidad constatando cómo tienen éxito los negocios que monta un extraño en tu pueblo, mientras que los vecinos fracasan.

 EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Marcos. Mc 6, 1-6

No desprecian a un profeta más que en su tierra

EN aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

             Parece que es nota típica del ser humano: el conocimiento de la persona lleva a la desconfianza, cuando debería ser lo contrario.

            Y es que hay algo que no soportamos: que alguien sea diferente, que no se acomode a lo establecido, que pueda tener éxito, mientras que yo, que lo conozco, pues me he criado a su lado, nadie se fija en mí, cuando yo pienso que valgo más que el otro.

            En definitiva, es la envidia la que no me permite reconocer la grandeza del otro y no acepto que triunfe.

            El éxito del otro me hace daño y me empuja a criticarlo, hacerle daño y desprestigiarlo… y hasta disfrutar con su fracaso.

            Jesús fue el punto de mira de toda su familia, de sus vecinos y de las autoridades del pueblo, envidiosos al ver que la gente lo seguía y lo escuchaba con agrado. Él mismo llegó a sufrir en su propia carne el ataque de la envidia de sus mismos parientes.

            La envidia les impidió a todos poder disfrutar del encuentro con la grandeza de Jesús y con la presencia del reino de los cielos que Él traía.

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO –B-

De andar por casa:

         Con frecuencia nos ocurre que montamos un problemón con nuestros cálculos y prejuicios y después, cuando nos encontramos con la realidad, nos damos cuenta que es otra cosa completamente distinta…

 EVANGELIO 

Lectura del santo Evangelio según san Marcos. Mc 5, 21-24. 35b-43

Contigo hablo, niña, levántate

EN aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente.
Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.

 REFLEXIÓN

             Cuando Jesús invitó a los apóstoles a ir a la “otra orilla”, allí donde no conocen a nadie y se sienten inseguros, donde pueden encontrar dificultades y empiezan a plantearse si vale la pena ir a tierra de enemigos… cuando van por el camino se levanta la tempestad que les lleva a desanimarse y a tirar la toalla. Jesús es ajeno a lo que ellos están sintiendo y tramando.

            Hoy nos presenta el evangelio lo que se encuentran en la “otra orilla”: un grupo de gente deseosa de escuchar la Palabra, enfermos, abandonados, desahuciados, necesitados de que alguien les eche una mano: Jairo con su hija muerta, la hemorroisa… gente que lo acoge y los escucha, cosa que no ocurre en su tierra.

            Para los apóstoles ha supuesto romper la rutina y salir de la seguridad de su casa, de su pueblo y de su gente.

            La invitación fuerte se la está haciendo hoy a la iglesia, a dejar sus seguridades y dejarse interrogar por los que sufren el abandono, el atropello; por los que ven actitudes que no les convencen y han decidido apartarse; por los que han perdido todo por culpa de la pandemia, o por los que están encontrando la muerte y devolverle a toda esta gente la salud, la esperanza y la vida… Nos encontramos que no son “gente de iglesia” pero con una dosis grande de sentido común, de justicia, de respeto y de fraternidad, gente que nos interroga fuertemente.

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

 De andar por casa.

         ¿Cuántas veces nos quedamos tan tranquilos, con los brazos cruzados, sin hacer lo que debemos por evitar meternos en complicaciones? Lo que llamamos “pecado de omisión”

 EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Marcos. Mc 4, 35-40

¿Quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!


AQUEL día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un cabezal.
Lo despertaron, diciéndole:
    «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
    «¡Silencio, enmudece!»
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
    «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?»
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
    «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!»
Palabra del Señor.

 REFLEXIÓN

        

            Estamos acomodados en una vida tranquila, con nuestros esquemas, obviando y eludiendo los problemas que puedan surgir a nuestro alrededor.

            Jesús invitó a sus amigos y a la gente de su tiempo a despertar y a implicarse en la construcción de un mundo mejor: “Vamos a la otra orilla”: allí donde está el problema, donde se nos está necesitando, donde se están jugando la vida, mientras yo me siento a gusto, despreocupado de todo.

            La tormenta se levanta cuando estoy a mitad de camino o, incluso antes de comenzar, cuando me doy cuenta del riesgo que corro, de las implicaciones que pueden presentarse y de las consecuencias que me puede acarrear…

            Ahí la tormenta arrecia y me hace venirme abajo, porque considero que mis fuerzas no me van a dar, porque no me siento preparado, porque calculo las pérdidas que voy a tener y las posibilidades que puedo perder…

            Y el miedo se apodera de mí y me hace retroceder. Ahí se escucha la voz de Jesús que me dice: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?

            Hoy nos viene insistiendo: “Vamos a la otra orilla”, dejemos la comodidad en la que nos hemos instalado, quitémonos el miedo a todos los prejuicios que nos hemos hecho…

DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

 De andar por casa

         Es muy común encontrarse con gente que no se explica cómo ha podido ocurrir que habiendo dado una buena educación, habiéndose conducido de acuerdo a unas buenas costumbres… en los hijos nace y crece otra cosa completamente distinta.EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Marcos. Mc 4, 26-34

Es la semilla más pequeña, y se hace más alta que las demás hortalizas


EN aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.

 REFLEXIÓN

             De la misma manera que vemos que crecen actitudes muy distintas a las que se han fomentado y se han cultivado en la persona, ocurre el efecto contrario: hay gente que vivió en situaciones de caos, de explotación, de inmoralidad… y en su corazón y en su mente se desarrolló una actitud completamente contraria; y para esto, bastó a veces un gesto de cariño, una palabra amable, una atención… algo aparentemente sin importancia para que se generase todo un proceso diferente a lo que se ha venido viviendo.

            Y es que el reino de los cielos es algo incontrolable para el ser humano; crece y se desarrolla con la fuerza del Espíritu Santo, por eso, no podemos decir jamás que algo es inútil o innecesario o irrelevante… porque solo el Espíritu es el que controla, a nosotros nos toca sembrar lo que recibimos para hacerlo y eso no podemos eludirlo, es el encargo que nos dejó el Señor y de lo que nos ha de pedir cuentas.

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo -B-

 De andar por casa.

         ¿Cuántas veces hemos oído a alguien que le sienta muy mal que se burlen de él y hasta nos hemos sentido heridos cuando alguien nos ha fallado y ha faltado a su palabra dejándonos colgados?

         Nuestra dignidad es algo que nos toca en lo más sagrado de nuestra persona… Una de las cosas que más valoramos es la lealtad y la fidelidad.

 

EVANGELIO

 

 Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26

Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

—«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

—«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?".

Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena».

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

—«Tomad, esto es mi cuerpo».

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.

Y les dijo:

—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

       Toda la vida de Jesús ha venido orientada a este momento; es la cumbre de toda su vida y su misión: Dios ha determinado restaurar al hombre y ofrecerle lo máximo a lo que se puede aspirar: SER HIJO DE DIOS y Él ha asumido nuestra naturaleza haciéndonos partícipes de su SER.

       Es la conclusión de todo el proyecto de Dios para con el hombre. Ya no se puede hacer más: “Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

       Es el compromiso supremo de Dios con el hombre, no se puede pensar en algo más grande para el hombre.

       Es la alianza, el compromiso definitivo de Dios con el ser humano: Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos.”

       Pero esto que tiene toda la fuerza de Dios, no es correspondido por el hombre, hasta el punto que da por válido eso de que “para ser cristiano y creer en Dios no es necesario ir a misa” que es tanto como decir: “me importa un bledo lo que Dios ha hecho”; o también aquello de: “Yo soy creyente, pero no practicante” y lo aceptamos como respuesta válida. Es decir: pasamos de lo que Dios ha establecido y funcionamos a nuestra manera.

       Si a nosotros nos cae tan mal que se burlen de nosotros, ¿Cómo creemos que ha de estar Dios con nuestra forma de pensar y de actuar?