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SOLEMNIDAD DE PENTECONSTES

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo.
Evangelio según san Juan.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Palabra del Señor.
    Con esta celebración de Pentecostés, cerramos el ciclo Pascual. Cristo cumple su promesa de enviarnos el Espíritu Santo, desde el Padre. Por eso es trascendental para nosotros  esta Solemnidad.
    Comienza el tiempo de la Iglesia en la cual el Espíritu es el que la mueve, y sostiene, es el alma de ella misma. Pero realmente ¿quién es el Espíritu Santo?, podremos encontrar algunos aspectos dentro de este texto evangélico.
    Es quien da vida a la Iglesia, nos encontramos que los apóstoles estaban todos juntos por miedo a los judíos, ellos que habían vivido con Cristo, lo habían visto muerto y resucitado no eran capaces de dar testimonio, pero una vez que reciben el Paráclito, no tienen miedo y salen a predicar y proclamar.
    El Espíritu es la fuerza que empuja a ser testigos del Resucitado, conocemos que una vez que vino a ellos, los apóstoles, comienzan a predicar en diversas lenguas y se dispersan por todo el universo.
    Es el alma de la Iglesia, aquel que no vemos y es necesario para su subsistencia, al igual que nuestro espíritu está tan dentro de nosotros, no lo notamos pero  es primordial para vida.
    Celebremos con gozo la fiesta de Pentecostés y dejémonos llenar de su Espíritu para que al llenarnos de Él podamos decir, !Ven Espíritu Santo!, mira el vacío del hombre cuando Tú le faltas por dentro".
    



SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION

 

Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Del evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos». Palabra del Señor.
    Cuenta la tradición que hay tres jueves que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. Pues bien, hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión, el Señor asciende al cielo para sentarse a la derecha de Dios Padre, una vez que ha culminado su obra y ha prometido la venida del Espíritu Santo.
    Hoy Jesús nos indica que vayamos a Galilea, el lugar del "Encuentro" donde fueron elegidos los Apóstoles y comenzó a predicar el Reino de Dios, nos invita a revivir y experimentar nuevamente el primer encuentro que tuvimos cada uno de nosotros con Él. A partir de ese momento conocemos todas sus palabras y milagros que hizo a lo largo de todo el tiempo que estuvo en Palestina.
    Celebrar esta solemnidad de la Ascensión del Señor, es reconocer que Cristo es el Señor de la Historia y del tiempo, testimoniar que es el Señor, nos impulsa a mirarle solo a Él y tributarle honor y gloria, "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra". El mejor honor y la mejor gloria que podemos tributarle viene también de su mano, "Id y haced discípulos de todos los pueblos", "enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado": haciendo discípulos y ensenándoles a vivir el estilo de vida de Cristo, haciéndolo presente en medio de nuestra vida, en los lugares de trabajo, familia, momentos de convivencia, etc.
    Desde este momento los Apóstoles se convierten en testigos del Resucitado, continuadores de la obra del Señor hasta nuestros días, así también Cristo cumple su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Él está presente en el día a día, por medio de su Espíritu, en la Palabra y los Sacramentos, en aquel que lo ha acogido, se ha unido a Él y se ha convertido en discípulo y testigo.
    Seamos discípulos y por lo tanto, testigos del Resucitado en medio de nuestro mundo con la esperanza que Él está presente en nosotros y esperemos con gozo el cumplimento de su promesa: el envío del Espíritu Santo.
    
    

VI DOMINGO DE PASCUA


 Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito.

Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.
No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él». Palabra del Señor.
    En nuestro mundo actual, o en nuestra propia vida, siempre nos movemos por valores fundamentales, los cuales no podemos comprar ni vender, sino que son constitutivos del ser humano.
    Nacimos para amar y ser amados, nos movemos por medio de la esperanza, confianza, servicio y entrega, entre otros valores. En este domingo nos encontramos que Jesús también vivió y los llevó a plenitud en su obra, nos amó primero, nos enseñó a esperar y sobre todo a confiar, servir y entregarnos al Padre a través de los hermanos.
    Por medio de Jesús, nosotros podemos amar al Padre porque Él nos llevara al encuentro al igual que lo hizo con su apóstoles y con todos aquellos que lo conocieron en su tiempo, este encuentro será posibilitado por el Paráclito, el Espíritu.
    Jesús nos invita a guardar los mandamientos, Los mandamientos son exigencia del amor. Las “exigencias” no son obligaciones impuestas desde fuera sino la exigencia que viene del interior y que se debe manifestar en hechos. Desde este punto de partida, amando a los demás manifestaremos el amor que nos tiene el Padre que es manifestado a través del Hijo y por la fuerza de su Espíritu.
    Haciendo presente a Jesús con nuestras obras nos estamos uniendo al misterio del Amor que nos trajo Jesucristo y por eso también se llevará a cabo sus palabras "Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros"-
    

V DOMINGO DE PASCUA

Yo soy el camino y la verdad y la vida.
Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice:
-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice:
-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: -«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mi. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.» Palabra del Señor.
    El evangelio de este V domingo de Pascua, para nosotros es de singular importancia, ya que se nos invita a creer en Dios y en Jesús. Esta invitación viene precedida de una petición "que no se turbe vuestro corazón", por lo tanto no es el creer sin más, sino poner toda la confianza en Jesús sobre todo en los momentos difíciles. Si nos detenemos en el texto descubrimos que fue proclamado antes de la pasión, esto quiere decir que los discípulos tienen que vivir la experiencia del Gólgota.
    Desde esta óptica descubrimos que también nosotros tenemos que subir al Gólgota y es desde ese lugar donde tenemos que poner toda nuestra confianza en Jesús y por ende en Dios.
    La partida de Jesús de este mundo al Padre, es sin lugar a dudas, el restablecimiento de la relación paterno-filial de cada uno de nosotros en Él. "Voy a prepararos sitio", es Jesús quien posibilita que estemos en la presencia de Dios. el lugar que desde el principio teníamos antes de la caída del hombre. Con esta afirmación Jesús va mucho más lejos de lo que nosotros podemos esperar, "para que donde estoy yo, estéis también vosotros".
    Para vivir esta realidad tenemos que unirnos a Jesús, pues como Él nos dice es "el camino, la verdad y la vida". Jesús es el origen y el final de nuestro camino, por medio de Él empezamos a conocer al Padre y también por medio de Él llegaremos a encontrarnos con el Padre, por lo tanto, es el único camino. Él es la verdad, no solo desde el raciocinio, sino como podemos ver en todo el evangelio de Juan el "Yo soy" se adecua en Cristo, Él y el Padre son uno, de esta forma el ser de Dios es Él y por lo tanto, no hay error. Si Dios es la vida en plenitud, vida sin ocaso, que no tiene origen ni fin, descubrimos que Jesús es la vida en Dios, el sentido pleno de todo hombre está en Él, se  compadeció de nosotros muriendo en la Cruz para descubrirnos con su Resurrección la Vida. Quien se une a Él tendrá la vida eterna.
    Comencemos a caminar junto a Jesús sabiendo que estará con nosotros hasta el final de los tiempos, y así descubrir el ser de Dios en nosotros por medio de la verdad que es Cristo y poder llegar a contemplar en plenitud la Vida que nos trae Jesucristo en Dios. Feliz domingo.
    
    

 

IV DOMINGGO DE PASCUA

 

Yo soy la puerta de las ovejas.
Lectura del evangelio se san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante». Palabra del Señor.
    Poco a poco nos estamos adentrando en este tiempo de Pascua viviendo con gozo la alegría del Resucitado a la espera de un nuevo Pentecostés. Hoy IV domingo de Pascua, Jesús se presenta como Pastor y puerta del aprisco.
    El Pastor que conoce a cada una de sus ovejas, y que ellas escuchan y reconoce su voz. Muchas voces se oyen en nuestro mundo y muy cerca de nosotros que no nos llevan al lugar del aprisco preparado por el Mesías. Oír la voz del Señor es conocer lo que nos pide, pero sobre todo obedecerle. Él mismo nos alerta de ello, "las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños". Este pastor bueno es aquel que nos cuida, alimenta, sana y da la vida por nosotros. Estamos llamados a seguirle y a entrar por su puerta.
    Esta es la otra imagen que encontramos hoy. "Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos". Esta afirmación del Pastor nos libera, nos dignifica y más aún nos alimenta con la Palabra y los Sacramentos. Entrar por la puerta que es Jesús, es lo mismo que "acercarse a Él", "darle nuestra adhesión", esto lleva consigo asemejarse a Él, ir como Él a la búsqueda del bien del hombre. 
    Jesús Pastor ha venido para que tengamos vida y vida abundante, él lo llevo a cabo durante toda su vida, por medio del anuncio del Reino, los milagros y sobre todo por su entrega al hombre en la Cruz donde lo dio todo y nos abrió la puerta de su corazón. Que Él sea siempre puerta y guardián de nuestras vidas.

III DOMINGO DE PASCUA

 

Lo reconocieron al partir el pan.
Del evangelio de san Lucas.
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor.
    En este tercer domingo de Pascua, el Resucitado se nos acerca caminando con nosotros. En la figuras de los caminantes hacia Emaús, nos podemos ver reflejados todos nosotros. Iban hablando de lo que había sucedido en estos días, que aquel en quien tenía puesta toda su confianza y veían cumplidas las promesas de Dios, había terminado en la Cruz. En definitiva se habían convertido en hombres sin esperanza.
    En nuestra vida, en muchas ocasiones también nosotros necesitamos de respuestas, ellos le contaron su experiencia, pero olvidaban que sus vidas e historias están en manos de Dios. "Que necios y torpes sois, ¿no era necesario que el Mesías padeciera esto?", desde aquí Jesús resucitado, les va iluminando con la Escritura acerca de Él, tanto es así que la presencia de Cristo en sus vidas van llenándolos nuevamente de esperanza. "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída".
    Este pasaje bíblico nos invita a redescubrir nuevamente en cada uno de nosotros el plan de salvación que Dios tiene, a trasformar nuestra vida de cristianos para ser testigos, "no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras",  nos invita en definitiva a retroceder el camino andado para volver a encontrarnos con el Resucitado, a ir nuevamente a Galilea donde se produjo el primer encuentro.
    Cuando dejamos que entre en nuestras vidas, todo queda trasformado e iluminado con la luz de la Pascua, con el poder de la Resurrección y sobre todo con la presencia alentadora y eterna en el signo del pan, la Eucaristía.
    Dejemos que venga a nosotros y nos convierta, nos transforme, nos explique las Escrituras y sobre todo comparta con nosotros el pan, para así poder nosotros también ser testigos de este encuentro e ir a anunciarlo a nuestros hermanos.
    

II DOMINGO DE PASCUA


 Hemos visto al Señor.
Del evangelio según san Juan.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Palabra del Señor.
    Con este domingo cerramos la octava de la Resurrección del Señor.  Descubrimos que el Resucitado está en medio de nosotros, nos desea la paz, nos envía y a su vez nos da su Espíritu para que creamos y no dudemos.
    "Paz a vosotros", Cristo es la paz que nos trae por parte de Dios, y nos la da para que sepamos que ya ha sido cancelada la deuda del hombre. La paz que el mundo no nos puede dar nos la da Él. Estar en paz en Dios es estar en comunión con Él, ser y estar como  la primera vez que el hombre se acercaba a Dios. Somos portadores de paz y por eso nos envía.
    Nos envía para que seamos testigos de Él en medio de nuestro mundo, nos envía para testimoniar que Él esta vivo, nos envía como el Padre lo ha hecho con Él, para mostrar su rostro misericordioso. Ser enviados es ser portadores, no es ser origen de la noticia ni el fin último de la misma, ya que es Cristo. Nuestra notica ha de ser "Hemos visto al Señor", pero esta afirmación tiene que salir desde el convencimiento de que Él está vivo.    
    Uno de los doce,  quizás nosotros mismos, tengamos dudas, pero el Maestro se rebaja a nosotros y nos enseña las señales de la pasión, sobre todo nos vuelve a mostrar su amor y misericordia. "Aquí tenéis mis manos y mis pies". "Dichosos vosotros si creéis sin haber visto". 
    


DOMINGO DE RESURRECCION

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Del evangelio de san Lucas
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron:
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar».
Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.
Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos. Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido. Palabra del Señor
    Nos hemos venido preparando durante toda la Cuaresma para lo que conmemoramos hoy. Después de celebrar el Santo Triduo Pascual, nos encontramos con el misterio central de nuestra fe: La Resurrección de Cristo de entre los muertos.
    Hoy celebramos la Resurrección del Señor. El gran hecho para toda la humanidad es que Cristo está vivo en medio de nosotros. El Evangelio nos manifiesta que aun en la incertidumbre de la noticias que les llegan por medio de la mujeres, encuentran el sepulcro vacío y creen.
    ¿Por que buscáis entre los muertos al que vive?. En torno a esta pregunta se ha de concretizar nuestra respuesta y nuestra vida. ¿Dónde buscamos a Cristo en nuestra vida? Después de contemplar a Cristo en la Cruz, nos viene la necesidad de plantearnos que quizás lo hagamos de techo para abajo, y nos seamos capaces de mirar hacia lo alto. 
    Nuestra vida espiritual se mueve desde la fe del Resucitado, los signos del sepulcro vacío, las vendas, el testimonio de todos aquellos que vieron el sepulcro, nos hace pensar que la fe que nos pide Cristo ha de ser una fe en su resurrección, una fe en el amor que rompe las ataduras de la muerte, una fe que se nutre de la llagas del resucitado, puesto que como nos dice el apóstol Pedro, sus heridas nos han curado.
    Seamos portadores de fe y esperanza en medio de nuestro mundo y mostremos a Cristo en medio de él para que la vida con mayúscula se haga presente en todo aquel que lo necesite y siendo  testigos de la fe  también nos encontremos con el resucitado y vivamos plenamente de su amor.
¡Feliz Pascua de Resurrección!