SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION

 

Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Del evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos». Palabra del Señor.
    Cuenta la tradición que hay tres jueves que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. Pues bien, hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión, el Señor asciende al cielo para sentarse a la derecha de Dios Padre, una vez que ha culminado su obra y ha prometido la venida del Espíritu Santo.
    Hoy Jesús nos indica que vayamos a Galilea, el lugar del "Encuentro" donde fueron elegidos los Apóstoles y comenzó a predicar el Reino de Dios, nos invita a revivir y experimentar nuevamente el primer encuentro que tuvimos cada uno de nosotros con Él. A partir de ese momento conocemos todas sus palabras y milagros que hizo a lo largo de todo el tiempo que estuvo en Palestina.
    Celebrar esta solemnidad de la Ascensión del Señor, es reconocer que Cristo es el Señor de la Historia y del tiempo, testimoniar que es el Señor, nos impulsa a mirarle solo a Él y tributarle honor y gloria, "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra". El mejor honor y la mejor gloria que podemos tributarle viene también de su mano, "Id y haced discípulos de todos los pueblos", "enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado": haciendo discípulos y ensenándoles a vivir el estilo de vida de Cristo, haciéndolo presente en medio de nuestra vida, en los lugares de trabajo, familia, momentos de convivencia, etc.
    Desde este momento los Apóstoles se convierten en testigos del Resucitado, continuadores de la obra del Señor hasta nuestros días, así también Cristo cumple su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Él está presente en el día a día, por medio de su Espíritu, en la Palabra y los Sacramentos, en aquel que lo ha acogido, se ha unido a Él y se ha convertido en discípulo y testigo.
    Seamos discípulos y por lo tanto, testigos del Resucitado en medio de nuestro mundo con la esperanza que Él está presente en nosotros y esperemos con gozo el cumplimento de su promesa: el envío del Espíritu Santo.