XII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

 

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo.
Del evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse.
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la «gehena». ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos». Palabra del Señor.

    El domingo pasado nos encontrábamos con la llamada de Jesús para su seguimiento y proclamación del Evangelio, hoy nos manifiesta el cómo ha de ser esa misión: Anunciad sin miedo, poniendo toda nuestra confianza en Él.

    En este camino de proclamación también nos habla desde el interior del corazón y nos invita a que lo que escuchemos al oído y meditemos en el silencio o incluso en la oscuridad de nuestro interior, Él está con nosotros y quiere que proclamemos, que anunciemos todo lo que nos dice. Este anuncio puede ser contradictorio para los demás y podemos caer en la tentación del miedo pero nos dice que no lo tengamos, puesto que está con nosotros.

    Nada sucede sin que Dios lo sepa, por lo tanto, la vida está en sus manos, aceptar la vida con sus alegrías y sufrimientos, y trabajar para cambiarla es un acto de fe y esperanza en Dios.

    Quien nos envía está con nosotros y nos defenderá en el momento oportuno si nuestro anuncio es su Palabra y mensaje. Vivamos y anunciemos la Buena Noticia, para transformar el mundo y así ser instrumentos del amor y esperanza de Dios en medio de él.


XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

 

Llamó a sus doce discípulos y los envió.

Del evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, al ver Jesús a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.
Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis». Palabra del Señor.
    Con este domingo retomamos nuevamente el tiempo ordinario. Hoy Jesús nos llama para ponernos en camino junto a Él. Quiere que trabajemos codo con codo para hacerlo presente, para ello lo primero que tenemos hacer es tener sus mismos sentimientos, mirar a nuestro alrededor con ojos de misericordia.
    Cuando descubrimos su misericordia en nosotros, estamos descubriendo nuestras propias necesidades respecto a Él, es decir, su falta en nuestra vida de fe, de cristianos y ello nos empuja a buscarle como lo hace la muchedumbre que lo acompaña que "andaban como ovejas que no tienen pastor".
    Él quiere que seamos instrumentos suyos y que nos pongamos en marcha para ser imagen suya en medio del mundo, como lo hicieron los apóstoles. Al igual que los llamó por su nombre nos llama a nosotros, y nos da "autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia", y también nos muestra la misión que nos es otra cosa que su quehacer, lo que hizo continuamente a lo largo de su vida, "id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis»".
    Esta misión que nos ofrece en este domingo, ha de ser para nosotros el distintivo de nuestro ser-cristianos, pues tenemos su fuerza, aquella que recibimos en Pentecostés, tenemos su entrega y amor como lo descubrimos en la Eucaristía, y sabemos que su palabra es veraz y tenemos la certeza que Él estará con nosotros hasta el fin del mundo. 
    
    

SOLEMNIDAD CORPUS CHRISTI

 

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
Del evangelio según san Juan:
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Palabra del Señor.
    Terminada la revelación de Dios Trinidad, la Iglesia celebra al domingo siguiente la Solemnidad del Corpus Christi. Hoy es el día del Señor, prolongación de la Institución de la Eucaristía que se llevó a cabo Jueves Santo.
    Las lecturas de este domingo no hacen referencia directa al pasaje de la última cena, sino las consecuencias de este momento. En ella Jesucristo se nos queda para siempre en el pan y en el vino, celebramos por lo tanto un memorial, "Haced esto en memoria mía".
    Ante este misterio de fe, tenemos que tener en cuenta toda la vida de Jesús, desde su Encarnación, "la Palabra se hizo carne", hasta las comidas con los pecadores, los milagros, el perdonar pecados, el enseñar con autoridad, sus predicaciones, etc., van formando y configurando este momento, en todos ellos podemos imbuirnos para tener vida en Él, "he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia".
    Que Cristo se haga carne nos manifiesta que quiere compartir su vida con nosotros y que al igual que el pan da vida y fortaleza, Él es nuestra Vida y fortaleza en el caminar hasta el Padre.
    El sentido de toda la vida del hombre es ponerse precisamente al servicio del mismo, partir y compartir nuestra vida, eso es lo que nos enseña el Maestro, el se parte y comparte su vida con nosotros, entregándose en la Cruz, para que tengamos vida. Participar de la Eucaristía es participar en su vida y misión.
    La Eucaristía es profecía, "Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre", El maná que recibieron el pueblo de Israel en el desierto ya era prefiguración de este Pan que da vida en plenitud. El maná miraba ya, por lo tanto, al pan eucarístico.
    También Jesús nos señala algo importantísimo en el texto, "como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí". La Eucaristía es presencia, quien se une a Cristo sacramentado se convierte en su presencia en medio de nuestro mundo, para hacer lo que él hizo, manifestar su amor y entrega al hombre de todos los tiempos y lugares,
    Que este misterio de fe nos empuje a encontrarnos con Él en la Eucaristía, para poder dar nosotros también en su nombre vida a este mundo, como lo hizo aquel niño que le presentó lo que tenía: cinco  panes y dos peces para que por medio de ellos el mundo fuera alimentado por la Palabra y el amor de Cristo. 
    

SOLEMNIDAD SANTISIMA TRINIDAD

 

Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él.
Del evangelio de san Juan.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Palabra del Señor.
    En esta solemnidad de la Santísima Trinidad, celebramos a Dios revelado en las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios uno y trino, comunidad de Amor. Es un misterio de fe, pero sobre todo es Misterio de Amor. La Trinidad es una verdad para creer y la base de nuestra vivencia cristiana.
    Cuando nos acercamos a este Misterio lo hacemos con lenguaje humano y racional. Todos los atributos que le otorgamos a Dios, supera al lenguaje, ya que este lo acota y lo hace finito porque esa es nuestra realidad. Dios es mucho más que el significado de la palabra. 
    Debemos tomar conciencia que cuando hablamos de cualquiera de las tres personas, estamos hablando de Dios. Dios es amor, este amor del Padre es el que hace posible el envío de Jesucristo "tanto amó Dios al mundo que nos envió a su único Hijo", para que conociéndolo a Él llegáramos a conocer al Padre, "quién me ha visto a mí a visto al Padre" le dirá Jesús a Felipe cuando este le pide "muéstranos al Padre". Y el amor no se puede quedar encerrado en sí mismo por esto el Hijo nos ama hasta el extremo y nos promete el Espíritu Santo y es enviado el día de Pentecostés, para sentir su presencia alentadora en nuestra vida.
    Nadie se podrá encontrar con el Hijo o con el Padre o con el Espíritu Santo. Nuestra relación será siempre con el TODO que nos identifica con Él.
    Esta celebración nos invita a vivir la unidad tan deseada por Cristo, una unidad que llega a manifestarse en medio de la pluralidad de dones y carismas. "que todos sean uno, como tú y yo Padre somos uno". que nos impulsa a reconocer sus signos en medio de nuestro mundo, y nos ayuda a través del Espíritu a llegar a manifestarlo en medio de la vida.
    Que este Dios del Amor que se manifiesta en Jesucristo Redentor nos fortaleza con su Espíritu Santificador para que seamos todos uno en el mundo como Dios Uno y Trino.