PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro de la Sabiduría
9, 13‑18
¿Quién comprende lo que Dios quiere?
¿Qué
hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere?
Los
pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son
falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre
abruma la mente que medita.
Apenas
conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues
¿Quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le
das sabiduría, enviando tu santo espíritu desde el cielo?
Sólo
así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que
te agrada, y la sabiduría los salvó.
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
CUIDADO CON LOS FANATISMOS
No hay absurdo más grande, ni actitud más
peligrosa, que creerse poseedor de la verdad absoluta y querer imponérselo a
los demás, eso es lo que hoy llamamos fanatismo y que estamos viendo la
cantidad de muerte que está produciendo en nombre de la verdad y de Dios.
Estos fanatismos suelen darse de
forma muy típica en ideologías religiosas, políticas y económicas, pues además
se sostienen perfectamente porque se instalan en mutuo acuerdo con los
intereses personales, con lo que una cosa se sostiene y apoya en la otra.
El autor del libro de la Sabiduría
se enfrenta a esta realidad y la contrasta con la propia existencia humana,
dándose cuenta que la gran mayoría de personas, no es capaz ni de poner en
orden su propia existencia y se atreve a decir cómo tiene que ser el plan de
Dios y hasta lo que tiene que hacer, lógicamente, siempre coincidiendo con sus
conveniencias e intereses.
Por eso Salomón, cuando tiene que
hacer una petición a Dios, le pide sabiduría para no cometer la torpeza de
creerse con la verdad y pretender que Dios se someta a sus órdenes, de manera
que se incapacite para encontrarse con la verdad y querer manejarla a su
antojo.
Esta es la eterna y constante
tentación que nos acecha a todos, de tal forma que no estamos tranquilos mientras
las cosas no caminan según nuestros planes y propósitos
Salmo responsorial Sal 89, 3-4. 5‑6. 12‑13. 14 y 17 (R.: 1)
R.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo:
«Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R.
R.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R.
R.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.
R.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Por la mañana sácianos de tu
misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y
júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras
manos. R.
R.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
SEGUNDA LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a Filemón 9b‑10. 12‑17
Recíbelo, no como esclavo, sino como
hermano querido
Querido
hermano:
Yo,
Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo,
a quien he engendrado en la prisión; te lo envío como algo de mis
entrañas.
Me
hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta
prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar
contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad.
Quizá
se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo,
sino mucho mejor: como hermano querido.
Si
yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como
cristiano.
Si
me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo.
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
ROMPER
BARRERAS DE ESCLAVITUD
El
cambio de sentido de las cosas, hace que la realidad se transforme
completamente: Filemón es un hombre libre, con una muy buena posición, amigo de
Pablo, que tiene un esclavo que se llama Onésimo. Éste se escapa de su dueño y,
como sabe que tiene pena de muerte, se acerca a Pablo para que él lo defienda
ante su dueño.
Onésimo
se queda un tiempo con Pablo y es capaz de romper sus cadenas interiores y
aceptar la libertad que Cristo le ha regalado.
Onésimo
se vuelve a su trabajo, no ya como un esclavo, sino como un hombre libre y es
recibido como un hermano y no como un esclavo, aunque legalmente todo siga
igual, pero ha cambiado radicalmente la realidad: el trabajo ya no es un
castigo, sino un servicio que se hace como expresión del amor; las relaciones
no son ya de superior-inferior, sino de iguales, fraternas; incluso el mismo
Pablo no quiere forzar nada a Filemón y le pide que todo se dé en absoluta
libertad por ambas partes: Filemón y Onésimo.
Con
lo cual, Pablo, no solo libera a Onésimo de sus cadenas, sino que también a
Filemón le hace romper todo un esquema legalista y cultural en el que está
enmarcado y del que tiene que desprenderse ante el encuentro con Cristo.
¿Qué
barreras son las que hoy deberíamos romper para sentirnos libres?
Aleluya
Sal 118, 135
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 14, 25‑33
El que no renuncia a todos sus bienes no
puede ser discípulo mío
En
aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
-“Si alguno se viene conmigo y no pospone
a su padre y a su madre, y a su mujer y
a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede
ser discípulo mío.
Quien
no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿Quién de vosotros, si quiere
construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene
para terminarla? No sea que,
si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que
miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.”
¿O
qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si
con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y
si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones
de paz.
Lo
mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo
mío.”
Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
LLEVAR LA CRUZ
Con frecuencia nos
encontramos a cristianos que acogen estas palabras de Jesús de forma poco
correcta y llegan a consecuencias que nunca pidió Jesús.
Para que nos entendamos, es cuestión
de que nos pongamos en el puesto de Jesús: para él, su vida es hacer la
voluntad de su Padre y, por tanto, asumir las consecuencias que lleve consigo
el cumplimiento de su voluntad.
La fidelidad al Padre le llevó hasta
el extremo de asumir “llevar la cruz”
como un reo que es paseado por todo el pueblo con el título de su condena, para
que todo el mundo lo desprecie y Jesús no dio marcha atrás: la voluntad de su
Padre está por encima de todo y se realiza hasta las últimas consecuencias.
Éste es el verdadero sentido que tuvo para Él
Por tanto, cuando Él nos dice que
tomemos nuestra cruz y le sigamos, no está diciendo que vayamos buscando
sacrificios a nuestra medida y nos los impongamos para hacerle daño a nuestro
cuerpo, ni tampoco llamarle cruz a las desgracias naturales que nos puedan
venir, como una enfermedad o un accidente… No, la cruz no hay que buscarla, nos
viene impuesta cada mañana cuando nos levantamos y significa afrontar la vida
con todas sus consecuencias, de la misma manera que Él lo hizo: “siguiéndolo”
de tal forma, que si hubiera que dar, incluso la vida, como le ocurrió a Él,
por dar testimonio de la verdad, de la justicia, del amor y de la paz, no hay
que dudar en llegar, incluso al calvario.
Esto suena a desvarío, sobre todo en
el tiempo en que vivimos en el que el relativismo es total y ni siquiera los
grandes compromisos se toman con carácter duradero, sino que todo queda
condicionado a que pueda convenirme o no.