DOMINGO XXIII DEL T. O. -C-


PRIMERA LECTURA




Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13‑18

¿Quién comprende lo que Dios quiere?



            ¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? 

            Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita. 

            Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues ¿Quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu santo espíritu desde el cielo? 

            Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó. 

Palabra de Dios. 



REFLEXIÓN



CUIDADO CON LOS FANATISMOS 

No hay absurdo más grande, ni actitud más peligrosa, que creerse poseedor de la verdad absoluta y querer imponérselo a los demás, eso es lo que hoy llamamos fanatismo y que estamos viendo la cantidad de muerte que está produciendo en nombre de la verdad y de Dios.

            Estos fanatismos suelen darse de forma muy típica en ideologías religiosas, políticas y económicas, pues además se sostienen perfectamente porque se instalan en mutuo acuerdo con los intereses personales, con lo que una cosa se sostiene y apoya en la otra.

            El autor del libro de la Sabiduría se enfrenta a esta realidad y la contrasta con la propia existencia humana, dándose cuenta que la gran mayoría de personas, no es capaz ni de poner en orden su propia existencia y se atreve a decir cómo tiene que ser el plan de Dios y hasta lo que tiene que hacer, lógicamente, siempre coincidiendo con sus conveniencias e intereses.

            Por eso Salomón, cuando tiene que hacer una petición a Dios, le pide sabiduría para no cometer la torpeza de creerse con la verdad y pretender que Dios se someta a sus órdenes, de manera que se incapacite para encontrarse con la verdad y querer manejarla a su antojo.

            Esta es la eterna y constante tentación que nos acecha a todos, de tal forma que no estamos tranquilos mientras las cosas no caminan según nuestros planes y propósitos



Salmo responsorial Sal 89, 3-4.  5‑6.  12‑13. 14 y 17 (R.: 1)




R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. 



Tú reduces el hombre a polvo, diciendo:

«Retornad, hijos de Adán.»

Mil años en tu presencia 

son un ayer, que pasó;

una vela nocturna. R.

R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.



Los siembras año por año,

como hierba que se renueva:

que florece y se renueva por la mañana,

y por la tarde la siegan y se seca. R.

R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.



Enséñanos a calcular nuestros años,

para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?

Ten compasión de tus siervos. R. 

R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.



Por la mañana sácianos de tu misericordia,

y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Baje a nosotros la bondad del Señor

y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.

R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. 

  

SEGUNDA LECTURA




Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón 9b‑10. 12‑17

Recíbelo, no como esclavo, sino como hermano querido



            Querido hermano: 

            Yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión; te lo envío como algo de mis entrañas. 

            Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad. 

            Quizá se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. 

            Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano. 

            Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo. 

Palabra de Dios. 



REFLEXIÓN



ROMPER BARRERAS DE ESCLAVITUD  

            El cambio de sentido de las cosas, hace que la realidad se transforme completamente: Filemón es un hombre libre, con una muy buena posición, amigo de Pablo, que tiene un esclavo que se llama Onésimo. Éste se escapa de su dueño y, como sabe que tiene pena de muerte, se acerca a Pablo para que él lo defienda ante su dueño.

            Onésimo se queda un tiempo con Pablo y es capaz de romper sus cadenas interiores y aceptar la libertad que Cristo le ha regalado.

            Onésimo se vuelve a su trabajo, no ya como un esclavo, sino como un hombre libre y es recibido como un hermano y no como un esclavo, aunque legalmente todo siga igual, pero ha cambiado radicalmente la realidad: el trabajo ya no es un castigo, sino un servicio que se hace como expresión del amor; las relaciones no son ya de superior-inferior, sino de iguales, fraternas; incluso el mismo Pablo no quiere forzar nada a Filemón y le pide que todo se dé en absoluta libertad por ambas partes: Filemón y Onésimo.

            Con lo cual, Pablo, no solo libera a Onésimo de sus cadenas, sino que también a Filemón le hace romper todo un esquema legalista y cultural en el que está enmarcado y del que tiene que desprenderse ante el encuentro con Cristo.

            ¿Qué barreras son las que hoy deberíamos romper para sentirnos libres?



Aleluya Sal 118, 135

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus leyes.



EVANGELIO




Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 25‑33

El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío



            En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: 

-“Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre,  y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 

            Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. 

            Así, ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.” 

            ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? 

            Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. 

            Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.” 

Palabra del Señor.





REFLEXIÓN



LLEVAR LA CRUZ  

         Con frecuencia nos encontramos a cristianos que acogen estas palabras de Jesús de forma poco correcta y llegan a consecuencias que nunca pidió Jesús.

            Para que nos entendamos, es cuestión de que nos pongamos en el puesto de Jesús: para él, su vida es hacer la voluntad de su Padre y, por tanto, asumir las consecuencias que lleve consigo el cumplimiento de su voluntad.

            La fidelidad al Padre le llevó hasta el extremo de asumir “llevar la cruz” como un reo que es paseado por todo el pueblo con el título de su condena, para que todo el mundo lo desprecie y Jesús no dio marcha atrás: la voluntad de su Padre está por encima de todo y se realiza hasta las últimas consecuencias. Éste es el verdadero sentido que tuvo para Él

            Por tanto, cuando Él nos dice que tomemos nuestra cruz y le sigamos, no está diciendo que vayamos buscando sacrificios a nuestra medida y nos los impongamos para hacerle daño a nuestro cuerpo, ni tampoco llamarle cruz a las desgracias naturales que nos puedan venir, como una enfermedad o un accidente… No, la cruz no hay que buscarla, nos viene impuesta cada mañana cuando nos levantamos y significa afrontar la vida con todas sus consecuencias, de la misma manera que Él lo hizo: “siguiéndolo” de tal forma, que si hubiera que dar, incluso la vida, como le ocurrió a Él, por dar testimonio de la verdad, de la justicia, del amor y de la paz, no hay que dudar en llegar, incluso al calvario.

            Esto suena a desvarío, sobre todo en el tiempo en que vivimos en el que el relativismo es total y ni siquiera los grandes compromisos se toman con carácter duradero, sino que todo queda condicionado a que pueda convenirme o no.