PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro de Jeremías 38, 4‑6. 8‑10
Me engendraste hombre de pleitos para todo el país
En
aquellos días, los príncipes dijeron al rey:
—«Muera ese Jeremías, porque está
desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con
semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su
desgracia.»
Respondió
el rey Sedecías:
— «Ahí lo tenéis, en vuestro poder: el
rey no puede nada contra vosotros.»
Ellos
cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en
el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua,
sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo.
Ebedmelek
salió del palacio y habló al rey:
—«Mi rey y señor, esos hombres han
tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de
hambre, porque no queda pan en la ciudad.»
Entonces
el rey ordeno a Ebedmelek, el cusita:
—«Toma tres hombres a tu mando, y sacad
al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera.»
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
EL
MIEDO A LA VERDAD
Jeremías aparece en un momento muy crítico
en el que el pueblo se ha desviado desde la cabeza hasta los pies y ya nadie
piensa ni quiere saber nada de los principios que han dado identidad al pueblo,
desde los líderes hasta las bases; esto, necesariamente lleva a la destrucción
y a Jeremías le toca denunciar lo que se está haciendo el pueblo y en consecuencia anunciar la
destrucción que le espera, no solo física de Jerusalén y del templo, sino
también moral, espiritual y cultural, pues van a ser asolados todos los
principios que enorgullecen desde siempre al pueblo: como son las promesas hechas
por Natán y otros profetas a David, el orgullo que el pueblo tiene de su templo
salomónico y de toda su historia… todo va a quedar arrasado.
Al mismo Jeremías le resulta duro y
difícil tener que aceptar este mensaje; esto le produjo un dolor tremendo el
tener que decirlo, pero tenía que hacerlo, justamente para evitar que ocurriera
si es que no se arrepentían y cambiaban el camino que habían cogido.
Pero la respuesta no fue el cambio y el arrepentimiento,
sino todo lo contrario: el pueblo y los líderes se empecinaron, se dividieron
más y cada uno se fue por su lado y, como ven que Jeremías sigue insistiendo
gritándoles la verdad, se revuelven contra él y le hacen la vida imposible;
hasta lo acusan de traidor que está desmoralizando con sus palabras al pueblo: «Muera
ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad
y a todo el pueblo, con semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del
pueblo, sino su desgracia.»
El gesto y la respuesta del pueblo
recuerda en la actualidad a tantos hombres y mujeres que son acusados de
revolucionarios, peligrosos y desestabilizadores del orden y la seguridad, por
el simple hecho de predicar el evangelio o enseñar al pueblo a pensar y a tener
un mínimo de capacidad crítica.
Salmo responsorial Sal 39, 2. 3. 4. 18 (R.: 14b)
R
Señor, date prisa en socorrerme.
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito. R.
R
Señor, date prisa en socorrerme.
Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos. R.
R
Señor, date prisa en socorrerme.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor. R.
R
Señor, date prisa en socorrerme.
Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes. R.
R
Señor, date prisa en socorrerme.
SEGUNDA LECTURA
Lectura
de la carta a los Hebreos 12, 1‑4
Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos
Hermanos:
Una nube ingente de testigos nos rodea:
por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en
la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y
completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la
cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de
Dios.
Recordad al que soportó la oposición de
los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en
vuestra pelea contra el pecado.
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
CAMINAR MIRANDO A CRISTO
El autor de la
carta a los hebreos vuelve a retomar el tema y quiere hacer una relectura de la
historia, teniendo como referentes a los que pasaron anteriormente: Abrahán,
Sara, Isaac, Jacob… ellos no lo tuvieron fácil, pero sí tuvieron claro un
principio que les dio fuerza para recorrer el camino: Dios no falla y en Él
pusieron su confianza, seguros en su fidelidad.
Basados en este modelo, propone
plantearnos nuestra vida, sin mirar a lo que nos rodea, sino al horizonte, que
es donde se encuentra la seguridad que Dios nos ha dado, comparando la vida
como una carrera de atletas que tienen puesta la mirada en la meta, el resto de
cosas tienen un valor secundario.
Esta carrera de la vida no es una
competición establecida contra nadie, sino conmigo mismo, pues no se trata de
vencer a nadie, sino de llegar a la meta; no es algo que yo hago como un
capricho, sino que es la respuesta a una invitación que se me ha hecho: seguir
a Jesús que hace su subida al calvario cargando con la cruz.
El autor invita a mantener la mirada
puesta en Jesús, pues el triunfo está en hacer el recorrido como Él lo ha
hecho: en fidelidad y confianza en el Padre, manteniendo el mismo pensamiento
que Él tuvo y, sobre todo, teniéndolo a Él como principio de fortaleza,
manteniéndolo vivo en nuestro corazón, eso será lo único que nos mantiene viva
la energía y el sentido para seguir caminando, de no hacerlo así, será muy
fácil tirar la toalla y caer en la decepción que nos lleva a la perdida de
sentido de la vida.
Aleluya
Jn 10, 27
Mis ovejas escuchan mi voz —dice el
Señor—, y yo las conozco, y ellas me siguen.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49‑53
No he venido a traer paz, sino división
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
-“He venido a prender fuego en el mundo,
¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué
angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo
paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará
dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra
el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.”
Palabra del Señor.
EL FUEGO DE JESÚS
Jesús intenta por todos los medios
contagiar a sus discípulos del mismo entusiasmo que arde en su corazón: siente
deseos de que el reino de los cielos sea una realidad lo más pronto posible,
pues no puede soportar la injusticia que tiene hundido al pueblo; la mentira en
la que están metidos y que se mantiene a base de engañar al pueblo; la
esclavitud a la que están sometidos por mantener los intereses de los que se
han declarado los benditos de Dios…
Esto no se puede tolerar y esto tiene
que verlo el pueblo, de lo contrario, no será posible salir de ahí, por eso
empieza invitando a la conversión, al cambio de mentalidad, de actitudes, de
formas de pensar; el fuego del amor, de justicia, de verdad y de libertad que
arde en su corazón está deseando que arda en todos los corazones y así se
entiende la expresión: *He venido a prender
fuego en el mundo. (Ojalá estuviera ya ardiendo!+ Lógicamente, vivir a su
lado es estar cerca del fuego, es vivir caliente; apartarse de Él es enfriarse,
pero por otro lado, encenderse del fuego de Jesús es vivir a tope la pasión de
Dios que es la pasión por la justicia, por la verdad, por el amor, por la
libertad… esto es la fuerza del cambio más impresionante que existe y que pueda
realizarse, pero ha de estar enganchada en el corazón de la gente, de lo contrario,
es como un témpano de hielo que se acerca a la llama de una vela,
inmediatamente la apaga.
Uno de los signos claros
que indican que el fuego del reino ha prendido en el corazón y es imposible
apagarlo, es cuando los pobres y los marginados como los que sufren, ocupan el
primer lugar en la preocupación de la vida, pues es donde con más claridad se
manifiesta la falta o la contradicción con el reino.
La invitación de Jesús y
el grito de ánimo a los discípulos y a su iglesia de hoy no es a mantener una estructura
de poder, con unas normas y unas leyes impecables, ni a mantener un orden en
donde cada cosa esté perfectamente ubicada, de manera que no cree problemas…
ésta es la gran equivocación de muchos cristianos y de muchas comunidades que
optan por el orden, en detrimento de la vida y de la pasión de Dios, perdiendo,
en consecuencia, la compasión de los pobres. Un cristiano que no se deja quemar
por Jesús, será incapaz de dar vida y, menos aún, de transformar algo en la
tierra.