PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Ezequiel 37, 12‑14.
Os infundiré mi espíritu y viviréis
Esto
dice el Señor:
-Yo
mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo
mío, y os traeré a la tierra de Israel.
Y
cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío,
sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en
vuestra tierra, y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.
Oráculo
del Señor.
Palabra de
Dios.
REFLEXIÓN
MORIR EN VIDA
El profeta Ezequiel recoge una experiencia triste de su pueblo que
vive hace 26 siglos, en la que ha tenido que dejar su tierra, su familia y se
ven sometidos a unas condiciones inhumanas. Ve cómo van muriendo y
desapareciendo los mayores, los
enfermos, los débiles y se va perdiendo todo: la cultura, la memoria de su
tierra… es la muerte y considera la situación en la que vive como estar
enterrado en una tumba donde ha perdido toda esperanza, toda ilusión y alegría:
“sus huesos están secos, sin carne, sin vida… un pueblo que se ha separado de
Dios es un pueblo que ha muerto.
La historia se repite hoy, cuando vemos las grandes masas de gente
que tiene que huir de su tierra, dejarlo todo y lanzarse al vacío, yéndose a
vivir en condiciones inhumanas; es cuestión de pensar en cualquiera de los
países en los que hoy se está dando este trasiego por culpa de los políticos
que llevan a los pueblos a situaciones extremas, tal como ocurría en los
tiempos que nos narra la Sagrada Escritura.
El profeta piensa cómo la vuelta a
Dios haría que ese pueblo volviese a recuperar su grandeza; el momento en que
el pueblo reaccione, Dios haría que salgan del “sepulcro” en el que han caído y
les revestiría de carne nueva, de vida nueva y haría que salgan de la situación
de destierro en la que están. Es una resurrección a la esperanza que marca el
final de una situación de muerte en la que viven, que de alguna manera
representa también la resurrección final a la que estamos llamados,
sintiéndonos liberados de todas las ataduras en las que nos estamos envueltos mientras caminamos en
este mundo.
La voz de los profetas de ayer y de hoy es el único consuelo que
queda para esta gente que llega a perder todas las perspectivas de esperanza y
únicamente lucha por subsistir y aceptar que ha de morir en suelo extranjero
sin que haya nadie que le importe su vida.
Salmo
responsorial Sal 129, 1‑2. 3‑4ab. 4c‑6. 7‑8
V/. Del
Señor viene la misericordia,
la redención copiosa.
R/. Del
Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
V/. Desde lo
hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha
mi voz:
estén tus oídos
atentos
a la voz de mi
súplica.
R/. Del
Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
V/. Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti
procede el perdón,
y así infundes
respeto.
R/. Del
Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
V/. Mi alma espera en el Señor,
espera en su
palabra;
mi alma aguarda
al Señor,
más que el
centinela la aurora.
Aguarde Israel
al Señor,
como el
centinela la aurora.
R/. Del
Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
V/. Porque del Señor viene la
misericordia,
la redención
copiosa;
y él redimirá a
Israel
de todos sus
delitos.
R/. Del
Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los
Romanos 8, 8‑11.
El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en
vosotros
Hermanos
:
Los
que están en la carne no pueden agradar a Dios.
Pero
vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios
habita en vosotros.
El
que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Si
Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu
vive por la justicia.
Si
el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros,
el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de Dios
REFLEXIÓN:
“SER O NO SER”
Pablo
escribe a los cristianos de Roma y hace como una especie de testamento
espiritual, en el que expone algunas consideraciones que son como un eco de lo
que siglos atrás hablara el profeta
Ezequiel: los cristianos estábamos en el sepulcro de la muerte y hemos sido
revestidos de la vida del Espíritu que ya el profeta soñaba para su
pueblo; para Pablo hemos sido
“restaurados”, estamos en una nueva “carne”, la de la vida nueva que nos
enmarca en el Espíritu del perdón, del amor, del servicio, de la solidaridad,
de la fraternidad, hemos sido levantados del sepulcro de egoísmo, de la
codicia, de la avaricia, del desenfreno… “Si
el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros,
el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros”.
Es
algo que tiene claro y que le hace romper todos los esquemas en los que nos
movemos con frecuencia y que nos impiden levantarnos. Pero también hay algo muy
claro: si hemos sido transformados, si quien vive en nosotros es el Espíritu de
Jesús, cómo es posible que sigamos actuando de la misma manera que cuando
vivíamos según la carne? Y para Pablo algo es evidente: “Los que están en la
carne no pueden agradar a Dios”.
Versículo antes del Evangelio Jn 11, 25a. 26
Yo soy la
resurrección y la vida, dice el Señor;
el que crece en
mí no morirá para siempre.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan 11, 1‑45.
Yo soy la resurrección y la vida
En
aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su
hermana, había caído enfermo. (María era la que ungió al Señor con perfume y le
enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su hermano Lázaro).
Las
hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
-Señor,
tu amigo está enfermo.
Jesús,
al oírlo, dijo:
-Esta
enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios,
para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús
amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo,
se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo
entonces dice a sus discípulos:
-Vamos
otra vez a Judea. (Los discípulos le replican:
-Maestro,
hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?
Jesús
contestó:
-¿No
tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de
este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.
Dicho
esto añadió:
-Lázaro,
nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
Entonces
le dijeron sus discípulos:
-Señor,
si duerme, se salvará.
(Jesús
se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño
natural.)
Entonces
Jesús les replicó claramente:
-Lázaro
ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que
creáis. Y ahora vamos a su casa.
Entonces
Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
-Vamos
también nosotros, y muramos con él. )
Cuando
Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. (Betania distaba poco de
Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a
María, para darles el pésame por su hermano.)
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro,
mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:
-Señor,
si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo
lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús
le dijo:
-Tu
hermano resucitará.
Marta
respondió:
-Sé
que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús
le dice:
-Yo
soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y
el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
¿Crees
esto?
Ella
le contestó:
-Sí,
Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir
al mundo.
(Y
dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
-El
Maestro está ahí, y te llama.
Apenas
lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no había entrado
todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los
judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba
y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí.
Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
-Señor,
si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús,
(viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban,
sollozó y) muy conmovido preguntó:
-¿Dónde
lo habéis enterrado?
Le
contestaron:
-Señor,
ven a verlo.
Jesús
se echó a llorar. Los judíos comentaban:
-¡Cómo
lo quería!
Pero
algunos dijeron:
-Y
uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera
éste?
Jesús,
sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.)
Dijo
Jesús:
-Quitad
la losa.
Marta,
la hermana del muerto, le dijo:
-Señor,
ya huele mal, porque lleva cuatro días.
Jesús
le dijo:
-¿No
te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces
quitaron la losa.
Jesús,
levantando los ojos a lo alto, dijo:
-Padre,
te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tu me escuchas siempre; pero
lo digo por la gente que me rodea para que crean que tu me has enviado.
Y
dicho esto, gritó con voz potente:
-Lázaro,
ven afuera.
El
muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un
sudario. Jesús les dijo:
-Desatadlo
y dejadlo andar.
Y
muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho
Jesús, creyeron en él.
Palabra de Dios
REFLEXIÓN
“UNA FE VACILANTE”
Jesús tiene muy claro que su misión es manifestar la presencia y
la gloria de Dios Padre entre los hombres; el acontecimiento de Lázaro es el
último signo que realizará de esta misión.
Jesús confía plenamente en que el
Padre, que le ha encargado esta misión, se complace en lo que hace y
constantemente le da las gracias por la posibilidad que le ofrece de mostrar su
gloria.
Juan ha querido traer este
hecho, el último que muestra Jesús indicando cuál es el final de todos los
creyentes. Este hecho será el que desencadene toda la trama de la muerte de
Jesús, pues es como la gota que colma el vaso de los enemigos que andan llenos
de miedo de pensar que la gente se pueda ir detrás de él y por otro lado no
soportan más que los deje en ridículo a cada momento.
Frente a la realidad de la muerte de Lázaro que ya huele, pues su
cuerpo está descompuesto, Jesús se encuentra con Marta que le manifiesta una fe
débil: ella espera que al final de los tiempos, su hermanos resucitará, pero
Jesús le hace sentir que Dios Padre no es ajeno a lo que ha ocurrido y está a
su lado para fortalecerla, Jesús le hace ver que la resurrección está presente
en todos los que ya creen en Él, es el “don de Dios” que vive en cada uno y que
está por encima de todos los esquemas naturales en los que nos movemos, hasta
el punto que es capaz de vencer, incluso, la ley natural y cambiar la muerte en
vida. Por eso, a todo discípulo que cree en Jesús, le ocurre como a Lázaro y
como le ocurrirá al mismo Jesús, pues es el Espíritu de Dios el que habita en
cada uno que lo transforma todo.
Jesús quiere dejar bien clara la lección a los mismos discípulos
que le acompañan, con lo que les rompe su creencia, revelándoles una
experiencia de encuentro completamente nueva: “Yo soy la resurrección y la vida”, es decir: la resurrección es algo
que está cercano y presente y Jesús les obliga a que abran los ojos y vean “El que
cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no
morirá para siempre”. Con lo que Marta
da un paso más adelante y confiesa su fe en Jesús: “¿Crees esto?”. A lo que ella responde: “Sí, Señor: yo creo que tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.
Sin embargo, uno de los grandes problemas que tenemos es que con
frecuencia asociamos nuestra resurrección a lo que ocurrió con Lázaro y aquello
no fue resucitar, sino “revivir”, es decir: continuar viviendo un tiempo más
para morir después, por eso nos hacemos los problemas sobre lo que va a ocurrir
con el cuerpo o si vamos a continuar con las mismas limitaciones que ahora
tenemos; lo que ocurrirá en la resurrección final no tiene nada que ver con lo
de Lázaro, aquello no fue más que un signo de la presencia real de la verdadera
resurrección entre nosotros que estamos llamados a VIVIR y no a morir.
De todas formas, la imagen de Marta dudando, es la foto de cada
uno de nosotros que a duras penas alcanza a pronunciar: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”