Tiene que ser elevado el Hijo del hombre.
Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Palabra del Señor.
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Palabra del Señor.
Este domingo fiesta de la Exaltación de la santa Cruz, la contemplamos desde un punto de vista que quizás no nos hemos parado a contemplar. La cruz gloriosa de Cristo que nos trae la salvación.
En este signo salvífico descubrimos el amor total de Dios por el hombre, tanto amó Dios al mundo, que envió, que nos da a su Hijo para mostrarnos ese amor y trasformar el mundo.
En la misma cruz de Cristo se no da la vida, una vida que nos llama a la eternidad, para que tengan vida eterna.
De la misma manera que el pueblo de Israel al mirar, al contemplar la serpiente de bronce quedaban sanos de la picadura de la serpiente que es el pecado, a nosotros se nos invita a la contemplación de la Cruz, para configurarnos con el crucificado y de esta forma encontrar sentido a nuestras propias cruces de cada día. Pidamos y oremos por los que están viviendo la cruz en estos momentos para que no le falte nunca el consuelo y la esperanza de aquel que murió y resucitó por nosotros.