XXVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 

     Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
"Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas".
Pero Abrahán le dijo:
"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros".
Él dijo:
"Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento".
Abrahán le dice:
"Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen".
Pero él le dijo:
"No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán".
Abrahán le dijo:
"Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto"». Palabra del Señor.
    El domingo pasado Jesús nos manifestaba que no podíamos servir a dos señores: a Dios y al dinero. Hoy nos invita a tener la fe, la esperanza y la caridad solo puesta en Él.
    En esta parábola descubrimos que aunque lo tengamos todo, si el centro de nuestra vida no es Dios, no tenemos nada. Es más, el mismo amor de Dios no estaría en nosotros. Al rico Epulón lo único que le preocupaba en su tormento era que sus hermanos no fueran a ese lugar, aún así seguía siendo materialista "si un muerto va a verlos cambiarían".
    En contraposición nos encontramos con Lázaro, aquel pobre que solo se alimentaba de las migajas que caían de la mesa, éste fue al seno de Abraham, Dios lo envolvió con su claridad.
    A nosotros se nos invita a escuchar, a encontrarnos con el resucitado, a interiorizar su Palabra y hacerla vida, para que otros tengan vida en Él. Si miramos a nuestro alrededor descubrimos que nos buscamos a nosotros mismos a costa de lo que sea, esta parábola nos debe de ayudar a pensar que es lo que hacemos con todo lo que Dios nos ha dado, de cómo lo comunicamos a los demás y sobre todo si somos capaces de vivir la gran experiencia del encuentro con Cristo resucitado.
    

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 

No podéis servir a Dios y al dinero.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
"¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando".
El administrador se puso a decir para sí:
"¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa".
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
"¿Cuánto debes a mi amo?".
Este respondió:
"Cien barriles de aceite".
Él le dijo:
"Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta".
Luego dijo a otro:
"Y tú, ¿cuánto debes?".
Él contestó:
"Cien fanegas de trigo".
Le dice:
"Toma tu recibo y escribe ochenta".
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero». Palabra del Señor.
    El evangelio de este domingo  pone de manifiesto el lugar que le damos a Dios en medio de nuestras vidas. Después de esta parábola evangélica Jesús nos apremia diciendo que  no podemos servir a dos señores, porque nos apegaremos a uno y descuidaremos al otro.
    La verdad es que en muchas ocasiones nuestra vida se mueve en esta dicotomía, Dios o dinero, aunque lo material no nos puede conducir a la felicidad o al sentido pleno de nuestra vida, y eso lo descubrimos muchas veces. Bien sabemos que el sentido pleno de nuestra existencia lo encontramos solo en Dios, que el  Bien Sumo. 
    Es cierto que cuando se habla en este evangelio de dinero, abarca mucho más que es: poder, placer, protagonismo, todo aquello que enaltece al hombre por un momento y que descubre después en su vida que al final no ha sido feliz, no ha encontrado el camino perfecto, el sentido pleno a su vida.
    Solo entregando nuestra vida, tiempo, riqueza, encontraremos la felicidad plena de sabernos amados por el Amor, y esa riqueza y alegría no nos la podrá quitar nada ni nadie como nos dice Jesús en otro momento.

SOLEMINDAD DE LA SANTA CRUZ.

 


Tiene que ser elevado el Hijo del hombre.

Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Palabra del Señor.
    Este domingo fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la contemplamos desde un punto de vista que quizás no es el más habitual: La cruz gloriosa de Cristo que nos trae la salvación.
    En este signo salvífico descubrimos el amor total de Dios por el hombre, "tanto amó Dios al mundo, que envió, que nos da a su Hijo" para mostrarnos ese amor y trasformar el mundo.
   En la misma cruz de Cristo se nos da la vida, una vida que nos llama a la eternidad: "para que tengan vida eterna".
   De la misma manera que el pueblo de Israel al mirar, al contemplar la serpiente de bronce quedaban sanos de la picadura de la serpiente que es el pecado, a nosotros se nos invita a la contemplación de la Cruz, para configurarnos con el crucificado y de esta forma encontrar sentido a nuestras propias cruces de cada día. Pidamos y oremos por los que están viviendo la cruz en estos momentos para que no le falte nunca el consuelo y la esperanza de aquel que murió y resucitó por nosotros.

XXIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

 

        

Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.
Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
"Este hombre empezó a construir y no pudo acabar".
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.» Palabra del Señor.
    

En este domingo, Jesús, nos propone a caminar junto a Él. Todo cristiano debe de caminar durante toda su vida junto a Cristo y así lo hacemos día a día.
   Pero hoy Jesús, sabiendo de nuestra propia naturaleza nos indica  cómo tenemos que hacer este camino.
    Lo primero  es el vaciarnos para llenarnos de Él, esta acción es un acto de humildad, dejarnos educar por Él, para que el mundo pueda contemplar en nosotros el rostro amado del Padre.
    La segunda clave es coger la cruz, la nuestra junto con la cruz de los demás. Tenemos que contemplar la cruz de Cristo, estamos muy acostumbrados a contemplarla en los signos que llevamos en el pecho, en las pulseras, en el rosario, ¿pero cogemos la cruz de la vida?.
    La tercera clave que nos invita a llevar a termino es dejar todos los bienes, muchos de ellos son obstáculo para seguirlo, tenemos que descubrir en nuestra vida que es aquello que no nos permite seguirle. Es posible caminar en post de Él como nos dice. Sí, hoy lo descubrimos en la vida de santidad de estos dos santos nuevos, Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati hijos de nuestro tiempo que caminando en post de Él han llegado al final del camino y viven para siempre en la gloria del Padre.
    Santos Carlos Acutis y Pier Giorgio Frassati rogad por nosotros.