DOMINGO III DE PASCUA - C-


 

PRIMERA LECTURA


 
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 27b—32. 40b—41
Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo
 

            En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo:  
            -“¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.” 
            Pedro y los apóstoles replicaron: 
            -“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.” 
            Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. 
Palabra de Dios. 
 

REFLEXIÓN
 

“SER TESTIGOS DE JESÚS”   

La fe en Jesús no consiste en “saber” intelectualmente una cosa: que Jesús nació, vivió, lo mataron y resucitó; eso lo podemos aprender en un libro y lo decimos cuando nos lo pregunten, pero eso no tiene más  implicación en mi vida, me deja igual que si no lo supiera.
            Es distinto cuando yo me he encontrado en una situación extrema de vida o muerte y alguien se me ha acercado, me ha dado la mano y me ha sacado de ahí haciéndome experimentar la salvación y la libertad de una forma absolutamente gratuita y sin compromiso… yo me siento profundamente agradecido,  hasta el punto que reconozco el gran bien que me han hecho y que ha dado lugar a que mi vida se transforme.
            Cuando alguien me pregunta por esa persona, incluso, sin necesidad de que me pregunten, que me ha sacado el apuro, me sobran ideas, palabras y todo lo que diga me resulta pobre y poco para ensalzar y dar testimonio de esa persona.
            Tener fe y ser testigo, es haber vivido ese “encuentro” con Jesús que me ha dado la salvación, que me ha perdonado la vida y me ha colocado en una situación privilegiada. Cuando yo siento esto, porque lo he vivido en mi persona, yo soy testigo, porque lo he experimentado; pero yo no puedo ser testigo de algo que me han contado de una cosa que han vivido otros y que a mí me deja indiferente.
            A los apóstoles los llaman para que den testimonio de lo que han vivido: es decir que digan cómo es eso de que ha resucitado, que está vivo y actuando en medio de ellos y todos juntos han asumido el proyecto de su Maestro y están dispuestos a llevarlo adelante.
            El hecho de la resurrección no es algo constatable físicamente, lo único físico que se puede constatar es la comunidad que se ha configurado de una manera determinada de acuerdo a los principios que ha establecido el Maestro y se sostiene por la fuerza interior que la motiva y la mueve, que es Él mismo.
            No puede observarse otra cosa más que el cambio radical que han dado los creyentes, que en un momento están asustados y no se atreven a moverse y de golpe salen a la calle y se lanzan a vivir con todas las consecuencias lo que han visto y vivido,  perdiéndole el miedo incluso a la muerte. Esta es la única prueba contundente y, cuando les prohíben vivir de esta manera, responden que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” 

Salmo responsorial Sal 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y 12a y 13b (R.: 2a)


R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
 me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío,
 te daré gracias por siempre. R.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
 

SEGUNDA LECTURA  


Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11—14
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder y la riqueza 

            Yo, Juan, en la visión escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: 
            “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.” 
            Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar  -todo lo que hay en ellos-, que decían: 
            “Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.” 
            Y los cuatro vivientes respondían: “Amén.” 
            Y los ancianos se postraron rindiendo homenaje. 
Palabra de Dios. 

 REFLEXIÓN 

“RECONOCER EL TRIUNFO DE JESÚS” 

             Juan parte de algo que es inapelable: su experiencia al lado de Jesús, y ahora su experiencia de Cristo resucitado; esa realidad supera cualquier otra idea, cualquier otra experiencia, eso está por encima de todo y, por tanto, no puede ser anulado por nada ni por nadie.
            Las fuerzas del mal y de la muerte han sido vencidas, en él no tienen espacio ni cabida, es algo que está superado y siente la necesidad vital de transmitirlo a las comunidades. No pueden perder la esperanza, por muy acosados que se encuentren, el triunfo ya está dado y la creación entera lo reconoce: “oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar” aclamando la victoria y la gloria del Cordero, que ha triunfado sobre la muerte y es reconocida por todos. 
            Tener esto claro es encontrar el sentido a todo, es perder el miedo incluso a la misma muerte. Hay cosas que no son discutibles, porque no cabe en ellas la duda: Cristo ha sido aprobado por Dios Padre que le ha quitado la razón a los asesinos y, con su victoria, el hombre se ha ubicado en un puesto de honor en el mundo, constituyéndose en valor absoluto, pues ha sido conquistada para él la dignidad de “Hijo de Dios” y su Padre, lo mismo que ha hecho con Jesús, hará con él, pues se ha puesto a su favor.
            Cristo ha restablecido las relaciones con Dios, ha puesto en sintonía todo el universo con Dios.
            Romper este nuevo orden que ha establecido Cristo, es condenarse en vida, es firmar la propia sentencia de autodestrucción; en cambio, entrar en esta dimensión es ya vivir la plenitud que esperamos. 

Aleluya

Ha resucitado Cristo,
que creó todas las cosas
y se compadeció del género humano.
 

EVANGELIO  


Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1—19
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

            En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. 
Simón Pedro les dice: 
-“Me voy a pescar.” 
Ellos contestan: 
-“Vamos también nosotros contigo.” 
            Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 
Jesús les dice: 
-“Muchachos, ¿tenéis pescado?” 
Ellos contestaron: 
-“No.” 
Él les dice: 
-“Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.” 
            La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: 
-“Es el Señor.” 
            Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. 
            Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
-“Traed de los peces que acabáis de coger.” 
            Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. 
Jesús les dice: 
-“Vamos, almorzad.”
            Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
            Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
            Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
            Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
-“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”
Él le contestó:
-“Sí, Señor, tú sabes que te quiero.”
Jesús le dice:
-“Apacienta mis corderos.”
Por segunda vez le pregunta:
-“Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”
Él le contesta:
-“Sí, Señor, tú sabes que te quiero.”
Él le dice:
-“Pastorea mis ovejas.”
Por tercera vez le pregunta:
-“Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”
            Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:
-“Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.”
Jesús le dice:
-“Apacienta mis ovejas.
            Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.”
            Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: -“Sígueme.”
Palabra del Señor. 

 
O bien más breve:

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. 
Simón Pedro les dice: 
-“Me voy a pescar.” 
Ellos contestan: 
-“Vamos también nosotros contigo.” 
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 
Jesús les dice: 
-“Muchachos, ¿tenéis pescado?” 
Ellos contestaron: 
-“No.” 
Él les dice: 
-“Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.” 
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: 
-“Es el Señor.” 
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. 
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: 
-“Traed de los peces que acabáis de coger.” 
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. 
Jesús les dice: 
-“Vamos, almorzad.”
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. 
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. 
Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. 
Palabra del Señor.  

REFLEXIÓN 

PEDRO, ¿ME AMAS?    

Hay un detalle que es curioso: durante el tiempo que Jesús vive con sus apóstoles, Pedro aparece como uno más, en algunos momentos es llamado por Jesús para que participe en algunas cosas concretas, pero no le da ninguna relevancia por encima de los otros; en todo caso, si alguien aparece con algún gesto de más atención, es el discípulo de más confianza y las mujeres: su madre, María Magdalena y las otras mujeres que llevaban el peso de la economía y de la vida del grupo.
            Parece que Juan siente la necesidad de hacer protagonista a Pedro de la escena para resaltar su figura, pues vemos en la primitiva iglesia cómo Pedro, después de muerto, se le reconoce como cabeza del grupo y, sus enseñanzas,  tienen peso dentro de la comunidad.
            En el cap. 21, Juan presentará a Pedro siendo investido con esa autoridad que le da Jesús, para que pastoree su rebaño, con la triple pregunta que le hace, y termina poniéndole  la condición: “Sígueme”. Pedro ya ha muerto y ha dado testimonio de Jesús, ha adquirido el título de “discípulo fiel y leal”
            Durante la vida de Jesús con el grupo, Pedro ha expresado muchas veces su adhesión a Jesús, pero las palabras no valen, de hecho quedó muy claro en el momento decisivo que esas fanfarronadas quedaron en el aire.
            Para Juan tiene que quedar bien claro que la autoridad que Pedro ha obtenido dentro de la comunidad, la tiene bien merecida: y esa autoridad le viene por las preguntas que le hace Jesús, que no son “si está preparado para la misión que debe coger” ni “si tiene una visión clara de que ha de hacer”… No. Lo único que le pregunta es si lo quiere; será el amor a Jesús lo único que lo capacite para la misión que le quiere dar, de animar y orientar a sus seguidores. Pedro le responde ahora con la seguridad que tiene en si mismo de lo que siente por Jesús: “Tú lo sabes todo” y sabes perfectamente que es verdad lo que te digo, independientemente de lo pobre y lo limitado que soy. La autoridad de Pedro ha quedado  aclarada opor el testimonio de amor que ha dado.
            Resuenan en mis oídos algunos momentos en los que hemos hablado de los jerarcas y, con frecuencia, decimos que hay personas que son buenos para mandar, otros son buenos para relacionarse con la gente… pero lo que pide Jesús para pastorear su rebaño no son especialistas y hombres de empresa, sino personas que amen a Jesús y se dejen llenar de su Espíritu, lo demás sobra o, mejor, ya viene como añadido.
            Cuánto bien haría que los llamados a diriguir la iglesia escucharan estas preguntas que hace Jesús: ¿Me amas de verdad? Y el resto de la iglesia pueda ver que es verdad lo que responden.

 

 

 

DOMINGO II DE PASCUA


 

PRIMERA LECTURA  


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 12‑16
Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor 

            Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. 
            Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.
            La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno. 
            Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban. 
Palabra de Dios.
 

REFLEXIÓN
 

EL APOSTOLADO DEL EJEMPLO   

Nos encontramos en los años finales del s. I d.C que es la época en la que se escriben el libro de los Hechos de los Apóstoles, el evangelio de S. Juan y el libro del apocalipsis, un época convulsa y llena de persecución contra los cristianos; época de una crisis fuerte en la que los detractores se venden al enemigo y se convierten en los peores obstáculos para el mantenimiento de la fe.

            En esta época la iglesia anda buscando y recogiendo todo lo que se dice de Jesús y cada comunidad va  utilizando y elaborando esa información para dar una respuesta a sus necesidades.

            Frente a los fariseos y judíos que habían salido de Jerusalén con la destrucción y que consideran a los cristianos, de alguna manera, hasta culpables de lo que ha ocurrido y por otro lado, la lucha contra los desanimados y detractores internos que van minando el ánimo de los cristianos tergiversando las cosas y diciendo que no vale la pena oponerse a las mismas dificultades que presenta el imperio, la iglesia atraviesa una situación muy dura en la que  ha de establecer de una forma muy clara cuál es su identidad. Y lo tiene muy claro: no se trata de andar dando muchas explicaciones; la razón más convincente es el testimonio de vida que hace que la gente los valore y los admire hasta el punto que: “la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor”.   

            El referente que tenemos es formidable: en tiempos de crisis, de problemas, de convulsión y oposición de un sistema que optó por la muerte como el nuestro y, por lo mismo, el peor enemigo que tiene es Jesucristo, lógicamente lanza toda su artillería contra los creyentes; no es momento de andarse con muchas disquisiciones, sino de dar un testimonio claro, sencillo y abierto, que todo el mundo pueda ver y constatar. La petición del Papa Francisco a los cardenales el mismo día de su nombramiento: “Os quiero intachables”
            .

Salmo responsorial Sal 117, 2‑4. 22‑24. 25‑27a (R.: 1)  


R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. 

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. 

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. 

R. Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.  
 

SEGUNDA LECTURA  


Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9‑11a. 12‑13. 17‑19
Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos 

            Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios, y haber dado testimonio de Jesús. 
            Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: 
            -“Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.” 
            Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho. 
            Al verlo, caí a sus pies como muerto. 
            Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: 
            -“No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. 
            Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.” 
Palabra de Dios.   

 

REFLEXIÓN
 

DESPEJAR EL HORIZONTE  
 

Una de las experiencias más nefastas que le pueden ocurrir a una persona es perder la orientación y perderse en  cualquier sitio, pues no sabes si vas en una dirección o en otra; si te apartas del objetivo o si te acercas, si estás en la posición correcta o te estás haciendo daño…

      En momentos de crisis, es lo que suele ocurrir y, es necesario que  alguien marque el camino o dé signos que indiquen por dónde va.

      Juan vive la experiencia de la iglesia en fuerte controversia y ve que la gente está viniéndose abajo; es necesario marcar el camino, levantar el ánimo, abrir el horizonte de la esperanza, dar seguridad a lo que se hace y escribe a las comunidades el libro que va a ser como el mapa que indica por dónde va el camino, que va a ir dando las señales que indican la dirección y marcan los objetivos.

      Para S. Juan hay algo que está muy claro y que indica siempre la dirección: aunque en momentos pueda haber dificultades y las cosas no salgan todo lo correctas que se deben, lo importante es que se siga caminando en la dirección correcta; lo malo es cuando se pierde el sentido y empezamos a caminar en otra dirección, eso lleva irremediablemente a perderse y a desintegrarse.

      Juan tiene muy claro que Cristo ha establecido un camino de liberación del pecado, es decir: el cristiano no puede condescender con la injusticia, con la mentira y la corrupción; el cristiano no puede condescender con un sistema que le lleva a considerar enemigos a los hombres y a romper la fraternidad. Eso no encaja con el mandamiento que Él nos dejó y quien se mete en ese camino, está en otra dirección, perdió el norte.

      Juan tiene muy claro que la liberación pasa por la cruz y, cualquier sistema que rehúye la cruz no puede desembocar en la luz, sino que acaba en la oscuridad total.

      Juan tiene muy claro que el horizonte de toda persona es Jesús muerto y resucitado y, cualquier otro horizonte que no pase por aquí, es un espejismo que lleva a la muerte.

      Es muy posible que en el caminar de la historia y de la vida se nos hayan ido pegando muchos polvos del camino, que han ido empañando la visión y hemos perdido el horizonte en muchas cosas, por eso ahora, cuando alguien, que ha mantenido la imagen clara y empieza a quitar el polvo, nos quedamos desconcertados ante pequeños detalles como puede ser el quitarse tantas tonterías de encima que solo sirven para distanciar a la gente, cuando se está proclamando como “el pastor que da su vida por las ovejas y las conoce una a una…”
 

Aleluya Jn 20, 29

Porque me has visto, Tomás, has creído,
-dice el Señor -.Dichosos los que crean sin haber visto.  
 

EVANGELIO  


Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19‑31
A los ocho días, llegó Jesús 

            Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-"Paz a vosotros." 
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: 
-"Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo."
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: 
-"Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: 
-"Hemos visto al Señor."
Pero él les contestó: 
-"Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo."
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: 
-"Paz a vosotros." 
Luego dijo a Tomás:
-"Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." 
Contestó Tomás: 
-"¡Señor mío y Dios mío!" 
Jesús le dijo: 
-"¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor. 

 

REFLEXIÓN
 

“VIVIR COMO ZOMBIS”  

            Solían irse a los bancos de la plaza y allí pasaban el control a todo el pueblo. Uno de los nuevos llegados al club de los jubilados que se unía al grupo de cotilleros, estaba apagado, sin ganas de hablar, ni de vivir, le dieron la jubilación y fue como un globo que desinflas, todos le llamaban “El Muerto”.

            Y es que podemos estar muertos en vida: muertos a la alegría de vivir, al encuentro con los amigos, a la ilusión de proyectarnos en un servicio regalado y hecho con alegría, muertos a la esperanza de ver florecer nuevas formas de vida, impulsadas por nosotros, muertos a la confianza en las personas, en los amigos, en la juventud, en los funcionarios de la sociedad, en los políticos… hasta en nosotros mismos

            Y nos vamos convirtiendo en unos seres amorfos, apáticos, oscuros, negativos, irascibles, pesimistas, amargados y malhumorados, que todo esto hace que hasta nuestro rostro se arrugue y se convierta en  algo repugnante.

            Da la sensación que el corazón va perdiendo la vitalidad, como las uvas que se tienden al sol para que se hagan pasas y terminamos secos y sin vida, aunque vayamos caminando como zombis que les da igual que salga el sol por el oriente como por el occidente. Esta es la imagen del “pasota” muy extendida en nuestro tiempo, donde se va achatando el horizonte y cerrando las puertas  a la esperanza.

            Esta fue la situación en la que empezaron a caer los discípulos después de la muerte de Jesús: se cerraron, estaban escondidos, asustados, sin horizontes, y sin saber qué hacer ni a dónde ir; había sido un espejismo lo que habían vivido; hasta que fueron encontrándose con Él y su Espíritu fue insuflándoles vida y fueron resucitando.

            Algo de todo esto tiene nuestra iglesia hoy; aquella cultura de la muerte de la que nos hablaba Juan Pablo II se nos fue metiendo y llegó a invadir nuestra alma y nos ha hecho, no tanto perder la esperanza y la alegría, sino ponerlas en otras cosas, concretamente en el dinero que es el dios que exige la muerte como culto.

            Cristo viene de nuevo a decirnos: “Vamos, levantaos, no tengáis miedo, soy yo… no os dejaré hasta el final del mundo”