El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.
Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador".
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Palabra del Señor.
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador".
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Palabra del Señor.
Este domingo continuamos con la temática del domingo anterior, la oración y en Dios, que siempre nos escucha si viene esta desde nuestro interior.
Hoy nos encontramos con la parábola del fariseo y el publicano. Jesús proclama esta parábola para recriminar a los que por creerse justos menosprecian a los demás.
Tanto el fariseo como el publicano van al templo a hacer oración, buscan quizás la ayuda o el consuelo de Dios, pero si nos fijamos la oración o incluso en la figura del fariseo y el publicano, vemos que son totalmente distintas. Distintas en cuanto su vida social y espiritual, la forma de hacer oración, su actitud ante Dios, totalmente contrapuestas.
El fariseo desde su orgullo ante Dios manifiesta con el domingo pasado la figura del juez injusto, no teme a Dios y no le importa nadie, en cambio, el publicano desde su humildad y reconocimiento de su pecado pide perdón desde el interior de su corazón.
Desde estas dos actitudes mira siempre el corazón arrepentido, y este será siempre perdonado y justificado ante Dios. Hoy Jesús nos pide que nuestra oración salga siempre desde nuestro interior, que nuestro arrepentimiento sea sincero y que no miremos a nadie con indiferencia, sino como aquel que junto a mí nos queremos encontrar con la misericordia y el amor que Dios derrama siempre que nos acerquemos a Él con un corazón arrepentido.
