V DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C

 

 El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

Del evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». Palabra del Señor.
    Cuando nos acercamos a este evangelio, nos surge una pregunta desde nuestro interior, ¿Jesús es capaz de perdonarlo todo?
   Hoy al igual que entonces, existen acusados y acusadores. Pero en este ámbito justificadamente podríamos decir que la ley de Moisés lo dice. Y también en la actualidad se antepone demasiadas veces la ley y olvidamos el amor.
    Le presentan al Dios del amor una mujer pecadora, le piden que cumpla la ley y ¿qué nos encontramos? Que sale perdonada. La ley del amor es el motor de vida del Maestro, es más, va mas lejos, "aquel que este libre de pecado que tire la primera piedra", el Señor manifiesta de esta manera las falta de amor de todos ellos, y los llama al amor para amarle.
    Hoy también nos dice a  nosotros lo mismo, dejémonos amar por Él y de esta manera, el pecado, se alejará de nosotros, la misericordia florecerá en nuestro interior y viviremos en plenitud la ley nueva de Cristo, que nos es  sino  convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne que da vida al mundo. 
    Nos invita a dejar en el camino nuestras piedras para así poder caminar junto a Él hacia la Pascua ya cercana donde solo encontraremos a Cristo crucificado para adherirnos a Él y destruyendo nuestro pecado, poder resucitar junto a Él y obtener la corona de gloria que no se marchita, como nos dice el apóstol Pablo.




IV DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C

Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.


Lectura del evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
"Padre, dame la parte que me toca de la fortuna".
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros".
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo".
Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado".
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud".
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado".
El padre le dijo:
"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado"».Palabra del Señor.
    Nos encontramos en el cuarto domingo de cuaresma, domingo de la alegría y es verdad, en el evangelio descubrimos la gran misericordia del Padre que tiene con el hijo y por eso la alegría inmensa que tiene el Padre por el hijo perdido y encontrado, como vemos son sentimientos propios que podemos experimentar todos nosotros.
    El evangelio de hoy es muy evocador, lo podemos ver desde muchos puntos de vista, pero quizás lo primero sería adentrarnos en cada uno de los personajes que aparecen.
    Lo primero que descubrimos es la gran misericordia y fidelidad que tiene el padre con el hijo menor, dándole la parte de la herencia que le corresondía, aun sabiendo que iba a malgastarla, y no por ello, su gran misericordia al regreso de ese hijo una vez que ha malgastado toda su vida, al recibirlo, con los brazos abiertos.
    Sus dos hijos son contradictorios entre sí, el menor bien sabemos lo que hace y el mayor vive como un siervo, al no conocer plenamente el amor de su padre hacia Él.
    El centro del evangelio es la fiesta, el padre hace fiesta por el hijo perdido y ofrece lo mejor que tiene porque lo ha recobrado con vida.
    Desde este punto podemos adentrarnos nosotros también en esta historia, cuantas veces nos alejamos del Padre aún sabiendo todo lo que nos ha dado y malgastamos la vida, incluso perdiendo la dignidad de cristianos. Dios continuamente sale a nuestro encuentro para hacer fiesta y nos ofrece el mejor de sus corderos, Jesucristo, aquel que es la vida del mundo. Nos invita a no ser esclavos de nosotros mismos como el hijo mayor, para adentrarnos en nuestra propia historia de salvación, a participar en la vida de Cristo, puesto que no nos llama siervos sino amigos, porque conocemos todo lo que el Padre quiere. El hijo mayor esperaba su herencia una vez que el padre faltase para revestirse de su propia autoridad.
   En este tiempo cuaresmal miremos en nuestro interior, para reconocer que nos hemos alejado de Él y vayamos al encuentro del Padre, él nos recibirá con misericordia y nos volverá a dar la dignidad de los hijos de Dios, hará fiesta para ser todos uno en Cristo Jesús.

II DOMINGO CUARESMA.CICLO C

  Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor.
    En este segundo domingo de Cuaresma,  nos encontramos con el evangelio de la Trasfiguración del Señor. Este momento es crucial porque revela la divinidad de Jesús y su conexión con la ley y los profetas, representados por Moisés y Elías. La voz de Dios se escucha desde una nube, afirmando que Jesús es su Hijo elegido y que debemos escucharle.
    Hoy se nos invita a adentrarnos en la oración para entrar en comunión no solo con Moisés y Elías, sino para entrar en el Misterio de la Transfiguración y contemplar la gloria propia de Jesucristo. Jesús se retira a orar antes de esta experiencia. Esto nos enseña que la oración es fundamental para nuestra vida espiritual y para discernir la voluntad de Dios. En este camino cuaresmal la oración nos ayuda a contemplar el camino de la cruz y a alimentar la esperanza en la resurrección. La Transfiguración muestra la gloria de Jesús y nos invita a reconocer su divinidad. Es un recordatorio de que, aunque enfrentemos dificultades, la luz de Cristo siempre brilla.
    La aparición de Moisés y Elías, la Ley y los profetas, fundamento del pueblo de Israel, nos manifiesta que Jesús cumple las promesas del Antiguo Testamento. Esto nos anima a ver cómo nuestras propias vidas pueden estar conectadas con el plan de Dios. La voz de Dios nos recuerda que debemos prestar atención a las enseñanzas de Jesús y seguir su ejemplo en nuestras vidas.
    La Transfiguración es un momento de revelación y transformación que nos impulsa a revitalizar y profundizar nuestra fe y a vivir de acuerdo con el mensaje de amor y esperanza que Jesús nos trae.