II DOMINGO CUARESMA.CICLO C

  Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor.
    En este segundo domingo de Cuaresma,  nos encontramos con el evangelio de la Trasfiguración del Señor. Este momento es crucial porque revela la divinidad de Jesús y su conexión con la ley y los profetas, representados por Moisés y Elías. La voz de Dios se escucha desde una nube, afirmando que Jesús es su Hijo elegido y que debemos escucharle.
    Hoy se nos invita a adentrarnos en la oración para entrar en comunión no solo con Moisés y Elías, sino para entrar en el Misterio de la Transfiguración y contemplar la gloria propia de Jesucristo. Jesús se retira a orar antes de esta experiencia. Esto nos enseña que la oración es fundamental para nuestra vida espiritual y para discernir la voluntad de Dios. En este camino cuaresmal la oración nos ayuda a contemplar el camino de la cruz y a alimentar la esperanza en la resurrección. La Transfiguración muestra la gloria de Jesús y nos invita a reconocer su divinidad. Es un recordatorio de que, aunque enfrentemos dificultades, la luz de Cristo siempre brilla.
    La aparición de Moisés y Elías, la Ley y los profetas, fundamento del pueblo de Israel, nos manifiesta que Jesús cumple las promesas del Antiguo Testamento. Esto nos anima a ver cómo nuestras propias vidas pueden estar conectadas con el plan de Dios. La voz de Dios nos recuerda que debemos prestar atención a las enseñanzas de Jesús y seguir su ejemplo en nuestras vidas.
    La Transfiguración es un momento de revelación y transformación que nos impulsa a revitalizar y profundizar nuestra fe y a vivir de acuerdo con el mensaje de amor y esperanza que Jesús nos trae.