CUARESMA -2.009-


-CUARESMA-

Cuando a alguien le pronunciamos la palabra “Cuaresma” automáticamente la asocia a sacrificios, a ayunar los viernes, a tiempo oscuro y desagradable, como alguien me decía: “La cuaresma es la penitencia que impone la iglesia por los excesos del carnaval”. La verdad es que es una visión demasiado pobre y nefasta de un tiempo lindo y lleno de esperanza.
Como he dicho, es un tiempo de esperanza, pues la “Cuaresma” no es sino “El tiempo justo y necesario de preparación para un acontecimiento”. Si nos damos cuentea, nuestra vida está llena de “cuaresmas”: el tiempo de estudio de una carrera, la preparación de unas oposiciones, el tiempo de noviazgo...
Ciertamente, mientras nos vamos preparando tenemos que hacer un esfuerzo, un sacrificio, pero no es algo que se cierra en si y se queda en el sacrificio por el sacrificio, sino que está abierto al gozo del triunfo.
Desde el punto de vista religioso, la cuaresma nos invita a prepararnos para poder llegar a celebrar la Pascua que es el triunfo del amor, de la paz, de la justicia, de la verdad, de la libertad, de la alegría... Durante la cuaresma iremos quitando todos aquellos obstáculos que impidan que este gran acontecimiento se haga realidad.
Es un tiempo de penitencia, pero eso no significa un tiempo de “masoquismo”, sino de conversión, de cambio de actitudes para ponerse en la onda de la Pascua, es salir de nuestras posturas cerradas y abrirnos al amor de Dios y al servicio de los hermanos, lógicamente, esto significa hacerse violencia interior para dejar una posición cómoda en la que nos encontramos: la conversión

Algunos apuntes históricos sobre la cuaresma

Al principio, los cristianos eligieron el Domingo para celebrar el día que Cristo había resucitado, era la realidad gozosa que sentían la que les llevó a sentir la necesidad de reunirse y celebrar. Esto lo hacían cada semana, era la única fiesta grande cristiana, el DOMINGO.
Más adelante, quisieron darle fuerza a esta celebración semanal y pusieron un día especial al año para celebrar la PASCUA que coincidía más o menos con los días en los que murió y resucitó Jesús, que coincidía con la pascua judía y por eso nuestra pascua sigue el calendario lunar y tiene las variaciones cada año.
Un tiempo más adelante las comunidades empezaron a sentir la necesidad de preparar aquella gran fiesta anual y le pusieron tres días de preparación que fueron el jueves, viernes y sábado, lo que llamamos el “Triduo Pascual”. Con el tiempo los tres días se alargaron una semana, que es la semana de pasión y con el avance del tiempo se fue ampliando la preparación a tres semanas y concluyó con “cuarenta días”: una cuarentena (en latín cuadragésima) y de ahí viene la palabra “CUARESMA”.
Después se le ha querido dar el sentido a ese número de días basándose en el significado que tienen los números en la Sagrada Escritura y se ve cómo el número CUARENTA es muy utilizado en toda la Biblia: los 40 días del diluvio, los 40 años del pueblo en el desierto, los 40 días de ayuno de Elías, los 40 días de ayuno de Jesús, los 400 años de esclavitud en Egipto...
El hecho de comenzar la cuaresma el “Miércoles” y no el domingo primero es para ajustar los cuarenta días de preparación hasta la celebración de la Pascua, ya que los domingos no se consideran días de ayuno ni de sacrificio, sino de celebración festiva.
Por otro lado, había otra cosa interesante: este tiempo de cuaresma coincidía también con el tiempo fuerte de preparación inmediata que hacían los catecúmenos que se iban a bautizar en la vigilia Pascual, y también coincidía otra cosa que tenía gran importancia: los “pecadores públicos” que habían sido excluídos de la comunidad y debían cumplir la penitencia expiando sus pecados, en este tiempo se preparaban para la reconciliación que se celebraba el día del Jueves Santo.

Medios que nos ayudan a vivir este tiempo

LA CENIZA

Con estas premisas que hemos planteado abrimos esta etapa de preparación con un gesto muy sencillo: reconociendo que tenemos muchos fallos, que necesitamos dar un cambio en nuestras vidas para abrirnos a la esperanza, hacemos un signo de humildad expresando nuestra debilidad humana y nuestro deseo de “quemar” nuestros egoísmos, nuestras comodidades, nuestras cerrazones, nuestros intereses, nuestros resentimientos... todo aquello que nos impide dejar que la luz de Cristo resucitado inunde nuestras vidas; este es el componente que ponemos nosotros para dejar el terreno dispuesto para que Cristo lo llene.
En este camino de preparación que iniciamos tenemos algunos medios que nos ayudan a ir poniendo al día nuestras actitudes y disposiciones personales:

La LIMOSNA:

Nos ayudará a remover en nuestros interior eses entrañas de misericordia que todo ser humano ha de tener con sus semejantes: y eso se expresa no solo dando unos euros, sino acercándome a las necesidades del otro, que pueden ser de tiempo, de comprensión, de escucha, de ánimo, de atención, de acompañamiento, de implicación en acciones sociales y eclesiales, de solidaridad a todos los niveles

LA ORACIÓN:

En este mundo de ruidos y prisas, estamos necesitados, todos, de momentos de sosiego, de paz interior para poder escuchar a Dios y a los hermanos. Momentos en los que prestemos un poco de atención a la llamada que nos viene haciendo Dios y que no tenemos tiempo para detenernos y escucharla. Es un tiempo muy bueno porque la liturgia nos va presentando unos textos que marcan unas pautas extraordinarias para enfrentarnos con nuestras vidas.


EL AYUNO:

No se trata de ponernos en dieta para mejorar el tipo, aunque tampoco nos vendría mal un cierto tipo de dieta espiritual que nos ayuda e no dejar que echen raíces en nuestras vidas ciertos hábitos, gustos y tendencias que deterioran nuestras vidas y las de la comunidad en donde vivimos, por ejemplo: el aprender a escuchar, el privarme de ciertos programas y aprender a dialogar con la familia, con la pareja, con los abuelos.
Ayuno que nos enseñe a compartir algo de lo que derrochamos con aquellos que realmente tienen que ayunar a la fuerza


EL DESIERTO:

Tampoco nos vendría mal y nos ayudaría a estar en forma y cambiaría mucho de nuestra forma de vivir si fuéramos capaces de hacer “desierto” en nuestras vidas, es decir: si fuéramos capaces de aislarnos un poco del ritmo trepidante de nuestra sociedad que invade nuestra mente y nuestra vida y nos convierte en masa deforme que nos dejamos manipular por quien tiene los hilos de la marioneta.
Es un tiempo muy bueno para plantearnos hacer unas cuantas lecturas interesantes que nos ayuden a enfrentarnos con nosotros mismos que es a quien, normalmente, dedicamos menos tiempo: regalarnos un espacio de soledad y un tiempo de silencio, en el que podamos dejar una posibilidad de apertura a las grandes preguntas, a las grandes respuestas, que el hombre se hace en la vida y que el ritmo que le hemos metido a la vida, el ruido, la prisa, los problemas en que estamos metidos, es estrés del día a día.... nos impiden dedicarnos a todo esto.. Y que nos impide, por lo mismo, poder escuchar a Dios
Ya sé que esto es casi pensar hoy en un lujo, pero si nos damos cuenta, más que un lujo es una decisión que en ciertos momentos nos planteará “hacer un sacrificio” ya que tenemos que dejar actitudes de comodidad que tenemos ya asumidas.


LA EUCARISTÍA:

Todo esto que venimos hablando tiene su cuadro apropiado en la celebración Eucarística, pues en ella s concentran su sentido y se viven todas estas actitudes: en ella encuentran su sentido, su espacio la oración, el ayuno, la limosna.
En la Eucaristía encontramos viva la Palabra de Dios que a diario nos interroga, nos anima, nos conduce y nos pone en disposición abierta a la esperanza, pues nos incita al perdón, a la oración por todos los hermanos y a la comunión con toda la iglesia, lo mismo que a la acción de gracias y a la reconciliación con toda la iglesia

LA PENITENCIA:

Ciertamente que hoy ha caído en descrédito y, por lo mismo, en desuso pero no es porque haya perdido ni fuerza ni valor ni actualidad, sino porque nosotros mismos nos hemos introducido en un ritmo de descrédito: no creemos ni en nosotros mismos, cuánto menos en los demás; hemos perdido el valor de la gratuidad y no somos capaces de hacer algo si no es a cambio de otra cosa, por tanto, tampoco creemos en la máxima expresión del amor, como es el perdón, que es absolutamente gratuito; nos hemos encerrado en un individualismo salvaje y hemos perdido la dimensión comunitaria de la vida... y nos estamos perdiendo en nuestra soledad y en nuestro egoísmo.
La penitencia nos ayuda a salir de este pozo y de esta oscuridad y nos abre a la reconciliación y a la fraternidad.
No se trata de hacer ritos ni de cumplir normas que ha puesto la iglesia para fastidiarnos, sino que es un tiempo de luz, de esperanza que nos ayuda a plantarnos delante de nosotros mismos, a decirnos a nosotros mismos que estamos llamados a la felicidad y a la libertad, que no nos podemos dejar atar a “cosas” que nos esclavicen y no nos dejen respirar, que la cruz que tenemos como signo y que se encuentra al final de la cuaresma es el signo de la victoria que consiguió Cristo para que jamás yo, vuelva a ser clavado en ninguna otra cruz de ningún tipo.