DOMINGO XXXI DEL T.ORDINARIO -B-

PRIMERA LECTURA


Lectura del libro del Deuteronomio 6, 2 6
Escucha, Israel: Amarás al Señor con todo el corazón

En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: -“Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en numero. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: "Es una tierra que mana leche y miel."
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.
Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria.”
Palabra de Dios..

REFLEXIÓN

LA “CARTA MAGNA DEL PUEBLO DE ISRAEL”

Este texto es como la Carta Magna del pueblo de Israel: Dios le pide a Moisés que esto que le dice se quede bien grabado en la mente y en el corazón de todo israelita por todos los siglos: Dios da unas normas a su pueblo para que se conduzca por la vida y sea feliz



El cumplimiento de esas normas será la filosofía y la espiritualidad del pueblo; romperlas, por tanto, será su perdición.



Los versículos 4-6 todavía los recita todo judío tres veces al día; son una profesión de fe en el Dios único.



Israel se siente elegido por Dios y esta es una bendición gratuita que Dios ha hecho y que todo judío bien nacido tiene que reconocer.



No asumir o aceptar esta realidad es tanto como despreciar la historia del pueblo, su cultura, sus tradiciones, su gente... no sentir o vivir eso es estar excluido del pueblo.



La iglesia es heredera de esta misma bendición: Jesucristo es el resultado de ella, es la bendición que Dios envía al mundo para salvarlo; su venida no tiene otro sentido que traernos la salvación, la felicidad; el día que olvidamos esto, nosotros mismos nos excluimos de la salvación

Salmo responsorial Sal 17, 2 3a. 3bc 4. 47 y 51ab

R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Dios mío, peña mía, refugio mio, escudo mio,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. R/.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido. R/.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

SEGUNDA LECTURA


Lectura de la carta a los Hebreos 7, 23 28
Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa


Hermanos: Ha habido multitud de sacerdotes del antiguo Testamento, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor.
Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
El no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

CRISTO, ÚNICO ACCESO AL PADRE

La carta a los hebreos pone especial énfasis en dejar claro el papel de Cristo dentro de lo que supone la figura del sumo sacerdote de la antigua alianza: era pieza clave para la relación de Dios con el pueblo y del pueblo con Dios.

El sumo sacerdote, un hombre débil, mortal, caduco, no hace sino llevar a cabo la ley por la que cada uno se purifica de sus pecados y puede continuar llamándose “pueblo”, pero es la ley la que, en definitiva, impera por encima de los hombres. Y cada acción del hombre ha de ser sancionada por la ley y para ello el sumo sacerdote tenía que actuar en conformidad con lo establecido por la ley, por eso, para poder realizarlo, él es el primero que tiene que purificarse para poder reintegrar al hombre al orden establecido.


Cristo supera esta situación: la ley está puesta para aplacar y satisfacer a Dios, pero Dios se ha bajado y ha tomado naturaleza humana, con lo que ésta, al ser asumida por Dios, ha quedado restaurada y purificada para siempre; ya no necesita más sacrificios expiatorios, únicamente necesita la adhesión del hombre a Cristo.


Se han terminado los sacrificios puesto que Dios mismo ha ofrecido lo único que Él quiere: su Hijo Jesús, que le ha ofrecido su vida como sacrificio expiatorio, por tanto ya terminaron los sacrificios y los sumos sacerdotes, pues Cristo se ha convertido en único sumo sacerdote, mediador y recuperados absoluto de la dignidad humana.


De ahora en adelante, el único sacrificio expiatorio, la única ofrenda agradable será la adhesión a Cristo y a su causa. Será el único sacrificio y ofrenda agradable a Dios ya que Cristo se ha convertido en el único camino de acceso a Dios.


Vivir en Cristo es vivir amando, con la verdad, con la justicia, construyendo la paz, con la fraternidad es la única garantía de salvación y de felicidad presente y futura.


Aleluya Jn 14, 23

El que me ama guardará mi palabra
-dice el Señor- y mi Padre lo amará, y vendremos a él.


EVANGELIO


Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 28b 34
No estás lejos del reino de Dios

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: -“¿Qué mandamiento es el primero de todos?”
Respondió Jesús: -“El primero es: Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.”
El escriba replicó: -“Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: -“No estás lejos del reino de Dios.”
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

EL AMOR DE DIOS SE HA HECHO HUMANO



Cuando se le acerca a Jesús un maestro de la ley para preguntarle qué es lo más importante de toda la ley y la espiritualidad bíblica, Jesús no duda en responderle con lo que todos repiten tres veces al día: ““Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.”. Esto es algo que lo tienen muy claro, es el espíritu de la alianza, eso es lo que le da sentido a toda la vida, pero eso no es una “idea”, una frase, un principio… eso solo se entiende y se cree cuando se hace realidad palpable y esa realidad entre los hombres solo tiene una forma de expresarse, aquella que los hombres entienden: EL AMOR HUMANO por eso, Dios se bajó de la nubes y se hizo humano y amó como los humanos y cuando se encontraba un enfermo no se ponía a darle un discurso y a hacerle entender la teoría del amor divino ni a hacerle una declaración de principios, sino que le preguntaba ¿qué quiere? Y, lógicamente le mostraba su necesidad: ¡Cúrame! Y cuando se muere su amigo o se encuentra a la viuda de Naín se estremece y llora y devuelve con vida a la persona.


Por eso, cuando el maestro de la ley le pregunta, le contesta con lo que dice la ley, pero inmediatamente la hace aterrizar porque una falta de fidelidad y lealtad a la ley es dejarla solo en los principios, en las nubes, o en la mera aplicación al individuo y nosotros nos quedamos fuera.


Cuando esto no se tiene claro o se quiere desviar, entonces nos vamos por las leyes en donde nos enzarzamos en discusiones inútiles: los judíos habían puesto 248 mandatos y 365 prohibiciones divididas por categorías según la importancia que tenía, con lo que el núcleo fundamentas se perdía.


Algo muy parecido es lo que hoy nos ocurre dentro y fuera de la iglesia: nos quedamos en cositas, en preceptos y nos perdemos en interpretaciones minuciosas y nos dejamos a un lado la justicia y el amor que son los que nos deberían distinguir