DOMINGO XXXIII DEL T.ORDINARIO -B-

PRIMERA LECTURA


Lectura de la profecía de Daniel 12, 1 3
Por aquel tiempo se salvará tu pueblo

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán
tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora.
Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro.
Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para
ignominia perpetua.
Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la
justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN


“SENTENCIA CONTRA LOS APÓSTOLES DE LA MUERTE”

Daniel se enfrenta a la realidad corrompida que existe en su pueblo a pesar de estar en la esclavitud y, en esa situación, ve cómo los más corrompidos son sus propios hermanos, de lo que él se escandaliza, pues son los mismos israelitas los peores enemigos de los israelitas (recuerdo que en América se decía que “no hay peor enemigo del indio que el indio” y en África, “No hay peor enemigo del negro que el negro”), pues aquí se cumple el dicho, en nuestra tierra se dice: “No sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió”.
Pero la realidad vuelve a repetirse exactamente en el tiempo que vivimos: los peores enemigos de los inmigrantes son sus propios paisanos, y en muchos casos sus mismos familiares y en nuestro país estamos viendo cómo los peores nacionalistas, que hacen la guerra a sus hermanos, son gente que dejaron su tierra y se instalaron en otra.
Daniel sufre en su propia carne las consecuencias de esta lacra y llega a exclamar: “En aquel tiempo” –refiriéndose al momento en que llegue todo a su tope-, cuando llegue ese límite, en el que se colme la paciencia de Dios y de todos, ahí se acabarán todas esas estupideces y aquellos que se aliaron con el mal tendrán que rendir cuentas de todo lo que han hecho; ese momento será de extrema angustia para todos aquellos que se instalaron en el mal y en la corrupción, será una auténtica hecatombe , mientras que para los que se mantuvieron en el bien, será un triunfo.
Daniel habla de la resurrección universal de todos aquellos que se pusieron al servicio de la paz, ellos serán los sabios, ya que son los que han de triunfar; se hará un examen de la conducta de los hombres y se establecerá la justicia, el juicio de Dios se hará sobre los hombres y Dios pondrá a cada uno en su sitio: “unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.”
Todo esto que Daniel piensa y anuncia, tiene su ratificación en Cristo. La muerte que los malvados llegan a creerse que es el máximo triunfo, es justamente su peor fracaso: Cristo ha resucitado y ha quedado firmada con su resurrección la sentencia de los malvados.
Es imposible quedarse imposible y no dar luz al momento que vivimos en el que estamos colmando la paciencia de Dios y de la misma naturaleza; el triunfo aparente de los poderosos que no les importa el futuro de la humanidad y menos aún el presente en el que están sembrando la muerte, el odio, la división, el racismo, la angustia, el miedo, las guerras… Tienen los días contados y su sentencia está firmada.


Salmo responsorial Sal 15, 5 y 8. 9 10.11

R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 11 14.18
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados

Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.
Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN


“CRISTO HA VENCIDO LA MUERTE”

La muerte de Cristo, que es el aparente triunfo de los aliados del mal, es justamente todo lo contrario: esa muerte ha sido la ratificación de su error, pues con ella ha sido liberado el hombre contra el que se dirige el daño.
Cristo, a quien se ha quitado de en medio como el máximo obstáculo, se les ha convertido en la perenne pesadilla, por eso será considerado salvación y esperanza para unos y estorbo odioso para otros.
Con Cristo, los hombres han quedado ubicados, unos a un lado y otros a otro; en otro momento nos dice que la palabra de Dios es como una espada de dos filos que coloca a unos a un lado y a otros en el otro. Ya no es posible andar camuflados.
Cristo ha vencido las fuerzas del mal y con él a todos sus seguidores; ahora se las tendrán que ver con Él todos aquellos que optaron por ser obstáculos para el reino.
En la vida sigue el mismo planteamiento: o nos fiamos de Él y nos vamos siguiendo sus huellas, o lo despreciamos y seguimos otras huellas. Pero lo que sí es cierto que al final, las cosas son como son y no como cada uno hayamos dispuesto que sean, pues ese momento final no está bajo nuestro control y, si no somos nosotros los que lo controlamos, ¿bajo el poder de quién está?


Aleluya Lc 21, 36
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para manteneros en pie ante el Hijo del hambre.


EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 13, 24 32
Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-“En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearan.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte.
Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.”
Palabra del Señor.



REFLEXIÓN


“DIOS ES SEGURO, SU JUSTICIA NO FALLA”

Con este pasaje culmina S. Marcos el discurso de Jesús en el que habla del momento final, pues es algo ineludible hacia donde caminamos; ese momento final escapa absolutamente a nuestras posibilidades: nosotros podremos disponer de nuestra vida, de nuestros bienes de nuestras cosas… pero al final, no controlamos ni siquiera nuestra última voluntad: de mi harán lo que quieran y no lo que yo diga.
Es el momento tremendo por el que ha de pasar todo este mundo y ese momento va a ser un verdadero cataclismo: nuestros brillos se han de apagar y caerán nuestros estrellatos y se acabarán nuestros poderíos, lo mismo que los de todos los poderosos; ahí, cuando ya se nos haya acabado todo nuestro protagonismo, es cuando nos encontraremos con nuestra verdadera realidad; ahí solo nos quedará como signo que nos haga reconocibles el amor, la justicia, la verdad, la paz, la solidaridad que hayamos ido construyendo; lo demás se nos revolverá en contra.
Dios es grande y tiene paciencia, pues sabe que tarde o temprano todos vamos llegando, es la estación de destino de este viaje que iniciamos el día que nacimos..
La forma cómo S. Marcos expresa esta realidad es uniendo elementos históricos y apocalípticos para hacer comprender la situación del fracaso impresionante que ha de vivir aquel que se equivocó de camino y se empecinó en su postura de perdición; es la sensación tremenda del fracaso total, sin posibilidad de retroceder y enmendar el daño. Pero al contrario, así como es terrible el fracaso, es grandioso el triunfo.
Estamos viendo cómo mucha gente quiere convertirse en “Mesías”, hacer un mundo a su imagen y semejanza, pero observamos cómo vamos de fracaso en fracaso: cada vez hay más pobreza, más dolor, más sufrimiento, más guerras y cada vez las distancias fraternas son más grandes. El hombre, al estilo de Adán, quiere hacer las cosas a su manera y no se quiere enterar que la mejor manera para el hombre es la que Dios le tiene planificada: solo Él es capaz de hacer feliz al hombre.
El hombre se empecina en quitar de en medio a Dios y sentirlo como un estorbo, pero el tiempo le hará convencerse que sin él no llega sino a su propia destrucción, cosa que la misma naturaleza se lo va advirtiendo.
Pero aunque el hombre se empecine en su insensatez, la decisión de Dios es inquebrantable: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán” y habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde reine la paz, se acabe el sufrimiento, la división, la guerra… y se establezca la fraternidad y la paz, quedando cada uno en su sitio, según la opción que haya hecho en su vida.