DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO -A-


Lectura del profeta Isaías 55,10‑11
La lluvia hace germinar la tierra

Así dice el Señor: "Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo."
Palabra de Dios

REFLEXIÓN:

“LA FUERZA DE LA PALABRA”
            Mientras nosotros vivimos marcados por el pragmatismo y no aceptamos más que aquello que se puede pesar, medir y contar, el profeta viene a expresar que hay algo que escapa a nuestras posibilidades y a nuestros cálculos: la Palabra de Dios es fuerza viva, que por sí misma tiene una fuerza y un dinamismo que no depende de nuestros cálculos y de nuestros planes.
            Esta realidad es algo que sobrepasa todas nuestras expectativas. El profeta utiliza un ejemplo sencillísimo que entiende todo el mundo: el agua cae y moja y en su humedad va insertada la vida que fecundará allí donde entre. El que se desarrolle más o menos, eso será otra historia que dependerá de muchas circunstancias del terreno y de la misma vida.
            Lo nuestro será dejar que esa palabra se oiga, entre en el oído de la gente y el resto ya se encarga la misma palabra de hacerlo: ella se encarga de entrar en el corazón y “mojar”
            Es muy importante tener esto siempre presente; nosotros no tenemos autoridad para decir si  vale la pena o no, si va a ser eficaz o no. Si ponemos el ejemplo de un micrófono podremos ver cómo éste únicamente se limita a reproducir  el mensaje  de aquel que lo utiliza haciendo que llegue a los oídos de los que escuchan. Lo único que deberíamos hacer es procurar la limpieza y nitidez de la palabra para que llegue sin distorsiones, ya tendrá bastantes distorsiones cuando entre en el corazón del hombre y éste la interprete, la acepte, la desprecie, la acoja o la ignore… pero todo esto ya dependerá de cada uno que tendrá que responder de lo que ha hecho con esa semilla de vida que germinó en su corazón.


Salmo responsorial: 64
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Tú cuidas de la tierra, la riegas /
y la enriqueces sin medida; /
la acequia de Dios va llena de agua, /
preparas los trigales. R.
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Riegas los surcos, igualas los terrones, /
tu llovizna los deja mullidos, /
bendices sus brotes. R.
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Coronas el año con tus bienes, /
tus carriles rezuman abundancia; /
rezuman los pastos del páramo, /
y las colinas se orlan de alegría. R.
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.  
Las praderas se cubren de rebaños, /
 y los valles se visten de mieses, /
que aclaman y cantan. R.
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.


Lectura de la carta de S. Pablo a los Romanos 8,18‑23
La creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios

Hermanos: Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“LOS GRANDES OBSTÁCULOS PARA EL REINO”
            Siguiendo el tema del germen de vida que lleva la palabra de Dios  cuando entra en el corazón del hombre y de  las posibilidades que tiene de desarrollarse, S. Pablo le escribe a los romanos  y les dice que ha entrado en el mundo una fuerza renovadora que, como la levadura, está llamada a fermentar toda la masa, y toda la creación ha empezado ya a removerse: la semilla de la libertad, del amor, de la justicia, de la verdad, de la paz se ha introducido en el mundo con la encarnación que Dios ha hecho en la naturaleza humana y con su nacimiento: CRISTO.
            Desde ahora, todo ha cogido un ritmo de transformación, se ha establecido un proceso nuevo, esto ya no se puede parar. Se ha fecundado la tierra con la semilla del reino y esperamos que se dé un verdadero parto, con el que se irán dando  muchas transformaciones,  con el dolor y el desajuste que todo eso va a llevar consigo
            Siguiendo la imagen que pone S. Pablo a los cristianos de Roma, esto nos obliga a mirar las cosas desde la esperanza y no desde el miedo al dolor y a la perdida de lo que hemos adquirido.
            Se trata de empujar, de arrimar el hombro, de establecer unas condiciones óptimas en las que se pueda desarrollar esa semilla que ya está germinando. Este proceso ya es irreversible y no hay nada ni nadie que lo detenga por muchas trabas y obstáculos que le pongan; lo triste es que la peor traba y el peor de los obstáculos que puede encontrar es la persona misma que esteriliza su corazón para el amor, para la verdad, para la justicia, para la fraternidad, para la paz…
           


Lectura del santo evangelio según S Mateo 13,1‑23
Salió el sembrador a sembrar

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: "Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."
[Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les contestó: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno."]
Palabra del Señor

REFLEXIÓN

“EL VENENO QUE ESTERILIZA EL CORAZÓN”
            Jesús ve todo lo que se está dando a su alrededor y tiene conciencia de que el ambiente no es nada fácil ni propicio al desarrollo del reino, hay un montón de dificultades y obstáculos: sin embargo, también tiene plena conciencia de que lo que él trae no es una doctrina, ni una filosofía, ni una moral, ni un sistema político que necesita adeptos para hacer frente a otras fuerzas que compiten.
            Lo que Jesús presenta es la misma fuerza de Dios que entra en el mundo y tiene una fuerza transformadora, eso no lo va a detener nadie, por más que los medios de comunicación y la misma violencia se pongan en contra e intenten barrer con todo.
            Él trae una misión: sembrar esa semilla de salvación y transformación y deja el mismo encargo a los suyos: se trata de sembrar, no de cosechar. Deja la promesa que alienta la esperanza: la cosecha ha de ser abundante, independientemente de lo que aparentemente veamos que, por supuesto, nunca ha de estar a nuestro gusto, pero ha de sobrepasar nuestras expectativas.
            Frente a esta propuesta y esta esperanza, nos encontramos con un ambiente hostil, lo mismo que se lo encontró Él: había distintas formas de acoger la semilla y de tratarla:      -Para unos  es algo que no sirve para nada y se hacen impermeables a todo, y hasta le hacen oposición a la palabra, porque sus intereses van por otro lado y la palabra siempre les cuestiona.
                        -Otros utilizan el mensaje para sus intereses y, aparentemente, les queda algo, pero al final vemos que se pierde todo.
                        -Otros tienen una vida tan complicada en tantos líos, que resulta imposible hasta el que tengan ni siquiera tiempo para dedicarle a la Palabra.
            Y todo se confabula para convencernos que no vale la pena sembrar; está todo perdido, es algo inútil y anacrónico, son cosas pasadas de moda, eso no vende, no ofrece el más mínimo interés a nadie… y para demostrar que eso es así, tenemos a todos los medios de comunicación que solo reflejan el mal que existe en el mundo y que es una demostración de lo que sostienen,  otra forma de ver las cosas es una fantasía, una utopía y parece que se ha borrado todo.
            Pero volvemos a soplar sobre las cenizas de lo que se ha ido arrasando y nos encontramos que existen muchísimos focos de verdadero fuego, ascuas ardiendo que no hay más que quitarle la ceniza y darle un poco de aire y todo vuelve a tener la misma fuerza.
            Un cristiano no puede permitir que a su lado se vaya apagando el fuego y él, con su silencio y su indiferencia vaya dejando que se apague;  estamos llamados a ser ventiladores que metan aire en las ascuas y no dejar que la ceniza cubra el fuego de ese reino.
            Por poner un ejemplo muy concreto: en un programa de TV, al medio día (antena-3) en uno de esos concursos,  una chica perdió voluntariamente 1000 € para que se los pudiera llevar un compañero que estaba concursando y no había conseguido ni un solo euro. El gesto desconcertó al presentador, pues eso no se ve todos los días, pero está ahí y eso no lo puede apagar nadie.
            Tenemos un mundo en el que están queriendo ponerlo todo patas arriba, en el que se está queriendo dar carta de ciudadanía a poder matar, al egoísmo extremo, al hedonismo, al atropello de los derechos humanos, a cambiar el nombre de las cosas y confundir a la gente… pero todos llevamos dentro una semilla de bondad, de paz, de fraternidad y hasta de sensatez… que nadie nos la puede quitar, a nos ser que nosotros mismos traicionemos nuestra propia conciencia y convirtamos nuestro corazón en un terreno estéril a base de matar todos estos sentimientos con el egoísmo, con la avaricia, la  codicia, la soberbia…