PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de
Miqueas 5, 1‑4ª
De ti saldrá el jefe de Israel
Así dice el Señor: «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña
entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo
antiguo, de tiempo inmemorial.
Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y
el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel.
En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre
glorioso del Señor, su Dios.
Habitarán tranquilos, porque
se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.»
Palabra
de Dios.
“JESÚS,
CUMPLIMIENTO DE LAS PROMESAS Y DE LA ESPERANZA”
El profeta Miqueas vive una situación dramática en el
reino de Judá amenazado por Asiria.
El reino de Judá está gobernado por descendientes de
David, pero estos se han olvidado ya de su padre y en lugar de dedicarse a
gobernar y a sostener al pueblo, se han dedicado a guardar y buscar sus
intereses particulares.
Ante el espectáculo lamentable que se ha montado, el
profeta sostiene que hay que volver al principio, pues de lo que existe no
merece la pena conservar nada, pues todo está dañado por la corrupción. Dios
hará surgir un rey justo que establezca el derecho y la paz, pero este rey que
surgirá, no vendrá de la grandeza de Jerusalén, sino de la humildad y
sencillez, tal como ocurrió al principio: David era el más insignificante de
todos sus hermanos que eran fuertes y
grandes, en cambio David era el último de la casa, un niño pastor.
Hasta que esto no llegue, el pueblo tendrá que asumir las
consecuencias del camino que ha cogido.
El profeta da las
características de este nuevo rey: “gobernará con firmeza, pero con cariño y
actuará en nombre de Dios, bajo el signo de su Alianza” cosa que hace mucho
tiempo han olvidado los dirigentes del país.
Este “nuevo Rey” se
verá cumplida su figura en Jesucristo que es quien establece las bases de una
nueva forma de hacer las cosas.
Por mucho que
intentemos, no podemos evitar el gritar: ¡¡¡Ven Señor!!! Hazte presente en esa
persona que piense en el pueblo antes que en sus intereses, que gobierne con
firmeza, pero con cariño, y que actúe en nombre de Dios, bajo el signo de su
Alianza”
Salmo responsorial 79, 2ac y 3b. 15‑16.
18‑19 (R.: 4)
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre
querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a
salvarnos. R.
R. Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
Dios de los ejércitos,
vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R.
R. Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
Que tu mano proteja a tu
escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos
tu nombre. R.
R. Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los
Hebreos 10, 5‑10
Aquí estoy para hacer tu
voluntad
Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no
quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas
holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el
libro: `Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.´”
Primero dice: “No quieres ni aceptas sacrificios ni
ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: “Aquí
estoy yo para hacer tu voluntad.” Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por
la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“CRISTO
HA RESTABLECIDO LA NATURALEZA HUMANA”
La carta a los
hebreos presenta a Jesús como el cumplimiento de todas las promesas y la puesta
en práctica de lo que Dios ha venido pidiéndole al hombre durante muchos
siglos.
El autor de la carta invita a hacer una reflexión: Dios
ha venido pidiendo al hombre su obediencia, para que se dirija por el camino
que Él ha puesto y que pueda ser feliz, pero el hombre se ha resistido; ha
llegado el momento en que el mismo Dios ha venido y ha recorrido el camino que
quiere para el hombre; ha optado por dejar de hablar en símbolos y se ha hecho
carne humana y, como un ser humano, ha realizado lo que es su voluntad para el
hombre; de esta forma, al coger un cuerpo humano, la misma naturaleza humana ha
sido santificada y en Cristo todos quedamos santificados.
Para reconciliarnos con Dios, Cristo no ha ofrecido un
sacrificio ritual, como hacían los sacerdotes en el templo, de acuerdo a las
normas establecidas por la ley, sino que ha puesto en su lugar su propia
persona, como realización de la voluntad divina, que es la perfección del
sacrificio: “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni
víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade:
Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.”
Éste es el verdadero y profundo sentido de la
encarnación: Cristo ha elegido la naturaleza humana que se había rebelado y
dado la espalda a Dios, para someterla al servicio de Dios y, desde ese momento, el hombre ha quedado
reconciliado con su creador.
Ahora no queda otra respuesta, ni otro gesto ritual, ni
otro sacrificio… que aceptar el regalo que se nos ha hecho y seguir los pasos
que nos ha indicado. Lo triste es que el hombre, cada día que se levanta, está
dispuesto a repetir la misma historia.
Aleluya Lc 1, 38
Aquí está la esclava del
Señor;
hágase en mi según tu palabra.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio
según san Lucas 1, 39‑45
¿Quién soy yo para que me
visite la madre de mi Señor?
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a
la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la
criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en
grito: -“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién
soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis
oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
“EL ENCUENTRO DE MARÍA E ISABEL”
S. Lucas tiene un interés especial
en presentar este encuentro de estos dos personajes: Juan, el último profeta
del A.T. y Jesús, que viene a iluminar todo la que se ha venido dando hasta
ahora.
Se encuentran las dos madres:
Isabel que encarna la condición del A.T.
y María que lleva la nueva luz del N.T.
Lo que en un momento nace como un
gesto de solidaridad, pues María se entera que la necesitan y se pone
inmediatamente en camino, se convierte en un encuentro alegre y de un gozo
profundo: el A.T. reconoce la llegada del cumplimiento de todas las promesas, y
esperanzas con las que ha venido caminando el pueblo y Juan salta de alegría en
el seno de su madre cuando siente la cercanía de Jesús.
Ambas mujeres se convierten: una en
el arca de la Alianza que conserva todas las promesas y esperanzas del pueblo y
la otra; María, se convierte en el nuevo templo donde vive, no ya la promesa,
sino la realidad que trae la salvación.
En el saludo que se hacen, una
reconoce la grandeza de lo que está ocurriendo y la otra exalta la grandeza del
que viene dispuesto a cumplir todo lo que Dios ha venido prometiendo a sus
antepasados.
Esta escena es un retrato de la
humanidad que ha venido caminando en la oscuridad hasta llegar a la luz, cosa
que supone el gozo inmenso del que ha encontrado la libertad.
Pero la escena se rompe y cambia de
sentido el momento en que Cristo nace y su presencia divide a los hombres: unos
siguen a favor de las tinieblas y otros se dejan iluminar por la luz. Y la
realidad sigue sin dar un paso hacia adelante: una parte de la humanidad sigue
sirviendo al Cesar y la otra sigue esperando que Dios restablezca
definitivamente el orden caído.