PASCUA 2015
DOMINGO DE RAMOS:
Jesús ha
terminado su camino que comenzó en Galilea y durante este tiempo ha venido
reuniendo, enseñando, orientando, corrigiendo a sus discípulos durante tres
años hasta subir definitivamente a Jerusalén donde va a encontrar sus
verdaderos enemigos, como le ocurrió a todos los profetas, los que se han
asentado sobre una estructura de poder que machaca y atropella todos los
derechos del pueblo.
No obstante, los apóstoles siguen empecinados en sus esquemas de
poder y sosteniendo sus intereses, que son los mismos que tiene el imperio
romano y el poder establecido en Israel. Jesús les ha dicho que ellos no pueden
ser como esos; han de distinguirse por su manera de servir y de tratar a la
gente: “El que quiera ser el más grande, que se haga el servidor y el esclavo
de todos” pero, por más que se lo dice, no entienden.
Aceptar el reino
que propone Jesús lleva consigo romper
un montón de esquemas que no están inspirados
en el amor y la justicia y mucho menos en la paz.
La mejor forma de enseñárselo es con gestos que lo escenifiquen y lo
vean hecho realidad: se coge un burro, que es un animal menospreciado, pues eso
sólo lo tienen los pobres, para que vean que no se trata de ostentación ni de
ambición de poder, que están en otra escala de valores que no tiene nada que
ver con lo que hacen los grandes de este mundo: los poderosos demuestran su poder
y su fuerza haciendo exhibiciones de las armas que poseen: carros de guerra,
aviones, tanques, misiles, bombas… y un sinfín de armas mortíferas para
persuadir al enemigo de la peligrosidad que tiene acercarse a él.
Jesús entra en Jerusalén representando
la instauración del reino de Dios, pero no es el reino que todos imaginan, sino
que rompe todos los esquemas y aparece subido sobre un burro que es un animal despreciado, símbolo de la pobreza de
los débiles.
Deja
que la gente lo aclame, aunque no tangan idea de lo que aclaman o a quien
aclaman, pero hay una realidad: el reino de Dios está entre ellos y ÉL es la
primera manifestación; esto ya no habrá quien lo detenga y no depende de la
gente ni del sistema establecido ni de los poderes del mundo; esto seguirá
adelante, lo acepten o lo rechacen hasta que se establezca definitivamente en
el mundo el reinado, no de un orden
político, sino de la PAZ como consecuencia de la práctica de la JUSTICIA, del
AMOR y de la VERDAD.
Ese
día entra triunfalmente el reino de Dios en Jerusalén y Jesús es el signo
visible y la realidad viva de la presencia de este reino.
La
imagen de Jesús entrando en Jerusalén, subido sobre un burro, representa un
cambio radical de esquemas y de realidad: el Reino de Dios no está basado en la
fuerza, en el poder, en el miedo, en las armas… ni el reino es una acumulación
de poder, de riquezas, de fuerza o de violencia…
La
imagen de Jesús montado en un burro es un signo visible de todo un cambio de
mentalidad, de una subversión radical de valores que responde a lo que el mismo
Jesús le responde a Pilatos cuando éste le pregunta si es rey y Jesús le
contesta: “Tu lo has dicho, yo soy rey, para esto he venido, para ser testigo
de la verdad y todo aquel que es de la
verdad, escucha mi palabra…”
El
rey no es el que se carga de poder y de riqueza sobre un pueblo, sino el que se
pone a la cabeza de la causa de la verdad, de la justicia, del amor y de la paz
y sus súbditos son todos aquellos que lo sigue.
TRIDUO
JUEVES SANTO
Todo esto que se ha proclamado el Domingo y que ha
culminado con la denuncia de la corrupción del templo que es el signo visible
del sistema político, económico, legal y religioso que hay establecido,
comienza una etapa completamente nueva
marcada con los signos y valores del REINO DE DIOS que están movidos no por la
fuerza, el dinero, las leyes o el acoso
de la religión, sino por una alianza de AMOR que ha restaurado la naturaleza
humana y ha convertido al hombre en el templo vivo donde habita el Espíritu
Santo que va a ser quien avive, fortalezca,
impulse y lleve adelante esta nueva realidad.
El
signo que va a marcar a estos hombres nuevos será el AMOR que los identificará
ante el mundo y un amor que se hace servicio, entrega, perdón y acogida.
Jesús
vuelve a utilizar otro gesto visible para que les quede claro: “Se levantó de la mesa, se quitó el manto,
se colgó una toalla y se puso a lavarles los pies… ¿Habéis visto lo que he
hecho?... Pues si yo, que soy el Señor he hecho esto, es para que vosotros
hagáis lo mismo entre vosotros…”
Ese
amor que les ha dejado como signo que los identificará ante el mundo no es algo
que se disuelve en palabras que se lleva el viento, sino en gestos reales y
vivos que se traducen en expresiones de disponibilidad incondicional para el
que los necesita. Sus apóstoles serán los “SERVIDORES” del reino para el mundo.
Tampoco
su ALIANZA nueva es un concepto hueco, una palabra que se lleva el viento, sino
una realidad viva que se renueva cada vez que dos o más se reúnen en su nombre:
“Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros; tomad y bebed,
este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis,
en memoria mía”
VIERNES SANTO
Esta Alianza de amor que celebramos ayer no es una
idea, unos principios o una filosofía… palabras huecas que se lleva el viento,
sino una realidad viva que marca la
existencia, pues se asume y constituye una forma de vivir que te hace
enfrentarte a la vida llena de dificultades.
La
CRUZ de Cristo no es más que la culminación de todo lo que hizo, pensó y sintió
en su vida desde el primer momento de su encarnación en la naturaleza humana:
asumió e hizo suyas todos las consecuencias que lleva consigo ser humano, como
es el enfrentarse a este mundo lleno de todo: dolor, persecución, hambre,
guerra, injusticia, desolación enfermedad, catástrofes, muerte…
Sin
embargo, nada de todo lo negativo que existe va a hacer que cambie su decisión
de amar y restaurar al hombre (Rm. 8, 35-39)
SABADO SANTO
Un día de luto y reflexión.
Hay
motivos sobrados para detenerse y pensar en todo lo que Dios ha hecho: se ha
rebajado hasta ponerse al nivel del hombre, ha hecho suyas todas nuestras
alegrías, nuestras, penas, nuestras luchas, nuestras ilusiones y esperanzas,
nuestros sueños…
Nos
ha dado el sentido de la vida y nos ha hecho el gran regalo de la ESPERANZA:
nada de lo que le hombre hace y vive es baldío y su sentido, excepto aquello
que el hombre decide asumir, que tiene como principio y fin la muerte, está
colmado en la resurrección de Jesús; todo está llamado a resucitar y a llenarse
de alegría y felicidad.
La
muerte ha sido vencida, ya no es el final del camino, sino el principio del
triunfo…
Pero
el hombre ha respondido a este gran regalo que Dios le hace con la peor de las
actitudes: el no reconocer, despreciar y matar.
Por
eso, el día de hoy es un día de luto, de tristeza, de reflexión, de
avergonzarse ante el fracaso del hombre que una vez más le da la espalda a su
propia salvación y grandeza: a dios y opta por su perdición y por la muerte. El
día de hoy es, por otro lado, un día de grandeza, pues Dios le demuestra al
hombre que está equivocado, que no tiene razón, que, aunque se obstine en
perderse, las puertas de la salvación seguirán estando abiertas de ahora en
adelante.
Lo
grande sería reconocer la equivocación y como contrapartida el gran regalo que
Dios hace de la resurrección y alegrarse
por lo que nos dio.
El
gesto grande frente al reconocimiento de
la equivocación lo vamos a poner en la renovación de nuestro bautismo, que es
RENACER y ponernos en la onda de la resurrección