DOMINGO VI DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA

Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo 

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Hch 8, 5-8. 14-17
EN aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría. Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no había bajado sobre ninguno; estaban solo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Palabra de Dios 

REFLEXIÓN.

ROMPIENDO BARRERAS   

            Hoy nos presenta la liturgia el pasaje en donde aparece Felipe predicando en territorio de Samaría.
            Es bueno que enmarquemos el momento y la situación: una vez que ha muerto Jesús y la comunidad empieza a tener problemas en Jerusalén, el grupo tiene que salir y cada uno se va por un lado; allí donde va llegando cada uno, empieza a dar testimonio de lo que ha ocurrido en Jerusalén y de la experiencia que ha vivido al lado de Jesús, es algo que no pueden evitar.
            Felipe se va a Samaría, un territorio que ha tenido problemas con el centralismo de Jerusalén y se han separado; tienen la misma fe, tienen las mismas raíces, pues pertenecen al mismo pueblo, pero se han opuesto al negocio que hay montado en el templo de Jerusalén y rompen con las tradiciones que se han montado, no aceptando más leyes que las que tiene el Pentateuco, pero rechazan todo lo que han montado los escribas, fariseos y sumos sacerdotes que han ido interpretando las leyes antiguas.
            Los judíos consideran a los samaritanos unos traidores, unos herejes y los desprecian como a extranjeros; lógicamente, los samaritanos les devuelven la misma moneda, pues Jerusalén ha llegado hasta destruirles su templo en Garizin
            Felipe entra en contacto con los samaritanos, de la misma manera que en otro momento ya lo había hecho Jesús (Jn. 4,1-42; 8, 48; Mt.10, 5; Lc. 9,51-56; 17,16) y llega a tener tal éxito que dice el evangelio que la ciudad se llenó de alegría por su presencia.
            Hoy nos parece la cosa más normal, pero en ese momento suponía un gran paso el que Felipe estuviera en Samaría rompiendo normas, tradiciones de rivalidad, resentimientos, prejuicios y considerando a los samaritanos en condiciones de igualdad con los judíos. Este encuentro de Felipe con los samaritanos supone una especie de nuevo pentecostés, en el que el Espíritu rompe barreras y fronteras para establecer la concordia y la fraternidad.
           Cuando leemos esto hoy, nos queda una especie de ráfaga de nostalgia al ver las barreras que se han formado durante siglos dentro de los cristianos y que se siguen manteniendo por prejuicios y, sobre todo, por intereses que no tienen que ver nada con lo que Cristo nos dejó. 

Salmo responsorial
Sal 65, 1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20 (R/.: 1)

R/.   Aclamad al Señor, tierra entera. 

        V/.   Aclamad al Señor, tierra entera;
                tocad en honor de su nombre,
                cantad himnos a su gloria.
                Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!».   R/.
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera. 

        V/.   Que se postre ante ti la tierra entera,
                que toquen en tu honor,
                que toquen para tu nombre.
                Venid a ver las obras de Dios,
                sus temibles proezas en favor de los hombres.   R/.
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera. 

        V/.   Transformó el mar en tierra firme,
                a pie atravesaron el río.
                Alegrémonos en él.
                Con su poder gobierna eternamente.   R/.
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera. 

        V/.   Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
                os contaré lo que ha hecho conmigo.
                Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
                ni me retiró su favor.   R/.
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera.

SEGUNDA LECTURA
Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro. 1 Pe 3, 15-18
QUERIDOS hermanos:
Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo.
Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal.
Porque también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu.

Palabra de Dios.
REFLEXIÓN 

EL ESPÍRITU DE DIOS VIVIFICA A LA IGLESIA        
      Continuamos con la lectura de la segunda carta de S. Pedro en la que no cesa de recordamos que hemos sido instalados en una nueva situación vital, nacida de la resurrección de Cristo, a la que nos hemos incorporado por el bautismo. No podemos seguir pensando y viviendo como antes, como si no hubiera ocurrido nada en nuestras vidas; pero no solo eso, sino que debemos saber dar razón de nuestra fe, de lo que ha ocurrido en nuestras vidas: ¿En quién creemos, Por qué creemos, por qué esperamos, por qué hemos perdido el miedo y confiamos en la misericordia de Dios que vive a nuestro lado y no nos falla, a pesar de las injusticias y opresiones que sufrimos? para que el que se pregunte por nosotros pueda tener una respuesta clara; esa es también una forma de dar testimonio de Jesucristo ante el mundo.

            Este recuerdo y exhortación que nos hace de algo que pertenece a nuestra esencia de cristianos, también quiere dejarnos claro que es obra del Espíritu Santo que habita en nosotros y que resucitó a Cristo, de cuya acción nace la iglesia y se sostiene con su fuerza y su vitalidad.
           Éste es el Espíritu de la Verdad que procede de Dios y que es la misma VERDAD en toda su plenitud; esto no es una idea ni una fórmula que confesamos, sino la realidad que nos sostiene y nos alienta a seguir caminando. Esta es la promesa que nos hizo antes de morir: “No os dejaré solos. Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos” y, así permanece Cristo vivo y efectivo en su iglesia: dando fuerza y alentando el camino.

Aleluya
Jn 14, 23
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   El que me ama guardará mi palabra —dice el Señor—,
        y mi Padre lo amará, y vendremos a él.   
R/.

 EVANGELIO
Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito

Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 14, 15-21
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».

Palabra del Señor. 

REFLEXIÓN 

PERMANECER EN EL AMOR    

            La gran preocupación de Cristo antes de marcharse es ver el peligro al que se van a tener que enfrentar los discípulos: ante las dificultades se van a desanimar, se van a venir abajo, van a sentir la tentación de abandonar y, sobre todo, van a enfrentarse entre ellos mismos creando la división.
            Por eso les quiere reforzar lo que es fundamental: demuestren que lo aman, que es sincera su amistad con Él, manteniéndose firmes, cumpliendo los principios que Él les ha dejado y que han venido viviendo con toda sencillez.
            Pongan de su parte lo que esté a su alcance, que Él pondrá el resto; Él va a permanecer a su lado, si es que ellos no se separan de Él. El mismo Espíritu que lo ha sostenido a Él es el que les va a enviar para que se sostengan ellos.
            Juan les recuerda que “El Mundo” (para él es la expresión del mal) no va a aceptar al Espíritu de Dios que es el Espíritu del bien, del amor, de la justicia, de la verdad, de la paz y, por tanto, le va a hacer la guerra, pero el Espíritu de Dios los va a hacer fuertes, para que luchen en contra de ese mundo de injusticia, de idolatría del dinero, de opresión de los pobres, del orgullo, de la insolidaridad, de la mentira y la corrupción… Esa será la batalla diaria en la que entramos y ante la que no debemos desfallecer, porque ya está dada la victoria y Cristo resucitado es la prueba definitiva de la alianza que hizo con nosotros antes de marcharse.
             No se trata de regresar al legalismo judío, sino a llevar adelante el mandato único que Él nos dejó y que va en contra justamente del legalismo frío judío: El amor a Dios y el amor a los hermanos; en esto se resume toda la ley y los profetas.