CONMEMORACIÓN DE
LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN
EVANGELIO
✠ Lectura
del santo Evangelio según san Marcos. Mc 11, 1-10
CUANDO
se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos,
mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”».
Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una puerta;
y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
«¿Qué hacéis desatando el pollino?».
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!».
«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”».
Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una puerta;
y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
«¿Qué hacéis desatando el pollino?».
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!».
Palabra del Señor.
MISA
PRIMERA LECTURA
No escondí el
rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
(Tercer cántico del Siervo del Señor)
(Tercer cántico del Siervo del Señor)
Lectura del libro de Isaías. Is 50, 4-7
EL Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de
aliento.
Cada mañana me
espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios
me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la
espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi
barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios
me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como
pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“SERVIDORES DE LA
VERDAD ”
El
profeta acepta la misión que el Señor le ha dado: ser portador de su palabra,
de su mensaje, pero aceptar esto le va a exigir estar en constante actitud de
escucha; cada mañana se ha de presentar para decir al Señor: “dime qué quieres
de mi”, y con esa actitud se pone a disposición para hacer lo que le pida sin
condiciones.
Esta
actitud que describe el profeta es la que tiene Jesús, sin resistencias de
ningún tipo y es la actitud que Cristo pide a todos los que le siguen: ser
capaz de dar la cara, no pasar haciéndose el loco, el que no ve, ni oye, el que
no se entera de la realidad que tiene delante, sin darle rodeos y sin hacer lo
blanco negro y viceversa.
Esta
actitud que presenta el profeta y que asume Jesús como suya y que pide a todos
los que le siguen, no puedo evitar el acogerla yo para reflexionar cómo la
asumo en mi vida y mirar cómo la estamos asumiendo dentro de la comunidad.
En
este momento no puedo volver la cara para otro lado y evitar la realidad que
estamos viviendo en este Domingo de Ramos en el que Jesús, fiel a esta actitud, se presenta en Jerusalén dando
la cara, de frente, contra un sistema de explotación y de muerte que se está
imponiendo y que le piden que se calle y no deje a la gente que grite.
Él
no se echa atrás frente a los que le insultan y le ofenden y le golpean. Hoy,
con vergüenza estamos asistiendo a la cobardía de aquellos que en nombre de
Jesus sostienen el sistema de muerte y ante las amenazas y las advertencias de
los políticos se echan atrás y se callan ante el crimen que se está
cometiendo.
Salmo responsorial
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2ab)
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?
V/. Al verme, se
burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R/.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?
V/. Me acorrala
una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?
V/. Se reparten mi
ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?
V/. Contaré tu
fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel». R/.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Filipenses. Flp 2,6-11
Se humilló a sí
mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo
CRISTO Jesús, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a
Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así,
reconocido como hombre por su presencia,
se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios
lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el
abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
REFLEXIÓN
“NO UTILIZAR EL PODER EN BENEFICIO PROPIO”
La
comunidad cristiana tiene presente la actitud de Cristo como referente para su
vida: Él tiene en sus manos la posibilidad de hacer que todas las cosas sean de
otra forma; Él podrá aprovechar del poder que tiene para hacer que su plan se
realice con éxito de acuerdo a los esquemas que tiene establecidos el sistema.
Pero
Cristo no se aprovecha del poder que tiene en beneficio propio, sino que
prefiere quedarse al lado del hombre, al lado del último de los hombres: “tomó
la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres… se humilló a si
mismo haciéndose obediente hasta la muerte”.
Tener
esa posibilidad en las manos y desperdiciarla, es considerado de tontos: adán
no se pudo resistir a la tentación de ser como Dios y precipitó al género
humano al abismo; es exactamente lo que hacen todos los que quieren
aprovecharse y muerden la manzana del poder, llegan a sentirse como “dioses”
incluso sobre aquellos que los auparon al trono, ni siquiera se consideran
deudores de una confianza que se puso en ellos y confunden lo que deberían ser:
servidores de una causa par la que se les puso y se instalan en un
endiosamiento megalómano.
El
camino es completamente contrario: Cristo no muerde la “manzana” y su vida se
convierte en salvación para todos, pues al vaciarse de si entra la potencia
salvadora de Dios y hace que su vida y su persona se conviertan en expresión de
la gloria de Dios.
Versículo antes del Evangelio
Cf. Flp 2,8-9
Cristo se ha
hecho por nosotros obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso
Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
Para la lectura
de la historia de la Pasión del Señor no se llevan cirios ni incienso, ni se
hace al principio la salutación habitual, ni se signa el libro. Esta lectura la
proclama el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Pero puede también
ser proclamada por lectores laicos, reservando, si es posible, al sacerdote la
parte correspondiente a Cristo.
Si los lectores
de la Pasión son diáconos, antes del canto de la Pasión piden a bendición al
celebrante, como en otras ocasiones antes del Evangelio; pero si los lectores
no son diáconos se omite esta bendición.
EVANGELIO (forma breve)
✠ Pasión de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo. Mc 15, 1-39
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
Cronista
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices».
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran.
Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.
Pilato les preguntó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «Crucifícalo».
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «Crucifícalo».
C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Le ponen una corona de espinas, que habían trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.
Conducen a Jesús al Gólgota
C. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),
«Fue contado entre los enemigos»
C. y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
A otros ha salvado ya sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
S. «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
C. También los otros crucificados lo insultaban.
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
C. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí Eloí, lemá sabaqtaní?».
C. (Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, llama a Elías».
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».
Cronista
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices».
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran.
Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.
Pilato les preguntó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «Crucifícalo».
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «Crucifícalo».
C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Le ponen una corona de espinas, que habían trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.
Conducen a Jesús al Gólgota
C. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),
«Fue contado entre los enemigos»
C. y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
A otros ha salvado ya sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
S. «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
C. También los otros crucificados lo insultaban.
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
C. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí Eloí, lemá sabaqtaní?».
C. (Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, llama a Elías».
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
ANTE TODO LA PERSONA
En la vida de Jesús no lograron hacer que se doblegara a
ningún partido, a ningún interés privado y menos aún a ninguna ideología
política o religiosa, por eso terminó odiado por todos: fariseos, saduceos,
sacerdotes, romanos…
Todos quisieron tenerlo en sus filas, pero no se sometió
a nadie, por eso, al final todos se pusieron de acuerdo aunque eran enemigos,
para quitárselo de en medio.
Para Jesús solo hubo un valor absoluto: LA PERSONA y,
lógicamente, no toleró que se la atropellara con la injusticia, la exclusión,
el atropello, o el desprecio y, por eso se puso del lado de los más débiles:
los enfermos, los hambrientos, los marginados, los explotados, los
despreciados, los maltratados… y no porque fueran los mejores, sino porque eran
los más desprotegidos.
Jesús no ha cambiado y hoy sigue identificándose con los
que sufren: con los que han tenido que abandonar su tierra por culpa de los
políticos y han tenido que huir de la guerra que han montado o por haberse
puesto del lado de las grandes multinacionales que trafican con los alimentos y
con la salud; Jesús se pone del lado de los que están sufriendo las
consecuencias de todo el desorden mundial establecido por los servidores del
dios dinero que exige la muerte como culto y no dudan en matar en nombre de la
justicia y de la libertad.
Nosotros, los creyentes en Jesús, no podemos encerrarnos
en nosotros mismos, vivir en la intimidad un sentimiento espiritual y quedarnos
tan tranquilos.
Cuando miramos a Cristo, agredido, acusado injustamente,
juzgado como un criminal y crucificado, tenemos que ver en su rostro el amor
infinito de Dios al hombre y el rechazo absoluto a toda ideología, del tipo que
sea, que humille o degrade al hombre.