SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO


PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Génesis. Gén 14, 18-20
Ofreció pan y vino

EN aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino, y le bendijo diciendo:
    «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo,
    creador de cielo y tierra;
    bendito sea el Dios altísimo,
    que te ha entregado tus enemigos».
Y Abrán le dio el diezmo de todo.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

LOS SIGNOS DE LA ALIANZA     
            La celebración del Corpus está enmarcada en un ambiente de acogida y acción de gracias. La liturgia recoge el sentido más remoto de la acogida con la figura de Melquisedec que acogió a Abraham en su casa y le ofreció pan y vino para un sacrificio de bendición y acción de gracias por los triunfos obtenido en la batalla.
            Más adelante, en la historia de Israel cogemos la alianza que Dios hace con el pueblo que lo saca de Egipto; después vuelve a renovar su alianza en el Sinaí y en la cumbre de los tiempos, Cristo suscribirá la alianza definitiva ofreciendo su persona como víctima del sacrificio de bendición, de acogida por parte de Dios y de acción de gracias por parte del pueblo y lo expresa con el pan y el vino de la cena pascual.
            Esta es la gran realidad que celebramos el día del Jueves Santo y que la liturgia quiere retomar y actualizar en nuestra vida, quedando el pan y el vino en recuerdo de Melquisedec y como signos visibles y sensibles de la realidad de la presencia de Cristo resucitado entre nosotros.
            Sin embargo, esta realidad que Dios expresa con su iglesia, necesita una respuesta adecuada a la grandeza que tiene y es ahí, como ocurrió en el pueblo de Israel, donde fallamos todos menos preciando y devaluando el significado que tiene.

Salmo responsorial
Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4 (R/.: 4bc)
R/.   Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

        V/.   Oráculo del Señor a mi Señor:
                «Siéntate a mi derecha,
                y haré de tus enemigos
                estrado de tus pies».   
R/.
R/.   Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

        V/.   Desde Sión extenderá el Señor
                el poder de tu cetro:
                somete en la batalla a tus enemigos.   R/.
R/.   Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

        V/.   «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
                entre esplendores sagrados;
                yo mismo te engendré, desde el seno,
                antes de la aurora».   
R/.
R/.   Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

        V/.   El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
                «Tú eres sacerdote eterno,
                según el rito de Melquisedec».   
R/.
R/.   Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

 SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
1 Cor 11, 23-26
Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor
HERMANOS:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
    «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
    «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

LA EUCARISTÍA O LA NUEVA ALIANZA      
            Pablo quiere recordar a los corintios lo que él ha recibido como base y fundamento de todo lo que les ha venido predicando: la vida y la obra de Jesús no fue más que la manifestación y demostración de la fidelidad de Dios a su compromiso inquebrantable de salvación; por eso, la Eucaristía, la “Nueva Alianza” es el gran referente para todos: “Siempre que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva”; es decir: cada Eucaristía es la renovación de la Alianza de Cristo, del compromiso de amor de Dios  para con el hombre. ¡Ojalá lo fuera también para el hombre.
            Pero esta decisión de Dios nos lleva irremediablemente a plantearnos personalmente la pregunta: ¿Hasta qué punto yo estoy acogiendo, dando gracias, y respondiendo al bien que Dios me está ofreciendo?
            El gran problema de la comunidad de Corinto está siendo el que haya perdido el sentido de la Eucaristía y la ha convertido en un gesto humano en el que no se expresa la grandeza de Dios ni la fraternidad que Él ha traído, sino más bien todo lo contrario: han perdido el sentido y han convertido la Eucaristía en un acto social, un anti-signo y Pablo responde con contundencia.

Hoy puede decirse la secuencia Lauda, Sion, salvatorem

SECUENCIA (forma larga)

Alaba, alma mía, a tu Salvador;
   alaba a tu guía y pastor
   con himnos y cánticos.

Pregona su gloria cuanto puedas,
   porque él está sobre toda alabanza,
   y jamás podrás alabarle lo bastante.

El tema especial de nuestros loores
   es hoy el pan vivo y que da vida.
   El cual se dio en la mesa de la sagrada cena
   al grupo de los doce apóstoles
   sin género de duda.

Sea, pues, llena, sea sonora,
   sea alegre, sea pura
   la alabanza de nuestra alma.

Pues celebramos el solemne día
   en que fue instituido
   este divino banquete.

En esta mesa del nuevo rey,
   la pascua nueva de la nueva ley
   pone fin a la pascua antigua.

Lo viejo cede ante lo nuevo,
   la sombra ante la realidad,
   y la luz ahuyenta la noche.
   Lo que Jesucristo hizo en la cena,
   mandó que se haga en memoria suya.

Instruidos con sus santos mandatos,
   consagramos el pan y el vino,
   en sacrificio de salvación.

Es dogma que se da a los cristianos,
   que el pan se convierte en carne,
   y el vino en sangre.

Lo que no comprendes y no ves,
   una fe viva lo atestigua,
   fuera de todo el orden de la naturaleza.

Bajo diversas especies,
   que son accidentes y no sustancia,
   están ocultos los dones más preciados.

Su Carne es alimento y su Sangre bebida;
   mas Cristo está todo entero
   bajo cada especie.

Quien lo recibe no lo rompe,
   no lo quebranta ni lo desmembra;
   recíbese todo entero.

Recíbelo uno, recíbenlo mil;
   y aquel lo toma tanto como estos,
   pues no se consume al ser tomado.

Recíbenlo buenos y malos;
   mas con suerte desigual
   de vida o de muerte.

Es muerte para los malos,
   y vida para los buenos;
   mira cómo un mismo alimento
   produce efectos tan diversos.

Cuando se divida el Sacramento,
   no vaciles, sino recuerda
   que Jesucristo tan entero
   está en cada parte
   como antes en el todo.

No se parte la sustancia,
   se rompe solo la señal;
   ni el ser ni el tamaño
   se reducen de Cristo presente.

He aquí el pan de los ángeles,
   hecho viático nuestro;
   verdadero pan de los hijos,
   no lo echemos a los perros.

Figuras lo representaron:
   Isaac fue sacrificado;
   el cordero pascual, inmolado;
   el maná nutrió a nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero,
   ¡oh, Jesús!, ten piedad.
   Apaciéntanos y protégenos;
   haz que veamos los bienes
   en la tierra de los vivientes.

Tú, que todo lo sabes y puedes,
   que nos apacientas aquí
   siendo aún mortales,
   haznos allí tus comensales,
   coherederos y compañeros
   de los santos ciudadanos.

SECUENCIA (forma breve)

He aquí el pan de los ángeles,
   hecho viático nuestro;
   verdadero pan de los hijos,
   no lo echemos a los perros.

Figuras lo representaron:
   Isaac fue sacrificado;
   el cordero pascual, inmolado;
   el maná nutrió a nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero,
   oh, Jesús!, ten piedad.
   Apaciéntanos y protégenos;
   haz que veamos los bienes
   en la tierra de los vivientes.

Tú, que todo lo sabes y puedes,
   que nos apacientas aquí
   siendo aún mortales,
   haznos allí tus comensales,
   coherederos y compañeros
   de los santos ciudadanos.
Aleluya
Jn 6, 51
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo —dice el Señor—;
        el que coma de este pan vivirá para siempre..   
R/.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 9, 11b-17 
Comieron todos y se saciaron
EN aquel tiempo, Jesús hablaba a la gente del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron:
    «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado».
Él les contestó:
    «Dadles vosotros de comer».
Ellos replicaron:
    «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente».
Porque eran unos cinco mil hombres.
Entonces dijo a sus discípulos:
    «Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno».
Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

VIVIR LA EUCARISTÍA   

            Con frecuencia escuchamos decir que la misa es un rollo, que siempre es lo mismo, que tenemos que actualizarnos, que no se puede estar repitiendo siempre lo mismo… etc.
            Pero la Eucaristía no es algo que esté expuesto a caprichos de nadie; esto fue tan importante que debió quedarse grabado en la comunidad: es la última cena de Jesús, es el momento supremo de su vida, es el acontecimiento por excelencia, el referente de autenticidad que tenemos, eso no puede estar al arbitrio de cada uno, de forma que en un lugar te encuentres celebrando una liturgia recargada de gestos y símbolos y en otro sitio te encuentres al cura bailando una sevillana.
            En la comunidad resuenan como un eco irrefutable las palabras de Jesús: “Haced esto en memoria mía” y por eso Pablo les recuerda: “Cada vez que celebráis esto proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva”.
            Desde el principio la comunidad cristiana ha mantenido este deseo de Jesús y este mandato inquebrantable como el gran referente en el que encontramos la presencia real de Cristo en su iglesia a través de su palabra que nos recuerda su vida, sus palabras y su mensaje y nos marca un camino a sus discípulos para seguir sus pasos y en las especies del pan y el vino
            La comunidad tiene muy claro que Jesús se ha quedado con su Espíritu y se ha convertido en alimento, en alegría, en coraje para vivir y afrontar las dificultades; comulgar con el pan y con el vino es unirse plenamente a su persona y a su proyecto, pero al mismo tiempo es unirse a todos los creyentes que sienten y viven lo mismo; ese pan y ese vino es el eje de la unidad en el que todos nos identificamos y en el que compartimos vida e ideales:
            Celebrar la cena del Señor es identificarse con Él, es repetir el gesto y la realidad que Cristo vivió y expresó en el momento de la celebración; es el momento solemne en donde confesamos nuestra fe y nuestra unión con Cristo, haciendo nuestras sus palabras, sus sentimientos, sus deseos y su proyecto.