IV DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO C

 


¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Lectura del Evangelio según san Lucas.
En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». Palabra el Señor.
    Celebramos el cuarto domingo de Adviento, lo que significa que esta muy cerca el Misterio de la Navidad. Hoy las lecturas y el evangelio nos hablan de este momento.
    Miqueas nos dice que de Belén la ciudad mas pequeña de Judá, nacerá el Salvador, cuando la que tiene que dar a luz dé a luz. Es Dios mismo el que va a nacer como nos dice la segunda lectura, Él se acerca al hombre en la propia humanidad del hombre para llevarlo hasta a Dios.
    Pero, la gran figura de este domingo es María, que después del acontecimiento de la Encarnación, se pone en camino para encontrarse con su prima Isabel y proclamar las grandezas del Señor.
    Hoy, Dios nos invita a hacernos pequeños para que este gran Misterio se adentre en nuestro corazón, nos pongamos en camino para anunciar a nuestro mundo las grandezas del Señor. Nos empuja a ponernos al servicio del mismo Amor para que todos preparemos el camino del Señor que ya está muy cerca y sobre todo que cuando nos encontremos en familia y amigos pongamos a Jesús en el centro del mismo para hacerlo presente y así el Dios de la paz este en nuestra vida para trasmitirla a los suyos.

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCION DE MARIA

 

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Del evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, "porque para Dios nada hay imposible"».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró. Palabra del Señor.
    Celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, el Adviento queda a un lado, para contemplar a María como madre de la Esperanza, aquella que realmente esperó a Jesucristo, el Señor.
    Hoy por lo tanto es un día grande, pues vemos que con el "Sí" que Ella dio al Padre nos enriquece a todos al darnos al Salvador del mundo. En el evangelio de hoy vemos que el Espíritu entra en la historia de una mujer y la inunda de toda gracia, la llamamos la llena de gracia, para una misión importante dentro de la Historia de la Salvación, ser el Arca de la nueva Alianza.
    María es la primera redimida antes del tiempo y por eso es Inmaculada desde el primer momento de su concepción por los méritos de Cristo en la Cruz.
    Con su fidelidad nos enseña ya a esperar los bienes prometidos a todos nosotros, porque Él es fiel. Con su entrega al Padre nos enseña también a hacerlo presente en medio de nuestro mundo. Esta es la obra de Dios en Ella, cantar las grandezas del Señor a todas las generaciones. 
    Que la alegría de sentirnos amados con el mismo amor que el de María, nos impulse a contemplar y a acoger el Misterio de la Esperanza en la Navidad dentro de nuestros corazones.