DOMINGO XII DEL T. ORDINARIO -B-

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Job 38, 1. 8‑11
Aquí se romperá la arrogancia de tus olas

El Señor habló a Job desde la tormenta: -“¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: "Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas?"
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“¿QUÉ PASARÍA SI LO HICIERA?

Lo mismo que la “viña” en la cultura israelí representa al pueblo de Israel, el “MAR” es el símbolo del poder, de la fuerza, de toda la energía del universo creadora, incontrolable, inabarcable… es la imagen que ayuda a imaginar todo el poder de Dios Todopoderoso.
El mar cuando se enfurece es algo terrorífico, capaz de destruir todo lo que se le presente; lo mismo que el mar en calma es una imagen grandiosa de paz de vida, de sosiego...
Dios es dueño y hacedor del mar, de la lluvia, de los terremotos… es el único capaz de controlarlo todo y de dirigir toda esa fuerza, pues Él mismo se la dio.
Si Dios ha sido el creador de todo esto y tiene poder para controlar y dirigir toda esa potencia y energía, necesariamente puede liberar al hombre de cualquier mal y, por tanto, es motivo suficiente para apoyar toda la confianza y la esperanza en Él y perder todo tipo de miedo e inseguridad que nos pueda llevar a dirigir la atención hacia los ídolos que se presentan como poseedores de fuerzas liberadoras.
El creyente no tiene por qué vivir pendiente de fuerzas extrañas que tema que le ataquen. Sabe que el Señor, dueño absoluto de todo el poder está con él y si se dirige a Él lo escucha. Entonces, ¿Cómo se explica la presencia del mal en el mundo, si Dios tiene poder para borrarlo? ¿Es que Dios está alejado del mundo y le importamos poco?
La respuesta que Dios da a Jacob no es explicándole el problema, sino orientándole en otra dirección: Job es una criatura humana, limitada; su razón no alcanza a ver más allá de lo que puede constatar, que es bien poco.
La presencia del mal en el mundo es un misterio que el hombre no alcanza ni a explicar ni a entender; su ciencia, sus esquemas, sus teorías, sus posibilidades… no dan para más; la única posibilidad que tiene es mirar esa realidad desde la fe: aceptando que por encima de todo el más Dios tiene un proyecto distinto al mío y al del mundo y confiar plenamente en Él.
De todas formas, el problema sigue estando en pie a través de toda la historia: “Si Dios puede, ¿Por qué no lo hace, por qué lo deja?”
Pero si lo hiciera, probablemente también tendríamos la misma dificultad: “Si nos ha hecho libres, semejantes a Él ¿Por qué no nos deja que actuemos nosotros?
Está en juego el misterio mismo del ser humano con su libertad, con su capacidad limitada, con su anhelos de transcendencia y hasta su instinto que le lleva a proclamarse el centro del mundo, el dueño y señor de toda la creación, mientras ve que hay un montón de cosas que se escapan a su capacidad, por más que avanza técnicamente, pero ve que siempre le falta mucho para poder ser feliz.


Salmo responsorial Sal 106, 23‑24. 25‑26. 28‑29. 30‑31

R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano. R/.
R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto;
subían al cielo, bajaban al abismo,
el estómago revuelto por el mareo. R/.
R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar. R/.
R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres. R/.
R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 14‑17
Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado


Hermanos:
Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.
Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.
Por tanto, no valoramos a nadie según la carne.
Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no.
El que es de Cristo es una criatura nueva.
Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“LA RESPUESTA MÁS REVOLUCIONARIA Y DESCONCERTANTE”

El problema de la presencia del mal, del dolor y del sufrimiento en el mundo también está presente en tiempos de Pablo y él intenta dar su respuesta aunque es algo que nosotros no logramos entender ni abarcar; para Pablo, la única respuesta la encuentra en Cristo: “Él ha muerto por todos nosotros para que los que viven no vivan para si mismos”, es decir: esta realidad misteriosa que tanto nos asusta y nos oprime, no puede ser caus de nuestro hundimiento, pues esa realidad está superada, la muerte ha sido vencida, nosotros saltamos por encima de ella, no es el horizonte de nuestra vida, estamos más allá de la misma muerte, nuestra mirada está puesta en la eternidad, nuestra esperanza no está reducida a cosas materiales, inmediatas.
Por eso, un verdadero cristiano resulta siempre para el mundo una especie de incógnita sin posible solución para los parámetros del mundo, era la expresión de un periodista ante la presencia y la labor de la madre Teresa de Calcuta: “Hermana, yo no haría eso que usted hace por todo el dinero del mundo” y la respuesta inmediata y tajante de ella: “¡Ni yo tampoco!”
La donación gratuita a los otros sin esperar recompensa es la respuesta más eficaz y y desconcertante al misterio del mal: “Donde hay odio ponga yo amor, donde hay guerra ponga yo la paz, donde hay mentira ponga yo la verdad, donde haya venganza ponga yo el perdón…” Porque sabemos que el mal no puede producir otra cosa que sufrimiento, pero nosotros no nos quedamos anclados en eso.
El criterio humano nos lleva a responder con el “ojo por ojo y diente por diente”, porque el criterio humano, la ciencia humana considera al otro como una cosa, como un instrumento para conseguir fines humanos, en cambio el criterio de Dios es otro: al hombre lo considera el único fin y todo lo demás que nos ocurre o que tenemos nos ha de servir como instrumento para que el ser humano se realice, incluso el mal.
Esta forma de mirar y de enfrentarse al mundo únicamente es posible desde la fe en Jesús muerto y resucitado que nos lleva a emplear a fondo nuestras vidas, sabiendo que la muerte no es el final del camino, sino el principio de lo que es definitivo para nosotros.

Aleluya Lc 7, 16
Un gran Profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.



EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 35‑40
"¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
-“Vamos a la otra orilla.”
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole:
-“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
-“¡Silencio, cállate!”
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:
-“¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aun no tenéis fe?”
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
-“¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen¡”
Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

“¿ADÓNDE PENSÁIS LLEGAR ASÍ?"
El pasaje de S. Marcos está enmarcado en el mismo ambiente del libro de Job: el “mar” es el símbolo de la potencia de Dios sobre todas las fuerzas naturales, y en esa mentalidad aparece Cristo dando ordenes y apaciguando el mar que se somete a su mandato dejando estupefactos a los apóstoles: “¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen¡”
El pasaje evoca el momento en que Moisés actúa sobre las aguas del mar rojo y libera al pueblo; este momento también es parecido al que vive el pueblo: se encuentran al borde del caos, la vida está en peligro: invocan al Señor y él los libra de la muerte segura.
El tema sigue siendo actual, pero habría que plantearlo desde otro ángulo, no desde el ángulo de la experiencia vital de encuentro con Jesús y con su reino, pues esta experiencia la tiene relativamente poca gente, por tanto, no se puede generalizar, aunque aquellos que la viven se convierten en un referente de paz, de amor de fraternidad, de solidaridad… de felicidad.
El planteamiento habría que hacerlo desde nuestra increencia, desde la postura que hemos cogido:
Nos hemos acomodado en lo fácil, no queremos exponer nada, no aceptamos el más mínimo sacrificio, no queremos oír algo que nos pueda mover la conciencia, preferimos no ver nada por aquello de que “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Nos hemos instalado en una situación de “ir tirando como sea” procurando las menos complicaciones posibles. La única realidad que constatamos es que todo lo que existe es considerado mi enemigo y hay que defenderse de todo y nos vamos dejando invadir por una sensación de acoso, de huida de dejadez… queremos pasar desapercibidos sin que nadie nos tenga en cuenta para nada, siempre que no nos falte lo que necesitamos para “seguir tirando” y nos vamos acomodando a un modo de vivir en el vacío, en soledad y sin sentido. Yo diría que aquí no se trata de un mar embravecido, sino que se ha secado y nos hemos sentado a la sombra de un arbusto mientras contemplamos, cómo el mundo agoniza en el hambre, en la miseria, en el odio, en la explotación, en el vacío, en la muerte…
Es en esta situación en la que sale Jesús a gritarnos para que salgamos del letargo en el que hemos caído: ¿Todavía seguís creyendo que eso es la salvación para el mundo? ¿Esa es la fe y la esperanza que tenéis? ¿Es posible que sigáis confiando en los políticos después de la corrupción en la que estáis contemplando andan metidos? ¿Es posible que sigáis diciendo que el dinero es la solución o las grandes multinacionales, o las armas… pensando que os vayan a traer la paz, la libertad y la felicidad?
En medio de este “mar embravecido” este sería el reproche que Cristo nos viene a hacer pero no para contestarnos a la invocación que le hacemos pidiendo la salvación porque somos tan estúpidos que seguimos creyendo que tenemos la solución, simplemente nos invita a que nos demos cuenta.
Sin embargo, frente a todo esto, como he dicho antes, tenemos el referente de toda esa gente que confió en el Señor a través de toda la historia y ese gente vuelve a constituirse en la eterna pregunta, parecida a la que levantó Jesús: ¿quién es esta gente y cómo es capaz de vivir de esa manera, siendo libre de esa forma y encontrando la felicidad en la situación en la que se encuentra esa persona?
Mientras la iglesia no genere esa misma pregunta, no estará siendo el sacramento de salvación para el que nació en el mundo