DOMINGO -III- DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA

 Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22‑28 
No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio

El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:
Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice:
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.

Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
            
"SEGUIR LA HUELLAS DE JESÚS”

                  Hay como dos planos en los que se mueven Pedro y el resto de los apóstoles: uno es la experiencia que han vivido, el conocimiento que han tenido de Jesús, los acontecimientos que han experimentado, el mundo que ha surgido en ellos, los sentimientos, la amistad, las esperanzas, las expectativas… algo que nadie les puede quitar .
                  El otro plano es el de los mirones de fuera, los que no han vivido nada de eso y lo único que hacen es interpretar lo que ellos creen que ha ocurrido y lo que imaginan que vivieron los otros; están los que se sintieron atacados por la postura y la enseñanza de Jesús que los desestabilizaba y, lógicamente fueron a matarlo acusándolo de todo y justificando todo lo malo que se le pudiera hacer a él y a todos sus seguidores.
                  Los apóstoles se encuentran con estas dos realidades, ¿a cuál de ellas seguir? La primera es la que ellos han vivido, pero que ha terminado en una decepción porque lo que esperaban no se ha cumplido y la segunda se quiere imponer convenciéndolos de que fue una estupidez, una patraña, una ilusión y un engaño vil que les hicieron y, que por tanto, si persisten pueden terminar lo mismo. Se trata, pues de optar: o niegan y consideran una estupidez todo lo que han visto y vivido al lado de Jesús, o consideran que la libertad que Cristo les ha dado está por encima de todas las presiones sociales.
                  Pedro, con el resto, optan por seguir las huellas de Jesús y pierden todos los miedos que los atan y los intereses a los que estaban amarrados.
                  El momento que vivimos es también tiempo de optar dejando a un lado todas las presiones y prejuicios que nos hayamos montado y los que nos hayan transmitido: optamos por vivir en el amor, construyendo la justicia, proclamando la verdad y estableciendo la paz, o nos alistamos con el otro bando que considera el mundo y al ser humano objetos a los que hay que estrujar en beneficio propio hasta dejarlos sin vida.
                  Ciertamente, la iglesia no tiene otra opción que seguir las huellas de Jesús.

Salmo responsorial Sal 15, 1‑2a y 5. 7‑8. 9‑10. 11


V/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
(o, Aleluya).

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Bendeciré al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

SEGUNDA LECTURA

 Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 17‑21
Habéis sido redimidos con la sangre de Cristo, el cordero sin defecto

Queridos hermanos:
Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida.
Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien.
Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.
 Palabra de Dios

REFLEXIÓN
          
“TOMAD EN SERIO VUESTRO PROCEDER EN LA VIDA”

           “tomad en serio vuestro proceder en esta vida”:
           Sencillamente, de eso se trata: de tomar en serio lo que somos, lo que ha ocurrido con nosotros, lo que confesamos.
           Hace solamente dos semanas que inundábamos las calles de las ciudades con imágenes, gritándole al pueblo y al mundo lo que Dios ha hecho por nosotros: le ha costado la vida de su Hijo, ha tenido que pagar un precio de sangre, de vida: la pena de muerte que pesaba sobre nosotros, ha sido abolida, pues  la ha asumido y se ha puesto en nuestro lugar, con lo que nos ha liberado de nuestra condición de esclavos de la muerte.
           En todos los templos católicos de la humanidad se ha venido celebrando lo mismo y, se han elevado plegarias de acción de gracias por lo que Dios ha hecho por nosotros y por la nueva condición de “Hombres Nuevos”, que hemos recibido como herencia la resurrección…
           Pero da la sensación de que todo esto es una especie de palabrería hueca, que no responde a nada, o a lo sumo, es un sentimiento religioso movido por el miedo al “más allá” que todavía no controlamos.
           Porque luego, en realidad, la vida transcurre al margen completamente, de todo esto que manifestamos con nuestras palabras y nuestras expresiones. Se trata, pues, de tomarse en serio nuestra identidad; ¿en qué consiste eso?
-En tomarnos en serio que el principio de nuestra actuación ha de estar regido por el AMOR a toda costa, sin encontrarle ni buscarle justificación al odio, a la venganza, a los rencores, a los prejuicios, a los intereses particulares, a los egoísmos..
-En reconocer y sostener que la persona está por encima de cualquier otro bien en este mundo y declararnos abiertamente defensores a ultranza de la dignidad de la persona, sin permitir ni justificar cualquier cosa que pueda atentar contra su dignidad y sus derechos, teniendo siempre como referente que Dios-Padre apostó por ella a costa de la sangre de su hijo, sin reparar en nada.
-En sostener y defender la JUSTICIA que nos hace a todos iguales y no permitir ni justificar que alguien o algo rompa esa norma que nos hace sentirnos a todos hermanos, sin parcializarse con nadie.
-En sostener la bandera de la VERDAD como signo de identidad, porque solo la verdad nos hace libres y, desde ella hablar, vivir, y actuar, sin participar en la corrupción de la mentira, del engaño, de la distorsión, del chantaje,
Un cristiano no puede estar en otro ámbito que en éste. Es éste su camino, su hábitat, su naturaleza; encontrarlo en otros menesteres es traicionar su naturaleza, no tomarse en serio su propia realidad.   


 Aleluya Lc 24, 32
 Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluya.

EVANGELIO

  Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13‑35
 Le reconocieron al partir el pan

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo:
— ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
— ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
El les preguntó:
— ¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
—¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo:
—Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
— ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor


REFLEXIÓN
          
 
"LA TENTACIÓN DE LA HUIDA"
La imagen que nos presenta el evangelio de hoy es una postal genial del panorama que vivimos en la iglesia:
            Los de Emaús pensaban que aquello que Jesús les había dicho sería el gran sueño de la felicidad que se va a caer por su peso: sería el reino de la fraternidad, de la alegría, de la vida sin preocupaciones, donde todo el mundo viviría en solidaridad y todos se sentirían felices, respetados, acogidos y con todo lo necesario para vivir dignamente como personas, sin que nadie se sintiese mayor, ni mejor que nadie… donde la paz y la felicidad serían el horizonte y la bandera que ondearía por todas partes… ¡Efectivamente: un sueño!
            Pero, desgraciadamente, la realidad era otra: El sueño de la felicidad se había roto al chocar con las autoridades que, por otro lado, también tenían sus sueños de felicidad, basados en el atropello, en el poder y en la fuerza y no se lo dejan arrebatar.
            Al mismo tiempo, están los que también soñaban, pero al encontrarse con la realidad, se vienen abajo, tiran la toalla y se desaniman justificando su desánimo, con que nadie se toma en serio las cosas y, ellos se sienten traicionados, con lo que empiezan a separarse de la comunidad y cogen el camino de Emaús.
            Y ahí nos encontramos, en el mismo camino: llenos de pesimismo y desencanto. Deseamos y esperamos que la iglesia fuera otra cosa, mucho más viva, más solidaria, más liberada, menos encasillada en normas, formas, leyes… mucho más dinámica y abierta, fiel a lo que dijo e hizo Jesús, comprometida de verdad en la construcción de un mundo mejor, con una jerarquía cuyas actitudes se asemejen cada vez más a las de Jesús… ¡¡Un sueño!!
            Cuando miran la iglesia, la ven inmóvil, fuera de la realidad que vivimos  muy preocupada en que la liturgia salga perfecta y se cumplan todas las normas, con una moral anquilosada en la que nadie cree ni practica  ni le interesa, intentando hacer unos esfuerzos enormes por adquirir credibilidad, pero en la que todo se viene abajo ante los fallos humanos que tiene…
            Cuando le preguntas a la gente joven, separada completamente de la iglesia, te das cuenta que la percepción que tiene de ella es como algo obsoleto, acusando y condenando todo lo que se hace, por lo que se la percibe aburrida y sin horizontes…
            La tentación que sale al paso es la de la huida: unos de una forma violenta y con resentimientos y otros de otra forma más suave, pero que al final es lo mismo, y apaciguan su conciencia diciendo que son creyentes en Dios pero no quieren saber nada de la iglesia y otros van dejando que la frialdad se apodere de ellos perdiendo todo el cariño, el interés y el afecto que sentían por ella.
            Nos guste o no, este es el panorama, y los que nos quedamos en Jerusalén, no podemos de ninguna manera seguir mirando atrás: “Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves”, Él sigue siendo la liberación y nosotros somos los testigos y el signo evidente es una comunidad abierta, sin miedos, con gente comprometida, entusiasmada, implicada, con esperanza y alegría, sin mirar el número ni las respuestas… La luz, cuando existe, brilla independientemente que la miren o estén atentos a ella y lo hace, incluso, cuando nadie se aprovecha de ella, porque no puede dejar de lucir, porque no pertenece a las tinieblas.