PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro del Deuteronomio 6, 2‑6
Escucha, Israel:
Amarás al Señor con todo el corazón
En aquellos días, habló Moisés al pueblo,
diciendo:
-“Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus
mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis;
así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya
bien y crezcas en numero. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: “Es una
tierra que mana leche y miel.”
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es
solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma,
con todas las fuerzas.
Las palabras que hoy te digo quedarán en tu
memoria.”
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“EL REFERENTE SUPREMO”
El texto que nos presenta la liturgia de hoy
es el corazón de toda la espiritualidad bíblica: Dios es el centro y el
horizonte del hombre; estar orientado a
Él es norma de seguridad, garantía de éxito, piedra angular de la esperanza.
Dios
le pide al pueblo que esto lo mantenga
por encima de cualquier otra cosa y lo establezca como fundamento que ha
de transmitir a todas las generaciones como la mejor de las herencias; el
momento en que quiten a Dios de su horizonte, y en su puesto pongan otra cosa,
el pueblo perderá su sentido y se convertirá en un desastre.
Esta
oración la deberán repetir tres veces al día los israelitas para que no se
olviden jamás de lo que son sus raíces y de lo que es su futuro y el sentido de
su presente.
Qué
pena que en los tiempos actuales no hayamos aprendido la lección y en cambio
hayamos vuelto a repetir la estupidez de tantos momentos de la historia que han
llevado al fracaso a miles de pueblos y a generaciones enteras. Con razón el
refrán quedó expresado para vergüenza
del hombre: “El ser humano es el único que tropieza dos veces en la misma
piedra”; por desgracia no son dos veces, sino miles de veces, pues no aceptamos
experimentos en cabeza ajena, sino en la propia y, aún así, volvemos a las
andadas.
Salmo
responsorial Sal 17, 2‑3a. 3bc‑4. 47 y 51ab
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
R/.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R/.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
SEGUNDA LECTURA
Lectura
de la carta a los Hebreos 7, 23‑28
Como permanece
para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa
Hermanos: Ha habido multitud de sacerdotes
del antiguo Testamento, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en
cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que
puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios,
porque vive siempre para interceder en su favor.
Y tal convenía que fuese nuestro sumo
sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado
sobre el cielo.
El no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían
primero por los propios pecados, después por los del pueblo- , porque lo hizo
de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de
debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la Ley , consagran al Hijo,
perfecto para siempre.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“CON CRISTO QUEDARON SUPERADAS TODAS LAS
BARRERAS”
El
tema del sacerdocio es el eje central de
la carta que el autor escribe a los hebreos en donde viene comparando el
sacerdocio de la Antigua alianza con el nuevo sacerdocio de Cristo que supera
todos los esquemas, desde que el sacerdote tenga que ofrecer un sacrificio
diario por los pecados del pueblo y por los suyos propios, hasta el tener que
renovar constantemente al mismo sacerdote por su muerte. Esto hace que la
institución tenga un sentido de provisionalidad.
Con
la resurrección de Cristo, queda concluida toda una practica vacía e inútil y
cambia radicalmente la situación del hombre, que solo tendrá que responder a
Dios aceptando el regalo que se le ha
hecho de la liberación definitiva de sus pecados y de la “deuda” que tenía con
Dios.
A
partir de ahora, el hombre no tiene que hacer más sacrificios expiatorios, no
tiene que estar constantemente recordando algo que no es más que un deseo, de
que se rompieran las barreras; esto ha sucedido ya, se han quitado los
obstáculos, el hombre ha sido acogido, restablecido y aceptado por Dios; esto
es ya para siempre y esta voluntad de Dios es inamovible: nadie ni nada podrá
cambiar esta decisión de Dios. Solo el hombre la podrá rechazar y despreciar,
pero en ese caso, él tendrá que cargar con sus consecuencias.
Aleluya
Jn.14, 23
El que me ama guardará mi palabra -dice el
Señor-,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Marcos 12, 28b‑34
No estás lejos del
reino de Dios
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús
y le preguntó:
-“¿Qué mandamiento es el primero de todos?”
Respondió Jesús:
-“El primero es: “Escucha, Israel, el
Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.” El
segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento
mayor que éstos.”
El escriba replicó:
-“Muy bien, Maestro, tienes razón cuando
dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo
el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como
a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”
Jesús, viendo que había respondido
sensatamente, le dijo:
-“No estás lejos del reino de Dios.”
Y nadie se abrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
“EL MANDAMIENTO PRINCIPAL”
El evangelio que nos presenta la
liturgia de hoy es el último de cuatro relatos en los que a Jesús lo quieren
poner en un compromiso: Mc. 11,27-33;
12,13-17; 12, 18-27 preguntándole de una forma capciosa para cogerlo y
acusarlo; el que leemos hoy, en cambio, parece más sincero y pertenece a una
pregunta que es inapropiada que la haga precisamente un especialista en Sda.
Escritura y en leyes a alguien que no tiene título oficial como es Jesús.
El tono parece coloquial, pero en
definitiva también tiene su interés, pues Jesús se está presentando por encima
incluso de la ley. La Torá comprendía 613 mandatos concretos, cosa que era
imposible saberse y menos aún cumplir, como exigían los letrados. Parece que el
letrado le pregunta sinceramente a Jesús para ver cómo él interpreta la ley y
en qué pone él la fuerza para que se pueda cumplir todo eso, pues entre
ellos distinguían el incumplimiento de
unas leyes más grave que otras. Alguno de estos maestros, concretamente uno
llamado Hilel, para descubrir la
gravedad o levedad de una de estas normas él sostenía: “Lo que no quieras para
ti, no lo hagas a los demás, en esto se resume la ley. El resto de preceptos
son solo un comentario de éste”. Jesús se hace eco de este comentario y lo
asume.
Para
la respuesta, Jesús echa mano de lo que ya se dice en la Escritura y que está
puesto como norma fundamental para todo israelita auténtico: “Escucha, Israel:
El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el
corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.” (Dt. 6,4-5).
Esto
era algo que todo judío conocía a la saciedad, pues lo tenía como norma
repetirlo tres veces al día. Lo importante es la unión que Jesús hace, lo mismo
el letrado, de los textos de Dt. 6,4-5 con Lev. 19,18 en donde se identifica el
amor a Dios con el amor al prójimo.
Basado
en esto, más adelante S. Pablo escribirá a los gálatas (5,14) y les dirá: “Pues la Ley entera se resume en una frase: Amarás
al prójimo como a ti mismo.”
Mc. Quiere hacer una
catequesis a la comunidad para que tengan claros algunos principios y no duden,
por eso hace repetir al maestro de la ley lo que ha dicho Jesús y deja claro
qué es lo realmente importante y qué es lo secundario.
La lección nos viene a
nosotros como anillo al dedo, pues tenemos muchas cosas que venimos poniendo
como sustitutivos y evadimos la verdadera responsabilidad que tenemos