DOMINGO -XI- DEL TIEMPO ORDINARIO -C-


PRIMERA LECTURA  


Lectura del segundo libro de Samuel 12, 7‑10. 13
El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás 

En aquellos días, Natán dijo a David: 
-“Así dice el Señor, Dios de Israel: 
“Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto. 
¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías.” 
David respondió a Natán: 
-“¡He pecado contra el Señor!” 
Natán le dijo:
-“El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.” 
Palabra de Dios.   

REFLEXIÓN
 

“DOS IMÁGENES: LA DEL HOMBRE Y LA DE DIOS” 
La imagen de David es el gran referente para el pueblo de Israel, pero aun así, no deja de ser un ser humano con todas sus debilidades: en un momento de ceguera pasional, urde una farsa para quitarse de en medio a uno de sus mejores y más leales generales, poniéndolo en el lugar más peligroso para que muera  y, de esa forma, le roba a su esposa de la que se ha

Monta el engaño para despistar y cree que de esa manera, también puede burlar a Dios, arrogándose el derecho de disponer de la vida de una persona abusivamente, para satisfacer sus deseos, con lo que, no solo comete el atropello contra Urías, contra la ley de Dios, sino contra la misma soberanía de Dios y contra la institución que representa. Esto merece un castigo fuerte.

Natán le sale al encuentro y David reconoce su delito, muestra sincera y humildemente su arrepentimiento y, esta actitud, hace que Dios  le perdone su pecado, mostrando así la profundidad de su fe.

De esta forma, David queda para la posteridad como el referente: por un lado del hombre débil sometido a la fragilidad, pero sincero y humilde que reconoce su pecado y se arrepiente y, al mismo tiempo, queda también clara la imagen de Dios Misericordioso que, por encima de nuestros pecados, está siempre dispuesto a perdonar a quien se arrepiente de verdad y está dispuesto a cambiar.

El pasaje es un modelo genial para todos los dirigentes de la sociedad: unos de una manera y otros de otra, a diario cometen errores y están expuestos al peligro de las presiones, esa es la batalla de la vida, pero lo interesante es ser capaz de estar abiertos a la verdad y dejarse iluminar por ella. La actitud contraria la estamos viendo y sufriendo en el momento actual en el que estamos constatando el daño tan tremendo que se ha infringido a una opción de servicio a la sociedad, como es la política, se la ha convertido en el arte de engañar y atropellar al pueblo, manipulando las leyes para que defiendan el robo y la mentira como formas de burla del pueblo. Esto se paga caro y produce unas consecuencias catastróficas, difícilmente recuperables. 

Salmo responsorial Sal 31, 1‑2. 5. 7. 11 (R.: cf. 5c)  


R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado. 

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito. R.
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.   

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.   

Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R.
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R. 
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
 

SEGUNDA LECTURA  


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 16. 19‑21
Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí 

Hermanos: 
Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. 
Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. 
Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. 
Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. 
Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. 
Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. 
Yo no anulo la gracia de Dios. 
Pero, si la justificación fuera efecto de la Ley, la muerte de Cristo sería inútil. 
Palabra de Dios.   

REFLEXIÓN 

VIVIR LA FE  

            Pablo parte de un hecho: él ha sido un ferviente cumplidor de la ley y un leal defensor de ella, pero con el encuentro con Cristo, ha descubierto que la ley no es un fin, sino un medio y se ha dado cuenta del gran error en el que ha estado instalado; no es una deshonra reconocer el fallo y rectificar para ubicarse en el camino; más bien da gracias a Dios de haber encontrado la verdad aunque tenga que pedir perdón por las equivocaciones cometidas.

            Cristo no rompe la ley, sino que la supera, pues en Él queda cumplida toda la ley en plenitud. Cristo vive en él y, por tanto, la ley ya no tiene poder sobre él.

            El bautismo es morir a la ley, desatarse de ella y dejar de vivir bajo su dominio; es dejar el pasado del hombre y nacer a una vida completamente nueva, vivir como un hombre consagrado por Dios. Vivir con esta dimensión es vivir en la fe y no en la sumisión a la ley.

            Esta nueva dimensión de la vida, es un regalo de Dios y no una consecuencia de la ley;  esto es un cambio radical de vida que hace que el hombre entre en una nueva relación con Dios y que hace que esta nueva forma, cambie la misma actitud del hombre no solo con Dios, sino con todo el universo, como un ser completamente nuevo, de tal forma que, Pablo puede llegar a exclamar: “Estoy crucificado con Cristo y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi”.

            A partir de este descubrimiento, Pablo encuentra el principio vital del hombre: LA LIBERTAD: el haberla encontrado no quiere decir que le lleve a un desprecio ni a un atropello de la ley, todo lo contrario, le lleva a un cumplimiento mucho más exacto y profundo que lo que ve nía haciendo hasta ahora, solo que, no se siente amarrado ni esclavo de ella, sino que en su libertad, la ley queda completamente superada.

            Cuando no queremos entender esto, nos convertimos en legalistas y en dictadores, pues se impone la ley por la ley y no se tiene en cuenta ni a la persona ni a la justicia y en nombre de la ley, se suelen atropellar ambas cosas.
 

Aleluya  1 Jn  4,  10b
Dios nos amó y nos envió a su Hijo
como víctima de propiciación por nuestros pecados.  

EVANGELIO  


Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36—8, 3
Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor 

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: 
-“Si éste fuera profeta, sabía quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.” 
Jesús tomó la palabra y le dijo: 
-“Simón, tengo algo que decirte,” 
Él respondió: 
-“Dímelo, maestro.” 
Jesús le dijo: 
-“Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?” 
Simón contestó: 
-“Supongo que aquel a quien le perdonó más.” 
Jesús le dijo: 
-“Has juzgado rectamente.” 
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: 
-“¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.” 
Y a ella le dijo: 
-“Tus pecados están perdonados.”
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: 
-“¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?”
Pero Jesús dijo a la mujer: 
-“Tu fe te ha salvado, vete en paz.” 
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor.   

O bien más breve:   

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36‑50 

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: 
-“Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.” 
Jesús tomó la palabra y le dijo: 
-“Simón, tengo algo que decirte.” 
Él respondió: 
-“Dímelo, maestro.” 
Jesús le dijo: 
-“Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?” 
Simón contestó: 
-“Supongo que aquel a quien le perdonó más.” 
Jesús le dijo: 
-“Has juzgado rectamente.” 
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: 
-“¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.” 
Y a ella  le dijo:
-“Tus pecados están perdonados.”
Los demás convidados empezaron a decir entre si: -“¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?” Pero Jesús dijo a la mujer: 
-“Tu fe te ha salvado, vete en paz.”
Palabra del Señor.  

 REFLEXIÓN

“UN MOMENTO  COMPROMETEDOR”   

El momento y la escena son impresionantes: Jesús viene manteniendo una fuerte bronca contra este grupo social, los fariseos, que se creen los puros y los únicos que tienen autoridad para juzgar a los demás, porque se consideran los mejores cumplidores de toda la ley. Jesús no desprecia a nadie y cree que todos tienen derecho a escuchar el mensaje de Dios, acepta la invitación a comer en casa de Simón, donde se encuentra con todos sus amigos “perfectos” que han sido invitados para discutir con Jesús y pasarse un buen rato poniéndolo contra las cuerdas, pues todos lo tienen  por profeta; los poseedores del derecho y del saber quieren echarse un pulso con él y se lo llevan a su terreno. Jesús no rehúye ni se achica: se mete en el avispero y se queda  solo frente a ellos.

            El ambiente se enrarece aún más, cuando algo imprevisto  irrumpe en la reunión: una prostituta, que todos conocen,  rompe el cerco y entra en la sala, nadie la ha invitado, allí solo hay varones; se arrodilla al lado de Jesús y agachada se pone a llorar regándole los pies y besándoselos. Se suelta el pelo y le seca los pies a Jesús con su pelo. Da la sensación que es un montaje preparado por alguno de aquellos para machacarlo por completo, pues esto excede cualquier atrevimiento imaginable.

            Simón y todos sus amigos convidados, se quedan  estupefactos ante lo que están viendo: ¿cómo puede permitir Jesús esto? ¿Cómo alguien a quien consideran un maestro puede hacer estas cosas?  ¿Cómo puede dejarse tocar por un tipo de persona como ésta? ¡¡Se está dejando  manchar y permitiendo que una casa de un hombre “honorable” sea manchada!! .

            La imagen de profeta  que le acompañaba y por lo que ha sido invitado, se derrumba para Simón y para todos los invitados. Aparentemente la batalla está ya perdida antes de empezar la discusión.

Jesús no se altera ni pierde el control y  sale al paso ante el espectáculo  escandaloso  que se ha montado: mira a su alrededor y ve las caras que son un reflejo del interior de cada uno y ubica la situación: les deja bien claro que para Dios, son todos lo mismo y, de la misma manera que no lo ha rechazado a él, tampoco rechaza a esta mujer. Él no entra en el esquema de las diferencias sociales que ellos han establecido, sino que va directamente a lo esencial: al valor de la persona.

            En cambio, Simón, no es capaz de romper la ley, las formas, la imagen y mirar a la persona, que está por encima de cualquier otro valor. En cambio, la mujer que se siente completamente perdida y desechada de la ley, no tiene miedo ni prejuicios algunos, lo tiene todo perdido, su interior está libre para reconocer el amor de Dios: ella ha sentido que Jesús es la única persona que la ha tratado como persona y que la ha hecho sentirse “alguien” y, a su manera, le demuestra su agradecimiento y su cariño. Y Jesús les deja a todos claro que es esa actitud es lo que cuenta ante Dios y no el cumplimento de unas formas y de unas normas establecidas que, por otro lado, son excluyentes y desprecian a la persona.

            ¡¡Cuánta necesidad tenemos hoy de esta lección que nos deja Jesús!!

            Estamos constatando que en el mundo de hoy lo que funciona es lo “políticamente correcto” es decir: aquello que interesa al sistema y, si para esto hay que liquidarse la verdad, la justicia, el sentido común… LA PERSONA, no se tienen miramientos de ningún tipo y nos llevamos por delante lo que sea, aunque en el fondo estemos convencidos que lo que hacemos es un disparate y un atropello.

            La actitud de Jesús es un referente obligado para la iglesia y para todo aquel que nos llamamos “seguidor de Jesús”.