DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO –C-


PRIMERA LECTURA


Lectura de la profecía de Zacarías 12,  10‑11;  13, 1
Mirarán al que atravesaron 

Así dice el Señor: 
"Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. 
Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito. 
Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad‑Rimón en el valle de Meguido."
Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas. 
Palabra de Dios.   

“ASUMIR LAS CONSECUENCIAS”  

            Zacarías anuncia lo que les espera: no han querido escuchar las advertencias  y el resultado va a ser tan triste y doloroso como el dolor de la pérdida de un hijo; pero al mismo tiempo, el reconocimiento de su pecado será el principio de la recuperación: Dios no es sordo ni insensible a sus hijos cuando reconocen su pecado y piden perdón; Él sale al encuentro y proclama lo que va a hacer con Jerusalén: “una copa embriagadora para todos los pueblos de alrededor”.

            La liberación comenzará precisamente con una efusión del Espíritu Santo: “Un Espíritu de benevolencia y de súplica de perdón que les hará volver la vista  hacia quien despreciaron”.

            Pero las cosas cambian cuando el pueblo no solo no reconoce su equivocación, sino que se empecina en el error y, en lugar de reconocerlo y cambiar, se revuelve contra Dios acusándolo y culpándolo de la situación en la que se encuentra,  con lo que, Dios estorba en sus estructuras y se establece la mentira, la injusticia,  la opresión, el odio, la violencia… como normas de vida, con lo que el hombre se destruye a sí mismo. Es justamente lo que, por desgracia estamos constatando a diario en nuestra sociedad y en la cultura que hemos venido construyendo. 

Salmo responsorial Sal 62, 2. 3‑4.  5‑6.  8‑9 (R.: 2b)


 R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. 

 Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma esta sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. 

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. 

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
 
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R. 
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. 
 

SEGUNDA LECTURA  


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3,  26‑29
Los que habéis sido bautizados os habéis revestido de Cristo 

Hermanos: 
Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 
Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. 
Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. 
Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa. 
Palabra de Dios. 
 

REFLEXIÓN 

 “LA MARCA DE LOS HIJOS DE DIOS”   

            S. Pablo engarza su mensaje en lo que supone el orgullo del pueblo: ellos se sienten el pueblo elegido de Dios cuando le prometió a Abrahán una descendencia tan grande como la arena de la playa o las estrellas del cielo.

            Esa promesa adquiere su pleno cumplimiento con la obra de Cristo que ha asumido la naturaleza humana y ha incorporado a todos los hombres sin distinción de raza, lengua, nación… todos hemos sido  injertados en Dios con Cristo Jesús. Por el bautismo es por lo que el hombre vuelve a recuperar su dignidad de Hijo de Dios, perdida en el origen.

  Sin embargo los cristianos convertidos del judaísmo no son capaces de desprenderse de toda la estructura legal en donde han estado metidos; es el problema fundamental que encuentran, pues entregados a la libertad que da el fiarse de Cristo, les hace sentirse en el aire.

Pablo quiere hacerles ver que la etapa que se ha vivido no ha sido más que un tiempo de preparación que ha ayudado a mantener a los hombres unidos a Dios, pero ya ha llegado el momento en que no necesitemos andaderas que nos sostengan: Cristo es el acontecimiento definitivo de toda la historia de la salvación; por la fe y por el bautismo hemos pasado a ser hijos de Dios y ya no se trata de un grupito, sino que la redención ha sido para todo el género humano.

            La grandeza de este nuevo pueblo es justamente su apertura y su universalidad: es un pueblo que no se rige por normas establecidas, sino por la práctica del amor, de la justicia, de la verdad y de la paz y, esto no es propiedad ni exclusividad de ninguna raza, cultura, o nación; esto es de Dios que ha marcado con su sello a sus hijos.

            Sin embargo, sigue siendo un fuerte escollo, lo mismo que lo fue para los judeocristianos la ley, para los cristianos actuales lo son las costumbres, las tradiciones, las formas…  que se convierten en un lastre imposible de desechar.
 

Aleluya Jn 10, 27
Mis ovejas escuchan mi voz —dice el Señor—,
y yo las conozco, y ellas me siguen.   

EVANGELIO  


Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 18‑24
Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho 

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: 
-“¿Quién dice la gente que soy yo?”
Ellos contestaron: 
-“Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.” 
Él les preguntó: 
-“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” 
Pedro tomó la palabra y dijo: 
-“El Mesías de Dios.”
É1 les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: 
-“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.” 
Y, dirigiéndose a todos, dijo: 
-“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.” 
Palabra del Señor. 
 

REFLEXIÓN 

“CONDICIONES PARA SEGUIR A JESÚS”   

Como suele ser frecuente hoy, Jesús hace un sondeo entre los apóstoles para ver qué idea tiene la gente sobre  lo que están haciendo y el índice de aceptación que tiene su persona, pues las noticias andan de un lado para otro: Él ya los había enviado a preparar el camino y les había dado algunas instrucciones para estar y relacionarse con la gente y habían vuelto entusiasmados; la noticia, por tanto, de Jesús ya andaba de boca en boca, hasta el punto que el mismo tetrarca Herodes, dice el evangelio, que andaba sin saber a qué atenerse, pues había gente que decía que era el mismo Juan Bautista, pero él decía: “A Juan lo mandé decapitar yo”. ¿Quién era, entonces Jesús?.

            Los mismos apóstoles no lo tienen muy claro, de hecho Pedro, cuando les anuncia lo que le va a ocurrir, se opone y recibe una reprimenda (Mt. 16,22-23). Aunque lo confiesan como el Mesías, sin embargo la imagen que domina sus mentes es la de un mesías político que aspira al poder y, Jesús tiene que remacharles que la idea que tiene es errónea y acentúa la responsabilidad que tienen, de ser hombres con una disponibilidad absoluta, abnegados y dispuestos a afrontar todo tipo de sufrimiento.

            Seguir a Jesús lleva consigo aceptar las condiciones y entenderlas como Él las entiende, y no a nuestra manera:El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.”

            Es decir: “Negarse a sí mismo” que significa quitarse del centro y pensar que el proyecto de vida no es el tuyo, sino el de Jesús. 

            “Perder la vida” es ponerla al servicio del otro, es emplearla y gastarla al servicio del reino… y quien hace esto, habrá ganado su vida para la eternidad.

            “Cargar la cruz” no significa soportar y aguantar lo que venga, regodeándose en el dolor, eso es masoquismo; significa estar dispuestos a vivir como Él vivió: en absoluta libertad, sin temerle ni a la misma cruz, que es a donde le puede llevar la coherencia de ese estilo de vida.

            No es correcto ir inventándose cruces que nos fabricamos a medida para  descargar la que debe ser la nuestra. La cruz no hay que buscarla, ya se encargarán de colocárnosla

            “Negarse a sí mismo y cargar con la cruz” no es otra cosa que aceptar a Jesús y su proyecto, haciéndolo nuestro y asumiendo todas las consecuencias que lleva consigo.

            Y lo que hizo Jesús es claro y evidente, como la luz del sol: se negó a coger el poder, la fuerza, la fama… como medios para servir y para salvar al mundo y, en cambio, optó por el camino del amor, de la solidaridad, de la misericordia con los desgraciados y desechados de la sociedad. Y es ahí y desde ahí donde la iglesia y todo cristiano ha de ponerse, si es que quiere hacer lo que hizo Jesús; colocarse en otro lugar o situación, es inventarse otro proyecto, es aliarse con los poderosos, utilizar otras estrategias, aunque aparentemente puedan parecer buenas y razonables, pero está demostrado que sirven a otros intereses.