PRIMERA LECTURA
Lectura del
libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32‑35
Todos pensaban y sentían lo mismo
En
el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en
común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los
apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y
Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los
que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a
disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada
uno.
Palabra de
Dios.
REFLEXIÓN
EL IDEAL DE LA COMUNIDAD CRISTIANA
El texto del
libro de los hechos presenta un resumen del ideal de la vida cristiana, pero es
interesante que centremos la atención en
algo que ya el mismo Lucas hace notar y que lo coloca como eje y centro de toda
la vivencia del cristianismo: LA UNIDAD: unidad de pensamiento, unidad de
sentimientos, unidad de acción: “pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo
en común”…
Es decir: el mandato que Jesús les
había dejado de “Amarse como Él los había amado” no es una idea que se queda
solo en unas palabras muy bonitas, sino que tiene unas consecuencias que llevan
a no llamar “suyo propio” nada de lo que tenía. Esto es imposible mantenerlo si
es que no hay un referente común y una experiencia de vida y de encuentro común
que solo la puede dar Jesús; esto es lo que hará que todo el mundo los
reconozca y los identifique como de los suyos.
Hay también algo en común en la
primera comunidad que es la base y la fuerza para el grupo que, además se convierte en el gran tesoro de
la iglesia, pues eso les da consistencia y seguridad: todos han vivido la
experiencia de oír, ver, tocar y “ESTAR” físicamente al lado de Jesús que les va a ayudar a superar
cualquier momento de duda y a dar unidad a todo lo que dicen en referencia a
Jesús: lo que dicen es el testimonio de lo que han vivido y ha sido contrastado
por todos.
Con esta vivencia en la fe, se dan
cuenta cómo queda superada la ley antigua que imponía la solidaridad (Dt.15,4)
“No habrá ningún necesitado entre vosotros” mientras que aquí el amor hace que
se convierta en signo de identificación.
Sin embargo, todo esto que se
desprende de la experiencia de encuentro con Cristo resucitado es
incomprensible ver cómo hemos podido cambiarlo tanto que hoy es posible seguir
diciendo que somos creyentes y seguidores, mientras que en nuestra vida la
división, la desconfianza, la cerrazón al amor de los demás, la insolidaridad…
se sostienen como bandera de tal forma que, entre esa iglesia que nace de la fe
en Jesús resucitado, hoy no se sabe ni de donde ha nacido ni a quién tiene como
referente.
Salmo
responsorial Sal 117, 2‑4. 16ab‑18. 22‑24 (R/.: 1)
R/. Dad gracias al Señor porque
es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna
es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna en
su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
R/. Dad gracias al Señor porque
es bueno, porque es eterna su misericordia.
La diestra del Señor es
poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir,
viviré para contar las hazañas
del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
R/.
R/. Dad gracias al Señor porque
es bueno, porque es eterna su misericordia.
La piedra que desecharon los
arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el
Señor:
sea nuestra alegría y nuestro
gozo. R/.
R/. Dad gracias al Señor porque
es bueno, porque es eterna su misericordia.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del
apóstol san Juan 5, 1‑6
Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo
Queridos
hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el
que ama a Dios que da el ser, ama también al que ha nacido de él.
En
esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus
mandamientos.
Pues
en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus
mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y
lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. )Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Éste
es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con
agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es
la verdad.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
LA FE Y LA CARIDAD
Para Juan hay cosas que están
íntimamente unidas, de tal forma que una es manifestación o signo de
identificación de la otra: FE y CARIDAD no pueden darse la una sin la otra
(suena como un eco aquello de: “quien dice que ama a Dios a quien no ve y
desprecia a su hermano a quien ve es un mentiroso” (1ª Jn 3,23; 4,11-20). Una
fe sin caridad es una mentira hacia los demás y un engaño hacia sí mismo; una
caridad sin fe, es un gesto que puede tener muchas lecturas: desde el chantaje hasta la filantropía.
Otra de las grandes verdades que
Juan no puede dejar a un lado, como si fuera algo accidental, es la realidad
que vive: el que cree en Cristo es que ha nacido de Dios y el que ha nacido de Dios no puede dejar de
dar lo que ha recibido; en consecuencia, el que no lo da, es que no tiene fe,
ni tiene que ver nada con Dios. Ésta es precisamente la puesta en práctica de
la fe: la misma fe y la misma fuerza que nos hace hijos de Dios, nos hace al
mismo tiempo hermanos de los demás y una cosa lleva irremediablemente a la
otra: yo no puedo amar a Dios y odiar a mis hermanos, ni al contrario.
Puede ocurrir un problema y es que
esta realidad no la “sintamos” y al no tener una experiencia “sensible” de ella,
la demos por algo superfluo o sin valor, pero eso es un error, pues aunque no
esté marcada por el hecho natural de la sangre, o percibida por los sentidos,
tiene la misma fuerza y realidad al estar marcada por el sello del espíritu y
su valor no depende del sentimiento, sino de la fuerza del espíritu; su valor y
realidad no depende de lo que nosotros sintamos ni de lo que nosotros pensemos,
sino que tiene valor por sí misma: el amor de una madre puede, incluso, que el
hijo lo perciba hasta de forma negativa, pero no por eso dejar de ser y de
tener su grandeza.
Aleluya Jn 20, 29
Porque me has visto, Tomás, has
creído,
-dice el Señor-.
Dichosos los que crean sin haber
visto.
EVANGELIO
Lectura del
santo evangelio según san Juan 20, 19‑31
A los ocho días, llegó Jesús
Al
anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús,
se puso en medio y les dijo:
-*Paz a vosotros.+
Y,
diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron
de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-*Paz a vosotros. Como el Padre me
ha enviado, así también os envío yo.+
Y,
dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-*Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidas.+
Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y
los otros discípulos le decían:
-*Hemos visto al Señor.+
Pero
él les contestó:
-*Si no veo en sus manos la señal
de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano
en su costado, no lo creo.+
A los ocho días, estaban otra
vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llego Jesús, estando cerradas las
puertas, se puso en medio y dijo:
-*Paz a vosotros.+
Luego
dijo a Tomás:
-*Trae tu dedo, aquí tienes mis
manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.+
Contestó
Tomás:
-*(Señor mío y Dios mío!+
Jesús
le dijo:
‑*)Porque me has visto has creído?
Dichosos los que crean sin haber visto.+
Muchos otros signos, que no
están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se
han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para
que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del
Señor.
REFLEXIÓN
LA FE
NO ES EL RESULTADO DE LA EVIDENCIA
Al morir Jesús de la manera como ocurrió, la
comunidad de discípulos con los apóstoles quedan hundidos y el miedo les asalta,
pues esperan la misma suerte para todos los que han seguido a Jesús, ya que las
autoridades judías no se van a quedar tranquilas mientras no erradiquen todo
rastro de Jesús a quien han tenido como una pesadilla.
Esa primera comunidad
siente en sus carnes la misma experiencia de miedo y opresión que el antiguo
pueblo de Israel en Egipto, cuando el Faraón lo perseguía y el pueblo se
ventiló en aquella noche su liberación (Ex 12,42; Dt. 16,1). La noticia que les
da María Magdalena les reconforta un poco, pero es necesario que sientan en su
interior la experiencia de Jesús resucitado para que les cambie por entero su
situación de miedo y de inseguridad. Este cambio se da el momento en que Jesús
entra en sus vidas y se convierte en el centro de la comunidad.
El saludo de Jesús les
devuelve la alegría, la paz y la seguridad y el miedo que tienen a lo que les
puedan hacer los judíos, se vuelve valentía y arrojo para hacer frente a las
dificultades: lo que han vivido, lo que le han visto y han escuchado a Jesús no
puede haber nadie que se lo quite y ellos tienen la certeza de que Jesús no los
ha abandonado; aquellas palabras que les dijo que: “su tristeza se convertiría en alegría” lo están experimentando ya;
esta es la nueva “Pascua” en la que Jesús les ha dado su Espíritu que les
fortalece para enfrentarse con el mundo y realizar la misión que se les ha
encomendado: ser testigos del amor de
Dios hecho perdón de los pecados y liberación del mal que le afecta al mundo.
No obstante, los problemas
a nivel personal no han desaparecido y cada uno
tiene su tiempo y su ritmo para ir encajando el hecho de la resurrección
en su vida e ir respondiendo: Tomás se resiste, pues él ha visto cómo lo han crucificado
y es difícil superar esa experiencia y exige una prueba; Tomás no acaba de
comprender que Jesús no es una reliquia del pasado, un recuerdo, sino una
experiencia vital, que le da un sentido nuevo a su vida; cuando esto lo
constata, cae rendido reconociendo al Señor como su “Señor” y como su “Dios”.
A pesar de todo,
Jesús le reprocha su testarudez y su
querer racionalizar las cosas, pues en esa tesitura no podrá amar a nadie; la
fe no se queda en lo material que es evidente y no necesita argumentos; la fe
es dar el salto a la confianza y al amor que está por encima de todas las
pruebas. Es desde ahí desde donde puedes fundamentar la confianza, la
solidaridad, el amor y la esperanza.