PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de
Miqueas 5, 1‑4ª
De ti saldrá el jefe de Israel
Así dice el Señor: «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña
entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo
antiguo, de tiempo inmemorial.
Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y
el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel.
En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre
glorioso del Señor, su Dios.
Habitarán tranquilos, porque
se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.»
Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
FORZAR
UN CAMBIO
Contrariamente a los planes de los hombres, los
caminos de Dios no son nuestros caminos.
Miqueas es de la misma época de Isaías, pero le ha tocado
vivir la realidad dura del asedio de Asiria al reino de Judá que tiene unos
gobernantes dedicados por completo a sus intereses y han abandonado al pueblo.
Miqueas está viendo el deterioro que se está dando en los
dirigentes y en toda la estructura social, deterioro que los está precipitando
a la destrucción y, frente a esta situación, proclama que hay que volver de
nuevo a los orígenes y Dios hará renacer un nuevo orden: un nuevo rey que
practique la justicia, pero ese rey no va a ser de la “casta” de los que han
corrompido al pueblo, sino que ha de venir de otro ambiente, de otras
estructuras.
Es necesario recuperar la humildad del origen y abandonar
la postura arrogante que han tomado. David, precisamente, era el ejemplo de
cómo Dios hace las cosas: era el más humilde de sus hermanos, dedicado al
pastoreo, que era lo último que un ser humano podía hacer.
Cuando Samuel va en
busca del que va a ungir como rey se fija en las apariencias externas y Dios le
dice que no es en eso en lo que ha de fijarse.
Para que se dé este
cambio, es necesario que se dé un tiempo en el que recapaciten, se arrepientan
y cambien, pero para que esto ocurra han de gustar lo que han buscado y han de
darse cuenta de la equivocación que han cometido: tendrán que probar la
experiencia de someterse a potencias
extranjeras y soportar el peso que les van a imponer; esto les hará darse
cuenta que se equivocaron y volverán su vista a Dios y a partir de ahí se dará
el cambio y nacerá un rey nuevo que
gobernará con firmeza, pero con el cariño de un pastor que ama a sus ovejas y
todo esto lo hará en el nombre del Señor.
¿Qué necesitaremos
nosotros para que nos demos cuenta y activemos el cambio?
Salmo responsorial 79, 2ac y 3b. 15‑16.
18‑19 (R.: 4)
R. Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre
querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a
salvarnos. R.
R. Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
Dios de los ejércitos,
vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R.
R. Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
Que tu mano proteja a tu
escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que
invoquemos tu nombre. R.
R. Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los
Hebreos 10, 5‑10
Aquí estoy para hacer tu
voluntad
Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no
quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas
holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el
libro: `Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.”
Primero dice: “No quieres ni aceptas sacrificios ni
ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: “Aquí
estoy yo para hacer tu voluntad.” Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por
la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
ACEPTAR LO QUE SE NOS
REGALÓ
Este pasaje de la carta a
los hebreos es sumamente interesante, pues aclara de una vez en qué consiste el
verdadero culto que agrada a Dios, que rompe todos los esquemas tradicionales:
“No
quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas
expiatorias», que se ofrecen según la Ley.” Y en el templo, en cambio ha
aceptado como víctima y como ofrenda la actitud de Jesús que ha dicho: “Aquí
estoy para hacer tu voluntad”.
Dios no está necesitando de víctimas de holocaustos ni de
nada. Él, únicamente desea y se siente complacido con que le dejemos que nos
ame y le devolvamos el mismo amor.
Para ello, Cristo ha recorrido primero el camino y en
nuestro nombre ha hecho todo lo que nos correspondía a cada uno; ahora solo
falta el que cada uno corroboremos y asumamos lo que Él ha hecho por nosotros.
Aleluya Lc 1, 38
Aquí está la esclava del
Señor;
hágase en mi según tu palabra.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio
según san Lucas 1, 39‑45
¿Quién soy yo para que me
visite la madre de mi Señor?
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a
la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la
criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en
grito: -“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién
soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis
oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
ATRIBUTOS DE MARÍA
El marco en el que Lucas ha montado la escena es
interesantísimo: son dos mujeres que Dios ha llamado a colaborar en su plan;
los varones están ausentes: a Zacarías le ha costado creer lo que Dios estaba
planeando y se ha quedado mudo; José lo está pasando mal, tiene problemas y
también está ausente. En cambio las dos mujeres han creado un marco de alegría
y solidaridad: María se ha enterado que Isabel está necesitada y a toda prisa
ha ido a ayudarla; su visita lleva la alegría a la casa de Isabel y hace que
Juan, que aún se encuentra en el seno de su madre, al encontrarse con Jesús,
salta también de alegría, incluso antes de nacer.
Isabel
reconoce a María como la “Llena del Espíritu santo”, como la “Creyente”: “Dichosa tú, que has
creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”. La reconoce como la
madre del Señor.
Esta proclamación que hace Isabel es exactamente lo que
va a marcar la existencia de María: cuando Jesús ha resucitado y la comunidad
empieza su camino en la historia, María será llamada “La Madre del Señor”; ella
es la que nos ha dado al Señor, el fruto de su vientre.
María es la “Creyente”, la que ha sabido escuchar la
Palabra de Dios, meditarla en su corazón y llevarla a la práctica, por eso
tiene bien ganado el título de ser “Madre de los creyentes”.
María lleva a Jesús y, con Él, la alegría de la Buena
noticia; ella es la primera y la más grande evangelizadora, pues donde quiera
que se encuentra hace presente a Jesús.
Es por lo que María se convierte en modelo para toda la
iglesia y para todo cristiano en particular.