DOMINGO XV DEL T. O. –C-


PRIMERA LECTURA




Lectura del libro del Deuteronomio 30, 10‑14

El mandamiento esté muy cerca de ti; cúmplelo



Moisés habló al pueblo, diciendo: 

—«Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma. 

Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda, ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir: "¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?"; ni está más allá del mar, no vale decir: "¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?" 

El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.» 

Palabra de Dios. 



REFLEXIÓN



ESCUCHAR LA LLAMADA DEL SEÑOR 



Hay algo que aparece siempre con una claridad enorme en la relación del pueblo de Israel con Yahvé: se trata de tener una actitud de “escucha”, de atención a las indicaciones que va dándole Dios para que no se equivoque y caiga en el error.

La época del sometimiento en Egipto fue muy dura para el pueblo y se convierte, por eso, en un referente de lo que no hay que hacer y a dónde no se debe llegar; podríamos decir que en esa época se marcan todas las líneas rojas que el pueblo no puede atravesar y, cuando se olvida o flaquea, ha de entrar en un periodo de conversión y de cambio de actitudes volviéndose a Dios, pues cuando las rompe, automáticamente se da la destrucción, como ocurrirá cada vez que esto se da.

            La gran noticia que aparece en este capítulo 30 es la declaración que se hace: lo que el Señor está pidiendo no es algo que supere las fuerzas, que sea inalcanzable… es algo que está a la mano de todos, está en el corazón de cada uno, es cuestión de poner un poquitín de buena voluntad y de ganas de hacerlo; la palabra ya ha sido pronunciada y está en la boca de cada uno, es cuestión de ponerla en práctica.

            El mensaje y la Palabra también han sido dados hoy, los sabemos todos, lo estamos escuchando de las mil formas que se nos lanza desde los acontecimientos que estamos viviendo… falta solo que lo queramos llevar a la práctica.

 


Salmo responsorial Sal 68, 14 y 17. 30‑31. 33‑34. 36ab y 37 (R.: cf. 33)




R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Mi oración se dirige a ti, Dios mío,

el día de tu favor;

que me escuche tu gran bondad,

que tu fidelidad me ayude.

Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;

por tu gran compasión, vuélvete hacia mi. R.

R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.



Yo soy un pobre malherido; Dios mío,

tu salvación me levante.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,

proclamaré su grandeza con acción de gracias. R.

R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.



Miradlo, los humildes, y alegraos,

buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Que el Señor escucha a sus pobres,

no desprecia a sus cautivos. R. 

R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.



El Señor salvará a Sión,

reconstruirá las ciudades de Judá.

La estirpe de sus siervos la heredará,

los que aman su nombre vivirán en e11a. R. 

R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.



O bien: 



 Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: 9a)



R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón. 



La ley del Señor es perfecta

y es descanso del alma;

el precepto del Señor es fiel

e instruye al ignorante. R.

R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón. 



Los mandatos del Señor son rectos

y alegran el corazón;

la norma del Señor es límpida

y da luz a los ojos. R.

R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón. 



La voluntad del Señor es pura

y eternamente estable;

los mandamientos del Señor son verdaderos

y enteramente justos. R. 

R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.



Más preciosos que el oro,

más que el oro fino;

más dulces que la miel

de un panal que desti1a. R. 

R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón. 



SEGUNDA LECTURA




Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 15‑20

Todo fue creado por él y para él



Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, 

Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. 

É1 es anterior a todo, y todo se mantiene en él. 

É1 es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. 

É1 es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. 

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. 

Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz. 

Palabra de Dios. 



REFLEXIÓN



CIEGOS ANTE LO EVIDENTE   

S. Pablo escribe a los colosenses y hace un himno a Jesucristo como la culminación de toda la obra de la salvación y del plan de Dios para el mundo y para el universo.

Jesucristo está en la base y en el principio de todo, pues Él es la imagen visible de Dios eterno e invisible, dueño, señor y creador de todo lo que existe. Sin Él no es posible nada, ni ha podido existir algo de lo que existe.

En la venida de Cristo se ha dado una nueva etapa que viene a ser una nueva creación; en Él ha pasado todo lo viejo, todo lo antiguo ha sido superado; con Él ha comenzado una nueva humanidad que va a dar lugar a una nueva historia, marcada por el sello del plan salvador de Cristo.

Desgraciadamente, los colosenses, como todos los seres humanos del lugar donde leamos esta carta, no alcanzan a calcular el valor de lo que ha ocurrido y continuarán, hasta nuestros días, enfrascados en los mismos esquemas en los que se movían nuestros antepasados y cometiendo las mismas torpezas, a pesar de saberlo y tenerlo todo claro.



Aleluya cf. Jn 6, 63c. 68c

Tus palabras, Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna.



EVANGELIO




Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 25‑37

¿Quién es mi prójimo?



            En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:

—«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» 

É1 le dijo: 

—« ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» 

É1 contestó: 

—«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» 

É1 le dijo: 

—«Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» 

Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse. Preguntó a Jesús: —« ¿Y quién es mi prójimo?» 

Jesús dijo: 

—«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó‑ de largo. 

            Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: 

            "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» 

É1 contestó: 

— «El que practicó la misericordia con él.» 

Díjole Jesús: 

—«Anda, haz tú lo mismo.» 

Palabra del Señor.



 REFLEXIÓN



EL AMOR FRENTE A LA LEY    

 Cuando nos detenemos a observar el momento que nos narra el evangelio, nos quedamos desubicados, pues escuchamos decir que un “maestro de la ley” le pregunta a Jesús, que no es un hombre de estudios, ni un letrado, sino que lo consideran un “hombre del pueblo” ¿Cuál es el mandamiento más importante?

Esto no se entiende a no ser que pensemos que la pregunta era capciosa o iba en plan de esperar dejarlo en ridículo, pero cuál no sería su sorpresa cuando Jesús le dio una respuesta que él no esperaba ni imaginaba que Jesús fuera capaz de hilarla: Jesús le da la respuesta correcta, pero le deja en el aire una pregunta que él se ha de responder: ¿Cómo concretizar ese amor de Dios? Y le obliga a que el letrado haga una síntesis de Dt 6,5 y Lv 19,18, frente a toda la legislación (613 preceptos) que hay en torno  al mandato del amor a Dios y al prójimo, resumiéndolo todo en “Amar a Dios y al prójimo” A lo que Jesús le responde: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» 

            En tiempo de Jesús el legalismo se había impuesto hasta el punto que lo único que importaba era el cumplimiento frio y seco de lo establecido por la ley, perdiéndose toda sensibilidad por los sentimientos y las situaciones de la persona. El legalismo impuesto por la estructura religiosa era la norma oficial de la moral del pueblo.

            Llegó, incluso a establecerse que el legalismo del culto religioso estaba por encima de cualquier otra norma del tipo que fuera, hasta el punto que, en nombre de Dios llegaban a establecerse normas que deshumanizaban a la persona.

            Jesús no puede tolerar este disparate y, como el letrado le ha dado la oportunidad, le ataca poniendo en evidencia el error que están cometiendo con la parábola del buen samaritano, en la que deja en mejor puesto a un pagano que al mismo sacerdote o levita que están en contacto con lo más sagrado.