DOMINGO I DE ADVIENTO -B-

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías. Is 63, 16c-17. 19c; 64, 2b-7
¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!
TÚ, Señor, eres nuestro padre,
     tu nombre desde siempre es «nuestro Libertador».
¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos,
     y endureces nuestro corazón para que no te tema?
Vuélvete, por amor a tus siervos
     y a las tribus de tu heredad.
¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!
     En tu presencia se estremecerían las montañas.
     «Descendiste, y las montañas se estremecieron».
Jamás se oyó ni se escuchó,
     ni ojo vio un Dios, fuera de ti,
     que hiciera tanto por quien espera en él.
Sales al encuentro
     de quien practica con alegría la justicia
     y, andando en tus caminos, se acuerda de ti.
He aquí que tu estabas airado
     y nosotros hemos pecado.
Pero en los caminos de antiguo
     seremos salvados.
Todos éramos impuros,
     nuestra justicia era un vestido manchado;
     todos nos marchitábamos como hojas,
     nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre,
     nadie salía del letargo para adherirse a ti;
     pues nos ocultabas tu rostro
     y nos entregabas al poder de nuestra culpa.
Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre,
     nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero:
     todos somos obra de tu mano.
Palabra de Dios. 

REFLEXIÓN 

CHOQUE DE GENERACIONES  
                 El pueblo tiene conciencia de su extravío y de sus equivocaciones que les llevaron a una situación lamentable: Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; en esa situación nacieron y vivieron otra generación que no conoció Jerusalén, ni se sintió unida a su tierra, a sus costumbres y a su religión; ellos vivieron otra cultura, otras costumbres, otras situaciones que les apartaron afectivamente de sus tradiciones. Es una nueva generación que no se siente judía y es la que vuelve del exilio y tiene encomendado una misión: restablecer el orden y reconstruir el templo y Jerusalén.
                 Quedan muy pocos de los mayores que recuerden lo que había y lo que se hacía. Los anhelos de esta generación no coinciden con los de sus padres y abuelos; la reconstrucción se hace dura y difícil con este añadido, hasta el punto que los dirigentes de la empresa sienten que les faltan las fuerzas y no saben qué hacer: Señor, )por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema?” Y piden a Dios que venga y ponga su mano, porque les faltan las fuerzas y la imaginación: (Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!”
                 Algo muy parecido es lo que nos ocurre hoy día: esta nueva generación de políticos, de intelectuales, de economistas, han vivido otra situación; al tenerlo todo, han creído que Dios no se necesita para nada y lo han desplazado de la vida, sin darse cuenta que al desplazar a Dios, se destruye el hombre que queda a merced del dinero y de las ideologías que sustentan los intereses creados.
                 Lo peor que le puede ocurrir al hombre es que llegue a ignorar de tal manera a Dios que lo considere algo sin importancia para su vida, algo que no merece la pena prestarle la más mínima atención, entonces el horizonte y la esperanza desaparecen y queda a merced de cualquier cosa que se presente; si el hombre deja a Dios se unirá a cualquier cosa que encuentre.
                 Mientras el hombre siga reconociendo a Dios en su interior, será capaz de reconocer sus equivocaciones, rectificar el camino y encontrar de nuevo la salvación.
                 La petición del profeta es la misma que hoy le hacemos todos: “aparta nuestras culpas de tus ojos y seremos salvo… No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes siempre nuestra culpa.” 

Salmo responsorial
Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19 (R.: 4)

R/.   Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

        V/.   Pastor de Israel, escucha;
                tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
                despierta tu poder y ven a salvarnos.   R/.
R/.   Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

        V/.   Dios de los ejércitos, vuélvete:
                mira desde el cielo, fíjate,
                ven a visitar tu viña.
                Cuida cepa que tu diestra plantó,
                y al hijo del hombre que tú has fortalecido.   
R/.
R/.   Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

        V/.  
 Que tu mano proteja a tu escogido,
                al hombre que tú fortaleciste.
                No nos alejaremos de ti:
                danos vida, para que invoquemos tu nombre.   
R/.
R/.   Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 1 Cor 1, 3-9
Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo
HERMANOS:
A vosotros gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN 

MANTENER VIVA LA CONCIENCIA  
            S. Pablo se dirige a los corintios saludándolos y deseándoles la gracia y la paz de parte de Dios y de Jesucristo.
            Quiere hacerles tomar conciencia de lo que Jesús ha hecho con ellos: han sido elevados a la categoría de hijos de Dios y ha abierto el camino y las puertas del reino haciéndolos partícipes de él, con lo que, no solo ha iluminado el sentido de la vida, sino que ha abierto un horizonte de esperanza, por lo que debe surgir en nosotros un sentido profundo de reconocimiento y acción de gracias.
       Una de las notas características de la comunidad de Corinto es justamente la riqueza de carismas que surgen en ella, de tal manera que no necesita animar a la participación, sino más bien fundamentar en ella actitudes de servicio y disposición para ponerse en manos de Dios como instrumentos útiles y disponibles con una actitud profunda de amor, pues aunque exista esa gran riqueza que tiene la comunidad, están siempre expuestos a los peligros del desánimo y de la desviación que pueden introducir en la comunidad aquellos elementos infiltrados que hacen un daño tremendo desviando y distorsionándolo el mensaje, la doctrina y todo.
Aleluya
Sal 84, 8
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Muéstranos, Señor, tu misericordia
        y danos tu salvación.   
R/.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos. Mc 13, 33-37
Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa
 EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».
Palabra del Señor. 

REFLEXIÓN

ESTAD ALERTA     
            Para entender el texto es bueno ubicarnos en el momento que se vive cuando se escribe: el tiempo de Jesús y después de su muerte, es un momento de una gran expectativa en torno a la venida del mesías que va a liberar a Israel.        Jesús es aceptado como el mesías por muchos, pero la decepción es grande el momento que lo ven que muere y todo se viene abajo; en el ambiente queda flotando la esperanza de que de un momento a otro ha de aparecer triunfante.
            Las primeras comunidades viven con esta esperanza, y se sienten motivados por la idea de que Jesús los encuentre dispuestos y preparados, pero a medida que va pasando el tiempo y no ocurre, el desánimo y la desilusión empiezan a hacer mella en los ánimos de la comunidad, entonces hay mucha gente que empieza a desilusionarse y a entrar en apatía;  es aquí donde S. Marcos sale al paso para hacerles ver que esa actitud de “espera” es fundamental para el cristiano que ha de estar siempre en tensión para que las fuerzas adversas al reino no lo desvíen del camino.
            Esa llamada que hace el evangelio no es solo para los cristianos de los primeros momentos que se pueden desanimar, es para los cristianos de todo tiempo de la historia.
            En un tiempo estas llamadas se interpretaban desde un sentido escatológico, pensando en la posible condenación y en los castigos del infierno, por lo que el miedo era el motor de esta actitud de espera angustiada, pues se presentaba al Señor como el castigador implacable que se puede presentar en el momento menos esperado. Este miedo estuvo metido en mucha gente durante mucho tiempo acompañado de la imagen del señor feudal dueño de la vida de sus súbditos.
            La reacción contraria a este miedo ha sido la espantada de los confesionarios, cuando la gente ha cambiado las perspectivas y ha perdido el miedo incluso a la autoridad establecida y el respeto a toda norma y el mismo Dios ha quedado como algo que ha dejado de ser hasta motivo de problema. Se siente que aquella amenaza del castigo era un cuento para asustar a los niños.
            Para el cristiano actual no sirven esos esquemas, ni el miedo del castigo al que se le ha perdido el sentido. La invitación hoy es a estar en guardia contra todas aquellas fuerzas e ideas que nos apartan del camino, queriéndonos convencer que luchar por el amor, por la justicia, por la libertad, por la paz y la verdad es algo que no tiene sentido y nos invitan a perder todo sentido de solidaridad y transcendencia, dejándonos llevar por la rutina, la apatía, el egoísmo… con lo que nos matan la esperanza y la alegría de vivir.