Domingo XXXIV


                SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO,
                                   REY DEL UNIVERSO

 PRIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Ezequiel. Ez 34, 11-12. 15-17

A vosotras, mi rebaño, yo voy a juzgar entre oveja y oveja


ESTO dice el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño
y lo cuidaré.
Como cuida un pastor de su grey dispersa,
así cuidaré yo de mi rebaño
y lo libraré,
sacándolo de los lugares por donde se había dispersado
un día de oscuros nubarrones.
Yo mismo apacentaré mis ovejas
y las haré reposar
—oráculo del Señor Dios—.
Buscaré la oveja perdida,
recogeré a la descarriada;
vendaré a las heridas;
fortaleceré a la enferma;
pero a la que está fuerte y robusta la guardaré:
la apacentaré con justicia».
En cuanto a vosotros, mi rebaño,
esto dice el Señor Dios:
«Yo voy a juzgar entre oveja y oveja,
entre carnero y macho cabrío».

Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

 

NO SE TRATA DE CAMBIAR PERSONAS   

            Al final de los tiempos, el proyecto primero de Dios será una realidad, pues la creación entera es manifestación de su amor, de su gloria, y de su poder. El mal y la muerte no van a imponerse y a triunfar sobre el bien y la vida.

            El pasaje expresa de forma clara que el triunfo final ha de ser obra de Dios mismo y no de las fuerzas y poderes humanos: “Yo mismo buscaré, apacentaré, cuidaré, reuniré, llevaré a la majada,  buscaré a las ovejas perdidas, vendaré a las heridas, robusteceré a las flacas y cuidaré a las gordas” y, lógicamente, como Dios justo, juzgará todo el daño infringido al universo entero, pues el hombre fue puesto en el mundo para vivir feliz  y no para crear el caos, la muerte y la desgracia.

            El problema no está en sustituir personas en el engranaje, sino en cambiar radicalmente el sentido de la vida y la actitud frente a ella. Está también en determinar a quién se sirve si a Dios o al dinero.

            Hay una curiosidad que siempre anda rondando en mi mente: dentro de 50 años ¿qué juicio harán las generaciones que vienen de ésta generación que hundió y derribó todo lo que encontró a su paso dejando el caos y la incertidumbre?

 

Salmo responsorial

Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R/.: 1)

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

        V/.   El Señor es mi pastor, nada me falta:
                 en verdes praderas me hace recostar.   
R/.

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

        V/.   Me conduce hacia fuentes tranquilas
                 y repara mis fuerzas;
                 me guía por el sendero justo,

                 por el honor de su nombre.    R/.

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

        V/.   Preparas una mesa ante mí,
                 enfrente de mis enemigos;
                 me unges la cabeza con perfume,

                 y mi copa rebosa.    R/.

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

        V/.   Tu bondad y tu misericordia me acompañan
                 todos los días de mi vida,
                 y habitaré en la casa del Señor

                 por años sin término.    R/.

R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

SEGUNDA LECTURA


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 1 Cor 15, 20-26. 28

Entregará el reino a Dios Padre, y así Dios será todo en todos

HERMANOS:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte.
Cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo.
Así Dios será todo en todos.

Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

 

CRISTO, EL HOMBRE NUEVO       

            S. Pablo, ante la preocupación que existe por saber qué es lo que hay detrás de la vida, no quiere que vivan angustiados y perdidos como los que no tienen fe, cosa que puede llevar en un momento a perderle el sentido a seguir luchando y, entonces, sale al paso para dar la respuesta que fundamenta nuestra fe y nuestra esperanza:

            El proyecto primero de Dios al crear el mundo fue hacer algo maravilloso y entregárselo al hombre para que fuera feliz y realizara en él la imagen y semejanza que había plasmado en él.

            Sin embargo, el hombre al verse tan grande creyó que podía competir con su creador y rompió el proyecto de felicidad que Dios había pensado para él. Pero aunque el hombre rompiera el plan de Dios, Él siguió adelante y en la cumbre de los tiempos, toma carne humana y establece irreversiblemente su proyecto de salvación para el mundo

            Pablo hace un paralelismo entre ADAN, el hombre viejo que rompió el proyecto e hizo que la humanidad perdiera su rumbo y CRISTO el hombre nuevo que restablece el proyecto de Dios y lo encamina definitivamente hacia su fin supremo: si por un hombre entró la muerte en el mundo, por un “Hombre Nuevo” ha entrado la salvación. En Cristo se nos ha antecedido el resultado final: el Bien triunfará sobre el mal y la muerte; Cristo es el testigo de esta gran verdad que fundamenta toda nuestra esperanza. Si Él, que es humano, ha resucitado, quiere decir que el resto de humanos podemos resucitar con Él y, por eso, ha dejado abierto el camino y la posibilidad para todos aquellos que lo siguen.

            Sin embargo, mientras vivimos en este mundo no nos queda más remedio que afrontar la lucha que se estableció desde Adán hasta que definitivamente sea anulada la muerte con la resurrección final. Pero Cristo ha querido dejarnos la base de nuestra esperanza, con su resurrección se nos ha dado como presente lo que todavía es futuro para nosotros.

 

Aleluya

Mc 11, 9b-10a

R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
        ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!   
R/.

 

EVANGELIO

   Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 25, 31-46

Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros

 EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a yerme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

 

NUESTRO CARNET DE IDENTIDAD    

La lectura de este pasaje de S. Mateo viene a ser la conclusión de la parábola que nos contaba en los versículos 24 al 30 en donde concluíamos que habíamos hecho una reducción lamentable de la misión que se nos encomendó: haber convertido a la iglesia en una cuidadora y conservadora de obras de arte, llenos de miedo a salir y proclamar el mensaje de vida que Cristo nos encargó.

Ya sé que puede resultar demasiado fuerte y excesiva la afirmación, porque no es así como ocurre en una gran parte de creyentes, que como los de la parábola, pusieron a funcionar todo lo que habían recibido y, gracias a ellos, la iglesia sigue siendo un faro de luz y el mayor referente de paz, de amor, de justicia de honradez, de verdad y de fraternidad, por tanto, la iglesia se convierte en un gran faro de esperanza para el mundo; pero tenemos que admitir que la parábola no se contó para los que funcionan así, sino para los que son todo lo contrario y quieren apropiarse esa actitud como algo propio de la iglesia que ellos promueven, con lo que hacen un daño terrible, pues dolorosamente estamos viendo que la imagen que queda para un gran sector no es la iglesia signo de la presencia de Cristo que da de comer al hambriento, da de beber al sediento, posada al peregrino, atención al que sufre… sino más bien todo lo contrario: la imagen que viene quedando en todas partes es la institución de poder apegada siempre a los poderosos.

Ni Jesucristo ni la iglesia vinieron al mundo para ser un adorno que se cuelga en una pared de un templo, sino para ser fuerza, energía, vida, esperanza, ilusión transformadora del mundo.

El ser buenos no se demuestra no haciendo el mal a nadie, sino haciendo el bien a todos, de la misma manera que la maldad se demuestra haciendo el mal; el que no hace nada es simplemente un inútil, un estorbo, una rama muerta que va matando, pues no deja que los demás se desarrollen, con lo que concluye siendo un seguidor del mal que con su silencio y su inactividad lo fomenta.

La parábola del encuentro final lo deja bien claro: las cuentas que hemos de presentar no son de la belleza o perfección con la que hemos celebrado los ritos; ni por las imágenes a las que hemos cargado de joyas, o las procesiones o romerías esplendorosas que hemos realizado, ni por las grandes masas que hemos logrado reunir en romerías… Nos van a pedir cuentas por la implicación que hemos mantenido con la vida, en la justicia, en la verdad, en el amor, en la solidaridad… en la  imagen del Dios-amor que confesamos y que hemos hecho real con nuestra vida entregada en bien de los demás.

  

 

     LA FIESTA DE CRISTO REY

             Mt 25,31-46: El juicio de las naciones

 
Problemática pastoral en torno a la festividad

         Los tiempos han cambiado y con ellos los conceptos y el mismo lenguaje: hay muchas cosas que ya no tienen sentido, la realidad ha cambiado y ya no son signo de nada, por tanto dejan de tener valor, vigencia y sentido. Uno de estos conceptos es justamente la fiesta que celebramos: su nombre, el concepto, el lenguaje, el significado… Está necesitándose una adecuación al momento que vivimos.

 

CRISTO REY

         La fiesta fue instituida en el año 1925 por Pio XI; la idea y la intención que predomina es el espíritu de la “Cristiandad” que expresa el deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial de todos los estados cristianos proclamando a Jesucristo Rey de todo el universo.

         De esta forma, la iglesia también tiene un reconocimiento oficial por todos los estados, con lo que se asegura un respeto y un reconocimiento de favor y de poder dentro de la sociedad, con acceso a todas las escalas del poder político y económico temporal. Queramos o no, en el fondo subyace esta “tentación” con visos de realidad establecida de forma oficial.

         Pero cuando miramos a Jesús y sus ideas, claramente vemos que Él no iba por ahí, incluso les deja claro a los discípulos: “vosotros no podéis ser así, el que quiera ser el primero que se haga esclavo de todos” (Mc. 10, 42-44), lo último que se le ocurrió a Jesús fue ir por este camino.

         Por otro lado, la palabra REY ha cambiado completamente de lo que se entendía en tiempos de Jesús: Hoy es rara la forma de organizarse los pueblos que coge el “reino”, y los que lo hacen es de la forma como la que tenemos en España: una monarquía parlamentaria en la que el rey reina pero no gobierna, es poco más que un representante de la nación, una figura representativa; esto no es lo que se entendía en tiempos de Jesús ni cuando se instituyó la fiesta; se impone, pues, un cambio radical de nombre, de sentido y de simbología, pues la palabra “Reino” no expresa hoy un orden deseable para nadie: el “Reinado de Dios” tendríamos que llamarlo hoy algo así como el “Proyecto de salvación de Dios” pues ¿Sería correcto comparar a la iglesia de hoy con una organización monárquica en la que el Papa fuera el rey con todas las atribuciones que tenía el rey en tiempos de los profetas o de Jesús o de la Edad Media? Esto es algo anacrónico y absolutamente opuesto a lo que Cristo quiso y expresó.

         Incluso estamos viendo que desde la perspectiva de género, hoy se habla y se pone en duda el por qué hemos de hablar de un rey y no de una reina, pues se supone que en Dios no existe “genero”, con lo que la expresión hace aguas por todas partes.

 

Aspectos que no debemos dejar pasar por alto:

 

         Jesús jamás dijo que aspiraba a ser rey y menos aún a ocupar ningún cargo político ni religioso; es más, a sus discípulos les pidió que no aceptaran títulos de ningún tipo, lo único que les dijo que se considerasen servidores de sus hermanos. Lo único por lo que se declaró a favor, fue por la práctica de la justicia, del amor, de la verdad y de la paz, a cuyo servicio entregó su vida y pidió a sus seguidores que hicieran lo mismo.

         Jesús se identificó con su causa: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14,6) por eso, muchos de sus seguidores se entusiasmaron con su persona y con ella aceptaron su causa, ésta es la mejor forma de seguir a Jesús: seguir sus pasos, pues seguirlo a Él es llevar adelante la misión que Dios le dio a Jesús y a la iglesia, por eso, la actitud más correcta y la lección que esta fiesta nos debe dejar claro es que : proclamar a Jesucristo Rey es poner su causa como nuestra causa, su vida como luz de la nuestra, su forma de pensar como nuestro pensamiento.

         En los tiempos de Jesús se esperaba un mesías que viniera y los sacara del yugo de Roma, pero hoy no se espera nada y lo que se espera se sabe perfectamente que se puede conseguir en las urnas, no es algo que vaya a venir del cielo, sabemos que tenemos lo que queremos; hablar, por tanto de Jesús como rey es un título que hoy le hace daño

         Hablar de Jesús hoy, no puede ser desde la perspectiva del poder y menos de la política, que estamos viendo que está completamente deteriorada y corrompida. La persona de Jesús se presenta hoy como alternativa de vida, de plenitud de sentido, de alguien que le da sentido a la vida y hace que la aventura de la vida valga la pena recorrerla sabiendo que el final está marcado por el triunfo y la plenitud que no hemos podido alcanzar en este mundo.