DOMINGO I DE ADVIENTO -C-


PRIMERA LECTURA


Lectura del libro de Jeremías. Jer 33, 14-16

Suscitaré a David un vástago legítimo
YA llegan días
—oráculo del Señor—
en que cumpliré la promesa
que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquella hora,
suscitaré a David un vástago legítimo
que hará justicia y derecho en la tierra.

En aquellos días se salvará Judá,
y en Jerusalén vivirán tranquilos,
y la llamarán así:
Es Señor es nuestra justicia.

Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

 

LA VERDAD DE LO EVIDENTE     

            Jeremías se encuentra con una situación catastrófica: un pueblo desencantado que ha venido poniendo sus ilusiones y su esperanzas en los poderosos de turno confiando que ellos le darían el bienestar y la felicidad y todo han sido promesas y desengaños que le han llevado a perder por completo la confianza, a no creer en nadie ni en nada, de tal manera que el profeta llega el momento que se cansa de anunciar desastres, muertes, desolación… el horizonte cada vez está más oscuro y tiene menos perspectivas de un cambio hacia mejor.

            Jerusalén ha sufrido las consecuencias de esta deriva que la sociedad ha tomado y ha sido devastada y asolada; han deportado a todos los israelitas con capacidad de crear esperanza y han dejado lo que no ofrece interés alguno de cara a un futuro… Los israelitas se han olvidado de Dios y han caído en la desolación.

            Puesto que la evidencia es tan clara: se ha equivocado, han puesto su confianza en lo que únicamente les puede traer la muerte, Jeremías reacciona y de ese resto despreciado que no sirve para nada, sostiene que Dios va a realizar el cambio, va “cumplir la promesa que hizo a la casa de Israel y a la casa de Judá”: va a hacer que surja un vástago de este tronco muerto y seco que se va a llamar “Señor-Nuestra-Justicia”, que no es sino la expresión de la Misericordia de Dios que no abandona y va a demostrarles que fuera de su camino no van a ningún sitio.

            Jeremías, después de la experiencia que lleva atravesada, tiene claro que todo camino que no está en la dirección de Dios lleva al caos y a la muerte.

            El mensaje nos viene extraordinariamente bien en nuestros días a todo Occidente: apostamos por el dinero a toda costa, atropellando a los pueblos y utilizándolos para nuestro “Bienestar” y nuestro poder, conduciendo a los pueblos a la desesperación y a la muerte y estamos constatando que el caos se apoderó de nuestra sociedad, pues lo hemos perdido todo y cuando miramos al futuro, la esperanza es nula; nos metimos en un callejón sin salida; La única luz se encuentra en ese resto de gente sencilla, honrada, buena, fiel, humilde que sigue conservando los grandes valores de la honradez, de la fraternidad, de la verdad, de la justicia… del amor que es la única semilla de la que puede surgir la alegría y la PAZ

 

Salmo responsorial

Sal 24, 4-5a. 8-9. 10 y 14 (R/.: 1b)

R/.   A ti, Señor, levanto mi alma.

 

        V/.   Señor, enséñame tus camino,

                instrúyeme en tus sendas:

                haz que camine con lealtad;
                enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
R/.
R/.   A ti, Señor, levanto mi alma.


        V/.   El Señor es bueno y es recto,
                y enseña el camino a los pecadores;
                hace caminar a los humildes con rectitud,
                enseña su camino a los humildes.
R/.
R/.   A ti, Señor, levanto mi alma.


        V/.  
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
                para los que guardan su alianza y sus mandatos.
                El Señor se confía a los que lo temen,
                y les da a conocer su alianza.
R/.
R/.   A ti, Señor, levanto mi alma.


SEGUNDA LECTURA


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses. Tes 3, 12-4, 2

Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando venga Cristo
HERMANOS:
            Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
            Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN

 

LA SEGURIDAD DE LO QUE ESPERAMOS    

            En la primera lectura nos hemos encontrado con el profeta Jeremías que constata la desolación a la que ha llegado su pueblo al apartarse del camino de Dios y poner su confianza en los grandes de turno, al final se da cuenta que son todos lo mismo y que no hay más esperanza que la de centrarse en Dios y espera e invita al pueblo a pedir a Dios que venga alguien, un “Mesías” que reoriente el camino y los saque del callejón sin salida en el que se han metido.

            Pablo viene a recordar a la comunidad de Tesalónicas esa situación por la que atravesaron sus antepasados y a indicarles que esa esperanza que ellos tenían se cumplió en Jesucristo.

            Ahora no nos queda más alternativa que seguir el camino que Él nos ha trazado, siendo fieles a sus mandatos, sabiendo que tenemos una meta que es la misma que Él ha tenido: resucitaremos con Él junto con toda la creación; esta es la gran luz de esperanza que nos ha dejado y en su camino andamos en la seguridad del advenimiento definitivo.

            De todas formas, teniendo la promesa cumplida, teniendo claros los principios y el sentido de nuestro camino… no dejamos de ir poniendo pequeñas esperanzas en cosas que no nos llevan a ningún otro puerto que no sea la decepción, el desencanto, la desilusión y la tristeza. Constantemente tenemos que estar volviendo la vista atrás y retomando el camino que vamos dejando o equivocando a cada momento. Lo peor que nos puede ocurrir es anquilosarnos en el error y negar la evidencia, como por desgracia nos está ocurriendo con tanta frecuencia en los momentos actuales.

 

Aleluya

Sal 84, 8

R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Muéstranos, Señor, tu misericordia
        y danos tu salvación.
R/.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 21, 25-28. 34-36

Se acerca vuestra liberación

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

 

¡EL TSUNAMI DEL REINO!       

            Un amigo me dice casi todos los días cuando comentamos la realidad en la que estamos inmersos: “Esto está mal, pero no se preocupe, ha de ocurrir algo grande que se rompa todo para empezar de nuevo” y yo le pregunto: ¿Cuándo va a ocurrir eso?.

            Desde esa perspectiva leo el texto de este pasaje de S. Lucas: nos hemos empecinado en separarnos del camino del amor, de la verdad, de la justicia, de la libertad, de la fraternidad y nos hemos lanzado al precipicio poniéndonos en manos de los enemigos de esos grandes valores del reino que Jesús nos trajo, no podemos esperar otra cosa que el topetazo.

            Jesús habla de lo mismo y lo enmarca en un cuadro catastrófico, es normal, porque el advenimiento final de su reino ha de ser el establecimiento del amor, de la verdad, de la justicia, de la paz en todo el universo y esto tiene que suponer un verdadero cataclismo de todos los emporios del odio, de la violencia, del atropello, de la muerte… y eso no es una catástrofe, eso es la liberación. Será la catástrofe para todos aquellos que pusieron su esperanza y su vida en esas “potencias” con pies de barro apoyadas en la muerte, pero el cristiano que sigue a Jesús encontrará su triunfo.

            Es un motivo de esperanza y de oración el pedirle a Dios todos los días que llegue su reino cuanto antes… ¡`Sí!

            ¿Cuándo se hundirán por entero sin que quede rastro de ellas todas las industrias de la guerra? ¡Ojalá ocurriera hoy! Y todo lo que se gastan en armamento se empleara en hacer de este mundo un paraíso en donde todos pudieran vivir en paz, en fraternidad. El año 2017 se gastaron en armas 13 billones de dólares, mientras millones de personas mueren de hambre.

            ¿Cuándo se hundirán sin que quede rastro de ellas las grandes multinacionales que propagan el exterminio a través del control de los alimentos, de las medicinas, de los pesticidas…? ¡Ojalá ocurriera hoy mismo! Y dejaran de contaminar el planeta, de destruirlo, de comerciar con los seres humanos y hacer que la vida se convierta en un infierno en lugar de un espacio de felicidad.

            ¿Cuándo se destruirán todas esas ideologías totalitarias que imponen la muerte, que establecen programas de exterminio de la humanidad y están haciendo que los seres humanos nos convirtamos en enemigos los unos de los otros e impidiendo que vivamos como hermanos? ¡Ojalá desaparecieran del mapa-mundi! Y nos diéramos cuenta que la mayor estupidez del ser humano es elevarse por encima de otros e imponer su poder sobre los demás permitiéndose el derecho de disponer de la vida de los demás.

            El día que eso ocurra, o los tiempos en los que todo eso empiece a derrumbarse, será como un tsunami aterrador para todos aquellos que pusieron su vida y su esperanza en esa “ilusión”, pero para el resto que caminó por el camino de la verdad, del amor y la fraternidad, será la liberación