PRIMERA LECTURA
Lectura del
libro de Jeremías. Jer 17, 5-8
Maldito quien confía en el hombre;
bendito quien confía en el Señor
ESTO dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor. Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto».
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
MI POSTURA EN LA VIDA
Jeremías, ante la misión que ha recibido
y ante la dificultad que encuentra para realizarla, hace un análisis para ver
dónde está la dificultad y cómo puede enfrentarla; no es cuestión de cerrar los
ojos, o de llenarse de buenismo y quitarle hierro al problema, no, la realidad
está ahí y tiene unas causas y de ellas derivan unas consecuencias: el hombre
se ha colocado en el centro y hace que todo gire en torno a él; ha entendido
que tan solo se puede fiar de sí mismo y no hay otro objetivo ni otro valor que
él mismo… el resultado es evidente: se ha convertido en una especie de “cardo”
que esteriliza el terreno, a su lado no puede crecer nada, solo la maldad y la
tristeza se establecerá a su alrededor.
Como
contraposición, se detiene en el hombre justo que no tiene puesta su confianza
en sí mismo, en su egoísmo, sino en Dios que es amor, paz, justicia, verdad… a
su lado cambian las cosas: crece la alegría, la paz, el entusiasmo… la vida,
pues su persona es como el agua fresca que va dando vida por donde pasa y a su
lado nace y crece la esperanza.
Vivimos
en un mundo que es un verdadero sequedal, pero nosotros podemos ser cardos que
esterilizan lo que tocan o agua fresca que va dando vida. ¿En quién y en qué
confiamos? ¿Para quién o para qué trabajamos? ¿A qué aspiramos?
Salmo responsorial
Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R/.: Sal
39, 5a)
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el
Señor.
V/. Dichoso el
hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el
Señor.
V/. Será como un
árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el
Señor.
V/. No así los
impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el
Señor.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la
primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 1 Cor 15, 12. 16-20
Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no
tiene sentido
HERMANOS:
Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.
Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.
Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Palabra de Dios.
Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.
Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.
Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“EL HOMBRE UN LOBO PARA EL
HOMBRE”
Pablo
se encuentra con el eterno problema de los corintios: eso de resucitar no les
acaba de entrar en la cabeza y menos aún de integrarlo en la vida, pues si no
creo en la resurrección, la orientación de mi vida va por otro lado o, puede
quedar a la deriva.
Pablo
se hace el planteamiento que los corintios se hacen y en pura lógica concluye:
si Cristo no ha resucitado y tampoco lo haremos nosotros, en esta vida queda
resumido todo, sin otra esperanza que lo que la vida nos ha dado o en suerte
nos ha tocado… ¿qué sentido tiene trabajar por un mundo mejor? ¿Qué sentido
tiene esforzarse por ser mejores o ayudar a los demás, si es que esto es un
espacio donde vamos a vivir un rato y después no queda nada?
Lo
lógico es pasarlo lo mejor que podamos, gozando la vida, aprovechando al máximo
y evitando todo dolor, sufrimiento o problema; la esperanza no tiene sentido y
la fe es una ilusión de tontos, no hay más sentido que vivir egoístamente y
aprovechar al máximo cualquier posibilidad que se me da.
Efectivamente,
esto es la proclamación del absurdo y del caos como camino para el hombre; la
sociedad se convierte en una jauría en donde el hombre y la naturaleza son
considerados como tus peores enemigos de los que has de ir defendiéndote
constantemente.
Aleluya
Lc 6, 23ab
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Alegraos y saltad de gozo —dice el
Señor—,
porque vuestra recompensa será grande en el cielo. R/.
porque vuestra recompensa será grande en el cielo. R/.
EVANGELIO
✠ Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 6, 17. 20-26
Bienaventurados los pobres. Ay de
vosotros, los ricos
EN aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
VIVIR SIN RODEOS
Cuando hablamos
de las Bienaventuranzas, casi instintivamente nos vamos a la narración que nos
hace S. Mateo, pues fue, incluso, lo que nos enseñaron desde niños en la
catequesis y en cambio, pasamos de lado frenta a la narración que nos hace S.
Lucas en donde pone la cara y la cruz de cada bienaventuranza: declara FELICES
a los pobres, a los que lloran, a los que tienen hambre, a los perseguidos…
Pero
también declara INFELICES y amonesta a quienes causan esas situaciones o viven
en otra onda; incluso consideramos muy fuerte y excluyente el discurso de Jesús
que enfrenta la realidad de los ricos y les dice que ya tienen todo lo que
desean y, por tanto, deben despedirse de soñar en otra troca. O dice
directamente a los que están hartos, porque ha de llegar el momento en que
tengan hambre, o los que solo buscan pasárselo bien y gozar de la vida, porque
llegará el momento que lloren y tengan que hacer duelo; o los que buscan el
aplauso, los votos a toda costa, porque caerán como cayeron siempre los falsos
profetas…
Este
discurso no gusta escucharlo, a nadie le gusta que le llamen la atención o que
le amenacen; lo que Jesús está haciendo es una llamada muy fuerte a la
conversión; no podemos instalarnos en una situación de injusticia, mientras
vemos que con nuestra forma de actuar, estamos haciendo daño a los que nos
rodean. Lógicamente, esto no lo quieren escuchar aquellos que se instalaron
cómodamente y viven a costillas de los demás.
Jesús
nos pone frente a la realidad sangrante de este mundo en el que vivimos y en el
que todos, de una manera o de otra, estamos sosteniendo y haciendo que millones
de personas estén pagando las consecuencias del desequilibrio y la injusticia
que hay establecida.
Es
muy posible que digamos, para quedarnos tranquilos: ¿Y qué hago yo? Pero esa
pregunta tiene un eco en el otro lado: ¿Y qué culpa tengo yo?.
Frente
a las dos preguntas, el Señor nos da hoy la respuesta: rompe la situación de
autoengaño en la que te has instalado. Y “Deja de quejarte y plántale cara a
los que te atropellan” Pero lo que no se puede permitir por parte de los pobres,
es el espectáculo que estamos contemplando de apoyar al que me da unas migajas
de lo que me roba, o de salir huyendo buscando que otros me arreglen mi
situación.
El
reto es para todos, porque el mundo nos lo dejó Dios a todos y no debemos
permitir que unos cuantos lo acaparen y lo destrocen, mientras los demás nos
quedamos con los brazos cruzados.
La llamada a
la iglesia es muy fuerte, pues no podemos quedarnos impasibles viendo lo que
está ocurriendo y, más bien, contemporizando con la injusticia para evitarnos
problemas: un cristiano no puede ser imparcial, o apuesta por la verdad, por la
justicia, por la paz y la libertad, o es un farsante; Jesús no deja
alternativa.