DOMINGO XIV DEL T. O. –C-




PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías. Is 66, 10-14c 
Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz

FESTEJAD a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis;
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
mamaréis a sus pechos
     y os saciaréis de sus consuelos,
     y apuraréis las delicias
     de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:
     «Yo haré derivar hacia ella,
     como un río, la paz,
     como un torrente en crecida,
     las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas
     y sobre las rodillas las acariciarán;
     como a un niño a quien su madre consuela,
     así os consolaré yo,
     y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
     y vuestros huesos florecerán como un prado,
     se manifestará a sus siervos la mano del Señor».
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

EL AMOR NO TIENE SEXO      
            El pasaje de Isaías que nos presenta la liturgia de hoy nos muestra la situación de alegría y gozo del pueblo de Israel que después de todos los sufrimientos que ha atravesado en el exilio ahora tiene la alegría de volver a su tierra.
            Es una situación parecida a la de una madre que ha ido gestando durante 9 meses a su hijo con todas las dificultades y al final, después de un doloroso parto, ve a su hijo sano en sus brazos donde lo estrecha, lo amamanta, lo acaricia y lo sostiene. Esa es la imagen de Dios que no ha dejado en ningún momento a su pueblo y está decidido a estar a su lado
        Los que andan enfrascados en el tema del género, la lectura del profeta que nos trae la liturgia de hoy, les ofrece un argumentario extraordinario para despotricar contra el patriarcalismo y perder el tiempo queriendo demostrar y sostener el matriarcado incluso en la sagrada escritura.
            Sin embargo, la sagrada escritura no entra en estos debates, sino que simplemente quiere hacer entender al pueblo el amor que Dios está teniendo con él y lo hace con los términos más entrañables a los que llega el amor que lo podemos ver expresado en la madre, como en otros aspectos lo vemos reflejado en el padre. Pues hay una razón fundamental: el AMOR no tiene sexo, el amor se expresa en seres sexuados y cada uno le da el matiz que posee, pero al final no hay más que amor. DIOS ES AMOR.
            Y el ser humano necesita el amor para vivir, para expresarse, para sentirse feliz y seguro… como el niño en brazos de su madre o de la mano de su padre; es del mismo amor que se expresa de diferentes formas, de ahí que la familia sea la escuela natural del amor donde el individuo aprende los fundamentos de su vida.         
            La paternidad de Dios evocaba también la fuerza y la seguridad que da la protección que ofrece el padre frente a las dificultades que presenta la vida y, sobre todo, en aquellos que son más débiles y necesitan un apoyo.

Salmo responsorial
Sal 65, 1b-3a. 4-5. 16 y 20 (R/.: 1b)
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera.

        V/.   Aclamad al Señor, tierra entera;
                tocad en honor de su nombre,
                cantad himnos a su gloria.
                Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!».   
R/.
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera.

        V/.   Que se postre ante ti la tierra entera,
                que toquen en tu honor,
                que toquen para tu nombre.
                Venid a ver las obras de Dios,
                sus temibles proezas en favor de los hombres.   R/.
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera.

        V/.   Transformó el mar en tierra firme,
                a pie atravesaron el río.
                Alegrémonos en él,
                que con su poder gobierna eternamente.   
R/.
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera.


        V/.   Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
                os contaré lo que ha hecho conmigo.
                Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica,
                ni me retiró su favor.   
R/.
R/.   Aclamad al Señor, tierra entera.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas.
Gál 6, 14-18
Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús

HERMANOS:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.
Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.
La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios.
En adelante, que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.
Palabra de Dios.

 REFLEXIÓN

 LA CRUZ ES SIGNO DE LIBERTAD             
            S. Pablo se despide de los gálatas y les aconseja dar el paso decisivo a la nueva dimensión que ha abierto Jesús: hasta ahora habían estado bajo el imperio de la ley y el signo que mantenía esta situación era la circuncisión, que te aseguraba la pertenencia a un pueblo, pero con Cristo se ha superado todo esto: ya no es la ley la que asegura la pertenencia al pueblo y, por tanto, la salvación, sino la adhesión a Jesucristo muerto y resucitado que nos ha conquistado la filiación de hijos de Dios.
            Ahora no es la circuncisión el signo que nos identifica como pertenecientes a un pueblo, sino la cruz que es de donde nos viene la redención que ha realizado Jesucristo.
            Esta CRUZ es signo de ignominia para los romanos, para los judíos y los paganos, pero para nosotros es signo de triunfo y de victoria sobre la muerte, sobre el miedo y sobre todas las esclavitudes: en ella Cristo ha dado muerte a toda ignominia y de ella brota la vida verdadera.
            Circuncidarse o no circuncidarse es cuestión secundaria, la cruz ha superado ya todas esas cuestiones; ya no existen personas pertenecientes o excluidas de una religión, ahora lo único que existe es el hombre nuevo nacido de la victoria de esa cruz que vive como un hombre nuevo.

Aleluya
Col 3, 15a. 16A
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   La paz de Cristo reine en vuestro corazón;
        la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza.   
R/.

EVANGELIO (forma larga) 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 10, 1-12. 17-20
Descansará sobre ellos vuestra paz
            EN aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
            ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:
            “El reino de Dios ha llegado a vosotros”.
Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.
            Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
    «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Él les dijo:
            «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
Palabra del Señor.

EVANGELIO (forma breve) 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 10, 1-9
Descansará sobre ellos vuestra paz

            EN aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

EVANGELIZAR    
Jesús va camino a Jerusalén, es su meta final; son ya muchos los que lo han oído y ha llegado la hora de la cosecha. Envía a 72 discípulos a los lugares donde ha estado para constatar cómo ha madurado el “trigo” que se ha sembrado y lo hace de dos en dos, para que haya un testigo, como ordena la norma jurídica. (cfr. Dt 17,6; 19,15).
Para ello da normas muy claras y concretas: la fuerza del reino no se puede apoyar en nada y, por tanto, no podemos quedar supeditados a los bienes materiales, a condiciones económicas, políticas o sociales.. La misión es urgente y se ha de hacer en absoluta libertad: sin alforjas, sin dinero, sin provisiones, sin perder el tiempo en otras cosas o discusiones y sin forzar a nadie.
Este es el modelo de misión que establece Cristo y que hasta ahora no ha sido superado ni suplantado por otro; no es fácil, efectivamente, pero tampoco se ha presentado otro ni más interesante ni más efectivo: cuando vuelven los discípulos lo hacen entusiasmados, pues “hasta los demonios se sometían”.
Jesús siente la alegría de sus discípulos, pues han podido constatar que las fuerzas del mal no son lo suficiente fuertes para vencer el bien y por eso les invita a ser fuertes, a no dejarse amedrentar por el mal, a mantenerse firmes y procurar mantener inscritos sus nombres en el cielo.
Hay otro gran motivo de alegría: la fuerza del reino no está sometida a los intereses de los grandes del mundo, ni a la sabiduría de los intelectuales… sino que el reino se revela a los sencillos y humildes que son los que mejor lo entienden y se dan cuenta del gran regalo que Dios les está haciendo y esto se transmite en el contacto humano donde expresamos el amor del que somos testigos.
            Hay otro motivo de alegría para bendecir al Padre: sus discípulos son una muestra de que el Reino se revela a los sencillos y humildes. No son los conocimientos lo que permite la experiencia del Reino. Es esa experiencia de Dios por medio del contacto íntimo con Jesús y su seguimiento lo que hace que sintamos la presencia real de Cristo y del reino entre nosotros.