De andar por casa:
Con frecuencia nos encontramos a
personas y hasta a nosotros mismos nos ocurre, que somos capaces de echar por
tierra nuestro proyecto de vida antes que pueda ponerse en duda nuestro
prestigio personal, sin darnos cuenta que, al final, la verdad se implanta y
queda en evidencia la grandeza de la persona.
EVANGELIO
✠Lectura del santo Evangelio según san LUCAS. Lc. 3,15-16.21-22
En
aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no
sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:
C*Yo os bautizo con agua; pero
viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus
sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.+
En un bautismo general, Jesús también se
bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él
en forma de paloma, y vino una voz del cielo:
C*Tú eres mi Hijo, el amado, el
predilecto.+
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Ya el domingo pasado escuchábamos a
S. Juan que se quejaba de la actitud de soberbia y autosuficiencia del hombre
que no ha querido aceptar su inferioridad ante su Dios creador y es capaz hasta
de matarlo para que no le pueda servir de estorbo, como modelo o contraste de
esa actitud del hombre nos encontramos a Juan y a Jesús:
JUAN, mientras todos están diciendo
que puede ser perfectamente el Mesías que todos esperan y no tendría dificultad
en presentarse y coger el liderazgo, no duda en rebajarse y quitarse de en
medio ante Jesús: “viene el que puede
más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias”.
JESUS,
que realmente es el Mesías y que tiene en sus manos el poder para dar respuesta
a todas las expectativas del pueblo, no tiene dificultad en colocarse en la
fila de los pecadores que acceden al bautismo de Juan, incluso no tiene
problema en ser confundido con uno más de los discípulos de Juan; no hace
problema de que los demás lo minusvalore. Él entiende que es mucho más
importante que su imagen y lo que puedan pensar los demás el proyecto que trae
para el pueblo: EL REINO DE DIOS que está por encima de cualquier cosa.
Ante
la actitud de Juan y de Jesús se vienen por tierra todos mis argumentos indicándome
que el hombre se debe a su causa que a su vez es la que da la grandeza al
hombre.