Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo.
Del evangelio según san Juan.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Palabra del Señor.
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Palabra del Señor.
La fiesta de Pentecostés es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que había realizado el Espíritu en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos y queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción del Espíritu a través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros de Dios-Espíritu.
Hoy Jesús cumple su promesa de enviarnos el Espíritu desde el Padre, hoy podemos descubrir su fuerza para el anuncio del Reino.
Este domingo las lecturas que se proclaman nos hablan del fruto que tenemos que dar al recibir el Espíritu Santo: ser testigos del resucitado en todas partes y en todo lugar; por lo tanto es el tiempo de la Iglesia, que guiada y sustentada por la fuerza del Espíritu, visibiliza el amor del Dios vivo en medio de nuestro mundo.
El Santo Espíritu al derramar sus dones y carismas en todo aquel que cree y se deja inundar por Él va edificando el templo de Cristo como piedras vivas y va siendo consagrado y santificado por la fuerza que viene del Padre y del Hijo.
Descubramos en nuestro interior los dones y carismas que se nos ha dado para poder decir que Jesús es el Señor y de esta forma hacerlo presente a través de ellos para alabanza y gloria de Dios Padre.