VI SEMANA DEL TIEMPO PASCUAL. CICLO

 

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Lectura del Evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros». Palabra del Señor,
    Poco a poco vamos caminando hacia el final de la Pascua a la espera de nuevo Pentecostés, el domingo que viene celebraremos la Ascensión del Señor. Hoy las lecturas, el evangelio sobre todo, nos habla del ser de Dios hacia nosotros, como nos dice el Apóstol Juan, Dios es amor.
    Jesús  nos invita a vivir y permaneced en ese amor, como Él mismo lo hizo en el Padre. Un amor tan inmenso que nos sumerge en la alegría del mismo Resucitado, "para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud".
    El amor del Padre por medio de Cristo nos liberaliza, arrancándonos de la esclavitud de pecado, haciéndonos hijos en el Hijo. por pura gratuidad por parte de Dios "que nos eligió en la persona de Cristo, antes de la creación del mundo" como nos dice el apóstol Pablo. Desde la adhesión a Cristo somos constituidos instrumentos de Dios para dar fruto y por esos frutos manifestemos el amor del Padre.
    Ojala experimentemos dentro de nosotros la vida en Dios para que como María podamos entonar el cántico del Magnificat, "porque el Poderoso ha hecho obras grandes en Mí".