DOMINGO DE RAMOS




PROCESIÓN DE LAS PALMAS

 

 

EVANGELIO 

 

 Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 28-40

Bendito el que viene en nombre del Señor

 

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: 

—«Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita".» 

Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: 

—«¿Por qué desatáis el borrico?» 

Ellos contestaron: 

— «El Señor lo necesita.» 

Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar. 

Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. 

Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: 

—«¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto.» 

Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: 

—«Maestro, reprende a tus discípulos.» 

Él replicó: 

—«Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras.» 

Palabra del Señor.



  LITURGIA DE LA PALABRA


PRIMERA LECTURA


 

Lectura del libro de Isaías 50, 4‑7

No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado

 

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. 

Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. 

El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. 

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. 

Palabra de Dios. 

 

REFLEXIÓN

 

LA FIDELIDAD DE DIOS”

            Algo que escapa a nuestros cálculos: la fidelidad de Dios a los hombres, le hace entrar justamente por allí por donde los hombres no entrarían ni la fuerza: por el sufrimiento y por la muerte.

            Pero es desde ahí donde logra conectar con el hombre: desde el abatimiento, donde al hombre ya no le quedan fuerzas y, por lo tanto, donde puede percibir que es Dios quien vive a su lado.

            Es también ahí donde los hombres nos identificamos en lo que somos: no es en los momentos de gloria donde decimos y demostramos lo que somos, sino en los duros y difíciles. Es en el dolor y el fracaso donde se ven los verdaderos amigos.

 

 Salmo responsorial Sal 21, 8‑9. 17‑18a. 19‑20. 23‑24 (R.: 2a)

 

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 


Al verme, se burlan de mí,

hacen visajes, menean la cabeza:

«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; 

que lo libre, si tanto lo quiere.» R.

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 


Me acorrala una jauría de mastines,

 me cerca una banda de malhechores;

me taladran las manos y los pies,

puedo contar mis huesos. R.

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 
 

Se reparten mi ropa,

echan a suertes mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;

fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 


Contaré tu fama a mis hermanos,

en medio de la asamblea te alabaré.

Fieles del Señor, alabadlo;

linaje de Jacob, glorificadlo;

temedlo, linaje de Israel. R.

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

  

SEGUNDA LECTURA  


 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6‑11

Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo

 

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; 

al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.  

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. 

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre‑sobre‑todo‑nombre»; 

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, 

y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. 

Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

 

“CRISTO NO NOS DEJÓ EL EJEMPLO DE DIOS, SINO DE HOMBRE”

            Al entrar Dios en el mundo del hombre, asume con todas sus consecuencias  toda la dinámica en la que está inmerso el hombre:  renuncia a su condición divina de la que no hace uso y se viste la condición humana, poniéndose en el último puesto para que nadie se sienta excluido y nadie pueda decir que no estuvo a su altura: “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” hasta las últimas consecuencias, con lo cual, ha podido constituirse el salvador de todos,  pues no se salva sino aquello que se asume. 

 

Versículo antes del evangelio Flp 2, 8‑9

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre‑sobre‑todo‑nombre». 

 

EVANGELIO:  PASIÓN DE JESÚS SEGÚN S. LUCAS  


 

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14‑23,  56
He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer

C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: 

+ —«He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.» 

C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo: 

+ —«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.» 

 

Haced esto en memoria mía

 

C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: 

+ —«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.» 

C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: 

+ —«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.» 

 

¡Ay de ése que entrega al Hijo del hombre! 

 

+ —«Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hambre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de ése que lo entrega!» 

C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quien de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

 

Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve

 

C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo: 

+ —«Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. 

Porque, ¿Quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. 

Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.» 

 

Tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos

 

C. Y añadió: 

+ —«Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.» 

C. Él le contestó: 

S. —«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.» 

C. Jesús le replicó: 

+ —«Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.» 

 

Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito

 

C. Y dijo a todos: 

+ —«Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?» 

C. Contestaron: 

S. —«Nada.» 

C. Él añadió: 

+ —«Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: "Fue contado con los malhechores." Lo que se refiere a mí toca a su fin.»

C. Ellos dijeron: 

S. —«Señor, aquí hay dos espadas.» 

C. Él les contestó: 

—«Basta.» 

 

En medio de su angustia, oraba con más insistencia

 

C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: 

+ —«Orad, para no caer en la tentación.» 

C. El se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba, diciendo: 

+ —«Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.» 

C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo: 

+ —«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.» 

 

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? 

 

C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús. 

Jesús le dijo: 

+ —«Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?» 

C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron: 

S. —«Señor, ¿herimos con la espada?» 

C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 

Jesús intervino, diciendo: 

+ —«Dejadlo, basta.» 

C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él: 

+ —«¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.» 

Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente

 

C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos. 

Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:

S. —«También éste estaba con él.»

C. Pero él lo negó, diciendo:

S. —«No lo conozco, mujer.»

C. Poco después lo vio otro y le dijo:

S. —«Tú también eres uno de ellos.»

C. Pedro replicó:

S. —«Hombre, no lo soy.»

C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:

S. —«Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»

C. Pedro contestó:

S. —«Hombre, no sé de qué me hablas.»

C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negaras tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

 

Haz de profeta; ¿Quién te ha pegado?

 

C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes. Y, tapándole la cara, le preguntaban:

S. —«Haz de profeta; ¿Quién te ha pegado?»

C. Y proferían contra él otros muchos insultos.

 

Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín

 

C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:

S. —«Si tú eres el Mesías, dínoslo.»

C. Él les contestó: 

—«Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder. Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.» 

C. Dijeron todos: 

S. —«Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» 

C. Él les contestó: 

+ —«Vosotros lo decís, yo lo soy.» 

C. Ellos dijeron: 

S. —«¿Que necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.» 

C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.

 

No encuentro ninguna culpa en este hombre

 

C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo: 

S. —«Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.» 

C. Pilato preguntó a Jesús: 

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?» 

C. Él le contestó: 

+ —«Tú lo dices.» 

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: 

S. —«No encuentro ninguna culpa en este hombre.» 

C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: 

S. —«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.» 

C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días. 

 

Herodes, con su escolta, lo trato con desprecio

 

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. 

Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

 

Pilato entregó a Jesús a su arbitrio

 

C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo: 

S. —«Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.» 

C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo: 

S. —«¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.» 

C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

     Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: 

S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!» 

C. Él les dijo por tercera vez: 

S. —«Pues, ¿Qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.» 

C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. 

     Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. 

 

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí

 

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. 

     Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. 

     Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: 

+ —«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos"; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?» 

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

 

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

 

C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 

Jesús decía: 

+ —«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» 

C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte. 

 

Éste es el rey de los judíos

 

C. El pueblo estaba mirando. 

Las autoridades le hacían muecas, diciendo: 

S. —«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.» 

C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: 

S. —«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» 

C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.» 

 

Hoy estarás conmigo en el paraíso

 

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: 

S. —«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» 

C. Pero el otro le increpaba:

 

S. —«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» 

C. Y decía: 

S. —«Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino.» 

C. Jesús le respondió: 

+ —«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.» 

 

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

 

C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: 

+ —«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»

C. Y, dicho esto, expiró. 

 

Todos se arrodillan, y se hace una pausa

 

C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo: 

S. —«Realmente, este hombre era justo.» 

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho. 

Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando. 

 
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado

 

C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. 

Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento. 

Palabra del Señor.

 

 

 

O bien más breve:   


 

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 23, 1‑49

 

C. En aquel tiempo, se levantó toda la asamblea, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. 

 
No encuentro ninguna culpa en este hombre 

C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo: 

S. —«Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»

C. Pilato preguntó a Jesús: 

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?» 

C. Él le contestó: 

+ —«Tú lo dices.» 

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: 

S. —«No encuentro ninguna culpa en este hombre.» 

C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: 

S. —«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.» 

C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.  

 
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio 

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. 

Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. 

Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. 

Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal. 

 
Pilato entregó a Jesús a su arbitrio 

C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo: 

S. —«Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.» 

C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo: 

S. —«¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.» 

C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: 

S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!» 

C. El les dijo por tercera vez: 

S. —«Pues, ¿Qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.» 

C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. 

Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. 

 
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mi 

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. 

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. 

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: 

+ —«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezaran a decirles a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos"; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?» 

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. 

 
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen 

C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 

Jesús decía: 

+ —«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» 

C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte. 

 
Este es el rey de los judíos 

C. El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas, diciendo: 

S. —«A otros ha salvado; que se salve a si mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.» 

C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: 

S. —«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» 

C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.» 

 
Hoy estarás conmigo en el paraíso 

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: 

S. —«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»  

C. Pero el otro le increpaba: 

S. —«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» 

C. Y decía: 

S. —«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» 

C. Jesús le respondió: 

+ —«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.» 

 
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu 

C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: 

+ —«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.» 

C. Y, dicho esto, expiró. 

Todos se arrodillan, y se hace una pausa. 

C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo: 

S. —«Realmente, este hombre era justo.» 

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho. 

Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

Palabra del Señor.

  

REFLEXIÓN



 
JESÚS CULMINA SU OBRA

Jesús ha aparecido en un momento crítico de la historia de Israel donde impera la idea milenarista de la aparición de un momento a otro el nuevo “Mesías” que traería la liberación económica, política y social al pueblo. Se espera, por tanto un líder carismático que encarne estas expectativas populares y reproduzca los tiempos de David donde se establezca el derecho y la justicia.

En el Antiguo Testamento Isaías es uno de los profetas que con más claridad habla del tema y sostiene que la presencia del Mesías será el signo más claro de implicación y de presencia de Dios con su pueblo que va a romper la estructura de violencia y de poder que hay establecida. El Mesías será el encargado de establecer y hacer que se cumpla lo que Dios tiene determinado para su pueblo. El pueblo mantiene esta idea como algo absolutamente lógico: Dios ha escogido a su pueblo para que sea cabeza de todas las naciones, establezca la justicia y el derecho en todos los pueblos, por tanto, no cesará hasta que esta situación se implante y, tal como están las cosas, parece que ha llegado la hora en que se establezca el reinado de este nuevo Mesías que realice la venganza de todos aquellos que han hecho sufrir al pueblo.

En el NT. Es decir, en los tiempos de Jesús, basados en esta idea antigua, se sostiene el establecimiento de un Mesías político-militar que imponga esta fuerza y domine todas las naciones de la tierra convirtiendo a Israel en la nación fuerte y poderos que someta a todos los pueblos al poder de Yahvé.

Esta es la herencia que se recibe del AT. Y que en tiempo del imperio romano coge fuerza y tiene pretensiones de ataque al poder establecido, cosa que le llevará a la destrucción de Jerusalén.

La entrada de Jesús en Jerusalén es interpretada por la gran mayoría del pueblo y por muchos de los seguidores de Jesús como la llegada del líder que esperaban. En este marco tenemos que leer la narración de la pasión que nos trae S. Lucas.

No obstante, no podemos olvidar que S. Lucas es el evangelista que se siente especialmente “tocado” por las actitudes de Jesús sensible al dolor de los enfermos, de los marginados, de los pobres, de los huérfanos, de las viudas… de la dimensión misericordiosa de Dios expresada en Jesús y, lógicamente, esta sensibilidad se manifiesta en la narración que hace de la pasión, aspecto que lo vemos con toda claridad en los momentos de oración: cuando llama a Dios Abba (Lc 22,42); o cuando su Padre le da fuerza para enfrentarse al sufrimiento (Lc 22,43).

Otra de las características de la narración de la pasión en S. Lucas es que la CRUZ aparece como el máximo signo del amor de Dios en el que se revela la misericordia de Dios en medio del sufrimiento, por eso S. Lucas no se detiene en los aspectos negativos o crueles de la pasión como hacen otros, por ejemplo deteniéndose en los detalles de la pasión: en la flagelación, en las espinas… sino que, más bien resalta el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los hombres, por ejemplo: se detiene en el detalle de acentuar que en lo alto del calvario  están al lado de Jesús un grupo de amigos y conocidos: Lc 23,49 y opta por poner como última palabra de Jesús el salmo 30,6 (31) que es una expresión de confianza en Dios Padre: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. En lugar de poner el salmo 21 (22) que Mateo pone en boca de Jesús como un grito desgarrador de abandono: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”

En toda la narración veremos cómo Lucas va haciendo caer en la cuenta de detalles de perdón y de misericordia, por ejemplo, puede verse en la actitud que tiene con Pilatos, incluso hace decir a Pilatos que él no ve culpa en Jesús: (Lc 23,4.13-15.20-22); o cuando en el huerto le corta Pedro la oreja al que se lanzó a Jesús y Jesús lo cura inmediatamente (Lc 22,51); el hecho de la negación de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc 23,34); el gesto que tiene con el buen ladrón (Lc 23,39-43); el reconocimiento del centurión manifestando que Jesús es inocente y lo proclama Hijo de Dios (Lc 23,47); el hecho de que su juicio sirviera para que se reconciliaran Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).

De la misma manera lo vemos que durante el camino al Gólgota, solo Lucas pone en boca de Jesús palabras consoladoras a la mujeres y tiene presentes a sus hijos. En Lucas veremos cómo acentúa el cariño especial que Jesús tiene por las mujeres que son el sector marginado de la pobreza, y por eso para Él tienen un puesto especial en su vida: las admite en su grupo como discípulas y les tiene un trato especial de respeto y por eso aparecen en el relato de la pasión con un puesto preponderante.

Lógicamente, en todo el relato de S. Lucas el PERDÓN tiene un papel importantísimo y la actitud que presenta en toda la redacción es una expresión clarísima del amor del Padre que en la muerte de su Hijo ha expresado el amor supremo que tiene al hombre. En este hecho se ha cumplido todo lo que ha venido diciendo durante todo el AT. (Is. 61,1-2) Jesús ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y dar la vista a los ciegos y la salud a los enfermos… Con su muerte se ha proclamado el año de gracia del Señor: ¿QUÉ MÁS PUEDE ESPERAR EL HOMBRE?


 

DOMINGO -V- DE CUARESMA -C-


PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro de Isaías 43, 16‑21

Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo

 

Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. 

«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? 

Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo. 

Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.» 

Palabra de Dios.  

 

REFLEXIÓN

 

EL PELIGRO DE ESTANCARSE EN LO CONSEGUIDO   

 

El texto comienza presentando a Dios, pero no lo hace diciendo lo que es, sino lo que hace y lo presenta haciendo una larga exposición de los acontecimientos que realizó en el Éxodo haciéndole ver al pueblo que su fe tiene una base real en la historia que ha venido recorriendo y en la que Dios ha tenido un puesto principal.

            Pero al mismo tiempo viene a decirle al pueblo que no se quede en el pasado mirando lo que ocurrió, sino que ha de mirar el presente en el que Dios sigue actuando de cara al futuro: “Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿No lo notáis?”: ya no están ante un río que se seca para que atraviesen, sino ante un desierto que se convierte en un jardín con su presencia. El desierto les recuerda un lugar tremendo de lucha, sin agua, sin comida en donde Dios tuvo que salir al encuentro, ahora todo se transforma y la nueva realidad que surge, borra por completo el dolor del pasado que solo ha de servir como recuerdo que nos ayuda a comprender lo nuevo que tenemos.

            El autor quiere invitar al pueblo a mirar hacia adelante y no quedarse en el recuerdo, porque Dios sigue presente animando con la misma fuerza, pues quedarse estancados es anquilosarse en la idolatría, contemplando lo conseguido y sintiéndose a gusto con él. Quedarse en la contemplación de lo pasado puede ser peligroso ya que nos inutiliza y nos hace perder la esperanza

 

 Salmo responsorial Sal 125, 1‑2ab. 2cd‑3. 4‑5. 6 (R.: 3)

 

R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

 la lengua de cantares. R.

 R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. 

 

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres. R.

R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. 

 

Que el Señor cambie nuestra suerte,

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares. R.

R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. 

 

Al ir, iba llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelve cantando,

trayendo sus gavillas. R.

R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. 

  

SEGUNDA LECTURA

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 8‑14

Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte

 

Hermanos:

Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. 

Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. 

Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos. 

No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.  

Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús. 

Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN


MANTENERSE FIRMES EN LA CARRERA 
 

Pablo confiesa que su vida ha dado un giro de 180º grados al encontrarse con Jesús y conocerlo. Todos los conocimientos que hasta entonces tenía los considera vacíos e inútiles y hasta perversos, pues no le llevan a ningún sitio, sino a su perdición.

Con el conocimiento de Cristo, Pablo considera que ha llegado a la plenitud del conocimiento, pues en él ve concluida toda la esperanza de Israel; de alguna manera Pablo está viendo el final de los tiempos y de la historia llamada a la salvación que Dios ha traído en Cristo.

Esta visión le hace asegurarse del sentido supremo de la vida y esto le da fuerza para seguir caminando y hacer su carrera con la seguridad del triunfo que ya ha sido conseguido por Cristo. Su gran dolor es precisamente el que su pueblo no quiera verlo y siga obstinado esperando la llegada de lo que ya está aquí. Todo lo que se ha venido dando ha sido una preparación para lo que ha acontecido. Las esperanzas del pueblo se han cumplido con Cristo y a partir de ahora la historia se abre a un futuro de luz quedando como inservible y sin sentido todo lo que se ha venido sosteniendo.

Pablo mira todo lo que se ha venido haciendo, por lo que se ha luchado se ha y sostenido, se da cuenta que nada de eso tiene ya valor alguno: no vale la pena perder el tiempo mirando atrás, ya solo merece la pena poner la vista en el futuro de gloria que nos espera.

Su vida la compara a una carrera que hace un deportista, lo que importa no es lo que ya se ha pasado, eso ha sido el camino que hemos hecho, la mirada hay que ponerla en la meta: es algo que hemos comenzado y que todavía no hemos llegado a la meta, pero que tenemos la seguridad de que el triunfo está conseguido; de lo que se trata es de mantenerse firme en la carrera y no tirar la toalla, pues a su lado está Cristo que le anima y le da fuerzas para mantenerse.

 

Versículo antes del evangelio Jl 2, 12‑13 

Ahora -oráculo del Señor- convertíos a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso. 

 

EVANGELIO

 

 Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1‑11

El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra

 

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:

-“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.

La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

. “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.”

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.  Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó: -“Mujer, ¿Dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?”

Ella contestó:

-“Ninguno, Señor.”

Jesús dijo:

-“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”

Palabra del Señor.

  

LEGALISMO FRENTE A MISERICORDIA
 

Jesús ha decidido subir a Jerusalén y allí han decidido quitárselo de en medio, el juicio ya está determinado y lo único que buscan es la excusa para cogerlo y por eso andan poniéndole trampas para tener la más mínima justificación para declararlo blasfemo o revoltoso.

Cuando miramos despacio el acontecimiento que nos presenta el evangelio, automáticamente nos salta la pregunta: ¿Por qué y para qué tuvieron que llevarle esta mujer cogida en pecado de adulterio si tenían sus leyes que determinaban lo que había que hacer? Pero se la presentan para ponerlo entre la espada y la pared: quieren ver si se opone a la ley o la cumple: si impone el perdón estará despreciando la ley, si no lo impone, se está desdiciendo en lo que predica.

Efectivamente no van a buscarlo porque les interese su criterio ni porque reconozcan la autoridad de su palabra ni porque esté autorizado para callar la sentencia de ningún juez. Ante las autoridades judías tanto Jesús como la mujer son despreciables y ambos molestan a sus intereses y son excluidos; Jesús conoce bien esta situación, por eso no les hace frente y se queda al lado de la mujer pues ante la mirada de los acusadores están los dos al mismo nivel. Por eso Jesús se pone a escribir en la tierra, pues no vale la pena hacerles frente, ya lo tienen condenado.  

La sentencia la tienen clara todos: debe ser apedreada, pues la han cogido en pecado flagrante, algo horroroso que merece la muerte –según la ley- pero ninguno se atreve a mirarse a sí mismo y cuando Jesús les invita a que se miren en lugar de ensañarse con la mujer, ninguno se atreve a tirar la piedra puesto que, probablemente, todos temen que alguien los delate por el mismo pecado.

Pero es curioso que las leyes no pongan la misma fuerza en otros pecados como es la avaricia, la codicia, la envidia, la insolidaridad, la injusticia, la soberbia que son tan graves o más que éste. Por eso Jesús los pone en su sitio: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.” Y, es curioso: todos agacharon la cabeza y se dieron la vuelta y se marcharon empezando por los más ancianos que ya no tenían el problema del sexo, pero sí tenían el corazón lleno de otras cosas.

Sería interesante que hiciéramos una lista de todos los pecados graves en los que estamos metidos en la vida que vivimos y que nadie los toma en cuenta y hasta los airea, por ejemplo:

¿Quién considera hoy pecado sus opciones políticas que miran solo a sus intereses y no lo que mejor beneficie la causa de los pobres y de la sociedad?

¿Quién considera hoy pecado su falta de solidaridad con los marginados de su mismo barrio o región?

¿Quién considera pecado su "no te entrometas", o su falta de compromiso político para que desaparezca la corrupción? ¿Dónde están los políticos cristianos que están asistiendo a los debates actuales en donde se condena a Jesucristo y sus enseñanzas?

 

 

 

 

 

 

DOMINGO IV DE CUARESMA -C-


PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro de Josué 5, 9a. 10‑12

El pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en la tierra prometida

 

En aquellos días, el Señor dijo a Josué: 

—«Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.» 

Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. 

El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. 

Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán. 

Palabra de Dios. 

 

REFLEXIÓN

 

DIOS ES FIEL A SU PROMESA 

 

            Dios camina al lado de su pueblo y, para demostrarle su amor y su presencia, sale al frente de las dificultades que se presentan, en este caso ha sido el tema de la alimentación y le ha dado el maná en el desierto.

            Cuando el pueblo ha superado la dificultad, Dios le deja espacio libre para que sea él mismo quien se sustenta por sí mismo trabajando la tierra que le ha dado.

            Para el pueblo, este acontecimiento de poder sustentarse por si mismo, lo considera algo tan importante como la misma salida de Egipto y esto le supone una inyección de ánimo y esperanza enorme, en ella experimenta que Dios está a su lado y no lo deja.

            La celebración de la Pascua no solo es un recuerdo de lo que Dios ha hecho con el pueblo, sino que es la toma de conciencia y actualización de lo que sigue haciendo y el compromiso de seguir a su lado.

            El acontecimiento de dejar de depender del maná y valerse por sí mismos es el signo evidente de la presencia de Dios que, desde ahora en adelante, seguirá a su lado ayudándole a seguir viviendo, como lo ha hecho hasta entonces, pero haciéndolo con su esfuerzo, para lo que él va a estar pendiente, lo mismo que lo estuvo durante los 40 años del desierto.

 

 

 Salmo responsorial Sal 33, 2‑3. 4‑5. 6‑7  (R.: 9a)

 

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor. 

 

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor. 

 

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió,

 me libró de todas mis ansias. R. 

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

 

Contempladlo, y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará.

Si el afligido invoca al Señor,

él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor. 

 

SEGUNDA LECTURA

 

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17‑21

Dios, por medio de Cristo, nos reconcilió consigo

 

Hermanos: 

El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. 

Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. 

Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. 

Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. 

En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. 

Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a el, recibamos la justificación de Dios. 

Palabra de Dios. 

 

REFLEXIÓN

 

VIVIR EN COHERENCIA CON LA NUEVA REALIDAD 

 

            Pablo pide a los corintios que se dejen guiar por Dios, ya que por el bautismo han pasado a ser hombres nuevos, por lo tanto, no pueden seguir como hasta ahora han venido: se han despojado del hombre viejo marcado por el pecado y sometido al yugo de la ley que los trata como esclavos. Ellos han renacido como hombres nuevos, marcados por la libertad de la resurrección, pues fue enterrado en el bautismo el hombre viejo que tenían.

            Esta nueva realidad en la que viven, es el gran regalo que han recibido por pura gracia de Dios: estaban imposibilitados delante de Dios y Cristo ha venido a romper todas las barreras y los ha elevado a la categoría de hijos de Dios; este acontecimiento lo ha hecho Cristo que ha restablecido las relaciones con Dios.

            En Cristo y por Cristo hemos sido salvados y, por tanto, al ser incorporados Cristo hemos sido hechos colaboradores con Él en la obra de la salvación del mundo. No podemos permanecer de espaldas a esta nueva realidad: la misión que se nos ha dado y a la que hemos sido llamados, exige una adhesión total a Cristo, de modo que  nuestra vida ha de conformarse a la suya y convertirse en un reflejo vivo de Él. 

 

 

Versículo antes del evangelio Lc 15, 18

Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré:

«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.»

 

EVANGELIO

 

 

 Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1‑3. 11‑32

«Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido»

 

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: 

-“Ése acoge a los pecadores y come con ellos.” 

Jesús les dijo esta parábola: 

-“Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: 

"Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." 

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. 

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. 

Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. 

Recapacitando entonces, se dijo: 

"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." 

Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. 

Su hijo le dijo: 

"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." 

Pero el padre dijo a sus criados: 

"Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." 

Y empezaron el banquete. 

Su hijo mayor estaba en el campo. 

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. 

Éste le contestó: 

"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." 

Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. 

Y él replicó a su padre: 

"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."

El padre le dijo: 

"Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."» 

Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

 

LA IMAGEN QUE PROYECTAMOS DE DIOS 

 

Con frecuencia nos encontramos a mucha gente cristiana que se siente muy ofendida con Dios y hasta decepcionada porque –según ella- Dios no es justo y tiene una doble vara para medir y cada uno se va haciendo modelos de Dios, cada uno según le va pareciendo. Es importante que revisemos la imagen que cada uno tenemos de Dios y por el que nos movemos. Pero igualmente es importante que nos detengamos a observar cuál es el modelo que nos deja Jesús del Dios Padre al que Él se dirige constantemente.

No podemos olvidar que Jesús nos habla constantemente de Dios, pero más elocuente que sus palabras es la actitud vivencial que nos muestra de su Padre Dios y uno de los “cuadros” más lindos en el que escenifica cómo es su Padre y cómo Él lo siente en su vida diaria, es justamente la parábola que nos cuenta del “Hijo Pródigo”

En la parábola no solo presenta a su Padre, sino que representa también las distintas actitudes que se tienen con respecto a Él: aparece el Padre lleno de ternura hacia sus hijos que no quiere oprimirles en ningún momento y les respeta hasta el extremo su libertad; por otro lado aparecen los dos hermanos: el que lo desprecia y no tiene pudor alguno en romperle el corazón y atropellarlo y está el mayor que jamás ha roto un plato y se siente poseedor de todos los derechos, porque ha cumplido lo mandado por la ley, por lo tanto se puede abrogar el derecho de convertirse en juez de su hermano y despreciarlo

Para el Padre de la parábola, lo que cuenta son sus hijos y en su corazón no cabe el rencor, el odio, la venganza; le duele que sus hijos se equivoquen y sufran y se siente feliz el momento que se dan cuenta que su padre los ama por encima de cualquier otro interés y desvarío y son capaces de recapacitar y volver.

Frente al Padre se encuentran los dos hijos: el joven que ha perdido el norte y el mayor que se considera puro y justo y, por tanto con el derecho que marca la justicia; para él, el amor, la ternura, la comprensión… no cuentan para nada; lo importante es lo que hay establecido en la ley y, quien lo cumple es dueño de todos los derechos y quien lo incumple es reo de todo castigo y merecedor del desprecio. El AMOR no tiene puesto en esta historia.

Es bueno que nos detengamos a examinar nuestra postura y veremos que con mucha frecuencia, aunque en la práctica repetimos la acción del hermano menor que se marchó, pero tenemos la misma mentalidad excluyente del hermano mayor que se quedó

Recuerdo siempre las palabras de una persona muy religiosa que me decía que se indignaba cada vez que leía esta página del evangelio pues sentía a Dios como un gran injusto y, es que seguimos teniendo una caricatura de Dios hecha a nuestra imagen y semejanza.

Nosotros, al igual que Jesús, también confesamos a Dios Padre amoroso que anda siempre buscando a sus hijos extraviados… pero luego, a la hora de la verdad, no es el Padre con el que nos alegramos del hermano que ha vuelto, sino que nos sentimos enfadados porque se le dio de nuevo el acta de hermano.

Cuando vemos a Jesús que come con los pecadores, que está cercano a los desahuciados, a los despreciados por el pueblo y por la ley, no hace sino expresar de forma práctica lo que Dios Padre hace con nosotros; Jesús mismo se convierte en expresión viva de lo que Dios hace con nosotros. Esto nos tiene que hacer replantearnos la imagen de la iglesia: ¿Qué imagen de Dios, qué imagen de Iglesia, qué acogida al ser humano revelamos con nuestra vida y con nuestras maneras de actuar?