DOMINGO DE RAMOS -A-



EVANGELIO    Para la procesión de las palmas.

 Lectura del santo Evangelio según San Marcos 11, 1‑10.

 Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
—Id a la aldea de enfrente, y en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto.
Fueron y encontraron el borrico en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
—¿Por qué tenéis que desatar el borrico?
Ellos le contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban: —Viva, bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.
¡Viva el Altísimo!
La Misa de este Domingo consta de tres lecturas, las cuales se recomiendan encarecidamente, a no ser que alguna razón pastoral aconseje lo contrario.
Teniendo en cuenta la importancia de la lectura de la Historia de la Pasión del Señor, le está permitido al sacerdote, que conoce la naturaleza de cada asamblea de fieles, leer una sola lectura antes del Evangelio, o, si es necesario, leer solamente la Pasión del Señor, incluso en su forma más breve. Todo esto únicamente se puede hacer en las Misas con pueblo.

 MISA

 

PRIMERA LECTURA

 Lectura del Profeta Isaías 50, 4‑7.
       En aquellos días dijo Isaías:
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,  para saber decir al abatido una palabra de  aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para  que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he  rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,  la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido;  por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no  quedaré avergonzado.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN
“OTRO GALLO NOS CANTARÍA”
         El profeta siente que es portador de una misión; es algo que le sobrepasa, tiene que aprender a manejar la palabra para que esté adecuada a la verdad y pueda ser el instrumento útil que Dios utiliza sin problema, por eso se pone como base la actitud de escucha atenta: Cada mañana me espabila el oído, para  que escuche como los iniciados”. Es que no se trata tanto de hablar o gritar, sino de escuchar y hacerse testigo vivo de esa escucha,  actitud que viene a resultar como una disponibilidad total y por eso presta su persona para lo que se le necesite: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,  la mejilla a los que mesaban mi barba”
            La visión de Isaías queda perfectamente recogida en la actitud de Jesús cuya vida fue hacer justamente lo que el Padre quiere y por eso, Él se convierte en el sacramento vivo del Padre.
            La traducción de esta actitud hoy, por parte de la iglesia y de cada cristiano en particular, traería, indiscutiblemente, la presencia viva del reino al mundo. Y no digamos ya si es que, aquellos que ostentan un cargo, tuvieran esa actitud de escucha a la Verdad, a la Justicia, a la Paz, como servidores de estos valores para el pueblo. Veríamos con toda claridad que es posible un mundo nuevo, una nueva forma de hacer las cosas y de vivir con dignidad
            Jesús se presenta hoy como el gran referente de esta nueva realidad, pero lo que no estamos seguros es de que nosotros, al sacarlo hoy a las calles de nuestras ciudades, sea esto lo que vamos proclamando y lo que estamos dispuestos a apoyar. “Otro gallo nos cataría”
           
 Salmo responsorial     Sal  21,  8-9.  17-18a.  19-20.  23-24

V/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
V/. Al verme se burlan de mí, hacen  visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a  salvo; que lo libre si tanto lo  quiere.»
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
V/. Me acorrala una jauría de mastines, me  cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies,  puedo contar mis huesos.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 
V/. Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
V/. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo, temedlo, linaje de Israel.
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

 SEGUNDA LECTURA

 Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6‑11.
       Hermanos:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió el «Nombre‑sobre‑todo‑nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
—en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—,
y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios

 REFLEXIÓN

“LA TENTACIÓN DE LA EFECTIVIDAD”

       La actitud de Cristo frente a la pasión, es algo que ha dejado marcada a la comunidad
cristiana:se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de
tantos”; esto es algo que sobrepasa todos los esquemas, pero cuando lo pensamos 
despacio, vemos que es lo único que nos hace sentirnos queridos, acogidos, 
comprendidos... ¿qué hubiéramos sentido frente a un “super-dios” que arrasa con su 
poder y deja atónito a todo elmundo, incluso a los más poderosos? ¿Dónde hubiera 
quedado el Dios AMOR que nos habíavenido mostrando Jesús? ¿Qué posibilidades nos 
hubiera dejado de seguirlo, sino el miedo yel terror a ser destruidos?
     Dios se pone a la altura del hombre a quien viene a salvar para que el hombre se 
implique en su propia salvación y sienta que no está solo y que no es imposible lo que 
Dios le pide
      
Versículo antes del Evangelio

Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, 
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió  el «Nombre‑sobre‑todo‑nombre».

 EVANGELIO

 Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos 14,  1-15, 47
[Faltaban dos días para la Pascua y los Azimos. Los sumos  sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y  darle muerte. Pero decían:
S. —No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso,  sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy  caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza.  Algunos comentaban indignados:
S. —¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber  vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
+ —Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está  bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis  socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha  hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para  la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se  proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos  sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le  prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para  entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero  pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: 
S. —¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua ?
C. —El envió a dos discípulos diciéndoles:
+—Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús :
+—Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. —Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro :
S. ¿Seré yo?
C. Respondió :
+—Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
+ —Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
+ —Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
 +—Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.»
Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó :
S. Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
 +—Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos  veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo.
C. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus  discípulos :
 +—Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y  angustia, y les dijo:
+—Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si  era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
+‑¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero  no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
+‑Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y  orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la  carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras.  Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos  cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
+‑Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad  que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los  pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los  doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos  sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una  contraseña, diciéndoles:
S. ‑Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —¡Maestro !
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de  los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja  al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo
+ —¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza  de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me  detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le  echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron  todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo  fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote;  y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un  testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo  encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él,  los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie,  daban testimonio contra él diciendo:
S. —Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo,  edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado  por hombres.»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que  levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo  interrogó de nuevo preguntándole:
S. —¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
+ —Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la  derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S. —¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia.
¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron
a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas. 
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del  sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente  y dijo:
S. —También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C. El lo negó diciendo:
S. —Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar.
Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. —Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —No conozco a ese hombre que decís.
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se  acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que  cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a  llorar.]
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos,  los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y,  atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. —¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
+ —Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. —¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C.  Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba  en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían  cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a  pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S. —¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado  por envidia.  Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que  pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. —Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y  a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio —y  reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron  una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle  el saludo:
S. —¡Salve, rey de los judíos !
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y,  doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa.  Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del  campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rulo, lo  forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La  Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo  crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver  lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la  acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron  con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se  cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un  malhechor.»
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres  días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo: 
S. —A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el  Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y  creamos.
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la  media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
+ ‑Eloí Eloí, lamá sabactani. (Que significa: Dios mio, Dios mio,  ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la  sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. —Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —Realmente este hombre era Hijo de Dios.
[C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre  ellas Maria Magdalena, Maria la madre de Santiago el Menor y de  José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para  atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del  sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también  aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le  pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al  centurión, le preguntó si hacia mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este  compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo  puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la  entrada del sepulcro.
Maria Magdalena y Maria, la madre de José, observaban dónde  lo ponían.] 
Palabra del Señor

REFLEXION

“EL SILENCIO DE DIOS”

Una de las cosas que extraña enormemente en las lecturas de este domingo, desde la primera del profeta Isaías, hasta la lectura del evangelio de S. Marcos es la actitud  de silencio y de sumisión de Dios, que adopta el mismo Jesús. Da la sensación de que a Dios se le han terminado las ideas y tiene que aprender del hombre y acepta todas las condiciones que éste pone.
            Evidentemente choca frontalmente la actitud de Jesús y la de Dios Padre con la del hombre moderno actual y con los esquemas que hoy se barajan, hasta el punto que su figura escandaliza: basta ver cómo se transforman los líderes políticos y se imponen sobre el pueblo que los vota, al que aplastan y atropellan bajo el argumento: “me eligieron y me dieron el poder” e imponen SU voluntad y establecen SU paz de acuerdo a SU forma de entenderla o de SUS intereses.
            ¿Cómo es que Jesús no entró por ahí? ¿Por qué no utilizó los mismos mecanismos que utilizamos todos los mortales?
            La historia nos tiene ampliamente demostrado que este camino no conduce a ningún sitio, que la violencia no puede generar jamás la paz, que la injusticia no establece la justicia y la igualdad y que la mentira no lleva sino a la tiranía y a la corrupción.
            Cuando miramos a Jesús, y lo vemos respondiéndole a Pedro con fuerza, porque éste le quiere disuadir de que suba a Jerusalén, cuando les ha dicho lo que allí le va a pasar… ¿Por qué no desapareció y se fue por otro lado? ¿Por qué le dice a Judas que cumpla con su plan cuando están en la cena? ¿Por qué no se defendió ante Caifás y optó por no decir una sola palabra, ante todas las acusaciones falsas que le hacían? ¿Por qué no se defendió ante Pilato y no le contestó ni una palabra…?
Su silencio y su actitud paciente, ante los golpes que le dan, ante la burla que le hacen los soldados, ante el insulto y la difamación y ante la misma tortura. El profeta Isaías dirá que quedó sin figura humana, como un desecho y no abrió su boca. S- Pablo dirá “se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.
Llevaba razón cuando por el camino les dijo: “Todos van a perder la fe en mi” Pero es que pensándolo despacio vemos que no fue para menos, pues eso rebasa todas nuestras posibilidades, está tan fuera de nuestros esquemas, que hace falta  detenerse y hacer una reconversión de todos los esquemas para entender las cosas como Él. ¡¡¡Claro que su reino no es de este mundo!!!
Él no puede estar de acuerdo  con aquellos que se imponen con la fuerza y el poder y dejan  hundidos en la miseria a los enfermos, a los jóvenes… sin hospitales, sin medicinas, sin educación porque tienen que armarse para mantenerse en el poder y llevarse todo lo que pertenece al pueblo.
¿Cómo va a estar de acuerdo con los planes de destrucción de la vida, de la vivienda, del trabajo, de la educación, que hacen progresar a los hombres y los capacitan para tener ideas y mantener su libertad? Es lo peor con lo que se pueden encontrar los poderosos y lo que les impide imponerse con su fuerza.
Jesús no responde con esas armas, los descoloca a todos: Caifás se sintió despreciado con su silencio: entendió que Jesús le estaba diciendo que no era digno de que le dirigieran una palabra, por estar traicionando al pueblo y a Dios; y Pilatos se puso hasta nervioso perdiendo los papeles y la misma autoridad, pues le hizo tener miedo al pueblo.
El silencio de Jesús, unido a su coherencia y dignidad  sostenida hasta el último momento, se convierten en el referente más grande que ha existido y en la denuncia más dolorosa que se ha podido hacer. Lo peor de todo que puede ocurrir, es cuando el pobre, el pueblo… pierden su dignidad y su silencio es cómplice de la misma opresión que se les está infringiendo.